El telescopio James Webb, el más ambicioso jamás construido, será lanzado el próximo octubre por la NASA y permitirá volver la vista atrás hasta el origen mismo del universo. Por D. M.
Si el Hubble ya supuso un paso sin precedentes en nuestro conocimiento del universo, el nuevo telescopio -siete veces más grande y con una potencia 100 veces superior- dará un salto (o varios) más allá.
Con una esperanza de vida de entre 5 y 10 años -aunque podría terminar durando mucho más-, el Webb proporcionará datos que arrojen luz sobre algunas de las grandes preguntas que llevamos siglos planteándonos. ¿Dónde estamos en el universo? ¿Estamos solos o hay vida en otros lugares? ¿Cómo ocurrió el Big Bang y qué pasó justo después?
Contemplar el pasado. El Webb puede ‘ver’ ondas infrarrojas (invisibles al ojo humano), cuya fuente es el calor. Las más alejadas son las más antiguas del cosmos. Podrá recibir, por tanto, datos del Big Bang y convertirlos en imágenes. Las que envíe no serán del aspecto del universo hoy, sino, por ejemplo, de hace 13.800 millones de años.
Así es el James Webb Space Telescope
- Espejo principal. Un total de 18 segmentos hexagonales hechos de metal de berilio y recubiertos de oro para capturar infrarrojos débiles.
- Módulo de instrumentos. Contiene las cámaras e instrumentos de medición.
- Autobús de la nave espacial. Acoge la maquinaria de dirección y control de la nave, incluidas la computadora y las ruedas de reacción.
- Antena de alta ganancia. Envía datos científicos de vuelta a la Tierra y recibe órdenes de la red espacial de la NASA.
- Espejo secundario. Refleja la luz recogida del espejo principal en los instrumentos científicos
- Parasol multicapas. Cinco capas protegen el observatorio de la luz y el calor del Sol y la Tierra.
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