Más de tres millones de españoles trabajaron desde casa durante el confinamiento. El 40 por ciento de las empresas planea seguir con esta fórmula. Las ventajas hasta ahora son claras: favorece la conciliación, reduce los desplazamientos -y, por tanto, el impacto ambiental- y aumenta la productividad. Pero también plantea nuevos y desconocidos escenarios laborales. Para los trabajadores y para las empresas. Te lo contamos. Por Raquel Peláez y Lourdes Gómez / Foto: Tom Werner

• El teletrabajo, visto desde la empresa

¿Recuerda cuando el trabajo terminaba al salir de la oficina? ¿Cuando el hogar era ese templo sagrado en el que todo quedaba fuera al cerrar la puerta? Ahora, las videoconferencias han entrado en nuestro salón y las alertas sobre la próxima reunión se mezclan con la lista de la compra. Las ventajas del teletrabajo son evidentes: favorece la conciliación familiar, reduce los costes empresariales, mejora la productividad y disminuye el tiempo dedicado a los desplazamientos. Sin embargo, según la IV Encuesta Funcas sobre el coronavirus, solo 3,4 trabajadores de cada 10 aseguran que les gustaría seguir teletrabajando cuando esta crisis acabe. ¿Qué ha pasado entonces con todas las virtudes que le atribuíamos? ¿Qué inconvenientes alegan quienes están deseando volver a la oficina?

«El problema es que el teletrabajo que tenemos ahora es una modalidad excepcional derivada del estado de alarma y no se ha hecho de forma regulada», asegura el profesor de Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universidad Oberta de Catalunya, Pere Vidal. «No existe una verdadera cultura sobre este tema y eso nos ha llevado a no separar el espacio destinado al trabajo del resto de las tareas del hogar». Tampoco las horas extras computan a su favor. Según un análisis de NordVPN recogido en Forbes, hemos trabajado dos horas más que cuando acudíamos a nuestro puesto. «Hemos pasado del presentismo al telepresencialismo. Si antes muchos empleados ampliaban la jornada para que el jefe viera que seguían trabajando, ahora nos pasamos el día contestando e-mails de forma casi compulsiva». El análisis de NordVPN añade que, desde el confinamiento, empezamos antes la jornada y, sin embargo, no dejamos de trabajar más temprano. «El 67 por ciento de la población activa española afirma responder e-mails y atender llamadas fuera del horario laboral, y el 31 por ciento declara que el principal motivo es que, con el teletrabajo, han tenido mayor dificultad para desconectar», afirma Nilton Navarro, project manager y social media de InfoJobs, basándose en un estudio realizado por su compañía. «Por este motivo, la desconexión digital debe ser un tema prioritario en el proyecto de ley que regulará el teletrabajo».

El reparto de gastos

«Y, por supuesto, no puede servir para trasladar los gastos de la empresa al trabajador», añade el abogado. «Durante el estado de alarma se estableció el trabajo a distancia como una medida excepcional, y esta situación se ha ido prorrogando, pero el carácter preferente del trabajo a distancia frente al presencial caduca el 21 de septiembre. A partir de ese momento, empresas y trabajadores deberán acordar las condiciones», aclara. «La ley del teletrabajo se ha pospuesto porque los agentes sociales y el Gobierno no acaban de ponerse de acuerdo, pero lo que sí deja claro el borrador del que disponemos es que deberán enumerarse los gastos que pudiera tener el empleado e identificar claramente la forma en la que se va a cuantificar la compensación que debe abonar la empresa». Y aquí empieza el lío. ¿Están las empresas dispuestas a duplicar gastos si tienen la oficina abierta y algunos empleados en casa? ¿Qué se considera imprescindible para desarrollar la actividad laboral en el hogar? «Ahí es donde el borrador no entra -continúa Pere Vidal-. No se especifica qué parte de la electricidad, por ejemplo, se considera destinada al trabajo. Lo que dice es que se tendrá que negociar a nivel colectivo o con un acuerdo con el trabajador. También deja claro que el teletrabajo debe ser voluntario tanto por parte de la empresa como parte del empleado».

Defensores y detractores tampoco se ponen de acuerdo ante las penas y alegrías que esta nueva modalidad ha traído a nuestras vidas. ¿Vivimos todos en las circunstancias adecuadas para llevarla a cabo? «Desde el punto de vista psicológico, lo que se ha estado haciendo peor es no tener horario o no diferenciar el tiempo de trabajo y el de vida personal. Bien porque los trabajadores no han sabido organizarse y poner límites, pero también por la desconfianza de jefes de equipo o directivos que se han dejado llevar por el miedo a que baje el rendimiento de sus trabajadores, inundándolos de tareas y restringiendo los plazos», explica María Ibáñez Goicoechea, investigadora y psicoterapeuta.

Hemos trabajado dos horas más que cuando acudíamos a nuestro puesto. «Hemos pasado del presentismo al telepresencialismo. Contestamos correos casi de forma compulsiva

Un riesgo clásico del teletrabajo es el aislamiento y las consecuencias depresivas que pueda acarrear. «Hemos perdido súbitamente el lugar de trabajo, una conquista social: vuelves a una soledad que te aísla de esa cultura del café y de la conversación, que te vincula».

Y, aunque es evidente que la posibilidad de sufrir problemas psicológicos varía en función de la personalidad y las condiciones en las que se encuentre cada uno, el investigador y psicólogo clínico y educativo Jesús Jiménez Cascallana comenta: «Sí que hemos visto muchos casos de embotamiento mental, falta de concentración y hasta trastornos de ansiedad o depresión. Por otro lado, y teniendo en cuenta que la actividad laboral ocupa muchas horas de la vida cotidiana, el lado ‘oscuro’ del teletrabajo es la posibilidad de deshumanizar las relaciones laborales, de deteriorar el tejido social y la autoestima personal. Al no haber interacción, se puede enfocar el trabajo como mero rendimiento y evaluación por objetivos, dañando el bienestar personal que surge del feedback en el contacto con otros seres humanos, del aprendizaje de las emociones que emergen en las relaciones, pudiendo generar angustia, inestabilidad y tristeza». Todo esto puede llevar «a un aumento del riesgo de desvinculación con la empresa y los compañeros de profesión».

La Ley del teletrabajo No es fácil de regular. ¿Qué es imprescindible para desarrollar la actividad laboral en el hogar? ¿Qué parte de la electricidad se considera destinada al trabajo?

Si la gran ventaja del teletrabajo es evitar los desplazamientos, con el ahorro en tiempo y en dinero -hasta el 91 por ciento señala esto como la principal mejora, en todas las encuestas-, la desventaja que emerge como novedad es el cansancio de la conexión virtual. Ya le han puesto nombre: ‘la fatiga del Zoom’. Se refiere a todas las videoconferencias, y un reciente estudio del laboratorio de percepción visual de la Universidad Queen Mary de Londres ha indagado sobre por qué el formato resulta tan agotador. El primer factor es que estar siendo permanentemente observado durante la reunión virtual -y que esa mirada se reproduzca en un primer plano- es como tener a alguien mirándonos muy de cerca, a centímetros de la cara, lo que resulta intimidante. Además, si las reuniones son en grupo, uno tiene muchas miradas directamente sobre sí todo el tiempo, algo que casi nunca ocurre en una reunión física, donde las miradas del grupo se ‘distraen’. En las reuniones on-line se produce a su vez la ‘tensión de la sincronía’, esperar una respuesta inmediata malinterpretando la gestualidad o la falta de gestualidad corporal, al reducirse la imagen a la cabeza de los participantes. Por último, al mostrar una imagen pequeña de ti mismo, es inevitable prestar atención a ella y, de facto, restar atención al encuentro en sí. Es como hablar siempre frente a un espejo.

Injerencias en la vida privada

La otra fatiga asociada al teletrabajo es puramente posicional. En las casas no se suele disponer de sillas preparadas para largas jornadas de actividad ni siempre hay la luz apropiada para trabajar frente al ordenador. La primera causa de absentismo laboral siempre han sido los problemas musculoesqueléticos. Es de esperar que aumenten en los próximos meses.

Proliferan las aplicaciones para controlar a los empleados: capturas de pantalla cada diez minutos, geolocalizadores o incluso sacar fotos para ver si se está delante del ordenador

Otra de las quejas que más se ha repetido tras la irrupción del teletrabajo tiene que ver con la proliferación de aplicaciones y software instalados en los equipos (ordenadores y móviles) para que la empresa pueda controlar la actividad de sus empleados. Estas herramientas pueden aportar información sobre el tiempo que pasamos trabajando, hacer capturas de pantalla cada diez minutos, geolocalizarnos e incluso sacar fotografías para ver si estamos activos. «El borrador de la ley también hace referencia a este tema y determina que si la empresa utiliza alguna de estas herramientas deberá comunicarlo al trabajador; la medida, a su vez, tendrá que ser idónea, necesaria y proporcional», dice la abogada Lucía Gómez Barba, del despacho Sanahuja Miranda. En su opinión «que el jefe pueda ver en todo momento tu pantalla no es adecuado ni respeta tu intimidad». El profesor de Derecho Pere Vidal está de acuerdo: «Por supuesto que es legítimo que el empresario controle tu rendimiento, pero las injerencias en la vida íntima tienen que ser las mínimas indispensables».

Lo que en cualquier caso se concluye -a juzgar por todos los estudios hechos antes de la pandemia; en su mayoría, norteamericanos- es que la productividad aumenta con el teletrabajo. Un estudio de 2019 de la escuela de negocios de Harvard y otro de 2015 de Stanford muestran un aumento de la productividad de entre el 4 y el 13 por ciento. El autor de este último estudio, el profesor de Económicas Nicholas Bloom, se declaraba sorprendido por los datos y los atribuía a que la gente era más eficaz sin interrupciones de sus colegas y a que, de hecho, trabajaban más horas: el tiempo que dedicaban a los desplazamientos lo empleaban ahora en trabajar. Se conectaban antes y se desconectaban más tarde. Lo que lo hace muy útil para empleos que priman la productividad; no tanto la creatividad y, aún menos, la personalidad, que puede ser un valor en las tareas en equipo. El teletrabajo convierte el rendimiento medible en el principal baremo.

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