Disparatar. Es lo que ha hecho Pedro Almodóvar toda su vida, vamos. «Escribir es mi pasión. En cuanto tengo un rato libre, me siento en mi escritorio y empiezo a disparatar». Por Fernando Goitia

A lo largo de tres décadas, su manera de entender el cine ha tomado forma en 19 largometrajes con una visión de España que despierta amores y desprecios a partes desiguales. «España es un país dividido; hay divisiones para todos los gustos», reflexiona. Fuera de nuestras fronteras, sin embargo, hay mayor unanimidad. A ojos del foráneo, Almodóvar se incluye en esa proyección nacional que aúna toros, flamenco y algún que otro plato típico.

Como en sus filmes, la charla con Pedro Almodóvar está plagada de saltos temporales, flashbacks necesarios para entender a un hombre nacido en el franquismo rural, desflorado por el Madrid al borde de la ebullición de los setenta, despreciado por sus colegas en los ochenta, convertido en icono universal en los noventa y explorador de rincones sombríos en la última década. No hay duda, un encuentro almodovariano da mucho de sí.

XLSemanal. En esta película [‘Los amantes pasajeros’]hay apuntes sobre la corrupción, la crisis; solo le ha faltado incluir algo sobre el referéndum en Cataluña o el alto el fuego de ETA

Pedro Almodóvar. ¡Ay, no! Nunca pretendí radiografiar el país. Es solo una comedia loca y frívola. Pero es que hoy es imposible evitar que la realidad se cuele por alguna rendija.

XL. Pero sí incluye un personaje símbolo de la corrupción…

P.A. Sí, el mandamás de una caja. Quería señalar a los corruptos que han llevado al país a esta situación. Eso merece una película entera, o varias, pero no es la que yo he hecho.

XL. Suele decir usted que España hace tiempo que perdió el miedo del franquismo. ¿Y ahora?

P.A. Yo creo que estamos cagados. Cada día te desayunas con un nuevo caso de corrupción, a cual más sangrante, y nadie asume responsabilidades. No se puede seguir diciendo: «No me consta». ¡Es que es la leche! Me alegro de que, justo ahora, me haya salido por fin una comedia. Ojalá pueda subirle el ánimo a la gente, aunque sea un poquito.

«Cada día te desayunas con un nuevo caso de corrupción, a cual más sangrante, y nadie asume responsabilidades»

XL. Participó en una plataforma de apoyo a Zapatero en 2008. ¿Cómo ve ahora su figura, su herencia?

P.A. Para qué vamos a mentir, la segunda etapa de Zapatero fue un auténtico desastre. Hombre, en sus primeros años hizo cosas, pero… A ver, yo, como mucha gente, apoyé a Zapatero en 2008 para evitar que el PP llegara al poder. Me equivoqué. ¿Cómo iba a saber que este hombre reaccionaría así ante la crisis? Es que, además, pronto se vio que el hombr…  como que no. Yo estaba tan escandalizado como cualquiera. En España lo que ocurre es que mucha gente, por haber apoyado a Zapatero, me ha unido a ese hombre y a ese partido por el resto de mis días.

XL. Cuando dice «me equivoqué», ¿quiere decir que habría preferido que gobernara el PP?

P.A. [Se ríe]. ¡Hombre, no! La contrarreforma que está llevando a cabo el PP es peor. Pero, claro, ¡es que no hay alternativa! Mis convicciones no dependen del desengaño con un líder o un partido político. Sigo siendo de izquierdas, pienso lo mismo que pensaba en 2008. Por eso creo que la situación deplorable en el PSOE, su oposición nefasta, la falta de ideas, es uno de los grandes problemas de este país.

XL. Decepcionado con el PSOE, ¿hacia dónde mira ahora?

P.A. Me identifico con los chicos del 15-M. Son el único soplo de aire fresco. Ojalá se articule de algún modo. Piensa que los políticos son percibidos como el segundo problema de España después del paro. Y eso incluye a todas las administraciones, a todos los partidos y a todos los políticos. La solución surgirá de la ciudadanía.

XL. Hablando de ciudadanía, contra la guerra de Irak o a raíz del 11-M, la cultura puso rostro y voz a la protesta. ¿Por qué no ha habido tanta contestación ahora?

P.A. Las calles están muy calientes, aunque cada uno hace la guerra por su cuenta: médicos, profesores, desahuciados… Ahora no somos nosotros los abanderados de la protesta porque, comparados con ese 1.800.000 familias que tienen a todos sus miembros en paro, los de la cultura, pues… Pero sí que hemos protestado contra la subida del IVA. No de forma masiva quizá. No sé, lo de España con la cultura viene de muy lejos. Hemos tenido los peores ministros del mundo, salvo Carmen Alborch.

«La segunda etapa de Zapatero fue un auténtico desastre. Yo, como mucha gente, lo apoyé para evitar que el PP llegara al poder. Me equivoque»

XL. En subvenciones, desde luego, se han gastado millones

P.A. Pues sí, es que las subvenciones son útiles y necesarias, pero los políticos se limitan a repartir dinero; es lo que saben hacer. No hay una preocupación real por la cultura como un bien común que debemos cuidar y cultivar.

XL. Decía que se alegra de que, por fin, le haya salido una comedia. ¿Le preocupaba haber perdido el toque?

P.A. No, pero Mujeres… , mi última comedia, es de 1988. Dudaba si podría hacer humor con garra y fondo para todo un largometraje. Una película es algo muy frágil y una comedia, más todavía; exige más precisión.

XL. ¿Aunque haya hecho 19?

P.A. Bueno, ahora tengo más conciencia de lo que quiero, no como cuando hice Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón [1980], que no sabía ni dónde poner la cámara [se ríe]. Pero las carencias técnicas nunca me cohibieron. Esa primera obra es un hito en mi vida: la más incorrecta, la más defectuosa y con la que más aprendí. Me demostró que el cine era mi vocación, que me dedicaría a esto costara lo que costase.

XL. Llegado a los 63 años, ¿sigue inquieto y desasosegado?

P.A. Totalmente. Debería encontrar más serenidad. Estoy en ello, pero es algo que no he conseguido hasta ahora.

XL. ¿Siempre ha sentido esa necesidad de ganar serenidad?

P.A. No, no, en los setenta y ochenta disfrutaba mucho siendo tan poco sereno [sonríe]. A esa edad, y el momento en que me tocó vivirla, ser joven era maravilloso. Fue realmente aquello de estar en el lugar adecuado a la edad adecuada.

XL. Y lo de la Movida, ¿cómo fue? ¿Un día, de pronto, las calles se poblaron de punkis?

P.A. Tal cual, aunque todo eso se estuvo larvando en la casa de cada uno. Los últimos cinco años del régimen los españoles nos preparamos para la muerte de Franco, que parecía que no se moría nunca el hombrecillo. La Transición empieza ahí porque el pueblo español, pese a este pasado nuestro de tanto odio, llegó muy maduro al 75. Y entonces llegaron los adolescentes y rompieron, no solo con el franquismo, también con los progres y la canción protesta.

XL. En 1977, cuando conoció a Alaska y Bernardo Bonezzi [autor de Groenlandia], les sacaba 14 años. ¿Cómo conectaron?

P.A. Entre la gente de mi edad nadie sabía lo que era la Warhol Factory, el underground americano, la new wave o el pop en general. De pronto acabé enredado con un montón de chavales cuyos faros eran también Londres y Nueva York y empezamos a coincidir por el Rastro y en conciertos de Iggy Pop o de Siouxsie and the Banshees. Era pura diversión; nos daba todo igual.

XL. Y usted, ya con 28 años, ¿no tenía una visión algo más política?

P.A. Es que la apuesta por la frivolidad, en mi caso, fue una postura política frente a la progresía politizada y trasnochada de los progres de los setenta. Para mí, no posicionarme fue un modo político de vivir el momento. En Pepi, Luci y Bom… no se ve ni la sombra de Franco, no hay la menor alusión al pasado. Fue deliberado. Pero sí, allí todo el mundo andaba entre los 14 y los 20 años y nadie tenía una postura política. Ni falta que hacía.

XL. Es curioso, epataba por igual a los progres y a la derecha…

P.A. Sí, sí. Cómo te diría… Sacar a los yonkis, a las putas y a los homosexuales epataba a todos por igual [se ríe]. Los progres no me tomaban en serio. Es más, me despreciaban como director, lo cual me la refanflinflaba, vamos. Les irritaba que apareciera con una bata de boatiné y unos zapatos de borla en las portadas de los diarios. Decían que lo mío no era cine. Y yo hacía cine como el que más, o como podía. Podían haberse subido a un escenario con un corpiño o yo qué sé, pero, claro, eran progres.

«El grupo de Colomo, Trueba y Resines me despreciaba. Tenían sus cortos y una revista, eran cultos y yo les parecía lo peor. Pero, claro eran progres»

XL. Su cine inicial parece un canto contra la represión sexual. ¿A ellos también los veía como reprimidos?

P.A. A ver, no acuso a nadie, me llevo bien con mi gremio, pero hubo un grupo, la Escuela del Yucatán, que presumía de denominación de origen en la comedia madrileña. Eran Colomo, Trueba, Resines, Óscar Ladoire y algún que otro crítico. Habían hecho cortos, eran cultos, tenían su revista de cine y adoraban la nouvelle vague. Lo que yo hacía les parecía lo peor. Y eso que la nouvelle vague me gustaba tanto como a ellos o más, pero no alardeaba de referencias en mi cine.

XL. Y siendo de pueblo, hijo de arriero, ¿cómo se las apañó para ver cine?

P.A. En Calzada de Calatrava no había manera. Recuerdo alguna sesión, tipo la de El espíritu de la colmena, de llevarte tu silla y una lata con picón [se ríe]. Luego, en Madrigalejo había dos cines con mucho spaghetti western y serie B, pero de vez en cuando ponían Bergman, Welles, Buñuel

XL. ¿Soñaba con verse dentro de las películas o cosas así?

P.A. El cine, desde muy niño, fue un universo paralelo. Inicialmente, me interesó como salvación, para vivir en un lugar mejor que mi pueblo.

XL. ¿Cómo era su vida allí?

P.A. Siempre sentí La Mancha como un lugar hostil al que nunca quise volver.

«Fue un niño repipi a más no poder. Pero en el colegio tenía fans, una especie de pequeño ejército dispuesto a defenderme»

XL. ¿Qué ocurrió?

P.A. No sé, era una sensación general que se te mete por los poros. De pequeñito recuerdo oírles decir a mis padres, en alto, delante de mí. Pero ¿a quién habrá salido este niño? . No sabían qué hacer conmigo. Mis aficiones eran cosa de marcianos para ellos. Yo barruntaba ideas como que existía otro mundo en el que iba a vivir, aunque no supiera aún cómo se iba a materializar. Con mucho cariño siempre, ellos veían que habían traído a este mundo a un ser que no entendían. Con el tiempo, con mi madre al menos, que vivió más, acabamos teniendo una relación muy cercana. Ella fue una de las grandes inspiradoras de todos mis personajes femeninos.

XL. ¿Fue un niño solitario?

P.A. No, no, tenía muchos fans, si se puede decir. En el colegio, yo siempre hice de todo: recitaba poesía, escribía, cantaba; de todo, menos deportes, que se me daban fatal. Debí de ser un disparate de niño, repipi a más no poder, pero tenía un séquito que era como un pequeño ejército. En caso de problemas me habrían defendido con uñas y dientes, vamos. Por suerte, nunca fue necesario.

XL. ¿No tenía detractores?

P.A. Muchos más detractores que seguidores [se ríe]. La mayoría de los chicos se burlaban de mí. Eso puede ser terrible si estás solo, pero no me achiqué. Sentía que era distinto a la mayoría, pero nunca me sentí marginado. Es que, además, me lo pasaba pipa. Por eso cuando empecé a hacer cine y me despreciaban, yo ya estaba preparado.

XL. Suena a película de Almodóvar…

P.A. [Se ríe]. Sí, como un cuento infantil, pero no, esa película no quiero hacerla. Aunque sí que hay dos películas en las que hablo de mi infancia, aunque no de forma directa: La mala educación y Volver. Fue una liberación. Cuando acabé el bachillerato con los curas y me vine a Madrid, al pensar en mi vida hasta entonces, sentía que no había sido feliz. Me lo había pasado bien y tenía un montón de aficiones, pero miraba hacia atrás con mucha ira. Llegué a la adolescencia con un sabor muy amargo. Con eso en el cuerpo llegué a Madrid, cuando la ciudad empezaba a ebullir.

XL. Antes de esas dos películas, salvo en Tacones lejanos, la infancia de sus personajes casi no aparece, como si no fuera determinante para ellos. ¿Tiene que ver con todo esto?

P.A. La verdad es que nunca había vuelto la vista atrás, nunca había escrito sobre mi infancia ni había incluido nada de esa mirada infantil en mis películas. Siempre tuve una visión muy negativa de esa época. Rondaba ya los 50 cuando miré atrás; coincidió con la muerte de mi madre, que significó para mí la conciencia del paso del tiempo: del pasado y del que te queda. De esa mirada atrás nacieron esas dos películas que hablan de la infancia de dos modos muy distintos.

XL. ¿Lo ayudaron a sentirse en paz con sus raíces?

P.A. Totalmente. La mala educación es, de hecho, la película que más me ha costado escribir, más de diez años. Después, en Volver, que es mi película más taquillera y la más personal, incluí mis recuerdos de los patios manchegos, de las casas donde nos dejaba mi madre y de los cementerios. La Mancha se me presentó, de pronto, con recuerdos muy gratos que había enterrado y me di cuenta de que son parte indeleble de mi biografía y la base de la educación que mi madre nos dio.

XL. Suena a catarsis…

P.A. Sí, fue un gran desagravio para con mi biografía. Descubrí la parte más luminosa de una infancia que siempre había encontrado tenebrosa.

Privadísimo

  • Al nacer, en Calzada de Calatrava, pesó más de cinco kilos.
  • Antes de irse a Madrid, con 17 años, vivió en Orellana la Vieja, Madrigalejo y Cáceres.
  • Los aviones son uno de sus sitios favoritos para leer y escribir. «Soy muy comunicativo, pero no cuando vuelo. Es por mi oído. Solo oigo por el derecho, y si alguien me habla, pues… Es que soy muy imperfecto»
  • Tardó año y medio en rodar Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (1980), su ópera prima. Se financió entre todo el equipo y sus amigos. «Yo inventé el crowdfunding, vamos».
  • Su madre, Paquita, aparece en cuatro de sus obras. Su hermano Agustín sale en todas y las produce desde La ley del deseo (1987).
  • Ha rodado 19 películas y ganado dos Óscar, dos Globos de Oro, cinco Bafta, tres César, dos premios en Cannes, un Príncipe de Asturias y también seis Goya.
  • En su  cinta Los amantes pasajeros, el avión donde todo sucede es el vuelo 2549, como su fecha de nacimiento: 25 de septiembre de 1949.

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