Es mucho más que una dieta o una moda. La renuncia a comer carne se ha convertido en un movimiento social que ya se equipara al feminismo. Los veganos lideran este activismo con muchas aristas y en claro auge: un diez por ciento de los españoles -jóvenes sobre todo- ya son ‘veggies’ Le contamos qué los mueve. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotos: Robert K. Chin y Getty Images

Los ocho nutrientes que hay que vigilar si dejas de comer carne

Ser veggie es tendencia, sobre todo entre los jóvenes urbanos. Es un movimiento de conciencia que trasciende la alimentación para convertirse en un estilo de vida que ha irrumpido con tanta fuerza como el feminismo. La preocupación por el bienestar animal, el cambio climático y la propia salud impulsa esta tendencia alimentaria. ¿Pero de verdad es más compasiva, ecológica y saludable?

El último informe de la consultora Lantern (marzo de 2019) calcula que en España casi el 10 por ciento de la población ya es veggie; en total, más de 4,5 millones de personas, de los que 800.000 se han sumado a este modo de vida en los últimos dos años. El 15 por ciento tiene entre 16 y 24 años y el 64 por ciento son mujeres. Su creciente popularidad influye incluso en los hábitos de la mayoría omnívora. En España, en 2014 se consumían 52 kilos per cápita de carne al año; en 2018, 5 kilos menos: 47.

Mi hijo adolescente quiere ser vegetariano ¿qué hago?

El concepto veggie dista de ser homogéneo. Engloba a veganos, vegetarianos y flexitarianos, tres colectivos no siempre bien avenidos. Los flexitarianos constituyen la mayoría. Son aquellas personas que solo esporádicamente comen carne o pescado, sobre todo en comidas de trabajo o reuniones familiares. Hay 3,5 millones. Si este consumo puntual se limita al pescado, hablamos de pescetarianos.

La fiebre vegana 1Por su parte, los vegetarianos siguen una dieta basada en productos de origen vegetal, aunque también pueden consumir algunos de origen animal como lácteos, huevos o miel. Es una concesión al pragmatismo que les resuelve las deficiencias nutricionales de una dieta vegetariana estricta. En España hay 750.000.

LA MINORÍA MÁS MILITANTE

Pero son los veganos los que han acaparado el protagonismo. Eliminan radicalmente el consumo de alimentos de origen animal para no ser cómplices de su explotación. Y van más allá de la dieta. Tampoco visten cuero, piel, angora… Y evitan la lana y la seda. No lucen perlas; no utilizan rellenos de plumas; ni productos de limpieza químicos ni cosméticos que lleven ingredientes de procedencia animal, como cera de abejas, sebo, lanolina (un subproducto de la lana), queratina (una sustancia que se extrae de cuernos y pezuñas)… Algunos también son crudívoros, consumen sus alimentos de preferencia crudos y nunca calentados por encima de los 46,7 ºC para no alterar sus nutrientes. Hoy día hasta se pueden adquirir lencería y juguetes sexuales veganos, fabricados con falso cuero.

Los veganos son minoría (250.000), pero es una minoría ruidosa y militante. Si los vegetarianos solían adoptar un perfil bajo y soportaban en ocasiones la incomprensión de su entorno, los veganos proclaman su filosofía con vehemencia. Comparten recetas en Instagram y eslóganes en Facebook. «Mi comida no murió gritando».

Es un fenómeno global, pero solo en los países desarrollados. Hasta McDonald’s ofrece ya menús vegetarianos, y la carne sintetizada en laboratorio está a la vuelta de la esquina

Es un fenómeno global. Con una matización: se da solo en los países desarrollados, exceptuando la India, donde el 65 por ciento de la población ya era vegetariana. En el Tercer Mundo, tener cerdos o una vaca puede ser cuestión de vida o muerte para una familia. Y en los países emergentes las nuevas clases medias aspiran a comer más carne, algo que antes no estaba al alcance de sus bolsillos.

Los supermercados han inundado sus lineales de productos veganos y vegetarianos. Y hasta McDonald’s ofrece menús sin carne. Beyond Meat, que comercializa hamburguesas fabricadas con ingredientes vegetales, ha protagonizado el mejor estreno en Wall Street del año. Y la ‘carne limpia’, sintetizada en laboratorio a partir de células madre, está a la vuelta de la esquina.

¿Qué motiva a una persona a dejar de comer carne? La anterior oleada del informe de Lantern (2017) señalaba que el 57 por ciento de los vegetarianos lo son por motivos éticos y animalistas; un 21 por ciento, por razones medioambientales; y el 17 por ciento, por salud. Pero la comunidad científica discute si es más ético, más sostenible y más sano dejar de comer carne. Y las conclusiones no son claras.

La ideología lleva a algunos veganos a convertir a sus mascotas en veganas. Los perros se adaptan a todo, pero los gatos son carnívoros estrictos y su sistema digestivo no está diseñado para una alimentación vegetal. Los veganos, que consideran tabú vestir prendas de lana, tampoco tienen en cuenta que una oveja no esquilada puede sufrir infecciones y dificultades para moverse.

La fiebre vegana 2

A veces, también se les reprocha que parezcan menos preocupados por el bienestar humano que por el de los animales. Por ejemplo, los anacardos se han puesto de moda en las dietas veganas porque aportan triptófano (un aminoácido), pero deben ser procesados industrialmente para eliminar dos sustancias cáusticas presentes en la cáscara. Los trabajadores que se encargan de ello en la India o Vietnam sufren quemaduras en las manos. En México, los cárteles de la droga extorsionan a los productores de aguacates. Y el precio de la quinoa ha subido tanto en Perú y Bolivia que muchos campesinos locales no pueden permitirse consumir los cereales con los que han sobrevivido durante generaciones.

LAS VACAS, EN EL EJE DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Los postulados medioambientales también tienen sus pros y sus contras. Un estudio de la Universidad de Oxford señala que la ganadería es el segundo emisor de gases de efecto invernadero después del transporte. Por el metano que excretan las vacas, el nitrógeno de los fertilizantes y el uso excesivo de agua. Producir un kilo de carne roja requiere 15.000 litros de agua; un kilo de arroz, 2500 litros; y uno de patatas, 280. El estudio concluye que adoptar un estilo de vida vegano, o por lo menos reducir la ingesta de carne y lácteos, es el mayor impacto positivo que una persona puede realizar sobre el cambio climático.

Pero también hay investigaciones que señalan que la ganadería tradicional ayuda a mantener la materia orgánica de la capa superficial del suelo, es decir, la tierra arable, que al ritmo actual de desertización puede acabar perdiéndose en 60 años en muchas regiones del planeta. Además, hay zonas montañosas donde no se puede cultivar y la población vive de la ganadería.

Sus postulados tienen pros y contras. El precio de la quinoa ha subido tanto que ya no pueden consumirla los campesinos que la cultivan

Por otra parte, ninguna dieta tiene un impacto cero en el ambiente. Muchos productos veganos están envasados primorosamente y viajan miles de kilómetros, lo que dispara el consumo de plástico y la huella de carbono. Y en cuanto a la moda, sustituir las prendas de origen animal por otras de fibras artificiales, como el poliéster, que tardan siglos en degradarse, también tiene un elevado coste ambiental. ¿Estamos ante una moda pasajera o ante una tendencia consolidada que impulsa un mercado que, solo en España, superará los 5000 millones de euros en 2020?

La fiebre vegana 3

El efecto imitación es una de las claves de su popularidad. Cuando la cantante Miley Cyrus, poseedora de un pez globo como mascota, descubrió que se servía este pescado en la carta del restaurante donde se disponía a comer sushi, decidió convertirse en vegana. Y miles de fans la siguieron. Otras famosas como Jennifer Lopez, Natalie Portman o Ariana Grande le prestan su glamour a esta opción. Deportistas como Venus Williams, Novak Djokovic o Lewis Hamilton demuestran que se puede rendir al máximo nivel sin ingerir carne. Y diseñadoras como Stella McCartney o Tiziana Domínguez han lanzado colecciones veganas. La cantante Rosa López era vegana, aunque ahora es ovovegetariana. «Empecé primero por salud. Prescindí de todo lo que proviniera de seres con ojos y patas, como yo, aunque ahora como huevos, pues había llegado al extremo de llevar más comida que ropa en la maleta: polvos de proteínas, vegetales…».

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