Eso afirma al menos el ‘enfant terrible’ de la biología actual, Aubrey de Grey. Informático y biólogo, está convencido de que conseguiremos convertir nuestro cuerpo en algo duradero y sin enfermedades. Por Mathias Schneider

En busca de la inmortalidad: científicos de todo el mundo investigan para frenar el envejecimiento

En busca de la inmortalidad: científicos de todo el mundo investigan para frenar el envejecimiento

Científicos de todo el mundo trabajan para frenar el envejecimiento, 'resucitar' nuestros cuerpos y hasta detener la muerte. Le mostramos algunos de los intentos... incluso los más increíbles. Por Mathias…

Su lucha es ni más ni menos que contra lo inevitable: el científico Aubrey de Grey quiere ponerle fin a la muerte. Trabaja en ello y dice que cuenta para esto con el respaldo de un gran número de «soldados de a pie» -como él los llama- procedentes de la ciencia y la industria. Científicos de todo el planeta trabajan para frenar el envejecimiento y eliminar la muerte.

«¿Vivir sin límite? ¡Claro que es deseable! Como la muerte es inevitable, la gente se ha convencido de que morirse es una bendición. Sin importar lo irracional que sea esa idea»

Aubrey de Grey, de 56 años, informático y biólogo, residente en Mountain View (California) y promotor de su propia fundación contra el envejecimiento, es algo así como el enfant terrible de la biología. Encarna esa vertiente de la investigación que no se pone límites. Su objetivo: conseguir un cuerpo duradero, que nunca se deteriore. «Podemos hacerlo».

XLSemanal. Señor De Grey, ¿qué es el envejecimiento?

Aubrey de Grey. Muy sencillo. Es la combinación de dos procesos corporales. Por un lado, hay un proceso natural que se prolonga durante toda nuestra vida y es que, por efecto de nuestro propio metabolismo, el cuerpo se daña a sí mismo. Y luego está ese otro proceso que se da en una fase tardía de la existencia, que es cuando esos daños adquieren tales proporciones que el cuerpo ya no es capaz de superarlos.

XL. Contra el deterioro físico usted defiende un tipo de prevención diferente a la habitual, que aún está desarrollando.

A.G. Es un cruce entre prevención y tratamiento. Cuando alguien está enfermo, el objetivo siempre ha sido que lo esté menos. Pero eso no es lo que pretendemos nosotros. Lo que queremos es que la persona no llegue a enfermar.

XL. ¿Y eso cómo se consigue?

A.G. Tratando las causas. Si se actúa a tiempo contra todos los productos de desecho que vamos acumulando por motivos metabólicos, y que tarde o temprano afectan negativamente al cuerpo, el metabolismo podrá seguir funcionando sin que se desencadenen las enfermedades.

XL. Usted sugiere la posibilidad de una especie de pastilla antiedad, pero estamos a años luz de algo así. o no?

A.G. A años luz no. Tal y como yo lo veo, los daños debidos al envejecimiento se pueden clasificar en siete grupos. Una de estas categorías, por ejemplo, es la muerte de un gran número de células, unida a la incapacidad del cuerpo para reemplazarlas. En ese caso, el remedio es el tratamiento con células madre. Es verdad que los distintos tejidos precisan de tratamientos con células madre diferentes, pero todos ellos tienen muchos puntos en común. Así que, si conseguimos poner en marcha unos cuantos tratamientos, será más fácil desarrollar todos los demás.

XL. ¿Cuánto nos falta para llegar a eso?

A.G. No lo sabemos. Quiero recalcar que la cifra que le voy a dar es altamente especulativa: creo que hay un 50 por ciento de posibilidades de que podamos elaborar alternativas integrales a lo largo de los próximos 20 años. Es más que suficiente para intentarlo.

XL. Tiene usted 56 años. ¿Cómo se encuentra de salud?

A.G. Soy una persona muy sana.

XL. ¿No teme que todos estos avances le lleguen demasiado tarde?

A.G. No. Si partimos de que harán falta esos 20 años, tendré 75. Pero estoy muy bien para mi edad, así que mi estado biológico será el de una persona de 65 años y podré beneficiarme del tratamiento.

XL. ¿Lo mueve el miedo a la muerte?

A.G. No es una cuestión de miedo, estamos hablando de probabilidades. Se trata únicamente de una inversión de tiempo. Nuestro objetivo es prolongar la duración de la existencia de calidad a más velocidad de lo que la vida se agota.

«Prolongaremos la duración de nuestra vida. Una persona de 60 años, médicamente tendrá siempre 30. Y yo lo veré»

XL. ¿Quiere decir que la investigación científica avanzará más rápido de lo que se irá extinguiendo nuestra vida?

A.G. Exactamente. Un ejemplo: imaginemos que tiene usted 60 años y le devolvemos médicamente al estado de una persona de 30. En algún momento volverá a alcanzar el estado de 60 años porque habrá daños contra los que nuestra medicina todavía no podrá hacer nada. Pero habremos ganado tiempo para mejorar los tratamientos y conseguir muchos años adicionales de salud. De esta forma, usted tendrá 60 años, aunque la edad que figure en su carné sea de 150.

XL. ¿Y cree que llegará usted a ver todo esto que cuenta?

A.G. Totalmente.

XL. ¿Y de qué moriremos al final?

A.G. No moriremos.

XL. No puede decirlo en serio, no podemos renovar constantemente todo nuestro cuerpo, sin límite.

A.G. De verdad no podemos? Y por qué no? Hay coches que tienen 100 años y que en su día fueron construidos para durar diez. Y por qué siguen funcionando? Pues porque se han tomado medidas preventivas y de mantenimiento que han tenido éxito.

XL. ¿Cree que podremos renovar todos los mecanismos de nuestro cuerpo de manera que siga funcionando para siempre?

A.G. Sí. Que lo llamemos ‘reemplazar’ o ‘reparar’ es solo una cuestión de perspectiva. Pero la clave pasa por ahí. reemplazar las células, eliminar los desechos celulares que dañan al organismo. Mantener el cuerpo en el nivel en el que estaba cuando éramos adultos jóvenes.

«La muerte no es una línea nítida. Es un proceso. Un cúmulo de daños. Nada más detenerse tu corazón, tu cuerpo solo está más enfermo que antes»

XL. ¿Tan deseable es vivir sin un límite, sin un final?

A.G. Es obvio que sí. Se deriva del deseo universal de no enfermar, y no tiene nada que ver con el tiempo que haga que uno nació. No conozco a nadie que tenga 100 años y diga: «Ahora sí que me apetecería estar enfermo, ya va tocando».

XL. No parece usted una persona que crea en la vida después de la muerte.

A.G. Para serle sincero, no lo sé. Me educaron en el anglicanismo. De adolescente, me di cuenta de que la doctrina cristiana no tiene demasiado sentido, pero en cierto modo volví a acercarme a ella más adelante. Me daba la sensación de que el universo funcionaba demasiado bien. En fin, iba de un lado a otro. Hoy diría que soy agnóstico, ya que en su día decidí que quería dedicar mi vida a trabajar en los grandes problemas de la humanidad, y tenía claro que eso implica pretender hacer el trabajo de Dios.

XL. ¿De dónde llega la mayoría de las críticas a sus tesis?

A.G. Sigue habiendo una gran parte de la población que cree que esto o bien es cosa de ciencia ficción o bien es una mala idea. Desde un punto de vista psicológico, lo interpreto como que la gente no quiere hacerse falsas ilusiones. A lo largo de la historia, todas las civilizaciones han intentado reconciliarse de una u otra manera con la muerte porque es algo inevitable, contra lo que no se puede hacer nada. La forma que han encontrado pasa por mentirse a sí mismos, por querer creer que la muerte en el fondo es una bendición, sin importar lo irracional que resulte la idea. Y, como es natural, cuesta mucho dar la vuelta a esa creencia y cambiar de dirección. La labor que hacemos nosotros se reflejará sobre todo en personas jóvenes, en las que hoy están en la veintena; ellas ya no tendrán que cambiar de opinión.

XL. ¿Con qué frecuencia se somete usted a reconocimientos médicos?

A.G. El primer chequeo preventivo completo me lo hice en 2002. Desde entonces, me he hecho otros seis.

XL. ¿Con médicos normales y corrientes?

A.G. No. Con médicos, digamos, un poco más de primer nivel. Tengo la posibilidad de acceder gratis a servicios que por lo general costarían diez mil dólares.

XL. Precisamente uno de los reproches que se le hacen es que su planteamiento de una vida casi eterna es elitista. ¿Qué responde usted?

A.G. Hay una razón que explica por qué la sociedad permite que haya una medicina solo al alcance de los más adinerados. que no funciona. Si funcionara de verdad, todo el mundo querría acceder a ella y los gobiernos se verían obligados a ofrecérsela a los ciudadanos, aunque fuera subiendo los impuestos. El imperativo económico es contundente: estar enfermo resulta extremadamente caro. La prevención sale mucho más barata y, además, las personas de mayor edad seguirían estando jóvenes y activas, continuarían en condiciones de contribuir al bienestar y la prosperidad de la comunidad. Por lo tanto, no intentar que todo aquel que necesite este tipo de medicina tenga acceso a él sería lisa y llanamente un suicidio para cualquier sociedad.

XL. Hay gente que hace congelar su cuerpo nada más morir para conservarlo hasta que la medicina encuentre un tratamiento contra la causa del fallecimiento. ¿Dónde sitúa usted la frontera de lo que se puede considerar ético?

A.G. No creo que haya que descartar la criogenización. Si somos capaces de congelar los cuerpos tan pronto se ha certificado legalmente el fallecimiento, es bastante posible que podamos repararlos con la medicina del futuro.

XL. ¿Se lo está planteando personalmente?

A.G. Soy miembro de la Fundación Alcor (que ofrece congelar el cuerpo tras la muerte) desde hace 15 años. Se trata de un concepto bastante lógico.

XL. ¿Entiende que haya muchas personas que lo consideren un procedimiento inmoral?

A.G. Eso es porque la gente tiene metida en la cabeza la idea de que la muerte es una línea nítida. No quieren entender la muerte como un proceso que lleva su tiempo. Prefieren imaginársela como algo radical: o estás muerto o estás vivo. Desde un punto de vista biológico, eso es un sinsentido. La muerte solo es un cúmulo creciente de daños físicos. Cuando el corazón deja de latir, la cantidad y la gravedad de los daños simplemente se incrementan. De hecho, nada más detenerse el corazón, el cuerpo solo está imperceptiblemente más enfermo que antes.

UN HOMBRE CONTRA EL TIEMPO

Nacido en Londres en el 63, De Grey estudió en la Universidad de Cambridge. Se licenció en Informática, pero a los 26 años se reorientó hacia la biología porque siempre tuvo claro que el envejecimiento es nuestro mayor problema.

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