La líder birmana y premio nobel de la paz, Aung San Suu Kyi, defendió en 2019 ante el Tribunal de la Haya al ejército de su país, acusado de genocidio contra los rohinyás. Por F. Uribarri

Ella, que ha sido un icono mundial de los derechos humanos, acaba de comparecer en el Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas de La Haya para responder a una grave acusación: permitir el genocidio de los rohinyás, minoría musulmana atacada por el Ejército birmano.

En 2017, 700.000 de ellos huyeron a Bangladés dejando atrás miles de muertos y sus aldeas calcinadas. Según acaba de decir Aung San Suu Kyi, «se investigará la posible comisión de crímenes de guerra por parte de las Fuerzas Armadas, que tuvieron dificultades para distinguir en algunos momentos entre civiles y terroristas». Su papel está siendo muy polémico.

«Las Fuerzas Armadas tuvieron dificultades para distinguir entre civiles y terroristas», reconoce

Suu Kyi lideró la resistencia pacífica por la democracia cuando era opositora a la Junta Militar que gobernaba su país: de 1989 a 2010 vivió en arresto domiciliario. Le permitían salir de Birmania, pero no volver. Se quedó, aunque eso supuso no ver a su marido -enfermo de cáncer, que murió en Oxford- ni a sus hijos. En 1991 le concedieron el Nobel de la Paz. Desde 2015 encabeza cuatro ministerios y es presidenta de facto de Birmania. la Constitución no le permite ser la titular porque tiene hijos extranjeros.

Aung San Suu Kyi fue portada de Time en 2011. Los titulares la llamaban «luchadora» y decían que la política birmana era «un modelo de libertad en un país sin ella».

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