La lana de merino es un producto natural confortable y exquisito. Pero pocos consumidores saben lo que millones de ovejas sufren por culpa de sus jerséis y ropa deportiva ultraligera. Y las marcas tampoco hacen mucho por poner fin a los padecimientos de estos animales. Por Simone Salden / Fotografía: Farinoza

Nacidos para sufrir

Hay materiales que la naturaleza ha hecho tan perfectos que el ser humano no es capaz de diseñar nada mejor. La lana es uno de ellos. Calienta y refrigera, no coge mucha suciedad, disipa el sudor y no arde con facilidad. Y si se trata de lana de merino es, además, confortablemente suave.

La lana de merino disfruta, por así decirlo, del rizo perfecto. Sus fibras tienen un grosor de entre 16,5 y 24 micrómetros, es decir, son extremadamente finas.

Este material de lujo se encuentra en trajes caros de caballero, en jerséis para el invierno y en ropa térmica, ultraligera y transpirable, para deportes y actividades al aire libre. El precio de tan codiciada materia prima se ha doblado durante los últimos cinco años, ya que la demanda supera con mucho a la oferta.

El ‘mulesing’, la mutilación de los corderos para evitar a los parásitos, se realiza en Australia, de donde procede el 88 por ciento de la lana de merino del mundo. En España no se practica

Pero, para que la gente pueda vestirse con la ropa más cómoda posible, muchos animales tienen que sufrir. El sector de la moda prefiere guardar silencio sobre este tema. Y prácticamente ningún consumidor conoce el sufrimiento al que están expuestas las ovejas.

Además, los pocos que se interesan por el origen de sus jerséis lo tienen complicado a la hora de asegurarse de que ningún animal haya sufrido a cambio de su confort personal. Las empresas que conocen al detalle su cadena de suministro se pueden contar con los dedos de una mano. Y la mayoría solo se preocupa por el problema de una forma superficial, eso si no se desentienden por completo.

Portrait Of sheep in christmas hat Isolated On White. Simbol 2015

El sufrimiento de las ovejas empieza en Australia, de donde procede el 88 por ciento de la lana fina de alta calidad. La isla continente es el hogar de 74 millones de ovejas merinas, una raza que, gracias a siglos de cría selectiva, presenta una cantidad especialmente elevada de pliegues en su piel y, por lo tanto, cuenta con una mayor superficie cubierta de lana. Pero la misma peculiaridad que las hace tan rentables para la industria a la vez las vuelve más vulnerables a los parásitos. Uno de ellos es la mosca Lucilia cuprina, que utiliza estos húmedos pliegues cutáneos para depositar sus huevos. Una vez eclosionan, las larvas prácticamente devoran vivos a los animales afectados.

Lana manchada de sangre

Por ello, el 90 por ciento de las ovejas merinas australianas son sometidas a un procedimiento llamado mulesing, que consiste en cortarles a los corderos jóvenes grandes porciones de piel en la zona que rodea al ano, para eliminar los pliegues donde se acumulan restos de heces que atraen a las moscas. Esta mutilación se realiza sin anestesia. Y es un proceso muy sangriento.

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A los animales se los fija a un armazón de metal, tendidos sobre la espalda y con la parte inferior del cuerpo expuesta al aire. A menudo se aprovecha la ocasión para cortarles la cola, y a los ejemplares macho se los castra. Por lo general, también sin anestesia. El que escucha los gritos de los corderos no los olvida nunca.

Para unos animales que solo tienen unas pocas semanas de vida y que pasan todo el año pastando en praderas generalmente apartadas, este momento suele ser el primer contacto con el ser humano. «Los corderos sufren terribles dolores y un estrés enorme -dice Hanna Zedlacher, de Vier Pfoten, organización animalista alemana-. Es una lana manchada de sangre». La activista, que lleva años luchando contra el mulesing, añade: «En la ganadería ovina australiana nos enfrentamos a flagrantes problemas de protección de los derechos de los animales».

En muchos países, el mulesing, llamado así por su inventor, John W. H. Mules (1876-1946), lleva años prohibido, pero los ganaderos australianos siguen aferrándose a él. «En España, esta técnica no se practica. Si aparece la miasis (la enfermedad provocada por la infestación de larvas de mosca) se trata con Ivermectina, un antiparasitario», explica Antonio Granero, secretario técnico de la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino.

lana merina sufrimiento cordero

El problema es que si un comprador quiere saber si la lana de un jersey procede de una oveja mutilada no es fácil seguir el rastro de la cadena de suministro

También hay disponibles métodos alternativos desde hace cierto tiempo, como el uso de anestesia local, que al menos les ahorra a los corderos parte del dolor y, además, acelera la curación de las heridas. Sobre todo hay variantes de la raza merina resistentes a estos peligrosos insectos. Sin embargo, muchos ganaderos se niegan a sustituir sus rebaños enteros, que a veces alcanzan las diez mil cabezas. El mulesing se justifica apelando a la tradición y a criterios económicos, algo similar a lo que ocurre con la castración de los lechones.

Un regalo de estado

Pero muchas tradiciones cambian con los tiempos. De hecho, la historia de la propia oveja merina ha sido accidentada.

La merina es una raza española. Procede del cruce entre las ovejas autóctonas de la Península Ibérica y las del norte de África. Durante siglos, a través del Concejo de la Mesta, España tuvo, con sus ovejas merinas, el monopolio mundial de la lana fina. Incluso se penaba con la muerte el sacarlas del país. Solo podían saltarse esa norma los reyes. Así, las merinas llegaron a tener rango de regalo de Estado. Felipe V las regaló a sus parientes franceses.

Las cosas cambiaron a partir del siglo XVIII. Tras participar en la guerra de sucesión española, los ingleses se llevaron ovejas de nuestro país. También Napoleón se apropió de rebaños y los condujo a Francia.

Luego, en el siglo XIX los británicos transportaron las ovejas merinas a sus colonias, entre ellas, a Australia. Y hoy, en pleno siglo XXI, el país de Oceanía ha llegado a convertirse en el mayor hábitat de estos ovinos y -a un precio muy alto para estos animales- en el más potente productor de lana fina de alta calidad a nivel mundial.

El papel del consumidor

En unos tiempos en los que los consumidores le prestan una atención creciente a la procedencia de los productos que compran, el hecho de que las ovejas tengan que sufrir a cambio de jerséis cómodos y suaves resulta cada vez menos aceptable. «La gente ya está sensibilizada en el tema del llamado ‘bienestar animal’, como demuestra el debate generado en torno a las gallinas enjauladas o a los abrigos de piel», dice Wencke Gwozdz, especialista en hábitos de consumo de la Universidad de Giessen en Alemania. En su opinión, las empresas tendrán que ir adaptándose a las demandas de los clientes concienciados, sobre todo de los jóvenes, que son especialmente críticos con estos temas.

Pero el problema es que a los consumidores no les resulta nada fácil averiguar cuáles son las empresas y marcas que renuncian a usar lana manchada de sangre. Así lo ha desvelado una investigación conjunta de Spiegel y Spiegel TV, durante la cual una periodista se hizo pasar por cliente y preguntó a 34 conocidas empresas de moda, desde Adidas a Zara, si ofrecían textiles libres de mulesing. Dos de ellas contestaron que no usaban lana procedente de Australia. Otras seis tenían intención de utilizar lana libre de mulesing en el futuro. Y diez confiaban en sus proveedores, que les aseguran no recurrir a este procedimiento.

Semi Naked protesters covered in blood holding a protest outside the Australian Embassy Wednesday October 19 2005 against the wool industry's refusal to embrace a landmark agreement between PETA US and a prominent group of wool producers that would have resulted in an immediate reduction of lamb mutilations and an end to PETA,s international boycott campaign Watch For PA Story . PRESS ASSOCIATION. PHOTO.PHOTO CREDIT SHOULD READ Michael Stephens/PA (Photo by Michael Stephens - PA Images/PA Images via Getty Images)

La mutilación que sufren las ovejas para conseguir la lana de merino es dolorosa y sangrienta. Además, hay métodos alternativos

Varias empresas se resistieron a dar información: cinco de ellas eludieron el fondo de la pregunta, cuatro ni siquiera contestaron. Tras una consulta formal, la explicación desde Adidas fue: «Exigimos a nuestros proveedores confirmación sobre su renuncia a las prácticas de mulesing». Otras empresas citaron sellos y certificados que demostrarían que, en el tema del mulesing, están en el bando de los buenos. Lidl, por ejemplo, explica que etiqueta «las prendas individuales conforme al Global Organic Textile Standard (GOTS), una norma que descarta el mulesing en la cría de ovejas merinas». Desde Esprit, por su parte, respondieron que desde 2017 compran exclusivamente a proveedores que cuenten con el certificado Responsible Wool Standard (RWS), sello que también prohíbe el empleo del mulesing.

Muchos consumidores quieren saber si la prenda de lana que van a comprar está ‘manchada’ con la sangre de los corderos. No es fácil averiguarlo. La industria no lo pone fácil.

Un rastro difícil de seguir

Al igual que ocurre en todos los ámbitos de la industria textil global, en el caso de la lana de merino las cadenas de suministro están extremadamente ramificadas y, de forma en ocasiones consciente, son poco o nada transparentes. Por ese motivo, los consumidores suelen saber más bien poco sobre la ‘huella’ que su ropa deja en los países de procedencia: trabajo infantil, salarios de miseria, ríos contaminados y fábricas ruinosas rara vez salen en los telediarios.

El camino que sigue la lana australiana lleva desde las granjas de Tasmania hasta la Bolsa de la lana en Sídney. Desde allí, solo en torno al 11 por ciento viaja rumbo a Europa en forma de materia prima. Tres cuartas partes de la lana se procesan en China. Los números de cargamento, con los que en teoría se podría comprobar si la lana de merino procede de explotaciones que usan el mulesing, se mantienen en cada transacción, pero en muchas de las fábricas se mezclan fardos de lana cruda de distinto origen en unos lotes de producción de varias toneladas, con lo que al final el rastro se pierde.

La mayor parte de la lana mundial se procesa en Shanghái. De allí, las bobinas van a Italia o la República Checa; luego, el tejido se corta y cose en Asia. Y el jersey resultante viaja de vuelta a Europa. Hay hasta 50 empresas diferentes implicadas

La mayor parte de la producción mundial de lana se procesa en las hilanderías de Shanghái. Desde allí, las enormes bobinas de lana hilada van a unas plantas textiles que pueden estar, por ejemplo, en Italia o en la República Checa; a continuación, el tejido terminado se corta y cose, por lo general en Asia, y el jersey resultante, a su vez, acabará metido en un contenedor de vuelta para ser vendido en Europa.

Entre unas cosas y otras, puede haber 40 o 50 empresas diferentes implicadas en la producción de una prenda. Algunos de los proveedores se pueden permitir firmar acuerdos exclusivos de suministro con pequeños ganaderos australianos, y varios fabricantes recurren únicamente a lana de merino procedente de Nueva Zelanda o Sudamérica, donde no se practica el mulesing. «Sin embargo -reconoce Heike Hess, directora de la Asociación Internacional de Industrial Textil-, las grandes cadenas de moda tienen un problema muy serio» a la hora de adquirir lana libre de mulesing: en el mercado hay poca oferta disponible.

PRODUCCIÓN MUNDIAL DE LANA FINA MERINO EN PORCENTAJES

Australia: 88% De ella, 90% procedente de mulesing

Argentina: 4%

Sudáfrica: 4%

Nueva Zelanda: 4%

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