Es una de las escritoras más vendidas y prestigiosas de las últimas décadas. Sin embargo, J. K. Rowling acaba de publicar su nueva novela, y los millones de fans de la creadora de ‘Harry Potter’ apenas se han hecho eco de ello. ¿Cómo es posible? La respuesta está en unos cuantos tuits sobre qué entiende ella que significa ser mujer… Por Philipp Oehmke/Fotos: Cordon y Getty Images

Los problemas de la escritora más influyente de los últimos tiempos empezaron con un hombre llamado Gregor Murray. Aunque usar el término ‘hombre’ no es correcto. Es más, hacerlo puede acabar en demanda judicial. Murray se define como persona no binaria, ni exclusivamente femenina ni exclusivamente masculina. Al buscar fotos de Murray, aparece una persona con traje, corbata y barba, de unos 30 años, antiguo político local en Escocia. Murray dejó el cargo el año pasado. La excusa que dio para abandonar el partido fue que, «como persona trans», en sus filas no se sentía ni bienvenida ni protegida.

¿Persona trans? ¿Esa persona con barba que se ve en las fotos? Por los mensajes que circularon en Twitter, mucha gente no pudo o no quiso comprenderlo. Como Maya Forstater, empleada de un think tank de Londres dedicado a estudiar la pobreza y la desigualdad. Una mujer progresista, de izquierdas, pero también una de esas personas activas en el polémico frente de la política de identidad, una lucha que se libra de forma implacable en las redes sociales y que gira en torno a la soberanía sobre el propio género. ¿Qué o quién decide si somos hombre, mujer o quizá algo totalmente distinto? ¿La biología? ¿El Estado y sus normas? ¿Los demás? ¿O nosotros mismos?

Maya Forstater cree que el género es un hecho biológico. Por eso se mostraba en contra de que la ley británica permitiera a los hombres decir que son mujeres sin una indicación médica o psicológica. De esa forma, decía, cualquier hombre podría entrar en espacios reservados para mujeres, como vestuarios o baños públicos. Maya tuiteó una viñeta en la que un exhibicionista enseñaba sus genitales delante de dos mujeres y decía: «No pasa nada, si es un pene de mujer».

Cómo y por qué su 'ejército de fans' se ha vuelto contra la autora de 'Harry Potter' 1

Activistas en la marcha del orgullo trans en septiembre en Londres. Para muchos jóvenes de la generación de Harry Potter, el debate sobre el género y los derechos de las personas transgénero se ha convertido en identitario, quizá porque los diferencia de las ‘viejas feministas’, entre las que estaría J. K. Rowling.

En sus tuits, Maya se refería a Gregor Murray como «él». Murray la demandó y un tribunal de Londres le dio la razón. El juez argumentaba que Maya Forstater no reconocía «el enorme sufrimiento que se le puede causar a una persona al identificarla sexualmente de forma equivocada». Maya no solo perdió el juicio, también su empleo. Pero… ¿qué tiene que ver todo esto con Joanne K. Rowling? ¿Cómo es posible que algo de todo esto haya llevado a que buena parte de los fans que la reverenciaban le hayan dado la espalda?

J. K. Rowling se topó en Twitter con Maya Forstater y el odio con el que la atacaban los activistas trans. La escritora decidió ponerse del lado de Maya con todo el poder de sus 14 millones de seguidores. Escribió: «Vestíos como queráis. Llamaos como más os guste. Acostaos con todo adulto que también lo quiera. Vivid la mejor vida posible en paz y seguridad. Pero ¿hacer que mujeres pierdan su empleo por decir que el sexo biológico es real?».

Una ira inesperada

Rowling dijo más tarde que sabía que recibiría amenazas violentas por su tuit, que no había actuado con ligereza. «Contaba con que me dirían que estaba matando literalmente a personas trans con mi odio, con que me llamarían ‘puta’ o ‘zorra’ y que pedirían quemar mis libros». Estas líneas pertenecen a una carta abierta, extensa y muy personal, que Rowling publicó en su web en junio. Una maniobra sorprendente en una escritora siempre celosa de su privacidad. En su texto también decía que se había reunido con personas trans durante las labores de documentación de su nueva novela, que había hablado con psicólogos, trabajadores sociales y médicos.

Quizá no esté de más recordar aquí que, tras la publicación de la última entrega de Harry Potter en 2007, Rowling empezó a escribir una serie de novelas policiacas que no se desarrollan en un mundo de fantasía, sino en la Inglaterra de hoy, con sus problemas y debates sociales.

En su nueva novela, el asesino se pone una peluca y un abrigo de mujer para cometer los crímenes. Ese simple detalle ha bastado para perjudicarla

El protagonista de estos libros es Cormoran Strike, un detective privado y exsoldado que perdió una pierna en Afganistán. Su compañera es 15 años menor que él, una veinteañera que por su edad está «interesada y también afectada por estas cuestiones»; con la expresión «estas cuestiones», la escritora se refiere al género y la identidad sexual. Troubled blood es el quinto volumen de esta serie, que Rowling publica bajo el seudónimo de Robert Galbraith.

En esta nueva entrega, los dos detectives reciben el encargo de investigar la desaparición de una joven doctora, ocurrida 40 años atrás. Uno de los sospechosos es un asesino en serie, ahora en la cárcel, que para cometer sus crímenes se ponía una peluca y un abrigo de mujer. En el agitado clima actual, este simple detalle ha bastado para perjudicar a la novela antes incluso de ver la luz.

El revuelo en torno a la supuesta transfobia de Rowling arrancó en 2019. Durante la preparación de su novela Troubled blood, la escritora empezó a seguir en Twitter a la feminista radical Magdalen Berns, también considerada por muchos una tránsfoba. Berns sufría un tumor cerebral incurable, y Rowling recurrió a Twitter para ponerse en contacto con ella. La activista defendía la «importancia del sexo biológico» y luchaba contra la demonización de las mujeres lesbianas que se negaban a tener citas con «mujeres trans con pene».

Cómo y por qué su 'ejército de fans' se ha vuelto contra la autora de 'Harry Potter' 2

J. K. Rowling, en Londres, en el estreno de Animales fantásticos. Los crímenes de Grindelwald, saga que se desarrolla en el universo de Harry Potter.

Como les ocurre a muchos de quienes llegan de nuevas a este debate, Rowling se quedó horrorizada por su crudeza. Un par de meses antes de empezar a seguir a Magdalena Berns, le había dado un like –según ella sin querer– al tuit de un usuario que se destacaba por sus manifestaciones tránsfobas. La suma de ambos hechos fue suficiente para su primera ‘cancelación’ en Twitter, como ella misma cuenta. El término ‘cancelación’ significa que una persona va siendo bloqueada y dejada de seguir, a la par que vilipendiada e insultada, hasta que deja de facto de existir: Rowling se retiró de las redes sociales durante meses. Quedaba así patente que incluso una escritora de fama mundial, con más de 14 millones de seguidores en Twitter, no tenía nada que hacer contra los ejércitos digitales.

Los fans que la tachan de traidora reclaman que su firma se retire de los libros de ‘Harry Potter’. No basta con ‘cancelarla’, tiene que desaparecer de su propia obra

Peor que los insultos fue que sus lectores empezaron a darle la espalda. Cuando Rowling regresó a Twitter al cabo de unos meses y en un mensaje de junio se reafirmó en que ‘mujer’ debía seguir siendo un término biológico, las dos mayores páginas web de fans de Harry Potter se revolvieron contra ella. Sus responsables anunciaron que habían eliminado todas las fotos de Rowling y borrado los enlaces a su página web. A todos los efectos, la escritora había sido declarada digitalmente muerta.

En el mundo de Harry Potter, la empatía siempre era posible. ¿Y resultaba que, en la vida real, esa misma escritora no era capaz de sentir empatía hacia una minoría discriminada? Para sus fans, aquello constituía una traición. Rowling tenía que marcharse para que Harry Potter pudiera vivir en un mundo inclusivo. A diferencia de Woody Allen o Michael Jackson, no bastaba con ‘cancelar’ a Rowling. Tenía que desaparecer de su propia obra.

Las confesiones de Rowling sobre los abusos

Harry Potter y su reino mágico fueron un refugio para la generación que creció con los atentados del 11 de septiembre, la crisis financiera y las catástrofes medioambientales. En el mundo de Harry Potter podían sentirse a salvo. Pero los millennials fueron los primeros en dejar de ser lectores analógicos. Crearon páginas web y desarrollaron o incluso reelaboraron los relatos de su autor favorito. El resultado han sido cientos de miles de narraciones creadas por fans a partir del universo de Harry Potter. Las fronteras entre el autor y el lector fueron desapareciendo, y ese es otro de los motivos por los que los millennials se convirtieron en el primer público realmente poderoso.

Cómo y por qué su 'ejército de fans' se ha vuelto contra la autora de 'Harry Potter'

J. K. Rowling ha llegado a tener 14 millones de seguidores en las redes y los clubs de fans más poderosos y activos en el mundo de la literatura. Nacidos en torno a 1990, son los mismos que ahora se rebelan contra ella.

J. K. Rowling nació en 1965, los movimientos de emancipación de la mujer de los años setenta la marcaron moral y culturalmente. Para los integrantes de la generación millennial, nacidos en torno a 1990, la más importante de las reclamaciones sobre el tema de la inclusión quizá sea la de los derechos de las personas transgénero. Posiblemente porque marca una diferencia con las feministas de viejo cuño, algunas de las cuales querrían ver limitados los derechos de las mujeres a… bueno, eso, a las mujeres. Los activistas transgénero incluso inventaron un acrónimo para referirse a ellas: TERF, siglas en inglés de ‘feministas radicales transexcluyentes’. Lo que los fans de Rowling no imaginaban es que llegaría un momento en el que ya no podrían seguir ignorando que su escritora favorita podría ser una de esas TERF.

Los ‘millennials’ dejaron de ser analógicos, y las fronteras entre autor y lector se difuminaron. Se convirtieron en el primer público realmente poderoso

En el texto publicado en su página web, una Rowling de 55 años por primera vez hablaba abiertamente de cómo su primer marido abusó psicológica y sexualmente de ella. Desenterrar aquellos recuerdos, escribió, resultaba traumático, pero temía que de no hacerlo quizá la gente no la entendería. Todos estos recuerdos se le vinieron a la cabeza una mañana de sábado cuando leyó que el Gobierno escocés seguía adelante con «sus polémicos planes de reconocimiento de género». Horas más tarde olvidó la primera ley de Twitter –«nunca esperes un debate de matices»– y respondió un tuit que le pareció ofensivo para las mujeres. En un artículo se aludía a ellas como «personas que menstrúan». Rowling tuiteó: «Personas que menstrúan… Estoy segura de que ya hay una palabra para ellas. La tengo en la punta de la lengua. ¿Alguien puede ayudarme? ¿Wumben? ¿Wimpund? ¿Woomud?».

Como es obvio, se refería a la palabra woman, ‘mujer’. En realidad, era un chiste inofensivo, nadie tendría por qué haberse sentido ofendido. Pero los dos protagonistas centrales de las películas de Harry Potter, las estrellas de Hollywood Emma Watson y Daniel Radcliffe, se apresuraron a publicar sendos tuits en los que se solidarizaban con las personas transgénero y aseguraban sentir mucho «love» por ellas. Radcliffe, el actor que interpretó a Harry Potter, añadió que le debía toda su carrera a Jo, como él llama a Rowling, pero que esta vez tenía que ser claro. Aunque luego todo lo que dijo es que había que hacer más para apoyar a las personas transgénero.

Rowling bromeó sobre un tuit que se refería a las mujeres como ‘personas que menstrúan’, terminología que promueven los defensores de los derechos trans

En el fondo, este tipo de declaraciones parece reflejar el miedo de las estrellas de Hollywood a no resultar lo suficientemente concienciadas, a no posicionarse en el bando correcto.

En su ensayo, Rowling decía que estaba a favor de los cambios de género siempre y cuando una persona se sintiera atrapada dentro de un cuerpo equivocado. También advertía del riesgo de realizar el cambio demasiado pronto. Llegados a este punto, quizá habría que aconsejarle que mejor se abstuviera de hacer ese tipo de juicios: los cuerpos de los demás no son asunto suyo.

En su texto están expuestos con claridad los motivos. En él también recuerda que ella, como todo el mundo, tiene a sus espaldas una compleja biografía que alimenta sus miedos, sus intereses y sus puntos de vista. Y que nunca olvida esa «complejidad interior» cuando desarrolla un personaje para una de sus novelas.

Esta última afirmación implicaría que el asesino en serie vestido con ropa de mujer de Troubled blood en realidad tiene un significado más profundo. Sea como sea, leer las 1200 páginas de Rowling resulta muy entretenido. Y posiblemente también más sano que el odio que circula por Twitter.

El temible poder de los ejércitos de fans

 

 

Te puede interesar

Los renegados de Twitter

La cultura de la cancelación: ¿qué es?

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos