Son tres leyendas. Los mejores detectives especializados en obras de arte robadas. Descubra lo que se mueve detrás de cada gran golpe y su recuperación. [Este artículo fue publicado el 10/03/2013] Por Carlos Manuel Sánchez/Fotografías: Carlos Carrión

La cita es en Londres, en el restaurante de la colección Wallace, un palacete de cuyas paredes cuelgan pinturas de Tiziano, Rubens, Velázquez… Richard (‘Dick’) Ellis llega puntual. Pide esturión escalfado en bergamota, trufas y caviar.

«He tenido una mañana estresante en los tribunales» , confiesa, antes de decidirse por un vino blanco del Loira. 

Ellis es una leyenda en su gremio. Fundó y dirigió la mítica brigada de Scotland Yard especializada en robos de arte y antigüedades. En la actualidad es el jefe de investigación de The Art Management Group, una compañía privada que recupera piezas en todo el mundo por encargo de compañías de seguros y clientes privados: museos, galerías, coleccionistas… El arte robado es una ‘industria’ muy lucrativa que mueve entre 4500 y 5200 millones de euros al año. Y está en auge. «¿Por qué? Con la crisis hay recortes en los presupuestos de seguridad de los museos… Pero hay otra razón más inquietante. el arte robado está financiando el terrorismo y el tráfico de armas y drogas. Un cuadro es una moneda de pago perfecta. Si viajas en avión, tienes que pasar el control de seguridad en el aeropuerto. Y no puedes llevar cantidades grandes de dinero en el equipaje porque entonces te empapelan por blanqueo. Pero si llevas una pintura y enseñas una factura, los aduaneros no van a comprobar si es robada… Te dirán que ‘muchas gracias y muy buenas'» .

El arte robado es una ‘industria’ lucrativa. Mueve entre 4500 y 5200 millones de euros al año. Y está en auge. «Financia el terrorismo y el tráfico de armas», asegura el detective Ellis

Dick Ellis lleva un cuarto de siglo investigando sobre arte robado: 11 en Scotland Yard -«el año que peor se nos dio recuperamos obras por valor de 16 millones de euros-» y 14 en el sector privado. Durante la entrevista recibirá dos llamadas de sus contactos en Serbia, donde en 2011 recuperó sendos Picassos robados por emigrantes serbios en Suiza.

«Le seguí la pista a esos cuadros durante tres años. Es muy complicado trabajar en los Balcanes. Es territorio de grupos criminales como los Panteras Rosas, surgidos de las guerras en la ex Yugoslavia», relata. Ellis fue contratado por la aseguradora, a la que le resultaba más barato negociar para recuperar las pinturas que pagar la indemnización: tres millones de euros. La Policía suiza tenía indicios de que los cuadros estaban en Serbia, pero no podía montar una ‘expedición de pesca’ fuera de su territorio; esto es, recabar pruebas y, si consigue algo, presentárselas a las autoridades serbias. Una compañía privada sí puede hacerlo, pero es arriesgado. Cuando supe el paradero de los Picassos, avisé al fiscal suizo, pero este no alertó a la Policía serbia. Fui a un hotel donde alguien me entregó los cuadros. Un experto los autentificó y los llevé a un lugar seguro. Nadie me cubría las espaldas» .

¿El precio? Ellis no lo revela. «El valor de una pieza robada lo establecen los medios de comunicación. Un museo no dirá nada. Los delincuentes trabajan en el mercado negro con una horquilla que va entre el tres y diez por ciento del máximo valor fijado por la prensa. Muchas veces me veo obligado a negociar con criminales. Pero, ojo, con limitaciones. Comprar propiedad robada es un delito en la mayoría de los países. Nunca pago un rescate; eso sería ilegal. Solo pago por información… y el pago se realiza una vez que el objeto ha sido devuelto y se ha comprobado su autenticidad y que no ha sufrido daños -puntualiza-. No puedo permitirme realizar operaciones encubiertas. No tengo el respaldo de un equipo policial que me cubra. Voy muy expuesto. Procuro que los delincuentes sepan quién soy y para quién trabajo. Si vieran algo que no les cuadra, mi vida correría peligro».

Los Sherlock Holmes del arte

El sabueso ‘Dick’ Ellis: «Así rescaté El grito, de Munch» Veinticuatro años investigando arte robado. Primero para Scotland Yard. Y ahora de forma privada.

«Los ladrones entraron en la Galería Nacional de Oslo en 1994 aprovechando que los agentes policiales se habían destinado a la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. Subieron por una escala, rompieron una ventana y descolgaron el cuadro. ¡Todo, en un minuto! En Scotland Yard, donde entonces trabajaba, comentamos el caso, aunque no era de nuestra jurisdicción. En nuestro tiempo libre, cuatro oficiales reunidos en torno a una botella de güisqui ideamos un plan. Hicimos correr el bulo de que un benefactor privado estaría dispuesto a pagar un rescate para devolver el cuadro al Gobierno noruego. el Museo Getty de California. ¡Bingo! A las pocas semanas, la Policía noruega nos llamó. Un tipo en Londres decía saber dónde estaba la obra y pedía la recompensa. Un agente se hizo pasar por un directivo del Getty y organizamos una reunión en un hotel a la que fuimos con medio millón de libras como cebo. Funcionó» .

«Algunas cosas me resultan más fáciles desde que no soy policía. De acuerdo, un detective privado no puede arrestar a nadie, pero un policía también está limitado por la jurisdicción. Yo puedo ir donde quiera y hablar con quien me dé la gana. Además, la burocracia policial es muy prolija. Recuerdo que una vez, cuando aún estaba en Scotland Yard, tuve un caso en España. Solo para pedirle a un juez de Madrid que me permitiese interrogar a un sospechoso me pasé semanas reuniendo cartas de abogados y fiscales, rogatorias a la Policía Nacional, permisos diplomáticos… Y cuando ya estaba en Madrid, la documentación se había perdido en algún ministerio. Abordé al juez directamente. Lo esperé a que saliera a comer y allí, en un bar, me presenté y le conté mi caso. Al día siguiente tenía el permiso».

Los métodos policiales han cambiado. «Ahora hay mejor tecnología para escuchas, pero se han descuidado los contactos. Yo he patrullado en barrios muy duros y he invitado a pintas a muchos delincuentes. Una conversación de tú a tú con un criminal en un pub es mejor que un interrogatorio grabado con un abogado delante».

También en Londres, una de las capitales mundiales del arte, opera Christopher Marinello, director ejecutivo del Registro de Arte Perdido, la mayor base de datos privada del mundo de obras robadas, perdidas o saqueadas. Marinello se encarga de las negociaciones para devolverlas a sus dueños. Y ha ayudado a víctimas del Holocausto a recuperar posesiones expoliadas por los nazis. «Sí, el robo de arte se ha incrementado con la crisis. Los museos reducen plantillas; no los famosos, pero sí los menos conocidos. Y lo más sencillo es reducir la vigilancia. Está pasando sobre todo en países con problemas, como Grecia».

EL negociador Christopher Marinello: «Así rescaté ‘El jardín’, de Matisse

«La pintura fue robada hace 26 años del Museo de Arte Moderno de Estocolmo. Los ladrones entraron por la noche rompiendo una ventana con un mazo. El robo de la obra, valorada en setecientos mil euros, se inscribió en nuestra base de datos. El año pasado, un marchante británico consultó nuestro registro. Un anciano coleccionista polaco, que había adquirido la obra de buena fe hacía veinte años, le había pedido que se encargase de la venta de la obra. El marchante nos hizo la consulta por teléfono y comprobamos que figuraba como robado, así que lo citamos en nuestra oficina y le informamos de las implicaciones legales. Le cambió la cara y se puso a temblar. El hombre se prestó a colaborar. No hubo que romper ningún brazo [ríe] ni pagar nada. Nos entregó el cuadro, lo metimos en una caja fuerte y se lo devolvimos al Gobierno de Suecia. Solemos recibir una remuneración por parte de las aseguradoras. Pero como este cuadro es propiedad de un ejecutivo, no está asegurado».

La base de datos que maneja Marinello contiene 360.000 obras y puede consultarse pagando una tarifa. Marinello aconseja a los compradores de arte que vayan con la misma cautela que alguien que va a comprar una casa. «Conviene comprobar antes que no pesa sobre la obra ninguna denuncia. Se pueden ahorrar una fortuna en gastos judiciales». Además de este asesoramiento, también investiga. En una pizarra de su oficina figuran los casos que tiene abiertos: unos 120. «Colaboramos con Scotland Yard, Interpol y el FBI, a los que ofrecemos nuestros servicios gratuitamente, y también tenemos informantes en el mundo del hampa. Desde 1991 hemos recuperado objetos por valor de unoeuros. Pero nuestro trabajo es menos detectivesco de lo que parece. El 90 por ciento de lo que hacemos es negociar con criminales, pero también con marchantes, compradores…».

«Pocas veces actúo infiltrado -comenta-, prefiero que el trabajo peligroso lo hagan los que llevan placa, aunque he colaborado con la Policía en una operación en Florida. Habíamos concertado una cita con el jefe de una banda en un lugar público, pero me hizo a ir a su casa. Por un momento me imaginé en medio de un grupo de mafiosos, pero allí me vi en una habitación, rodeado de niños que jugaban con una videoconsola» .

La primera regla de un agente encubierto es contar pocas mentiras para evitar patinazos. El destino de las obras robadas suele ser Rusia, donde hay millonarios caprichosos

El estadounidense Bob Wittman está considerado el mayor especialista mundial en misiones encubiertas. Ex agente del FBI, fundó el equipo de arte robado de la agencia, en la que estuvo 20 años. En la actualidad dirige una consultora. Ha rescatado obras valoradas en 170 millones de euros. «Durante tres años fui el único agente dedicado a estas tareas en el FBI. Solo te infiltras cuando todo lo demás ha fallado. Hay dos técnicas: o te pones en contacto con el sospechoso preparando un encuentro que parece accidental o alguien te presenta como un posible comprador. Te ganas la confianza y luego traicionas. La primera regla de un agente encubierto es trabajar en un solo caso cada vez y contar las mentiras mínimas para evitar patinazos. Pero yo simultaneaba hasta tres en distintas partes del mundo. Era caótico llevar tres teléfonos encima y tener que recordar tu personalidad ficticia con cada interlocutor», cuenta por teléfono desde su oficina en Pensilvania.

El infiltrado Robert K. Wittman: «Así rescaté El columpio, de Goya»

Ex agente del FBI, es el mayor especialista del mundo en operaciones encubiertas

«Los ladrones entraron en la casa de Esther Koplowitz en el verano de 2001 y se llevaron 19 obras muy valiosas; entre ellas, El columpio, de Goya, valorado en nueve millones de euros. Se sospechaba que había sido la banda de Ángel Suárez Flores, alias Casper. Un año después, la Policía española contactó con la oficina del FBI en Filadelfia, donde yo trabajaba, y pidió mi colaboración para tenderles una trampa. Mi especialización son las misiones de infiltración. Querían que me hiciese pasar por un profesor de arte contratado por un comprador potencial para autentificar los cuadros. Había de Brueghel, Picasso, Juan Gris… La ley española requiere que los ladrones sean arrestados con los cuadros robados en las manos. Así que me organizaron una cita en el hotel Meliá Castilla de Madrid con Casper. Le ofrecí diez millones de dólares por el cuadro. Picó. Una vez hecha la transacción, intervinieron los geos. Agarré la pintura y me lancé debajo de una mesa gritando. ‘¡No me disparen!'» .

«Ahora puedo llevar casos que la Policía considera cerrados. Oficialmente no se pueden reabrir sin que aparezcan nuevas pistas». Wittman también opina que este tipo de criminalidad ha crecido con la recesión. «Hay menos seguridad». No pasa en las grandes pinacotecas, pero sí en palacetes, iglesias, ermitas… En España ya están muy expoliadas, pero no en las de los países del Este de Europa. El destino suele ser Rusia, donde hay millonarios caprichosos. ¿El sueño de cualquier detective de arte? Recuperar los cuadros robados en el Museo Isabella Stewart Garden de Boston en 1990. El robo del siglo: Rembrandt, Vermeer Valor: 375 millones de euros. «Les seguí el rastro durante dos años. Tuve que tratar con la mafia corsa. Estábamos cerca de recuperarlos. Pero todo se fue al garete por la burocracia».

 

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