La memoria de Aznar

Al parecer, para que un volumen de memorias resulte atractivo, el autor no debería en principio seguir un orden cronológico. Empezar con el consabido nací un mes de enero en Retortijo del Mañuelo suele infundir pereza al lector; parece más efectivo soltar por delante un capítulo impactante en el que se transmita uno de los núcleos de la historia y luego retomar infancia y milagros familiares. Además de ello, es aconsejable ser honesto, contar la verdad sin incidir en secretos horribles e inconfesables, embellecer los logros personales y dejar caer alguna maldad de manera que parezca que se podría haber sido más cruel, pero que se ha optado por la magnanimidad y la prudencia. El primer volumen de las memorias del expresidente José María Aznar cumple al dedillo esas normas. Como ya es sabido, Aznar desvela en los primeros compases del libro las claves de su sucesión y las causas de la difícil decisión de retirarse de la porfía política a los ocho años de mandato presidencial. Cuenta que Rodrigo Rato era su elegido y que la negativa de este le hizo pensar en Rajoy, decisión que no rectificó al reconsiderar el antiguo vicepresidente el ofrecimiento. Eso, al parecer, le distanció de quien había sido un buen amigo y hoy un hombre en injustos apuros. El resto es conocido. Rajoy tenía el poder al alcance y un atentado destinado a cambiar la historia de España le apartó de su objetivo.

Estas son unas memorias racionales, no pasionales, tal como le corresponde al personaje. Da la impresión de que Aznar ha querido pasarlas por la cámara frigorífica antes de editarlas, al objeto de no provocar sangre innecesaria. Si quisiera, podría haber sido infinitamente cruel con personajes como Verstrynge, Herrero de Miñón, Pujol, Arzallus o González y, sin embargo, los despacha con una sola frase llena de frialdad. Tampoco se ha dejado llevar por la tentación de la anécdota, esa sal de condimento tan sabroso para cualquier relato. Ha preferido describir la categoría y prescindir del detalle menor, lo cual no es bueno ni malo, pero es una forma de definir al autor. No se aconseja que unas memorias sean un ajuste de cuentas, pero sí que devuelvan alguna de las invectivas que el autor haya recibido en su vida. No es el caso de Aznar. Ni siquiera el atentado que a punto estuvo de costarle la vida provoca que pase revista a ciertos comportamientos mezquinos de unos cuantos contemporáneos suyos. salió del coche como lo haría Clint Eastwood, se limpió las heridas con un pañuelo y dio las indicaciones a sus escoltas de lo que había que hacer. No hay temblor en el relato, solo hay técnica. No esperen un derrumbe emocional.

Es especialmente interesante el pasaje en que se describe la construcción del gran partido de centro-derecha que llevaba en la cabeza, el trabajo previo que Fraga Iribarne había realizado al efecto y el concurso de salto de obstáculos que hubo que superar para adecuar a los nuevos tiempos a aquella formación política que provenía de la Transición. Los Pactos del Majestic que le alisaron el camino a la investidura como presidente están descritos desde el mismo rigor con el que describe la tregua de ETA que le sorprendió al poco de ejercer su trabajo como presidente. Solo ahí deja caer algún desdén al eterno ejercicio de la queja que caracterizaba a Jordi Pujol o a la deslealtad contumaz que, una y otra vez, mostraba Javier Arzallus. La intensidad mayor queda para el relato de los amargos días que vivió España cuando se secuestró y asesinó a Miguel Ángel Blanco y a la dolorosa imposibilidad de resolver el crimen antes de que apareciera moribundo en una cuneta.

La segunda parte de estas memorias, de aparición dentro de un año, aclararán los pasajes más comprometidos de su tiempo político. Bush, Blair, las Azores, Irak y el 11-M esperan en ese frigorífico en el que parece guardar los recuerdos Aznar. Serán distintas a estas primeras, llenas de pasajes ilusionantes e infinitamente más benéficos que los que le esperaron en su segunda legislatura. Las presentes, no obstante, contienen material de máximo interés que aclaran algunos extremos de los recientes y turbulentos años de nuestra vida sociopolítica.

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