Los sioux se han alzado contra la construcción de un oleoducto en sus tierras. Trump se juega aquí mucho más que una tubería de casi dos mil kilómetros. Indagamos las claves de una partida geoestratégica que nos lleva de Dakota a Arabia Saudí. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotos: Getty Images y Cordon Press

Pocas cosas hay en el mundo con mayor valor estratégico que una tubería. Media Europa tirita cada vez que Rusia cierra la llave del gas de sus yacimientos siberianos. En el norte de África, los yihadistas amenazan los conductos energéticos de Argelia y Libia. Y el polvorín de Oriente Medio se asienta sobre una telaraña de tubos…

En la reserva de Standing Rock viven los descendientes de Toro Sentado. Un oleoducto amenaza su modo de vida. Transportará medio millón de barriles diarios de un amigo de Trump

Oleoductos y gasoductos son las arterias de la economía mundial. Atraviesan mares y continentes. Y su trazado siempre ha sido causa de guerras. La última enfrenta a los indios sioux con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Sin embargo, lo que está en juego en las praderas de Dakota es mucho más que un conflicto local en un lugar desolado. Es una ficha clave del juego geopolítico. Y el juego tiene un nombre: supremacía energética. A ese juego, como en el parchís, solo juegan cuatro. Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia -entre los productores- y China, el gran consumidor. El resto del mundo paga la factura. Los españoles lo notamos cuando vamos a la gasolinera a repostar. Pero los sioux, además, pagan los platos rotos.

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A los sioux se han unido 200 tribus. Hoy no luchan contra el Séptimo de Caballería, sí contra antidisturbios, perros y excavadoras

La tubería de la discordia tendrá 1825 kilómetros de longitud, costará 3500 millones de dólares y bombeará medio millón de barriles de petróleo diarios, extraídos mediante el método de fracking o fractura hidráulica. Al menos, eso es lo que pretende Trump, que ha firmado sendas órdenes ejecutivas (‘decretazos’, para entendernos). Una para autorizar la construcción del oleoducto de marras -que gestiona la empresa Dakota Access- desde los yacimientos de Dakota a una refinería de Illinois; y otra para resucitar otro polémico oleoducto, el Keystone XL, de la petrolera canadiense TransCanada, que llevará 830.000 barriles desde aquel país hasta Texas; una jugada complementaria a la de la construcción del muro fronterizo, que implica reforzar la  zos con Canadá y cortarlos con México.

Trump alega que las tuberías se fabricarán en Estados Unidos y crearán puestos de trabajo

Hay que tener en cuenta que Estados Unidos solo produce el 60 por ciento del petróleo que consume. El otro 40 lo importa, la mayoría de Oriente Medio, Venezuela, México y Canadá.

Con estos oleoductos, Trump aspira a matar dos pájaros de un tiro: por un lado, conseguir la ansiada autosuficiencia energética. Las refinerías estadounidenses seguirían funcionando al máximo de capacidad, al margen de la situación política de Irak y Arabia Saudí, con este chorro de crudo que complementa el de los pozos convencionales de Texas. Y, por otro, zanjar cualquier vínculo de dependencia con sus vecinos del sur. De hecho, ya está dando la vuelta a la tortilla y vendiéndole petróleo de fracking a Venezuela y México.

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¿Intereses políticos o económicos? Harold Hamm, es un ferviente defensor del fracking. Para él, los temas de salud pública y medioambiente son menores. No menciona que el petróleo que circulará por ese oleoducto es suyo

Ambos oleoductos habían sido paralizados por Obama por la presión de los ecologistas y, en el caso de Dakota, también de los indígenas, que temen que eche a perder tierras que ellos creen sagradas y que contamine el río Misuri, del que dependen. Pues para extraer el petróleo, que está en forma de betún adherido a la roca, hay que inyectar en el subsuelo hasta 300 productos químicos. Los sioux han emprendido acciones legales contra la orden de Trump.

El petróleo que circulará por estas tuberías es propiedad de Harold Hamm, amigo íntimo del presidente Trump, y su socio hasta diciembre.

Nuevos tiempos

Lo que cuenta Trump en las redes es que estos proyectos «van a generar muchos trabajos en el sector de la construcción». Y que las tuberías serán made in USA. «Vamos a fabricar nuestras propias tuberías, como solíamos hacer en otros tiempos». Sin embargo, el congresista demócrata Raúl Grijalva puntualiza que solo se crearán 35 empleos fijos. «Una vez construidos, los oleoductos no requieren mucha mano de obra para funcionar. Pero sí que retrasarán la inevitable transición hacia las energías limpias y renovables que nuestra economía necesita». Trump no ve tal necesidad. Ha puesto al frente de la Agencia de Protección Ambiental a Scott Pruitt, negacionista del cambio climático y defensor de las petroleras.

Un juego peligroso

Pero lo que no cuenta el presidente es el meollo. Que le toca mover ficha en una partida de estrategia en la que todos juegan al despiste. Los analistas coinciden en que lo que está pasando en el mercado del petróleo no tiene precedentes. Las sorpresas empezaron en 2014, cuando Arabia Saudí inundó el mundo de petróleo barato. Tiró los precios en una guerra por la cuota de mercado. Mohamed bin Salmán, vice primer ministro y hombre fuerte del régimen, es un admirador y un estudioso de las tecnológicas estadounidenses. Y copió la estrategia de Amazon para acabar con sus competidores. No le importa perder dinero a corto plazo con tal de ‘echar del tablero’ a sus rivales. Y Arabia Saudí casi lo consigue. Rusia padece la peor crisis desde la perestroika, Irán entró en barrena…

Los árabes bajaron el precio del petróleo para ‘echar del tablero’ a Estados Unidos. Y no lo han conseguido

Pero su gran contendiente es Estados Unidos, que sigue conservando el primer puesto entre los países productores gracias al petróleo del fracking. Y es duro de pelar. Tanto que Arabia Saudí ha reculado. El nuevo ministro de Petróleo, Jalid al Falih, ha ordenado recortar la producción después de un par de años de crudo barato. Por dos razones. Una es que la población saudí no está acostumbrada a apretarse el cinturón, y para contrarrestar la caída de ingresos le han subido los impuestos, la luz, la gasolina… Ya había protestas. Así que el barril, que llegó a estar por debajo de los 30 dólares a finales de 2015 -y bien que lo notó España en su balanza comercial-, ahora roza los 60. La otra es que Estados Unidos ha conseguido abaratar el proceso del fracking. Los saudíes habían hecho sus cuentas y calculaban que este tipo de petróleo solo era rentable con el barril a 90 dólares, pero los norteamericanos les han demostrado que estaban equivocados.

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Con los oleoductos, Trump pretende zanjar cualquier vínculo de dependencia con sus vecinos del sur. De hecho, ya está vendiendo petróleo de fracking a Venezuela y México

Mientras tanto, las otras potencias también juegan sus bazas. China aprovechó el periodo de ‘rebajas’ para aprovisionarse hasta las cejas, convirtiéndose en el máximo importador de crudo y desbancando a Estados Unidos, que a pesar de su enorme producción no es autosuficiente. Es lógico ‘llenar el tanque’ cuando el precio es bajo, pero Bloomberg destapó una extraña y gigantesca operación (36 millones de barriles) en la que una empresa estatal china compraba petróleo para revenderlo a otra empresa estatal china. Los analistas especulan que el Gobierno intentaba marcarse un farol. El de que estaba importando más crudo del que en realidad importa; lanzando así el mensaje de que su economía no se está frenando tanto como dicen los indicadores (la OCDE pronostica que ‘solo’ crecerá al 6 por ciento entre 2017 y 2021).

‘Estimular’ la economía

Y Putin también se suma a la partida, por una parte alentando un acuerdo con China para que el gas ruso vaya hacia el este, ya que por el oeste las relaciones se han enrarecido a causa de la guerra de Ucrania. Y, por la otra, acercándose a Estados Unidos, sobre todo ahora que tiene a un ‘colega’ en la Casa Blanca al que también le gusta jugar a indios y vaqueros… Con cabezas nucleares. Putin y Trump parecen dispuestos a reeditar los tiempos de la carrera armamentística, aunque solo sea para ‘estimular’ sus respectivas economías.

China es el mayor importador, pero ‘finge’ compras para que parezca que su economía sigue creciendo

Ajenos a esta partida mundial de Monopoly, los jefes sioux han llamado a la desobediencia civil. Y activistas de otras 200 tribus de todo el país se les han unido. La batalla se libra en la reserva Standing Rock, de 8000 habitantes. Allí está enterrado Toro Sentado. Es uno de los lugares más pobres de Estados Unidos, con altos índices de alcoholismo. La empresa que construye el oleoducto tiene a la ley de su parte. Alega, y es cierto, que el oleoducto no llega a entrar en la reserva, aunque pasa a menos de un kilómetro, por una zona de cementerios.

Por si fuera poco , el petroleo que circulará por estas tuberías es propiedad de Harold Hamm, que no es solo íntimo amigo del presidente , sino que hasta diciembre era su socio, pues Trump tenía varias inversiones en Continental Resources, la empresa de Hamm; participaciones que ha ido vendiendo y que terminó de liquidar cuando ganó las elecciones.

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