La falta de médicos y sanitarios es, sin duda, el mayor problema en la lucha contra el coronavirus, pero otra carencia no menos apremiante se está produciendo en los laboratorios de investigación: faltan ratas. Por Lourdes Gómez/Foto: Getty Images

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Antes de probar nada con humanos, los investigadores médicos tienen que experimentar con animales, normalmente ratas, para determinar si los tratamientos son eficaces y seguros. En la carrera para desarrollar una vacuna contra el coronavirus no valen los ratones normales porque, aunque se les puede inocular el virus y se infectan, no desarrollan la enfermedad clínica; es decir, no muestran los síntomas que hacen que la afección sea mortal en los humanos. Así que los investigadores necesitan ratones modificados genéticamente con un gen ‘humano’, llamado ACE2, que vuelve al virus más violento para poder estudiar mejor sus efectos.

Y ¿qué ha ocurrido al expandirse el coronavirus? Que es casi imposible encontrar ratones transgénicos ACE2.

Por ejemplo, el Laboratorio Jackson, en Maine, Estados Unidos, que, según Bloomberg Businessweek, vende más de 11 mil variantes de ratones, cuando estalló el coronavirus reparó en que no tenían animales de estudio con este gen, porque las investigaciones siguen tendencias y ahora no se estaban focalizando en ese tipo de investigación. Buscaron a quien pudiese tener ratones de este tipo y dieron con Stanley Perlman, un médico especialista en coronavirus de la Universidad de Iowa que había usado ratones transgénicos para luchar contra el SARS. Perlman no tenía ratones vivos, porque hace años decidió que no podía mantenerlos, pero extrajo muestras de esperma por si acaso. El mes pasado envió esos remanentes congelados a Jackson, donde los están usando para dejar embarazadas a hembras que comiencen una nueva camada. Lo más rápido posible. Las ratas tardan unas tres semanas en reproducirse y las crías necesitan otras seis para alcanzar la madurez, que les permitiría empezar de nuevo el ciclo reproductivo.

Varias empresas están haciendo lo mismo

La falta de animales para testar vacunas experimentales es una de las razones por las que no se puede acelerar más el proceso de creación de un freno al coronavirus. Y aunque se están haciendo pruebas con hámsters, conejos y otros animales, no son tan fiables a la hora de operar con eficacia. Y los científicos, trabajando también a destajo como los demás sanitarios, se niegan a saltarse los protocolos mínimos de seguridad.

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