Camino de Kumano (II) El leñador y el Demonio
Camino de Kumano (II) El leñador y el Demonio
(En la anterior entrega conté mi llegada a la región de Kumano, en Japón, donde existe un camino sagrado)
A la puerta de un albergue perdido en la montaña, la señora a la que llaman Demonio Femenino, vestida con un kimono negro, salió a recibirme. Me quité los zapatos, entré y descubrí que nunca conseguiría dormir con el frío que hacía. Solicité a la intérprete que pidiese algún tipo de estufa; la vieja japonesa, con mirada de desdén, dijo que necesitaba acostumbrarme al Shugendo.
-¿Shugendo?
Pero la mujer ya había desaparecido, dando instrucciones para que fuésemos a cenar enseguida. En menos de cinco minutos estábamos sentados alrededor de una especie de hoguera cavada en el suelo, con un calderón colgando del techo y pescados y asadores colocados alrededor. Justo después llegaron Katsura, mi guía, y el leñador.
-Él sabe todo sobre el camino -dijo Katsura-. Pregúntale lo que quieras.
-Antes de hablar, vamos a beber -dijo el leñador-. El sake en la cantidad adecuada ahuyenta a los malos espíritus.
-¿Ahuyenta a los malos espíritus?
-La bebida fermentada está viva, va de la juventud a la vejez. Cuando llega a la madurez, es capaz de destruir el Espíritu de la Inhibición, el Espíritu de la Falta de Relaciones Humanas, el Espíritu del Miedo y el Espíritu de la Ansiedad. Sin embargo, si se bebe más de la cuenta, la bebida se rebela y convoca al Espíritu de la Derrota y al de la Agresión. Todo es cuestión de conocer el punto que no debe sobrepasarse.
Bebemos sake y comemos los pescados que se asaban alrededor del fuego. La dueña de la posada se nos unió. Le pregunté por qué la llamaban Demonio Femenino.
-Porque nadie sabe dónde nací, de dónde vengo ni qué edad tengo. Decidí ser una mujer sin historia, ya que mi pasado solo me trajo dolor; dos bombas atómicas explotando en mi país, el fin de los valores morales y espirituales, el sufrimiento con las personas desaparecidas. Un buen día decidí comenzar una nueva vida; existen ciertas tragedias que no entenderemos nunca. Entonces, lo dejé todo y vine a parar a esta montaña. Ayudo a los peregrinos, cuido del albergue, vivo cada día como si fuese el último. Y me divierto al conocer todos los días a personas diferentes. Siempre conozco personas extrañas -como tú, por ejemplo-. Nunca había visto un brasileño en mi vida. Tampoco había visto ningún negro hasta 1985.
Bebemos más sake, el espíritu de la Falta de Relaciones Humanas parecía haber sido alejado. Hablé mucho de Brasil y empecé a sentirme extrañamente en casa.
-¿Por qué la gente venía hasta Kumano?- le pregunté al leñador.
-Para pedir algo, cumplir una promesa o para cambiar su vida. Los budistas recorrían los 99 lugares sagrados que están repartidos por aquí y los sintoístas visitaban los tres templos de la Madre Tierra. En el camino se encontraban con otras personas, compartían problemas y alegrías, rezaban juntos y terminaban entendiendo que no estaban solos en el mundo. Y practicaban Shugendo.
Recordé lo que el Demonio Femenino me había dicho y pedí que me explicase qué era aquello.
-Es difícil de explicar. Pero digamos que es una relación total con la naturaleza. de amor y de dolor.
-¿Dolor?
-Para dominar el alma, antes tienes que aprender a dominar el cuerpo. Y para hacerlo, no puedes temer el dolor.
Él me contó que, de vez en cuando, iba con un amigo a los precipicios cercanos, se ataba una cuerda a la cintura y se quedaba colgando. El amigo balanceaba la cuerda de manera que él se chocase varias veces contra las rocas; cuando sentía que estaba a punto de desmayarse, hacía una señal y era nuevamente izado.
-El hombre tiene que conocer la naturaleza en todos sus aspectos -dijo el leñador-.
Su generosidad y su inclemencia; solo de esta manera es capaz de enseñarnos lo que sabe y no apenas lo que queremos aprender.
Sentado alrededor de aquella hoguera, en un albergue en mitad de Japón, con el sake anulando las distancias y el Demonio Femenino sonriéndome (o riéndose de mí), entendí la verdad de las palabras del leñador. debía aprender lo que necesitaba y no lo que quería. En ese momento decidí que hallaría la manera de practicar Shugendo en el camino de Kumano. (Continuará ).