Tiene 42 años, éxito profesional y cuatro hijos pequeños. Como muchas mujeres, hace cábalas para estar perfecta en familia y en el despacho. Así vive la conciliación y la edad una de las mejores diseñadoras británicas.
A mitad de nuestro almuerzo en un restaurante del Soho neoyorquino, Stella McCartney insiste en que pruebe su ensalada orgánica. «Fuertecilla, ¿eh?», me dice, mientras me lanzo a por el vaso de agua. «¿Te importaría decir en tu artículo que me comí un platazo de chiles mientras hablábamos?». Así es McCartney. Una mujer dura. Solo con una coraza de acero se pueden ganar casi cuatro millones de euros al año en una industria basada en bolsos y zapatos sin utilizar pieles ni cueros, obtener tres premios del Consejo de la Moda Británica y ser condecorada con una Orden del Imperio británico.
DISEÑADORA PARA TODAS LAS MUJERES
«Yo diseño para mujeres de carne y hueso dice McCartney. Eso me obliga a pensar y repensar cada detalle. Es complejo. Puedo pasarme semanas dándole vueltas a si unos pantalones tendrían que estar ajustados a la cintura o no, o a si deberían llevar cremallera o un botón. Esos detalles influyen en la forma en que una mujer se presenta ante los demás. La moda es psicología». «Pero mi trabajo va más allá. También quiero que las ropas sean cool. Y que duren no tu vida entera, sino la vida de tu hija y la vida de la hija de tu hija. Y la cosa no termina ahí. Además, quiero telas bonitas. Pero, al mismo tiempo, no quiero que cuando una mujer lleve mi ropa esté pensando en todas estas cosas. Quiero que cuando entra en una de mis tiendas se sienta cómoda, que vea un vestido, se lo pruebe, que se quede encantada con la sensación que le provoca. Quiero que se sienta mejor. De forma que sí. mi trabajo tiene cierto nivel de complejidad».
CREADORA DE UN IMPERIO QUE NACIÓ DESDE CERO
El mundo de McCartney nunca ha sido unidimensional. Es hija de una celebérrima y muchimillonaria estrella del rock. De niña vivía en una granja de cultivos orgánicos y asistía al colegio público de la zona. A los 15 años empezó a trabajar como aprendiza de Christian Lacroix. Mientras estudiaba Diseño de Moda en la prestigiosa escuela londinense de Ravensbourne y, después, en la todavía más prestigiosa Facultad de Bellas Artes de Central Saint Martins, trabajó de forma temporal en firmas como Vogue. Contratada por Chloé poco después de haberse licenciado, sorprendió a los críticos especializados, que elogiaron sin timideces sus colecciones. Sin embargo, en 2001 sufrió un duro tropezón cuando hizo su primer desfile bajo el nombre de Stella McCartney: obtuvo críticas muy negativas. Desde entonces, Stella se ha mantenido en una estética que incluye tanto prendas deportivas como una línea de trajes de noche, que cada vez cuenta con más adeptas. «Aunque no pagamos a nadie para que lleve nuestros modelos», aclara McCartney.
UNA MUJER QUE PREDICA CON EL EJEMPLO
McCartney se ha valido de la moda para construirse un universo un guardarropa, de hecho que incorpora su origen familiar, sus ideales, los mundos del trabajo y de la maternidad, Londres y la campiña rural británica. Hoy viste una sudadera color azul eléctrico con una camisa de seda, vaqueros y zapatos de tacón. Todo es de su propia marca. «Siempre visto mis propios diseños, de los pies a la cabeza. No me pongo ninguna otra cosa. Llevo lencería de mi firma y uso calcetines Adidas by Stella McCartney. Algunas piezas son nuevas y otras, viejas… Estos vaqueros los tengo desde hace unos cinco años y los zapatos son nuevos. Pero todo es mío».
«La gente ha aceptado que soy una verdadera modista. No he hecho más que trabajar»
Las únicas piezas no firmadas por ella que luce en alguna ocasión ( aunque últimamente no las llevo con tanta frecuencia ) son diseños vintage de Linda, su madre, fallecida, así como katiuskas de Hunter, firma de la que su marido es director creativo.
MADRE TRABAJADORA CON CUATRO NIÑOS
Stella McCartney, a la vez que levantaba su imperio, se las ha arreglado para tener dos hijos (Miller, de 9 años, y Beckett, de 6) y dos hijas (Bailey, de 7, y Reiley, de 3) con Alasdhair Willis, su marido desde hace 11 años. La familia reside entre semana en un elegante barrio de Londres y pasa los fines de semana en una mansión campestre en cuyas 400 hectáreas de terrenos no faltan caballos ni huertos orgánicos.

Con su marido, el director creativo Alasdhair Willis, con quien se casó en agosto de 2003 y con el que tiene cuatro hijos.
La vida de McCartney es privilegiada, pero también sufre las dificultades que implica ser una madre trabajadora. Hoy se encuentra en Nueva York para presentar su próxima colección de otoño, pero va a regresar a Londres en un vuelo nocturno nada más terminar. «Eso nos pasa por tener hijos, me comenta Stella. Si fuéramos hombres con hijos, cogeríamos el vuelo de la mañana. ¿Por qué será que a las mujeres ni se nos pasa por la cabeza volver al hotel y pasar la noche durmiendo?».
PREOCUPADA POR SU ASPECTO
Durante nuestro almuerzo, McCartney hace gala de la neurosis alimentaria típica de una mujer de su edad. En un momento dado exige a su relaciones públicas que pida una ración de patatas fritas. El relaciones públicas objeta que ahora no le apetecen. «Ya, pero a nosotras sí», responde McCartney. «En la mesa siempre tiene que haber alguna guarradilla, ¿verdad?», me dice. Luego apenas prueba un par. Stella es delgada, con el cuerpo fibroso y aparenta menos de los 42 años que tiene, pero no al modo de las adictas al bótox, sino porque su piel pecosa le da cierto aire aniñado.
VEINTICUATRO HORAS PENSANDO EN CLAVE DE MODA
Stella no comparte el mantra tan repetido por las mujeres que trabajan fuera de casa. «Cuando estoy en el trabajo, lo dedico todo al trabajo; cuando estoy con los hijos, les doy mi tiempo al cien por cien». Es más, lo cuestiona por simplista. «Las cosas no son así, ¿no? A veces estás leyéndoles un cuento en la cama y de pronto te acuerdas de que no has hecho cierta llamada. Y cuando llevo a los niños al cole, no dejo de fijarme en cómo va vestida la gente. No tiene sentido la idea de que en ese momento preciso no puedes tener otra vida. Por poner un ejemplo, mi hijo Miller nació con tres semanas de adelanto, un par de días antes de mi desfile. De forma que el DJ fue casi la primera persona en verlo en la habitación del hospital, mientras me hablaba de la música que iba a poner durante el desfile. Me parece fantástico que otras mujeres cojan la baja por maternidad. Incluso me enfado un poco conmigo misma por no haberlo hecho. Pero tampoco me arrepiento de mi decisión. Mis hijos son estupendos, lo que se dice estupendos».
UNA ESTRELLA CON LOS PIES EN EL SUELO
La mayoría de las superestrellas de la moda son accesibles y normales al principio, pero acaban volviéndose neuróticas y huidizas. En el caso de McCartney sucedió al revés. Su complicada relación inicial con los medios de comunicación ha mejorado poco a poco. Al principio, no me resultaba fácil manejarme con tanta exposición pública. «Crecí siendo ‘famosa’, y la gente me veía a la defensiva. Pero creo se ha terminado por aceptar que soy una verdadera modista, que en la vida no he hecho más que trabajar, así que hoy me siento más cómoda . Sus diseños para el equipo olímpico británico en los Juegos de Londres 2012, recibidos con cierto escepticismo al principio, fueron los que acabaron estableciendo una estrecha y feliz vinculación entre la diseñadora y la opinión pública británica. La oportunidad de participar en ese momento histórico me cambió la vida».
ADALID DE LA ÉTICA EMPRESARIAL
Las tiendas de Stella McCartney funcionan con energía renovable y cuentan con suelos de madera procedente de bosques gestionados de modo sostenible. Sus telas son orgánicas en la medida de lo posible (un 34 por ciento en el caso de las telas vaqueras, un 36 por ciento en el de los tejidos que emplea para los jerséis). Y se abstiene de utilizar cueros o pieles en ninguna de sus prendas. «Cada año damos muerte a 50 millones de animales para producir bolsos y zapatos. Incluso haciendo abstracción de semejante crueldad, el impacto en el medioambiente es enorme. Desviamos enormes cantidades de agua y grano que podrían ser consumidos por las personas a alimentar unos animales destinados a convertirse en complementos».
«Mi compañía sería cinco veces mayor si no trabajásemos de esta forma, pero me resulta mucho más interesante hacer las cosas así. Es un desafío personal». Desde que McCartney empezó en el mundo de la moda, muchas otras compañías han seguido esta tendencia. H&M, Levis y Adidas prestan mayor atención al debate ético porque son compañías de grandes que tienen que responder ante un buen número de personas. Pero la industria del lujo no debe responder ante nadie y por eso no tiene reparos en matar, literalmente. «Pero, cuidado, no todo es tan simple. También es cierto que las ropas mejor de mejor calidad son más sostenibles. Comprar un vestido por cinco libras y tirarlo a la basura solo un par de semanas después no es muy respetuoso con el medioambiente, con independencia de la tela con que esté hecha el vestido».
HEREDERA DEL ESPÍRITU DE SU MADRE, LINDA
Stella ha heredado el espíritu poco dado a las componendas de su madre. Linda murió en 1998, cuando ella tenía 26 años de edad. «Mi madre ejerció una influencia decisiva en mí, no ya solo por lo que vestía o por la imagen que proyectaba, sino por su espíritu. Estaba casada con uno de los hombres más famosos del mundo y nunca llevaba maquillaje. ¿Cuándo se ha visto que una mujer tan famosísima no lleve maquillaje? Yo, por lo menos, no lo he visto desde entonces. Ese valor que tenía, esa seguridad en sí misma, tampoco los he visto en ninguna otra persona».
«Desde luego, yo no tengo tantas narices como para andar así por la vida. Encuentro que todo en ella era innovador y sorprendente. Se sentía a gusto consigo misma, y eso era muy bonito . Según dice, ese es su ideal. Esa sensación de estar a gusto con la propia persona, esa libertad y esa seguridad en una misma es lo que quiero que Stella McCartney termine por alcanzar en la vida».
Las claves de su estilo
-Para mujeres reales. Diseño lo que quiero llevar , dice. Y se nota en sus trajes y vestidos. atemporales y perfectos.
-Piezas impecables. Mezcla la sastrería clásica con formas muy femeninas. pantalones bien cortados pero fluidos, camisas de inspiración masculina, prints florales.
-Una paleta discreta. Adora los estampados florales siempre discretos y los tonos empolvados combinados con colores sólidos y básicos, como el azul o el negro.
-Los encajes, siempre. El encaje siempre está presente en sus colecciones. El resultado es muy femenino, pero no cursi.
