El misterio mejor guardado de la Casa Real está a punto de ver la luz. El retrato de la familia del Rey Juan Carlos I en el que Antonio López lleva inmerso más de 20 años pronto se podrá ver en Madrid. El genial artista de Tomelloso reflexiona sobre las claves de una obra que lo medirá con los grandes pintores de Corte: Velázquez y Goya. Por Antonio López/Fotos: Carlos Carrión

Es el cuadro más grande que he pintado nunca. Mide tres metros de alto por tres y medio de largo. Está realizado sobre un lienzo de lino grueso, muy resistente, que preparé yo mismo con el método tradicional, y está pintado con óleo.

Para realizarlo, me he basado en una serie de fotografías tomadas en dos sesiones hechas en 1993: una, en el palacio de la Zarzuela; y la otra, en mi estudio.

«La primera sesión en la Zarzuela no salió todo lo bien que yo esperaba»

No fui yo quien tomó las fotos, sino unos fotógrafos profesionales conocidos míos; en ocasiones yo mismo hago algunas tomas de lo que pinto, pero este era un encargo muy especial: posaba para mí la familia real y necesitaba que lo hiciera alguien realmente bueno: no se podía fallar.

Sin embargo, la primera sesión, en la Zarzuela, no salió todo lo bien que esperaba; por eso hicimos la segunda. Yo necesitaba que las fotos se tomaran con luz natural: no quería focos.

Aquella primera sesión la hicimos por estas fechas, en Navidades: el día estaba nublado y la luz natural en el salón en el que estábamos no era buena.

Entonces nos movimos a otro espacio de la Zarzuela, creo que era ya en casa de los entonces Reyes, Don Juan Carlos y Doña Sofía, en una zona privada, en un sitio más pequeño en el que la luz natural de aquel día siguió siendo insuficiente.

Yo, además, comprobé aquel día, al verlos en directo, que aún no tenía del todo claro cómo quería colocarlos realmente. Así que entonces, poco después, la familia real aceptó volver a posar y se trasladó para ello a mi estudio. Allí sí tuvimos mejor luz y yo, a su vez, más ‘experiencia’. También una idea más clara de todo, y pudimos hacer mejores fotos.

No obstante, el cuadro no está basado solo en una de esas tomas en particular, sino en una suma de varias, en una suerte de collage que fui armando con los retratos tomados en la Zarzuela y en mi estudio. De hecho, llegamos a repetir incluso unas fotos con la Reina sola.

Así que el cuadro está basado en este collage con varias de esas fotos, de las que he rescatado ciertos detalles de unas y otros elementos, sectores y gestos de otras. Las he usado de una manera libre. Había muchas cosas que medir: cómo colocar a cada miembro de la familia, cómo interactuarían entre ellos…

No es fácil, además, retratar con luz natural a cinco personas a la vez y que todas, en un mismo fotograma, estén con la expresividad y la relajación deseadas. Parece sencillo, pero no lo es. Por eso lo del collage. Yo, de hecho, acepté un encargo tan especial como este porque iba a trabajar sobre una imagen ya cerrada, sobre fotografías, y no con los retratados allí, en directo, en varias sesiones.

Trabajar sobre fotografías me impuso pintar con la limitación de no tener realmente delante aquello que pinto, con lo que siempre pierdes algo, pero a la vez me ha brindado unos plazos para pintar que yo necesito y la posibilidad de trabajar sobre una imagen que permanece inalterable ante el paso del tiempo. Las personas son esas que están ahí, en ese momento. No cambian. La sustancia es siempre la misma. Es un método de trabajo que da algunas cosas y hurta otras.

«A veces los años nos debilitan, pero esta experiencia -que pudo ser catastrófica- ha sido apasionante»

¿Que si se diferencia en algún aspecto y en cuál del resto de mis cuadros…? Qué difícil responderlo… Sobre todo porque hablamos de un encargo y entonces el resultado ya no debe gustarme solo a mí, sino a quienes lo encargaron. Tratándose además de la realeza, sobre la que tanto se ha pintado, uno debe lograr, o yo lo he intentado al menos, que el cuadro no traicione una tradición pictórica que me antecede en esta temática.

Como digo, son muchas cosas que medir y equilibrar, y un encargo de estas características, para un pintor, significa una oportunidad y un desafío para medir cuál es su propio límite: hasta dónde es capaz de llegar cumpliendo con los otros y siendo a la vez uno mismo.

Yo he intentado hacer de este encargo un cuadro mío. En un encargo, el afán por cumplir no debería debilitar la presencia de quien pinta, y esa presencia tampoco eclipsar lo que se debe pintar. Es un equilibrio difícil y muy sutil. Sin embargo, y tal vez también por eso, he trabajado muy a gusto, con mucha ilusión y tengo una fe absoluta en que el resultado será no solo de mi gusto, sino del de los demás.

Me ha llevado lo que en general se considera como mucho tiempo, pero eso, mirado en perspectiva, no es lo que importa, sino que la obra tenga peso, que sea actual y que tenga dignidad. Y que, como dije, no traicione la tradición ni el espíritu con el que se la concibió.

López posa en el Prado. He buscado que mi cuadro no traicione una tradición pictórica que me antecede. El afán por cumplir no debe debilitar la presencia de quien pinta, ni esa presencia eclipsar lo que se debe pintar. Es un equilibrio difícil, pero he intentado hacer de este un cuadro mío .

Han pasado muchos años desde que me lo encargaron, en 1992 o 1993. Y sí, es una obra que ha tenido especiales dificultades y, por ello, especiales atractivos que te mueven a no abandonar el cuadro. Todas las obras, para mí, tienen esos atractivos. Y todas pasan también por momentos difíciles, como las relaciones humanas. De hecho, me hubiera gustado seguir con esta obra. Era un trabajo de laboratorio sobre la figura humana y sus posibilidades de transformación, los lugares que esas figuras pueden ocupar en el cuadro, sus infinitas posiciones y relaciones. He estado agotando todas esas posibilidades. He estudiado cómo mostrar su expresividad. He movido las figuras, las he separado o acercado al grupo varias veces y yo hubiera podido seguir indagando… pero había que entregar el cuadro.

En estos años he aprendido algo de todo esto, seguro. No sé aún bien qué, pero sé que he aprendido algo. Siempre se aprende. A veces los años nos debilitan, pero esta experiencia que pudo ser catastrófica ha sido y está siendo enriquecedora, estimulante y apasionante. Única: yo había retratado anteriormente a parejas, pero nunca a una familia íntegra. Mucho menos a una familia real. Y estoy muy tranquilo y muy feliz con lo que quedará y que ya pronto podrán ver todos.

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