Su gestión económica levanta admiración en Europa, los alumnos portugueses aprueban con nota en Pisa, el país ha superado la crisis sanitaria del coronavirus con menos muertos e infectados que España e Italia, aunque los rebrotes en Lisboa están poniendo en jaque su gestión. Y, por si fuera poco, su gobierno, socialista, y la oposición, conservadora, dialogan y pactan. ¿Cómo lo han logrado? Conozcamos las claves. Por Carlos Manuel Sánchez/ Fotografía: Rita Franca

La foto de Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de Portugal, ha levantado la admiración de media Europa. El gobernante hace cola en pantalón corto ante la línea de cajas en un supermercado de Cascais. Lleva una mascarilla quirúrgica corriente y respeta la distancia de seguridad. Un cliente más. Un ejemplo de civismo. Pero los portugueses se encogen de hombros. ¿A qué viene tanto interés?

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Marcelo Rebelo de Sousa

A nuestros vecinos ya empieza a cargarles que se hable de ellos, aunque sea en términos elogiosos. Últimamente, porque han manejado la pandemia como unos campeones. Y antes, porque arreglaron sus maltrechas cuentas y devolvieron hasta el último euro del rescate de la crisis de la deuda; o porque sus estudiantes brillan en el Informe Pisa, o porque sus políticos dialogan en vez de estar a la gresca. Marcelo Rebelo, el presidente, que es de centroderecha, aprueba la gestión de Antonio Costa, el primer ministro, que es socialista. Y este no se queda atrás y anuncia que respaldará a Rebelo en las elecciones a la presidencia de la República, el año que viene.

La prensa mundial, que peregrinaba a Lisboa antes del coronavirus para entender el milagro económico portugués, ahora examina las cifras de contagiados y fallecidos por la pandemia. Si se compara con España, Portugal ha tenido la mitad de positivos y cuatro veces menos víctimas mortales por millón de habitantes. Porcentualmente, ambos países llevan hechos casi el mismo número de tests, solo que Portugal los hizo antes. Se percató de lo que venía. Solo fueron días de ventaja, pero cada minuto contaba. Sin embargo, el ciudadano portugués, a pie de calle, poco a poco va hartándose de tanta alabanza. ¿Milagros? Vayan a Fátima.

Y no es por falsa modestia. Para entender su escepticismo hay que leer a Fernando Pessoa. «Como jamás descubrí en mí cualidades que atrajeran a los demás, jamás pude creer que nadie se sintiese atraído por mí», escribió. El alma portuguesa no se reconoce en espejos triunfantes. Al fin y al cabo, ellos también tienen un pasado imperial que es eso; pasado. Los portugueses se trabajan sus milagros a pico y pala. Y Portugal levanta pasiones, sí… pero fuera de Portugal.

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En Portugal se impuso un confinamiento más suave que en España. La mayoría de los portugueses cumplen a rajatabla las normas de llevar mascarilla y mantener la distancia de seguridad. Un claro ejemplo: la manifestación del 1 de mayo

Que pueden dar lecciones sobre su gestión de la pandemia es incontestable. Falta que otros quieran aprenderlas. La vicepresidenta española, Teresa Ribera, opina que los portugueses tuvieron una ventaja geográfica. «[El coronavirus] venía del este y ellos están un poco más al oeste y entonces pudieron parar un poco antes», declaró. No hubo colapso en los hospitales y durante el confinamiento, menos estricto que en España, la población demostró una disciplina férrea. «El miedo ha hecho que la gente se comporte con tanta responsabilidad», afirma desde Lisboa Ana Girbal, epidemióloga. El semanario alemán Der Spiegel apunta a otra explicación: a diferencia de Italia y España, los ancianos portugueses están vacunados contra la tuberculosis. Un estudio señala que hay una incidencia menor de la COVID-19 en países donde esta vacuna sigue implantada.

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En Semana Santa, a diferencia de lo que sucedió en España, se permitieron algunas procesiones, como la célebre del Senhor de Matosinhos, cerca de Oporto, motorizada por primera vez en 700 años.

Reforzados por la pandemia

En cualquier caso, el Ejecutivo portugués actuó con celeridad y, con la curva aplanada, declaró concluida la emergencia el 2 de mayo, mes y medio antes que España. La gestión de la pandemia ha reforzado al primer ministro, aunque no le hacía falta. Costa ganó las elecciones de 2015. Gobernó en coalición con verdes y comunistas. Volvió a ganar en noviembre de 2019. Y ahora gobierna en solitario; y en minoría. En este momento, Costa tiene tanto prestigio como Rebelo, que se presentó a presidente sin el paraguas de su partido, y se pagó la campaña de su bolsillo.

En Bruselas llamaban al ministro de economía Mario centeno ‘el Cristiano Ronaldo del Ecofin’. En portugal pedían su cabeza… Y rodó

A Costa ya le avalaba su gestión económica. La metamorfosis de bono basura a ejemplo a enmarcar ha sido un ejercicio de prestidigitación. Y el mago ha sido Mario Centeno, el que fuera su ministro de Finanzas y presidente del Eurogrupo, que se ha visto obligado a dimitir por predicar austeridad y, con las mismas, otorgar un nuevo crédito millonario a un banco rescatado. Costa y Centeno hacen de ‘poli’ bueno y malo. Costa le subió el salario a funcionarios y pensionistas, paralizó las privatizaciones y aumentó el salario mínimo hasta los 600 euros. Centeno acabó con el déficit, aunque en su afán por recaudar no se libraron ni los dueños de mascotas. La economía creció por encima de la media europea y bajó el paro. En Bruselas llamaban a Centeno el ‘Cristiano Ronaldo del Ecofin’. En Lisboa, pedían (y rodó) su cabeza.

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El presidente, Rebelo, de centro-derecha, aprueba la gestión del primer ministro, Costa, socialista. Este, incluso, apoyará al primero en las presidenciales.

Mientras el resto de Europa sucumbía ante el avance de la extrema derecha, Portugal se convertía en el baluarte de la izquierda, aunque una izquierda pragmática que vio cómo sus medidas eran recibidas con huelgas. El año pasado, el gobierno recurrió al Ejército para garantizar el abastecimiento de las gasolineras durante las protestas de los transportistas. Y cada verano los portugueses cruzan los dedos para que no se repita un incendio forestal como el de 2017, en el que murieron 64 personas. Se criticó la falta de medios en un país donde la mayoría de los bomberos son voluntarios.

El milagro pasa por las aulas

Fueron los funcionarios, y en especial el profesorado, los más conflictivos. Y eso que el milagro portugués también pasa por las aulas. Desde 2000, cada nueva promoción mejora sus resultados en PISA. La investigadora Isabel Flores describe «un proceso de mejora sostenido en el tiempo desde un punto de partida muy bajo». No es que deslumbren, como finlandeses o coreanos, pero desde el furgón de cola, han adelantado a la media de la OCDE, incluida España. Los analistas creen que la clave son los profesores. Respetados y brillantes, pero también envejecidos, con las plantillas al mínimo y los sueldos congelados durante nueve años. Y sacan provecho incluso de las limitaciones. Como no hay prisas (ni dinero) para la tecnificación de las aulas, la interacción entre profesor y alumno es máxima. Es el triunfo del maestro que no usa pantallas pero se agacha hasta la altura del flequillo de su alumno. Los colegios reabrieron el 18 de mayo. Controles de temperatura, desinfección, más distancia entre mesas… ¿Qué pasará a partir de ahora? Paradojas de la vida, una de las peticiones de la comunidad educativa, que se reduzcan los alumnos por aula, habrá que hacerla sí o sí.

Gracias a una polémica ley fiscal, Portugal Ha captado a miles de jubilados nórdicos y a grandes fortunas. Finlandia y Suecia presionaron para que la retirara

En el ámbito internacional, que Portugal hiciera sus deberes le ha otorgado una legitimidad que convierte a Antonio Costa en el adalid de los países del sur de Europa. Cuando Holanda propuso investigar por qué España no tenía margen presupuestario para hacer frente a los efectos de la crisis por el coronavirus, Costa replicó: «Ese discurso es repugnante. Si no entendemos que ante un desafío común debemos tener capacidad de responder en común, entonces nadie entendió lo que es la UE».

Sin embargo, países como Finlandia y Suecia («¡Portugal nos arrebata a nuestros ancianos!», clamaban) han presionado para que el gobierno luso modifique su polémica ley de residentes no habituales, que le ha servido para captar a jubilados extranjeros, profesionales «de alto valor» y grandes fortunas, atraídos por los beneficios fiscales. La asesoría londinense Blevin Franks señala que desde el 31 de marzo la medida estrella -que los pensionistas extranjeros no paguen impuestos durante diez años- se ha eliminado y ahora pagan el diez por ciento, pero sigue siendo interesante vivir allí unos meses al año. Se han beneficiado 29.000 personas desde 2009 y, además de jubilados ingleses, franceses y nórdicos, hay estrellas como Monica Bellucci, John Malkovich o Madonna. Y si prospera en España el impuesto a las grandes fortunas, hay quien no descarta un éxodo de ricos hacia el país vecino. La ‘tarifa plana’ de las visas doradas también se ha aplicado a grandes empresas, como Google, que ha instalado un gran centro de operaciones en Lisboa, cuando barajaba hacerlo en suelo español.

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Portugal levantó el estado de emergencia la primera semana de mayo, con apenas 1000 muertos y poco más de 25.000 contagios. El país avanzó hacia su última fase de desescalada el 1 de junio, excepto en la zona de Lisboa, donde ha habido rebrotes y se ha suspendido la actividad no urgente en los hospitales. El país reabrió sus playas la última semana de ese mismo mes.

La competencia con España promete ser feroz, sobre todo en el turismo, que ya supone cerca del 15 por ciento del PIB portugués. Cuando los tabloides ingleses reclamaron que había que «salvar las vacaciones de los británicos», Portugal fue el primero en recoger el guante. Sin restricciones ni cuarentenas. Y ahora va a por el mercado alemán.

Expulsados de sus viviendas

Pero el turismo también ha creado una burbuja inmobiliaria. Cuatro de cada diez viviendas del centro histórico de Lisboa son pisos turísticos, y es la ciudad europea con mayor número de alojamientos de Airbnb por habitante. Mientras tanto, miles de portugueses han sido expulsados de sus viviendas por la carestía del alquiler.

Con todas sus contradicciones, la fórmula lusa es el modelo de referencia para la socialdemocracia europea. ¿Resistirá con la nueva normalidad? El banco central portugués da por descontada una gran recesión, pero en todos lados cuecen habas. Costa ha presentado un programa con ayudas semejantes a las de España, Italia o Francia. Y que dependen de la financiación europea. «El impacto de la crisis está siendo dramático para las familias y las empresas, pero también para las arcas del Estado. Dar con una mano y quitar con la otra será un ejercicio presupuestario al que tendremos que acostumbrarnos aún más», pronostica la periodista Rosalía Amorim, directora de Dinheiro Vivo. «A pesar de los fondos anunciados por Bruselas, el trapecista no tiene red. Y no solo él está en peligro. No se debe olvidar al resto de artistas de la compañía y al público que paga la entrada del circo», ironiza. Pero en Portugal todavía se recuerda que, en 1755, cuando un terremoto destruyó Lisboa, el marqués de Pombal ordenó: «Entierren a los muertos y alimenten a los vivos». Ese sigue siendo el espíritu.

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