El cuento

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El cuento

Una viuda de una pobre aldea de Bengala no tenía dinero para pagar el autobús de su hijo, pues ella lo había matriculado en un colegio que estaba muy alejado de su casa. El chico tenía que atravesar solo un bosque. Para tranquilizarlo, ella le dijo.

-No tengas miedo del bosque, hijo mío. Pídele a Dios Krishna que te acompañe. Él escuchará tu oración.

El muchacho hizo lo que su madre le decía, Krishna se le apareció y desde entonces lo acompañaba todos los días a la escuela.

Cuando llegó el día del cumpleaños del profesor, el niño le pidió dinero a su madre para comprar un regalo.

-No tenemos dinero, hijo. Pídele a tu hermano Krishna que te consiga un regalo.

Al día siguiente, el niño le contó su problema a Krishna. Este le dio una jarra llena de leche.

Animado, el niño le entregó la jarra al profesor. Pero como los otros regalos eran más bonitos, el maestro no le prestó al suyo la más mínima atención.

-Lleva esta jarra a la cocina le dijo el profesor a un ayudante.

El ayudante hizo lo que se le había ordenado. Al intentar vaciar la jarra, sin embargo, se dio cuenta de que volvía a llenarse sola. Inmediatamente fue a comunicar el acontecimiento al profesor, quien, confuso, le preguntó al niño.

-¿Dónde has conseguido esta jarra? ¿Cuál es el truco que la mantiene llena?

-Quien me la dio fue Krishna, el Dios del bosque.

Todo el mundo rio. el maestro, los alumnos, el ayudante.

-¡No hay dioses en el bosque! ¡Eso es superstición! dijo el maestro. Si es verdad que existe, ¡salgamos a verlo!

El grupo entero salió. El niño se puso a llamar a Krishna, pero este no aparecía. Desesperado, realizó un último intento.

-Hermano Krishna, mi maestro quiere verte. Por favor, ¡aparece!

En este momento vino del bosque una voz que resonó por todos los rincones.

-¿Estás seguro de que quiere verme, hijo mío? ¡Si él ni siquiera cree que existo!

El hecho

El golfista argentino Roberto de Vicenzo, después de haber vencido un importante torneÿo, se dirigió al aparcamiento para buscar su coche. En este momento, una mujer se le acercó. Después de darle la enhorabuena por la victoria, le contó que su hijo estaba a las puertas de la muerte y que no tenía dinero para pagar un hospital. De Vicenzo le dio, inmediatamente, parte del dinero del premio que acababa de ganar aquella tarde.

Una semana después, en una comida en la Professional Golf Association, le contó la historia a algunos amigos. Uno de ellos le preguntó si la mujer era rubia, con una pequeña cicatriz bajo el ojo izquierdo. De Vicenzo dijo que sí.

-Te han engañado -dijo el amigo-.

Esta mujer es una estafadora y no para de contarles la misma historia a todos los golfistas extranjeros que aparecen por aquí.

-Entonces, ¿no hay ningún niño a las puertas de la muerte?

-No.

-Bueno, ¡esta ha sido la mejor noticia que me han dado en toda la semana! -comentó el golfista.

Reflexiones

Algunos pensamientos de poetas persas de inicio del milenio (La sabiduría persa, Editorial Ediouro).

Quien conoce a Dios no lo describe. Quien describe a Dios no lo conoce [Husayn ibn Mansur].

El que hoy comió en exceso, jamás estará saciado mañana [anónimo].

Donde existe un gran tesoro, allí también vive un terrible dragón [Saadi de Xiras].

La peor manera de mantener un matrimonio es privando al otro de su libertad. Si atas dos pájaros, ellos tendrán cuatro alas, pero nunca conseguirán volar [Djeladin Rumi].

Al espíritu que vive a través del velo del Todo, yo le imploré por una luz que me guiase entre las tinieblas del mundo. Entonces escuché una voz que me decía. Tal luz no existe. Pero un corazón, aunque sea ciego, siempre conoce el eterno camino [Omar Khayan].

Alguien entró en el cuarto de un poeta y preguntó. ¿Por qué te quedas aquí solo el día entero? . El poeta respondió. Ahora que has entrado, realmente me he quedado solo, porque me has separado de Dios [Djeladin Rumi].

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