El mundo los conoce como Berlín y Nairobi, sus personajes en la serie de televisión ‘La casa de papel’. Alba Flores y Pedro Alonso nos hablan de armas y explosiones en un rodaje único, y también del impacto de convertirse, de la noche a la mañana, en iconos de la televisión mundial. Por Fernando Goitia / Fotos: Pedro Walter

XL. Berlín, el personaje de Pedro, murió al final de la primera parte de la serie. ¿Fue una sorpresa volver?

Alba. Él nunca se creyó muy muerto [se ríen].

Pedro. La vida te enseña a no dar nada por sentado. Digamos que hay una mitología familiar en la serie, y mi presencia encaja.

XL. De hecho, la serie ha convertido a sus personajes en una especie de mito.

Alba. Sí, somos Los Vengadores, pero más reales… Somos unos locos que asaltan el Banco de España y todo el mundo nos aplaude, porque la gente está hasta la cona de este sistema. En realidad, lo que cuenta toda esta historia es que tenemos un gran lío entre cómo vivimos y nuestras verdaderas necesidades.

Mola mucho ver escenas de acción, pero rodarlas no tiene ni puta gracia. Alba Flores

XL. Todo esto es una situación nueva, para ustedes y para la industria. ¿Qué han aprendido de la experiencia?

Pedro. Que en España te puedes atrever. Está siendo un viaje muy potente, sin prejuicios. Podemos hacer lo que nos dé la gana. Y lo que hacemos es James Bond, pero con tesitura emocional.

XL. ¿Han aprendido mucho, por ejemplo, sobre armas?

Pedro. Sí, hicimos unos cursos con la Policía…

Alba. Lo que más impresiona es lo rápido que te acostumbras. Al principio daban miedo; ahora son como el móvil. Aunque pesan muchísimo. Hacer un plano mientras apuntas es jodido.

XL. ¿Han disparado de verdad?

Pedro. Yo disparé aquella metralleta del final de la primera parte. No eran proyectiles de los que hacen daño, pero fue una experiencia física muy heavy. Entendí ese rollo de la gente loca por las armas, porque es un chute de adrenalina bestial.

Alba. Y en esta temporada, de hecho, hay más explosiones y más de todo.Recuerdo un día que nos dijeron: «Por cierto, chicos, se nos olvidó deciros que esta es una toma única. Hemos puesto todos los explosivos que tenemos y no hay cómo repetir. Pase lo que pase, vosotros seguid». Y todos: «¡Cómooo!». «Y oye, –dije yo–, ¿dónde están los petardos». «Aquí, al lado de tu pie». «¡Ah, vale, cojonudo!» [se ríen]. Nunca me había subido tanto la adrenalina. Pa-pa-pa-pa-pa… Pensé: «Cómo mola ver escenas de acción, pero rodarlas no tiene ni puta gracia».

XL. La suya es una profesión de alto riesgo…

Pedro: Sí, sí, es que es así. Yo lo viví el día de mi muerte, que también fue a una toma. De pronto, me ponen un cinto con pólvora. «Perdona, pero ¿qué significa esto?». «Nada, es que se va a romper y…». «Ya, pero ¿qué voy a sentir?». «Bueno, te va a pegar viaje, claro, y se va a ver… En fin, venga. ¡Acción!». [Se ríen] Me quedé todo marcado durante semanas.

alba flores y pedro alonso, la casa de papel

 

XL. ¿Cuál es el mayor obstáculo que han superado para llegar hasta aquí?

Alba. La arquitectura del sistema. Que una mujer pudiese coger un arma y ser un personaje de acción, no se planteaba. Que una persona racializada pudiese tener un personaje más allá de su background racial no se planteaba. He vivido momentos de dudar: «¿Por qué no me sale nada? Parece que la culpa es tuya».

Pedro. Tu mayor obstáculo siempre es tu propia cabeza. La forma en que nos educan es lo opuesto a la esencia de este trabajo. Debes desaprender todo para dejar de pensar y seguir el instinto.

XL. ¿En qué estado de ánimo les dejó el final de la serie, cuando ignoraban el bombazo que sería después?

Alba. Nos juntamos todos para ver el último capítulo en casa de Úrsula y fue como: «Bueno, ha estado bien». «Sí, ya podía haber tenido más tirón, pero…».

Pedro. Recuerdo también cuando vimos el primer capítulo, porque al principio del rodaje, ya tanto aparato técnico como nos rodeaba, no sabíamos si aquello tendría corazón. Pero cuando lo vimos sentimos una corriente de efervescencia tremenda entre todo el equipo: «Hostia, espera, aquí está pasando algo gordo». La cosa pintaba bien, pero a nadie se le pasó por la cabeza todo esto.

«En este trabajo debes desaprender todo lo que te enseñan de niño. Dejar de pensar y seguir tu instinto», Pedro Alonso

XL. ¿Se refiere a que ya no pueden caminar por la calle?

Pedro. Te cuento dos situaciones delirantes para que te hagas una idea. Tras un año y medio de trabajar sin parar, me fui solo a Florencia. Pues estoy contemplando el David de Miguel Ángel, una escultura muy poderosa que me fascina y, de pronto, la Galería de la Academia entera se da la vuelta.

XL. ¡Hizo usted sombra al ‘David’ de Miguel Ángel!

Pedro: [Sonríe]. Sí, sí… Al principio todo me parecía una gran broma, no entendía que aquello me estuviera sucediendo a mí. Tardé en reaccionar. Imagina, por ejemplo, que te meten a un estadio con el protocolo de seguridad del FBI, o que un aeropuerto se pare por ti.

XL. ¿En serio?

Pedro: Tal cual, en Buenos Aires. Antes de salir de España puse un post: «Argentina, voy». Aterrizo en Ezeiza, enciendo el móvil y alucino: más de 600.000 likes. Salgo del avión y me están esperando los empleados de todo el aeropuerto. Salgo a la terminal y ya ni te cuento: incluso fotógrafos. ¡Y eran las 3:30 de la madrugada! No entendía nada. Fue un shock. Me fui al hotel y me quedé en un patio pensando: «Hostia, es que no voy a poder ir con mi hija por la calle».

XL. ¿Y a usted, Alba?

Alba. A mí, el gran impacto del estreno en Netflix me pilló Costa Rica, en un lugar en plena selva con unos diez huéspedes. Empecé a ver que algunos me reconocían. Fue inquietante, pero estuve tranquila. Al llegar al aeropuerto, sin embargo, comenzó a acercarse gente. Uno, otro, otro, otro; de pronto me rodean como unas 50 personas y yo: «¡Hostias!». Me tuvo que sacar la seguridad del aeropuerto. Me llevaron a la sala VIP, aunque yo viajaba en turista, y ahí me senté y sentí el impacto.

XL. En su familia, al menos, tiene quien la pueda aconsejar.

Alba. Por eso llamé a mi madre y no a mi representante. «Mamá, hostia puta, ¿cómo se gestiona esto? Es una movida, no sé si yo quiero… Es muy loco». Y me dijo: «Respira hondo, cariño. Ya lo iremos gestionando, prepárate para lo que te viene». Ser conocido es bonito, recibes cariño de la gente, que es la hostia, pero tiene una parte que implica un sacrificio y afecta a tu vida personal.

Pedro. Casi todos habíamos vivido hitos de popularidad, pero esto es otra dimensión. Es global. Y todos quieren algo de ti. Es una gran demanda de energía y necesitas estar muy lúcido para procesarlo, porque, de pronto, todo el mundo quiere algo de ti.

XL. ¿Cómo recibieron la noticia de que volvían a La casa de papel?

Alba: No nos extrañó, era lo más lógico. El gran shock fue darnos cuenta de que lo estaba petando en todo el mundo.

XL. La única duda era, entonces: ¿cuando empezamos la tercera temporada?

Alba: Para mí, sí. Cuando empezó la locura, me dije: «Van a tardar dos minutos en llamarnos».

Pedro: Nos daban cada semana un dato de difusión que parecía imposible de superar, y al de siete días, toma, otro récord. Todas las previsiones iban saltando por los aires. ¡Cómo no iban a hacer más!

XL. Les llueven ahora los amigos y las ofertas…

Pedro: Y la gente te dice: «¡Aprovecha!». Pero, ¿qué significa eso? Para mí, aprovechar es, más bien, decir que no a casi todo y hacer cosas más personales, que antes no podía hacer. Lo bueno de todo esto es que ahora competimos en el mundo. El año pasado recibimos en Mónaco la Ninfa de oro y los colegas de otros países nos decían: «Qué contentos estamos de que la ficción europea empiece a competir con la anglosajona». De repente, estás en el mismo barco. Fue muy emocionante. Antes el sueño era: «Me quiero ir a Hollywood». ¿Para qué? Quédate aquí que hay mucho mambo.

Alba: Y se come mucho mejor [se ríen].

XL. ¿Ya saben cómo acaba todo esto?

Alba: Por mi experiencia con Álex Pina, todo lo que tienen previsto de inicio lo queman en los cinco primeros capítulos [carcajadas].

Pedro: Yo he visto ya tres capítulos y creo que tiene todo el sentido del mundo, pero no sé qué viene después. Pero bueno, siempre habrá gente que opine que es maravilloso y otra que no deberían haberlo alargado.

Alba: Aquí ha entrado el dinero de Netflix, pero el equipo es el mismo y se nota. Hay una continuidad. Hay un sentimiento de hacerlo más a lo grande y se pasa de capítulos de 70 minutos a 50, lo cual es bestial para la dramaturgia. Todo es más trepidante, pero sigue habiendo respiros para las relaciones entre los personajes, que es la identidad de la serie.

XL. ¿Recuerdan su primera vez en un escenario?

Pedro: Tenía tres años, en un polideportivo; estaba en una cola y me decían: «Ahora, ahora». Entraba corriendo y gritando, y apagaba el fuego de un belén en llamas.

Alba: ¡Qué moderno! Ya ibas para La Fura [carcajadas]. Yo me acuerdo de que montamos un teatro de verano en casa. Una semana entera haciendo El gato con botas; el guion y todo. Usamos los faros de los coches, el toldo azul de la piscina era el telón, y la representamos ante toda la familia. Yo era el gato. Fue la primera vez que me dije: «Uy, a mí me gusta esto de montar líos teatrales».

XL. Bueno, pues eso es todo. Muchas gra…

Pedro: Espera, sólo una última cosa.

Alba: ¿Que me quieres?

Pedro: Te quiero, sí, pero es algo dedicado a los productores: que nos junten otra vez a Alba y a mí. Queremos ser una de esas parejas; ya sabes: «Hicieron varios trabajos juntos».

Alba: Nos gustaría hacer, sobre todo, comedia.

Pedro: Sí, aunque comedia la hacemos todo el rato [carcajadas].

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