La violencia contra profesores aumenta en España de forma alarmante. Los docentes están preocupados, pero se quejan de que nadie más parece estarlo. Por Priscila Guilayn

Las agresiones a profesores se disparan… A un profesor le tiran una tiza, un borrador, una silla y hasta una mesa en medio de la clase. A una tutora unos alumnos la empujan en el pasillo. A otro maestro lo agarran por el cuello. Al término del horario escolar, un docente encuentra su coche rayado, las ruedas pinchadas o incluso una pintada en la puerta de su casa. O una contusión en la mano, como le sucedió a Fran Amroth, un maestro de inglés de Jerez de la Frontera (Cádiz) cuyo testimonio en Facebook -denunciando la agresión de un alumno– se hizo viral-.

Los testimonios sobre agresiones a profesores no tienen desperdicio. «Con los años se ha ido perdiendo la noción de autoridad -advierte Jesús Niño, coordinador general del Defensor del Profesor-. Antes, el docente era respetado, demasiado quizá, pero hemos pasado al extremo contrario». Así lo demuestran las cifras de este servicio de atención a maestros creado por ANPE, sindicato mayoritario en el ámbito de la enseñanza. De las 2249 llamadas de educadores recibidas el curso pasado por los defensores del profesor de las distintas comunidades autónomas, el 12 por ciento relataron agresiones físicas y amenazas por parte de sus alumnos, cuatro veces más que el año anterior.

agresiones a profesores

«Algunos docentes que acuden a nosotros llegan destrozados. Al igual que las víctimas de violencia de género, a veces piensan que la culpa la tienen ellos», ilustra Teresa Hernández, defensora del profesor de Aragón. Desde Andalucía, su homóloga Charo Siguero describe un panorama similar. «Muchos se ponen a llorar -cuenta-. Algunos están de baja médica, con depresión y ansiedad y llaman para desahogarse, necesitan apoyo. Otros quieren denunciar y piden asesoramiento jurídico». Buscan, en suma, lo que en muchos casos no reciben de sus respectivos gobiernos autonómicos.

Está de moda que los padres recojan firmas contra maestros en grupos de WhatsApp. Y que avisen a otros padres si cambian de clase al profesor

«Es una asistencia que debería dar la Administración, pero no lo hace -sostiene Laura Sequera, defensora en Madrid-. En los últimos años hemos visto mejoras, pero falta mucho por hacer». Por ejemplo, algunas consejerías de Educación, como la de Madrid, ni siquiera llevan un registro de agresiones a profesores. «Para solucionar los problemas de convivencia es fundamental sacarlos a la luz, reconocer que estas agresiones no son casos aislados. Ocultarlas no resuelve nada», subraya el coordinador de ANPE, Jesús Niño, defensor, además, en Castilla y León. La Consejería de Educación de esta comunidad, por cierto, aprobó hace un mes un servicio de atención psicológica gratuita para profesores agredidos.

Se trata de docentes como la profesora madrileña de la ESO que fue fotografiada agachándose a coger una tiza. «Se mofaron de ella en redes sociales y se quedó muy afectada cuando se enteró», cuenta la defensora madrileña. «Esos vídeos en YouTube -advierte su colega en Aragón- con alumnos que no le dejan al docente dar clase, que le tiran cosas o empiezan a mover sillas y mesas hasta que el maestro pierde los papeles son más frecuentes de lo que se imagina».

Móviles en las aulas

En Francia, mientras tanto, el Gobierno de Emmanuel Macron va a prohibir el próximo curso que los alumnos de primaria y secundaria accedan con móviles a los centros educativos. Una medida que, de aplicarse en España -creen muchos profesores-, evitaría numerosos problemas. En nuestro país los niños a partir de diez años suelen llevar sus teléfonos al colegio, aunque en clase deben estar apagados y en la mochila. «Interviene entonces la picaresca de los estudiantes -observa la defensora andaluza-. Si el maestro los pilla, se les suele retirar y los padres han de ir al centro a recuperarlo. La cuestión es que los alumnos pueden ponerse muy agresivos».

Ante situaciones de este tipo, lo primero es informar a la dirección del centro y después denunciar, para que la Unidad de Delitos Tecnológicos de la Policía y la Fiscalía de Menores obliguen a retirar la imagen, aunque todo se complica si ya se ha hecho viral. Denunciar, sin embargo, no resulta tan sencillo para muchos docentes. «Sales de clase y te dices que solo ha sido un día malo», ilustra Teresa Hernández desde Aragón. «Denuncian solamente en situaciones extremas -añade Pilar Sánchez, defensora en Castilla-La Mancha-. Pero no hay que esperar. Hay que hacerlo a la primera, para que se corte de raíz».

Sánchez habla con conocimiento de causa. Hace casi una década fue pateada por un alumno de ocho años, en tercero de primaria, que se negaba a hacer las tareas. «Se lo suspendió por tres días -rememora-. El niño volvió como si no hubiera pasado nada y así reaccioné yo también. Hay que intentar que todo sea lo más normal posible. No hay que estar recordando ni recriminando, porque ya ha recibido su castigo y se le hizo entender que no se puede actuar así, que todos los actos tienen su consecuencia y que no se puede repetir».

Un bucle violento

Muchas veces, sin embargo, los comportamientos irrespetuosos y violentos se repiten y envuelven al docente en un bucle. «No es raro -cuenta la defensora aragonesa- que el profesor se sienta ninguneado a un tiempo por la Administración, los equipos directivos y los padres. Por ejemplo, lo cambian de clase en el mismo centro, pero las madres, a través de los grupos de WhatsApp, comentan que el maestro es tal y cual; se corre la voz, la cosa se complica y, tristemente, se ‘resuelve’ con una baja laboral. La Administración debería orientar al profesor, a los equipos directivos y a los padres para solucionar estas situaciones».

Por ley, los profesores son autoridad pública y gozan, como la Policía, de la presunción de veracidad

Al suprimir un paso tan importante como la presencia física, frente a frente, para plantear desencuentros, los grupos de WhatsApp de padres desempeñan un importante papel en la vulnerabilidad de los profesores. «Está de moda recoger firmas contra maestros -cuenta Vicente Octavio Ferrís, defensor en la Comunidad Valenciana-. Los padres se organizan a través de WhatsApp, hacen un escrito y llevan la denuncia a la Inspección. Muchas veces sin que el docente sepa siquiera que algo no va bien».

Estos movimientos se inician con un intercambio de quejas. «Como madre, he abandonado grupos de WhatsApp al ver a padres insultar a una docente, cuestionando su manera de dar clase y lanzando frases como: ‘Será lo último que haga’ -revela la aragonesa Teresa Hernández-. A veces el profesor no lo hace bien, pero WhatsApp no es el medio para solucionarlo». Lo primero sería transmitírselo al propio docente y, solamente después, hablar con la dirección del centro. «A la Administración solo se debe recurrir si los intentos anteriores no han funcionado», dice.

Los padres ‘pesadilla’

Las quejas, en todo caso, no siempre son objetivas. Un despiste del niño con su material, sin ir más lejos, puede encender la furia de unos padres y retroalimentarse con cada mensaje intercambiado en WhatsApp. «No se puede entrar al colegio y zarandear a una maestra porque se ha perdido una chaqueta -advierte el valenciano Ferrís-. Y son cosas que pasan. Unos padres se quejan de que el profesor aprieta demasiado, de que pone muchos deberes; otros, al contrario, dicen que es demasiado blando y que sus hijos no cogen nivel y se desmotivan…».

El comportamiento de los padres hacia los maestros tiene un enorme peso en la pesadilla que viven muchos docentes. El 84 por ciento de las quejas al Defensor del Profesor guardan relación con ellos. A saber: acoso y amenazas, un 29 por ciento; agresiones, el 3 por ciento; presiones para cambiar la nota, el 8 por ciento; acusaciones carentes de fundamento, 25 por ciento; denuncias que empiezan en WhatsApp, 19 por ciento…

«Los profesores hemos pasado de ser una figura relevante en la sociedad a ser un colectivo con poca importancia -analiza Jesús Niño-. En algunas familias se desprestigia nuestra labor y eso es malo para sus propios hijos. El docente no está solo para enseñar, también para educar en valores, responsabilidad, compañerismo, respeto… Sin la colaboración de los padres estamos perdidos».

Lo que se aprende en casa

Descalificar al profesor no es algo exclusivo de los grupos de WhatsApp. «Se lo cuestiona en casa, con los niños delante. Y eso no ayuda», revela Ferrís. Por no mencionar las agresiones de padres que pierden el control ante sus hijos. «Los niños suelen repetir el modelo. Si algo no les gusta, le dicen a su tutor que su padre le partirá la cara -avisa Niño-. Y, ojo, cuando crezca, ¿qué respeto tendrá ante una autoridad? Esto tiene consecuencias sociales».

El profesor, conviene recordar, es por ley una autoridad pública y goza, como un policía, de la presunción de veracidad, salvo prueba en sentido contrario. Las sentencias, por lo tanto, pueden llegar incluso al año de cárcel al que fue condenada una madre en Cataluña, en 2016, por golpear a una maestra. Solo en esta comunidad autónoma, por ejemplo, 14 casos de agresiones y amenazas a docentes acabaron en los tribunales el año pasado.


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