El Agente Naranja, uno de los venenos más letales del mundo con el que el Ejército de Estados Unidos roció Vietnam sigue matando. Las víctimas demandaron a Dow Chemical, Monsanto y una docena más de empresas que fabricaron el herbicida.  Por Fernando Goitia [este artículo fue publicado en abril de 2005 en XLSemanal]

Guerra de Vietnam: los túneles del terror

La doctora Phan Thi Phi Phi lleva 40 años trabajando con personas expuestas al Agente Naranja. Muchas han sufrido años de desprecio, asegura, porque los vietnamitas creen que la gente que tiene niños con malformaciones está pagando el precio por la vida inmoral de sus ancestros. Phi Phi habla un suave francés con acento oriental, herencia de la colonización gala en Indochina. Está asistiendo en París a una conferencia internacional sobre los efectos del mortífero herbicida que EE.UU. utilizó como arma durante lo que los vietnamitas conocen como «la guerra americana».

Entre 1966 y 1971, Phi Phi dirigió un hospital en una zona de Vietnam fuertemente castigada por la Fuerza Aérea de EE.UU. (USAF). Cuando los bombardeos se intensificaban, los médicos, enfermeras y pacientes tenían que correr por sus vidas, moviéndose a lo largo de la carretera Ho Chi Minh. «Comíamos mandioca, vegetales, arroz y bebíamos y nos lavábamos con el agua de los arroyos que llegaban de las montañas. Seguíamos la Ho Chi Minh, y sólo había árboles muertos a los lados», recuerda.

«Cuando los aviones se marchaban, en el río aparecían peces muertos y -¿qué sabíamos nosotros?- los soldados los cogían y se los comían» [Un veterano]

Entre 1971 y 1973, Phi Phi sufrió cuatro abortos, el último casi la manda a la tumba. Ella no tiene dudas, «la culpa es del Agente Naranja, un veneno que ya ha contaminado a tres generaciones». Con esa convicción, apoyada en décadas de estudios sobre el terreno, Phi Phi presentó hace un año, en un juzgado de Nueva York, una demanda contra las empresas -Dow Chemical, Monsanto y una docena más- que fabricaron los herbicidas para el Ejército de EE.UU. «Quienes produjeron el veneno deben pagar por las consecuencias», clama la doctora.

La denuncia presentada por Phi Phi y otros dos afectados, en representación de unos cinco millones de víctimas vietnamitas del Agente Naranja, afirma que la tierra y las gentes de Vietnam fueron contaminadas hasta tal punto por ese compuesto que el hecho de suministrárselo al Ejército de EE.UU. implicó la comisión de crímenes de guerra. Tras un año de batalla legal, el caso fue desestimado  por un juez federal, aunque los abogados encargados del caso ya preparan el contraataque. Se trata del último episodio de una epopeya que dura ya demasiado tiempo.

50 aniversario de la guerra de Vietnam

Todo comenzó en un laboratorio de la Universidad de Chicago, en plena Segunda Guerra Mundial. El profesor E. J. Kraus, jefe del departamento de Botánica, descubrió que cierto tipo de vegetación de hojas grandes podía ser destruida provocando un súbito e incontrolado crecimiento en las plantas. Algo parecido a inocularles un cáncer. La clave era un agresivo compuesto químico, el 2,4-D (2,4-ácido diclorofenoxiacético). Pensando que su trabajo podría ser de gran utilidad en el escenario bélico, Kraus contactó con el Departamento de Guerra, aunque los militares no le encontraron utilidad antes del final de la contienda.

Tras la guerra, los militares retomaron el trabajo de Kraus y en los años 50 dieron con una potente combinación de sustancias que pronto se hizo un hueco en los arsenales químicos del Pentágono. Al 2,4-D le habían añadido 2,4,5-T (2,4,5-ácido triclorofenoxiacético). El efecto sobre el follaje era demoledor, pero lo que no sabían -o ignoraron- era que el 2,4,5-T guardaba en su interior una mortífera carga, la dioxina TCDD (2,3,7,8-tetraclorodibenzo-para-dioxina), un subproducto derivado de la producción de herbicidas que la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EE.UU. ha definido como «uno de los más desconcertantes y peligrosos venenos conocidos».

Entre 1962 y 1091, selvas y cultivos fueron rociados con 80 millones de litros de herbicidas. El 60 por ciento, 46 millones, fueron de Agente Naranja

En 1961, los primeros cargamentos de agentes químicos fueron enviados a Vietnam. Su cometido era destruir los recursos alimenticios y eliminar la vegetación que ocultaba los movimientos de tropas del enemigo. La idea no era nueva. En los años posteriores a la ocupación japonesa de la Segunda Guerra Mundial, cuando París intentaba retomar el control sobre la antigua colonia, el Ejército francés arrasó con operarios y máquinas miles de hectáreas, tras concluir que la jungla jugaba a favor del enemigo.

El 13 de enero de 1962, tres aviones C-123 de la USAF partían del aeródromo de Tan Son Nhut para iniciar la operación Hades, más tarde bautizada como operación Ranch Hand (un término muy vaquero, referido a los peones que trabajan en un rancho). Su objetivo era rociar con herbicidas -un método más rápido y eficaz que el francés- las selvas donde se ocultaba el Viet Cong. Nueve meses después, el programa de fumigación había arrasado más de 3.600 hectáreas en la provincia de Ca Mau, una zona de fuerte actividad comunista en el sur. Los C-123 habían deforestado el 95 por ciento de la zona marcada como objetivo. La misión fue considerada un éxito y Ranch Hand recibió la aprobación total para continuar su camino, coincidiendo con la progresiva implicación de EE.UU. en el conflicto.

En los nueve años posteriores, más de 80 millones de litros de productos químicos fueron rociados sobre las selvas, los ríos y los campos de Vietnam del Sur, envenenando a cerca de cinco millones de personas, incluidos numerosos soldados estadounidenses. Casi el 60 por ciento de esa cantidad, más de 46 millones de litros, fueron de Agente Naranja, el más tóxico y peligroso de los herbicidas del arco iris. Así llamados porque al naranja le acompañaban el rosa, verde, púrpura, blanco y el azul (este último contenía arsénico); los colores identificaban a cada herbicida por una franja pintada en el exterior de los bidones de más de 200 litros que llegaban desde EE.UU. a las bases norteamericanas en Vietnam. De esa manera, no sólo se identificaban con facilidad, también se evitaba que los curiosos y los soldados conocieran la composición de cada agente.

El resultado fue el envenenamiento de buena parte de las propias tropas de EE.UU. Hoy en día, nombres como Bien Hoa, Da Nang o Phu Cat, bases aéreas desde las que partían los imponentes C-123 cargados de veneno, están marcados en rojo sobre el territorio vietnamita por ser los lugares más contaminados del país. Un estudio de la propia USAF revelaba que la exposición al Agente Naranja había aumentado considerablemente los casos de diabetes entre sus pilotos y el personal de tierra que sirvió en Vietnam. Estadísticas que se multiplican por miles en el lado vietnamita.

Sólo en la provincia de Quang Tri, donde estaba la zona desmilitarizada que dividía el país, se registraron más de 15.000 víctimas en un censo organizado en 1998 por el Gobierno de Hanoi. Cerca de 2.000 personas habían muerto como consecuencia de la acción del producto químico en esa zona. En el resto del país, centenas de millares más se vieron afectadas por la exposición, directa o indirecta, o la contaminación por la cadena alimentaria. Se estima que han muerto más de 76.000 niños y, según la Cruz Roja, otros 150.000 han sido gravemente afectados.

En 1965, Le Cao Dai, un médico de Hanoi, veterano de la guerra contra el colonialismo francés, se embarcó en un viaje a lo largo de la Ho Chi Minh hacia Vietnam del Sur. Allí, protegido por el camuflaje, supervisó la creación de un hospital de campaña clandestino para atender a los soldados heridos en las tierras altas, entre las ciudades de Pleiku y Kontum.

Entre 1966 y 1971, en medio de algunos de los combates más terribles de la guerra, la improvisada unidad de Dai se veía obligada a reubicarse cada vez que un C-123 descargaba sus nubes tóxicas sobre los bosques que les servían de escudo. Dai falleció en 2002, tras padecer una breve enfermedad, a los 74 años. Antes de morir, convertido en uno de los mayores expertos y activistas en favor de las víctimas, publicó en 1997 su diario personal de aquellos días: «Los aviones rociaban su carga -relata-. No sabíamos lo que era, sólo que debía de ser algún tipo de químico. Cuando las hojas se ponían amarillas y desaparecían, nos íbamos a un lugar más seguro».

Efectos de agente naranja

Al igual que sus compañeros médicos, sus pacientes y los habitantes de las zonas afectadas, Dai no tenía mucha protección contra aquella misteriosa lluvia ni conocía la horrible naturaleza del veneno que flotaba a su alrededor. «Utilizábamos trozos de plástico para cubrirnos. Yo solía tapar también mi hamaca. Sentíamos el olor a químicos por todas partes. Cuando los aviones se habían marchado, en el río aparecían peces muertos y -¿qué sabíamos nosotros?- los soldados simplemente los cogían y se los comían.» A principios de los años 70, Dai y otros médicos vietnamitas empezaron a notar que los soldados sufrían enfermedades poco habituales: varios tipos de cáncer, sobre todo de hígado, enfermedades provocadas por inmunodeficiencias, diarreas severas y malarias infalibles a todo tipo de tratamiento. También constataron numerosos abortos, nacimientos prematuros y tremendas malformaciones y defectos entre los hijos recién nacidos de los soldados.

A las voces desde el interior de Vietnam se unieron numerosos científicos, incluyendo varios premios Nobel y las más prestigiosas organizaciones de la ciencia norteamericana. Durante los últimos años del conflicto exigieron el cese de la operación Ranch Hand -tildándola de «bárbaro y peligroso precedente en el futuro de la guerra biológica y química»-, pero los militares rechazaron todas las advertencias sobre los posibles efectos sobre la salud y el medio ambiente. Así, hasta que en 1969, un grupo de científicos descubrió que el 2,4,5-T causaba defectos en animales nacidos en laboratorios. El presidente Richard Nixon tardó más de un año en anunciar la prohibición, a pesar de la activa resistencia de buena parte del alto mando de usar el Agente Naranja en Vietnam. Para entonces, la USAF lanzaba una media de 900.000 litros al mes sobre Vietnam. El 7 de enero de 1971, los C-123 realizaron su último ‘ataque’ oficial contra la espesa vegetación de Vietnam.

El efecto sobre el follaje era demoledor. Lo que los militares no sabían -o ignoraron-era que el Agente Naranja escondía una mortífera carga, la dioxina

Ese año, otro estudio detectó la presencia del 2,3,7,8-TCDD en el 2,4,5-T, mientras nuevas investigaciones comenzaban a relacionar las dioxinas con un amplio abanico de enfermedades, incluyendo cáncer y malformaciones congénitas. Para entonces, muchos de los 2,6 millones de veteranos estadounidenses de Vietnam habían comenzado a quejarse de males -enfermedades cutáneas y varios tipos de cáncer- que se relacionaban con la exposición al Agente durante la guerra.

La historia posterior es bien conocida en EE.UU. En 1983, los veteranos iniciaron una demanda contra los fabricantes, hasta que un acuerdo judicial otorgó 180 millones de dólares para compensar a los veteranos norteamericanos. El Departamento de Asuntos para Veteranos estableció una amplia lista de dolencias, incluyendo la enfermedad de Hodgkin, cáncer de próstata y de las vías respiratorias, sarcoma de tejido blando y enfermedades de la piel como chloracne (acné severo) y más de 270.000 veteranos se registraron para recibir compensaciones. En 1998, cerca de 6.000 habían sido calificados para las mismas cobrando hasta 1.989 dólares al mes para los afectados leves y más de 5.000 para aquéllos con severas minusvalías. Cantidades que contrastan con las ayudas disponibles para los veteranos vietnamitas que reciben una ayuda máxima de siete dólares mensuales en caso de minusvalías.

Las estadísticas, la realidad a ojos vista, el paisaje arrasado, la tragedia de las víctimas… no dejan lugar a dudas, pero la ciencia es bastante más caprichosa. Incapaz de destinar suficientes recursos a la investigación, Vietnam es consciente de su imposibilidad para cuantificar el problema con precisión. Encontrar los recursos necesarios para probar una relación causa-efecto ha sido imposible.

«Es la mayor contaminación por dioxina que se haya producido jamás. Las consecuencias son aún muy graves y persistirán hasta mediados del siglo XXI», asegura el doctor Arnold Schecter, considerado el mayor experto mundial en la materia. «En los últimos años hemos acumulado evidencias de que la dioxina ha causado un gran número de efectos a la salud, pero falta la prueba irrefutable», lamenta Schecter. Esto es: demostrar que es el único causante de todas las enfermedades que sufren las víctimas.

Los abogados de las empresas acusadas alegan que la demanda por crímenes de guerra contra sus clientes es insostenible. Subrayan que los fabricantes recibieron órdenes del Pentágono para producir el Agente y que cualquier tipo de compensación a los vietnamitas, debería ser el resultado de negociaciones entre los gobiernos. El letrado Andrew L. Frey, que representa a la poderosa Dow, afirmó recientemente que las personas que sufren privaciones aleatorias ponen pleitos porque «forma parte de la naturaleza humana buscar alguien a quien culpar».
El temor de la Casablanca en caso de que prospere la demanda radica en el hecho de que, si las víctimas de varias generaciones de la guerra química son reconocidas y compensadas por la justicia norteamericana, las puertas del sistema legal se abrirán de par en par para que ‘otros enemigos’ lleven a cabo denuncias similares. En enero, el Ejecutivo presentó una declaración apoyando a las empresas. Aseguraba que el tribunal no tiene autoridad «para juzgar la validez de las decisiones del presidente en cuanto a tácticas de combate y armamento». Y eso incluye el Agente Naranja que Kennedy, Johnson y Nixon ordenaron esparcir desde los cielos de Vietnam.

[este artículo fue publicado en abril de 2005 en XLSemanal]

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