No hay duda de que la música nos une. Al escucharla, interpretarla, bailarla, conocemos mejor a los demás, nos enlazamos, relacionamos, disfrutamos en grupo. Por Eduardo Punset

Según Stefan Koelsch, gracias a la música «nos gustamos más que antes».

Es un modo más de comunicarnos y cooperar que mejora el entramado social y que ha llevado a nuestra especie a evolucionar. No sería disparatado plantearse la posibilidad de que la música sea una capacidad innata en el ser humano. Por eso, Koelsch y su equipo han estudiado el instinto musical en bebés de apenas unos días de vida y han observado que a esa edad los niños ya reaccionan a la música.

De hecho, tiene lógica que así sea. El lenguaje humano lleva parejo una musicalidad sin la cual nos resultaría muy difícil aprender a hablar y donde reside, además, un importante componente emocional. La entonación de una misma frase no es igual si quien la pronuncia está eufórico, deprimido o con un ataque de ira.

Hoy podemos conocer el impacto de una melodía en el núcleo emocional del cerebro

Asimismo reconocemos la emoción que expresa la música, sea cual sea su origen. Un doctorando de Koelsch lo investigó con personas de Camerún que nunca antes habían escuchado música occidental. Esas personas expresaron emociones de alegría, tristeza o terror ante distintas piezas, las mismas emociones que embargan a cualquiera de otro lugar del mundo que también las escucha.

El poder evocador de la música es enorme y, ahora, neurocientíficos como Koelsch tienen herramientas para entender cómo se traduce esto en el cerebro e incluso para diseñar terapias con las que ayudar a personas con problemas emocionales. Hoy tenemos los medios para empezar a conocer el impacto de una melodía en el núcleo emocional del cerebro y desatar una respuesta con la misma fuerza que dos palabras; como las lágrimas de un «te odio» o el subidón de un «te quiero».

¿Quién es?

Psicólogo y músico, 49 años. Es catedrático de Psicología Biológica y Psicología Musical en la Universidad de Bergen, Noruega. Su trabajo se centra en desentrañar los mecanismos neuronales que activan la música. Toca el violín y el piano.

¿De dónde viene?

Nació en Wichita Falls, en Texas, pero estudió música en Bremen y psicología y sociología en Leipzig. Utiliza la música como herramienta para explorar muchos aspectos del cerebro: las distintas memorias, el sistema visual y el auditivo, el lenguaje y las emociones.

¿Qué ha aportado?

Ha hecho destacadas contribuciones al conoci-miento del impacto de la música en el cerebro y sus efectos terapéuticos en ciertas enfermedades. Uno de sus mayores descubri-mientos es el haber descrito la estrecha relación entre el lenguaje y la música, ambos procesados por redes neuronales comunes.

La anécdota

Según Koelsch, música y lenguaje van de la mano. Tanto es así que, cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo, hizo un análisis de la musicalidad de mi habla, del tono, ritmo y timbre de las frases que yo articulé. Destacó la melodía que acompaña a mi siempre imitado «es fantástico».

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