¿Tienen género nuestras ciudades?

Quizá aún pensemos que la ciudad es un espacio neutral y mixto. O por lo menos así nos lo pintaron las mitologías urbanas y los movimientos feministas del siglo pasado, que nos vendió con tanto brío la modernidad. Sin embargo, los trabajos de investigación más recientes nos indican que el espacio urbano sí tiene género y que las políticas urbanas generan un espacio masculino. Están los temas a los que podríamos calificar de ‘invariables’. la presencia espacial de las mujeres en la ciudad es menor que la de los hombres; no aparcan en ciertas zonas, esquivan otras, evitan circular de noche.

Estas cuestiones son difíciles de modificar y su interés, menor. Los temas que nos interesan son los que dependen de las decisiones políticas y que sí podemos modificar. Las investigaciones de Yves Raibaud -geógrafo y profesor titular de la Universidad de Burdeos- identifican de modo muy concreto los espacios de ocio dedicados a los jóvenes y los medios utilizados por los municipios para financiarlos. Sobresale que se dedican los dos tercios de los fondos públicos a las actividades masculinas, y que los espacios de ocio para los chicos son de un treinta a un cuarenta por ciento más caros. A su vez, los estudios sobre las zonas de libre acceso demuestran que las chicas pasados los doce años no utilizan los campos deportivos previstos para el deporte masculino, y que los lugares dedicados específicamente a las mujeres no existen.

A la pregunta sobre si esa dominación masculina de la ciudad emana de decisiones inconscientes o intencionales, Yves Raibaud nos dice que son decisiones tácitas, generadas de manera permanente por las políticas públicas. Los ediles argumentan que el deporte y las actividades de ocio son necesarios para canalizar de manera positiva la energía de los jóvenes, pero jamás relacionan dichas facilidades con un género, aunque sean solo actividades masculinas. Se construye un estadio porque se sabe con toda certeza que sesenta mil hombres lo ocuparán dos veces a la semana, pero nunca se plantea que la financiación pública oculta de manera sistemática la variable del género. Los políticos fingen no saber. Consideran que la distribución de actividades entre hombres y mujeres se hace de manera natural, que las mujeres están más en casa y que los hombres necesitan salir fuera. Las políticas públicas materializan de forma permanente esta separación urbana entre un universo femenino interior y un universo masculino exterior , explica el investigador.

El lector me preguntará. ¿y cuáles son las actividades femeninas? ¿Cómo deberíamos financiarlas o, al menos, pensar en ellas? Algunas de las respuestas que me dan ellas son la necesidad de ecoterritorios, algo parecido a la ruta verde que atraviesa la ciudad de Montreal, espacios naturales con curvas, lomas, agua, espacios silenciosos que unan actividades y áreas diferentes. Queremos que la ciudad integre virtudes que ha eliminado. Queremos que la ciudad albergue espacios naturales . Y tienen razón.

Los universitarios anglosajones hablan ahora de esas décadas de enfoque sectorial que ha llevado a planificar entornos segregados (barrios residenciales, laborales, comerciales, de recreo ). En este enfoque, el tráfico domina porque unimos las esferas separadas por extensos sistemas de transporte. Y la mujer se convierte a menudo en el chófer que va de una isla a otra con los hijos y los mayores.

Los estudios indican que las mujeres necesitan espacios urbanos multifuncionales que coincidan con sus realidades cotidianas multitarea. Los barrios completos de uso mixto con distancias cortas y temporización sincronizada de servicios e infraestructuras constituyen los elementos de una ciudad que se ajusta a las necesidades de las mujeres.

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