Es el nuevo director del Ballet Nacional de España. Llega al cargo cumpliendo un sueño que no parecía fácil cuando empezó a bailar en el humilde barrio de la tres mil viviendas de sevilla. Hablamos con Rubén Olmo de danza, esfuerzo y estereotipos. Por Virginia Drake / Fotos: Javier Ocaña 

Bailarines del BNE: el valor del esfuerzo

Bailarines del BNE: el valor del esfuerzo

Nos colamos en un ensayo del Ballet Nacional de España -que cumple 40 años- para conocer mejor a algunos de sus bailarines: fibrosos, compactos, flexibles, lucen un estado de forma…

A los 3 años prefería bailar que jugar al balón y su madre lo llevó a una academia flamenca que había en el barrio sevillano donde vivían, las Tres Mil Viviendas. Rubén amplió sus estudios de danza clásica y española en el Conservatorio y debutó a los 14 años de la mano de María Pagés y Javier Barón. Al cumplir los 18, ingresó en el Ballet Nacional de España, donde ha sido cuerpo de baile, primer bailarín y coreógrafo. Formó dos veces compañía propia, con desigual fortuna; fue el director del Ballet Flamenco de Andalucía y, desde el 2 de septiembre, dirige el Ballet Nacional, tras ser elegido entre 16 candidatos. Rubén Olmo ha vuelto a casa por la puerta grande cuando cumple 25 años sobre el escenario. Es un bailarín que rezuma sensibilidad y dice no conocer enemigos.

XLSemanal. Estamos en la sede del Ballet Nacional, en las antiguas naves del matadero municipal que a Nacho Duato tanto le horrorizan y que, dice, siguen oliendo a vacas muertas, pero a usted se lo ve feliz.

Rubén Olmo. [Sonríe]. A mí me parece un sitio privilegiado, con dos salas preciosas. A lo mejor es que Nacho esperaba otra cosa, no sé.

XL. ¿Bailarín o bailaor?

R.O. Soy bailarín porque, en principio, el bailaor solo baila flamenco y el bailarín se mueve por todas las ramas de la danza española, también por la flamenca.

XL. ¿La sucesión de Antonio Najarro al frente del Ballet Nacional ha sido tan idílica como parece?

R.O. Totalmente; Antonio y yo entramos a la vez, en 1998, hemos compartido muchos momentos de camerino y somos amigos. Él deja la dirección porque la duración máxima del contrato es de 8 años y ya los ha cumplido.

Olmo, nuevo director del Ballet Nacional, ha firmado por cinco años y una prórroga de tres, «que me gustaría cumplir»

XL. Usted dejó el Ballet Nacional en 2002.

R.O. Me fui con Eva Yerbabuena y después pasé por varias compañías: con Rafael Amargo, con Ullate y también con Antonio Canales.

XL. Cuando triunfó en solitario, decidió formar su propia compañía… y aquello acabó muy mal.

R.O. ¡Y tan mal!, porque me engañaron. Yo hipotequé mi casa. Me engañaron y no me di cuenta de lo que pasaba porque era muy joven y confiado. Había firmado muchas cosas sin haberlas leído antes y ellos se aprovecharon. Perdí todo. mi casa, mi vestuario y el de la compañía, el suelo: se lo llevaron todo.

XL. ¿Cómo reaccionó tras el tropezón?

R.O. Todo el mundo me daba la palmadita en la espalda, compadeciéndome, y yo estaba metido en una depresión. Entonces tuve un estreno del Ballet Nacional en el Teatro Real y allí me encontré con Antonio Gades. Cuando empecé a contarle lo que me había pasado, me cortó de manera muy fría y me dijo: «Eso nos ha sucedido a todos los que hacemos algo. Deja ya de llorar porque tienes dos piernas, bailas muy bien y eres muy joven. ¡Venga!, ¡tira ‘palante’!». Me hizo reaccionar porque fue el único que no me compadeció. Entonces, me fui a Sevilla con mi pareja a empezar de nuevo en otra compañía.

«Monté mi propia compañía y me engañaron. Lo perdí todo y me deprimí. Pero un día me encontré con Gades y me dijo: ‘Eso nos ha sucedido a todos; ¡deja ya de llorar y tira ‘palante’!’. Y me hizo reaccionar»

XL. Su pareja también es bailarín.

R.O. Sí, es un grandísimo bailarín y coreógrafo [Eduardo Leal] y mi apoyo en casa, en mi trabajo… ¡en todo!

XL. Y usted terminó con dificultad la ESO.

R.O. De pequeño tenía muy poca concentración para estudiar y estaba loco por el baile. Yo era un niño muy bueno y muy callado, siempre en mis fantasías.

XL. Compara las dos horas de entrenamiento de un futbolista con las cinco o seis horas diarias que necesita un bailarín.

R.O. Somos deportistas de élite como ellos, pero a la vez tenemos que ser músicos, contar una historia… En otros países, la cultura está a otro nivel. Entiendo que los futbolistas ganen lo que ganan porque llenan estadios, pero los bailarines no vivimos del aire, sino de lo que hay en la nevera [sonríe]. Y luego hay otro problema: haces una gala en febrero y te la pagan en julio. ¿Cómo hago si me pagan con cinco meses de retraso?

XL. Cuenta que su madre se puso a llorar cuando supo que lo habían nombrado director del Ballet Nacional.

R.O. Sí; ella trabaja de conserje en el Conservatorio de música de Sevilla y yo no le había dicho nada porque había firmado confidencialidad con el Ministerio. Estuve dos días guardando el secreto y de repente la llamaron, se lo contaron unos conocidos que lo habían leído en las redes y rompió a llorar.

Rubén Olmo: "Mi madre tuvo que limpiar muchas escaleras para que yo aprendiera a bailar"

Olmo ha dicho que apostará especialmente por la escuela bolera, una variante de la danza española muy barroca y difícil de bailar. «Sorprende mucho fuera de España ver bailar con zapatillas y, a la vez, hacer música con las castañuelas. Unir al bailarín y al músico, dentro de una técnica muy depurada de danza clásica, es una maravilla»

XL. Nació en Cerro del Águila, pero, cuando cumplió 3 años, se fueron a vivir a las Tres Mil Viviendas.

R.O. Sí, yo me crie en ese barrio que era humilde y complicado, un poco conflictivo, en donde había mucha gente marginada, pero también muchos artistas: una vecina trabajaba con Lola Flores, otra cantaba en un tablao.

XL. Y usted nunca jugó al fútbol en la calle con otros niños.

R.O. No; porque mi madre vio que a mí me gustaba mucho bailar y, rápidamente, me llevó a una academia. Desde chico bailaba todo el día y los palillos (las castañuelas) eran mis juguetes preferidos.

XL. ¿A qué se dedicaban sus padres?

R.O. Mi madre limpiaba casas y tuvo que fregar muchas escaleras para que yo aprendiera a bailar. Y mi padre estaba empleado en una carpintería y trabajaba tanto que solo lo veíamos el sábado por la tarde y el domingo. En mi casa no sobraba nada. Cuando ellos vieron que yo iba en serio con todo esto, se sacrificaron mucho para poder pagarlo. Yo tengo a mis padres en lo más alto, han vivido solo para mi hermano y para mí.

XL. ¿Qué hizo su hermano?

R.O. Entonces quería ser futbolista, pero ahora se dedica a otro tipo de cosas. Tiene 3 años más que yo y es muy independiente. Él es muy distinto a mí, pero siempre nos hemos llevado muy bien y nos queremos mucho.

XL.¿ Su padre también aceptó que fuese bailarín?

R.O. Sí, es una persona muy generosa y muy respetuosa que siempre ha apoyado lo que quisiéramos mi madre, mi hermano o yo. Ha sido un hombre de hablar poco, pero de apoyarnos en todo y de trabajar mucho.

XL. Cuándo empezó a ganar algo de dinero?

R.O. Desde muy chico, con 14 años empecé a bailar en los tablaos y con 17 me vine a Madrid y ya podía pagarme muchas cosas.

XL. El hijo mayor de los duques de Cambridge, tercero en la sucesión al trono de Inglaterra, quiere ser bailarín…

R.O. A mí me parece maravilloso que sus padres vean en su hijo lo mismo que vio mi madre en mí, que lo apoyen y lo lleven a una escuela de ballet clásico y que no se dejen llevar por lo que opinen otros. Se han convertido en un ejemplo para muchos. Seguro que a partir de esto habrá más padres que se animen a llevar a sus hijos a ballet clásico.

«El que es hetero es hetero y no se va hacer gay porque se dedique al ballet. Es muy bonito cuando un hombre baila varonil, ese equilibro es precioso»

XL. ¿Cree que se resisten porque, en el caso de los hombres, se sigue identificando el ballet clásico con la homosexualidad?

R.O. El ser bailarín no está vinculado con la homosexualidad, conozco a muchos bailarines ‘heteros’. Además, el que es ‘hetero’ es ‘hetero’ y no se va a hacer gay porque se dedique al ballet. Y es muy bonito cuando un hombre baila varonil y tiene esa sensibilidad, ese equilibrio es precioso.

XL. Cuenta que, cuando vio a Gades bailando Carmen, de Saura, ya no hubo vuelta atrás.

R.O. Claro. Aunque yo era chico, me llamó mucho la atención el aura de ese hombre. Yo tendría 9 años cuando lo vi en la tele, me lo grabaron y estuve mucho tiempo viéndolo todos los días.

XL. También siente admiración por Antonio el Bailarín, ¿no se ha quedado muy atrás?

R.O. Todo lo contrario, era un genio. A veces pienso que en ciertas cosas hemos ido para atrás. Cuando estudio las coreografías de Antonio Ruiz Soler, veo cosas mucho más modernas que las que se hacen ahora. Él era de una generación maravillosa: en su casa estaba Picasso; los bailarines compartían mucho con poetas, pintores, arquitectos, músicos. Ahora, en cambio, casi todo el mundo está separado.

XL. Usted habla bien de toda la gente, ¿no tiene enemigos?

R.O. Seguramente los tendré, pero yo prefiero no enterarme. Disfruto mucho con lo que hago y mis compañeros saben que si necesitan algo que esté en mi mano me van a tener ahí. Por eso creo que me quieren, porque he ayudado a mucha gente, tanto a los grandes como a los que empiezan.

XL. Acaba de cumplir 25 años en la danza, ¿cómo está su cuerpo?

R.O. Mi cuerpo está bien. Tengo 39 años, bailo desde los 14 y gracias a Dios no tengo lesiones. En toda mi carrera solo he tenido dos fuertes, pero se resolvieron bien porque mi cuerpo es muy agradecido.

XL. ¿Cómo de graves fueron?

R.O. La más fuerte fue diez días antes del estreno de Las tentaciones de Poe. Hice un salto que me provocó una distensión de ligamentos en las dos rodillas. No podía andar, me quedé sentado en una silla diez días. Pero me propuse estrenar y me senté frente al ordenador con mis cascos para repasar las coreografías muchas horas al día. Dos días antes del estreno, me levanté de la silla y salí a bailar con las rodillas vendadas. Gracias a Dios fue un gran éxito.

Olmo tiene 39 años y está en plena forma. Mide 1,80 metros y pesa 63 kilos. «Yo soy muy de cuidarme y tengo una musculatura muy agradecida»

XL. Una lesión mal curada puede terminar con su carrera.

R.O. Ya lo sé, pero tenía que bailar. Le había dedicado Las tentaciones de Poe a mi hermano Jonathan, que fue al estreno y se emocionó mucho.

XL. ¿El masajista es su fiel escudero?

R.O. En realidad, no me gusta que me toquen. Me puedo dar un masaje cada dos o tres años. No me agrada el hecho de que me manipulen, me gusta que mi musculatura se regenere sola.

XL. Es el único en su profesión que dice esto.

R.O. Seguramente. Cuando noto mucha presión en la espalda, sé que necesito ciertos grados para que los músculos se regeneren; y, aunque sea agosto, me pongo un jersey de lana, bebo mucha agua, estoy una hora a 45 o 50 grados y la espalda vuelve a su sitio.

XL. Ha recogido todos los premios de danza importantes, ¿diría que ya ha tocado el cielo con los dedos?

R.O. Estoy tocando el cielo con los dedos, sí; pero de puntillas con los pies en la tierra. Prefiero estar asentado siempre.

XL. ¿Es verdad que pinta naíf?

R.O. Sí; pero no tengo técnica ninguna, me daría vergüenza enseñarte mi pintura [sonríe]. Pinto como un niño. A veces, cuando pienso en una coreografía y pongo música, siento que me apetece jugar con los colores y, de repente, pinto una muñeca con una bata de cola y la meto dentro de una luna. Muchas de mis coreografías tienen su cuadro correspondiente; pero están muy escondidos [ríe].

XL. Para terminar, ‘mójese’: ¿quién es el mejor bailarín español?

R.O. Es muy difícil. Antonio Canales tiene muchísimo corazón; Joaquín Cortés tiene la frialdad y la estética; Israel Galván, la vanguardia; Rocío Molina, la fragilidad; Yerbabuena, la ‘flamencura’. Cada uno tiene algo que lo hace diferente.

XL. ¿Y Rubén Olmo?

R.O. Yo soy un bailarín de aire, de vuelo, muy sensible, que estoy en todos los sentidos de la danza española: el flamenco, el clásico y la parte contemporánea. Creo que tengo mi propia personalidad. Cuando la gente ve bailar mis coreografías, sabe de quién vienen.

XL. Con 9 años tenía un póster del Ballet Nacional en su cuarto, tres décadas después lo está dirigiendo.

R.O. Este era mi sueño, quería hacer algo grande aquí. Y cuando lo haga, me iré con la cabeza muy alta, pudiendo mirar a todo el mundo a los ojos, que es lo bonito.

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