Dirigió el Museo del Prado durante 15 años y lo convirtió en una institución del siglo XXI. Ahora regresa a su tierra para dirigir el Museo de Bellas Artes de Bilbao y lo hace a lo grande: ha conseguido que Alicia Koplowitz muestre su colección por primera vez en nuestro país. Por Virginia Drake

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Miguel Zugaza (Durango, 1964) pasará a la historia del Museo del Prado como el modernizador de esa institución, el gran gestor al que le salieron las cuentas en época de crisis. Deja un legado difícil de superar. A las puertas de la celebración del bicentenario decidió marcharse para volver al Museo de Bellas Artes de Bilbao, que en su día ya dirigió y al que regresa con la exposición de la colección de Alicia Koplowitz-Grupo Omega Capital, nunca vista por el público en España, que se inaugura este 28 de julio. Acaba de recibir la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. Es un hombre exquisito y conciliador, que torea a sus interlocutores con habilidad cuando intuye un atisbo de polémica.

XLSemanal. Con 30 años fue subdirector del Museo Reina Sofía. Después dirigió el Museo de Bellas Artes de Bilbao, del que se fue para dirigir el Museo del Prado durante 15 años. Y ahora de nuevo en casa…

Miguel Zugaza. Y muy feliz. Este museo está muy presente en mi vida desde mi infancia. Cuando éramos pequeños, mi padre nos traía muchas veces. A principios de los ochenta fue su vicepresidente y le dio un gran impulso. El Bacon de aquí lo compró él.

XL. Leopoldo Zugaza, conocido experto en arte, es una personalidad en el País Vasco. ¿A buen profesor, mejor alumno?

M.Z. Bueno, yo creo que Leopoldo Zugaza está aún por descubrir, porque ha hecho muchas cosas por la cultura vasca. Ahora mismo mantiene abierto un museo de fotografía fantástico en Zarauz.

miguel zugaza, museo del prado, xlsemanal (1)

‘Biografía’ de una empresaria
La nueva exposición del Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta más de 90 obras de la colección de Alicia Klopowitz que van desde el siglo XVI hasta el XX

XL. Regresa a Bilbao con una exposición espectacular.

M.Z. Es un gesto generosísimo de Alicia Koplowitz hacia Bilbao, hacia su Museo de Bellas Artes y hacia mi persona. Me siento muy agradecido.

XL. Recientemente, en París se han expuesto 54 obras de esta colección; en Bilbao se mostrarán más de 90.

M.Z. Así es. Me dio una envidia enorme. Y como los camiones pasaban casi por delante del museo le pregunté a Alicia si habría alguna posibilidad de que recalase aquí una temporada. Reaccionó no solo con entusiasmo, sino que me ofreció la posibilidad de ampliarla.

«Los museos son instituciones tan valiosas como los hospitales y las escuelas»

XL. ¿Qué ha movido a una de las mujeres más discretas de este país a mostrar algo que ella misma declara tan personal?

M.Z. Alicia lo explica de forma muy sencilla. nunca se lo habían pedido y#91;sonríey#93;. A nadie se le ocurrió antes.

XL. Ella cuenta que es una colección hecha a base de emociones, autobiográfica, que esta colección la ha ayudado a encajar mejor los momentos más difíciles de su vida.

M.Z. Efectivamente. El arte tiene una parte terapéutica muy sanadora. Cuando nos sentimos mal, quienes no tenemos la posibilidad de tener una colección como esta en casa venimos a los museos y nos sentimos mucho mejor.

XL. ¿Usted ha adquirido obras de arte? ¿Ha hecho su pequeña colección?

M.Z. Tengo cosas sueltas, pero no es una colección. Son obras de artistas amigos, cosas sencillas. Además, el director de un museo no debe coleccionar por una cuestión ética.

XL. ¿Se mueve mucho dinero negro en este mercado?

M.Z. Creo que no. Y, por lo que estamos viendo, es un mercado mucho más transparente que otros [sonríe].

XL. Profesionalmente, ¿le han hecho alguna vez una proposición deshonesta?

M.Z. No, nunca me he visto en esa tesitura, pero tampoco me he dejado poner en esas situaciones.

XL. ¿Qué obra le gustaría adquirir al frente del Museo de Bellas Artes de Bilbao? Parece que hay algo en ciernes…

M.Z. Hay algo, sí; pero no está cerrado. Cuando la adquisición sea un hecho, se dará a conocer. Este es un museo abierto y ha conseguido una calidad muy alta de arte español, flamenco, italiano…, pero también debemos cuidar el arte local y la modernización del arte vasco.

XL. ¿Qué planes tiene para el museo de Bilbao?

M.Z. El museo necesita claramente más espacio y más presupuesto.

XL. ¡Como todos! ¿El éxito del Museo Guggenheim tiene mucho que ver con esta necesidad de expandirse?

M.Z. Es un reto estar al lado del Guggenheim porque tiene una capacidad de atracción y de fascinación enorme. Se ha convertido en un icono de la ciudad, también por su arquitectura. Quizá eso hace más necesario que el Museo de Bellas Artes de Bilbao tenga que encontrar su lugar al lado de esta gran catedral. El Guggenheim es como el Duomo de Florencia y nosotros, el baptisterio en donde te inicias en la apreciación del arte.

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XL. ¿No existen celos?

M.Z. No. Si quieres compararlos, yo creo que el Guggenheim es un museo pensado más hacia los turistas y el de Bellas Artes, más hacia la ciudadanía, hacia la sociedad bilbaína.

XL. Una de las medidas que impuso al poco de llegar al Prado fue subir el precio de la entrada, hasta multiplicarlo por cinco. Y, pese a todo, dobló el número de visitas.

M.Z. El precio era muy económico [se ríe] y la ampliación permitió ofrecer más actividad a los visitantes. Si se elevan los presupuestos, el museo se tiene que financiar y la contribución del visitante debe ser mayor. En 15 años terminamos con un rango parecido al de los museos importantes europeos. Pero, cuando yo llegué, la entrada se cobraba a tres euros con diez céntimos, que era la conversión literal de pesetas a euros, y generaba unos problemas enormes a los taquilleros. Así que se puede decir que la primera medida que tomé fue reducir el precio a tres euros. ¡Empecé rebajando! [se ríe].

«Cuando le pregunté a Alicia Koplowitz si podía traer su colección a Bilbao, reaccionó con entusiasmo»

XL. Pero después subió la entrada hasta llegar a 15 euros.

M.Z. También es justo reconocer que el Prado tiene un régimen de gratuidad muy generoso con los amigos del museo, los desempleados; incluso ofrece la entrada gratis dos horas diarias todos los días de la semana. De los tres millones de visitantes, la mitad son de entrada gratuita.

XL. La subvención al Prado descendió de 16,3 millones en 2002 a 12 millones en 2016…

M.Z. Y en 2016 llegamos a tres millones de visitantes y el museo se autofinanció en un 72 por ciento. Pero no se puede plantear políticamente que la cultura no dependa de los presupuestos públicos.

XL. ¿Le parece mal que un organismo público se autofinancie y prescinda de la subvención?

M.Z. Que las subvenciones al Museo del Prado se hayan reducido es un mal dato. Los museos son instituciones públicas tan valiosas como los hospitales, los centros de investigación o las escuelas, y el Estado no puede desentenderse de esa responsabilidad. Esta machada ha sido posible hacerla en el Prado, pero el resto del tejido cultural no la puede hacer. El Louvre, por ejemplo, recibe 100 millones al año y la National Gallery, otro tanto.

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Cestillo de flores, de 1671, de Juan de Arellano. «Uno de los más hermosos bodegones de flores del periodo de madurez del máximo especialista español en el tema en el siglo XVII. De igual importancia y calidad de los que fueran de Felipe IV y hoy conserva el Prado»

 

XL. Dígame, ¿cómo logró entenderse bien con el PP, con el PSOE y, sin embargo, mantener discrepancias con parte del Patronato?

M.Z. Yo no he tenido ningún problema con el Patronato, al contrario. Y la bendición fue que los dos grandes partidos se pusieron de acuerdo para decidir que el Prado se quedara fuera de la batalla partidaria. Ese pacto posibilitó la profesionalización, que los criterios de gestión se tomaran desde el Patronato y que la dirección fuera profesional.

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«La abstracción es uno de los focos de interés de Alicia Koplowitz, aquí representada por el tan austero como elegante cuadro de principios de los años veinte de Piet Mondrian, uno de los pocos ejemplos en colecciones españolas del artista holandés»

XL. Pero han trascendido desencuentros con el presidente del Patronato, José Pedro Pérez Llorca…

M.Z. Es injusto pensar que he tenido roces con el Patronato, lo digo con total sinceridad. He tenido la suerte de trabajar con cuatro presidentes -Eduardo Serra, Rodrigo Uría, Plácido Arango y José Pedro Pérez Llorca- y me siento orgulloso de ello. Seguramente hubo mayor empatía con unos que con otros, pero nada más.

XL. La presencia de arte contemporáneo en el Prado siempre va acompañada de polémica. La frontera entre arte clásico y contemporáneo se estableció -por Real Decreto en 1995- para marcar la línea que separa los contenidos del Reina Sofía y el Prado. Hasta el nacimiento de Picasso (1881) se considera arte clásico y, a partir de ahí, contemporáneo. Usted nunca estuvo conforme.

M.Z. Es muy importante que los museos clásicos no sean museos arqueológicos. Creo que no hay que cerrar las puertas del Prado al arte contemporáneo; al contrario, creo que estimula muchísimo al propio museo y a sus visitantes para entender que no está aislado de la historia. Por eso pienso que Picasso debería estar representado en el Prado, entre otras cosas porque es un artista formado en el XIX. Se nos olvida la longevidad de Picasso.

XL. Pero si se firma un acuerdo que marca esa frontera. o se cambia el acuerdo o no hay más que hablar.

M.Z. La vinculación de Picasso con el Prado es muy clara. No solo dirigió el museo [1936-1939], sino que, como él contaba, nunca dejó de ser director porque nunca recibió la carta de su cese [sonríe].

«La decisión de volver a Bilbao la tomé en contra de la opinión de mi mujer: la más contenta es mi hija Manuela, de ocho años»

XL. Usted ha dicho. «Si no aspiráramos a tener arte contemporáneo en el Prado, traicionaríamos la esencia de la fundación del museo».

M.Z. ¡Pues es verdad! El museo se inauguró en 1819 con una sala que se llamaba de «Artistas contemporáneos», donde exponían artistas maravillosos como Francisco de Goya, vivo aún. Esto no me lo he inventado yo. Picasso no solo dejó escrito su deseo de que el Guernica estuviera en el Prado entre los clásicos, sino que también se lo dijo a Jorge Semprún, quien propuso en su día que se viera el Guernica junto a Velázquez y Goya, fundamentalmente. Y es público y notorio que yo he defendido esta tesis.

XL. Se dice que esta pretensión de que albergue a Picasso -Guernica incluido- y a otros autores contemporáneos fue foco de constantes desencuentros y fricciones.

M.Z. Nunca he tenido la pretensión de trasladar el Guernica al Prado, de verdad que no. Lo que propuse fue compartir el espacio del Salón de Reinos entre el Reina Sofía y el Prado, para crear un argumento expositivo que permitiera compartir las colecciones, incluido el Guernica y otras obras importantes de la historia contemporánea.

XL. A lo que Fernando Checa -su antecesor- le dijo que olvidase esa pretensión y dedicase el Salón de Reinos a la pintura flamenca del XVII. Y Pérez Llorca le sugirió que «no trate de desnudar un museo para vestir otro». Eso está publicado…

M.Z. Yo no he vivido así esa situación de discrepancia sobre el contenido del Salón de Reinos.

XL. Y si la hubiera vivido, ¿lo contaría?

M.Z. Pues probablemente no [se ríe]. Igual la gente ha debatido mucho sobre eso y yo no me he enterado.

XL. ¡Me rindo!, pero dígame: ¿siempre que intuye polémica sale huyendo?

M.Z. Sí, creo que es mejor no liarla demasiado [se ríe]; pero te diré que yo he querido lanzar grandes polémicas y no he sabido hacerlo nunca. He querido provocar, pero nunca me ha salido bien.

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Femme au grand chapeau, de 1906, de Kees van Dongen (1877-1968) «Provocativo retrato fauve del holandés, que, en la exposición, se verá cara a cara con Maja y celestina al balcón, de Goya»

XL. Se dice que, durante el primer gobierno de José María Aznar, en minoría, el PNV condicionó su apoyo al traslado del Guernica al País Vasco… ¿Es posible que esto se plantee de nuevo?

M.Z. Creo que el Guernica, por su simbolismo, porque es una obra universal que trasciende a que se creara por la impresión del bombardeo, está muy bien en el Reina Sofía; aunque para mi gusto debería terminar en el Museo del Prado [ser ríe].

XL. Si le pregunto por qué dejó el Prado dos años antes de la celebración del bicentenario, ¿qué me responde?

M.Z. Que fue una decisión personal.

XL. Eso seguro, ¿pero los motivos?

M.Z. Fundamentalmente fue una decisión personal que afectaba a mi vida profesional, claro. En lo profesional, yo tenía la idea de que mi contribución al Prado había concluido.

XL. ¡Después de 15 años y perfilando la celebración del segundo centenario, en 2019! Parece increíble renunciar a semejante broche profesional.

M.Z. Si piensas sobre tu participación en el Prado en función de tu propia biografía, posiblemente sea este el mayor error que he cometido en mi vida; porque, claro, perderte la coronación…

XL. ¿Entonces?

M.Z. La cuestión es que yo no vivía en Madrid, trabajaba en el Prado y vivía entre Durango -donde está mi familia- y Madrid. Me puedes decir que así vive mucha gente, lo sé, pero no es lo ideal.

XL. ¿Así que no hay otras razones?

M.Z. Cuando te has sentido responsable de lo que ha pasado durante 15 años en un museo tan importante como el Prado y ves que está en una buena dirección, con un futuro alentador, con la idea de concluir la ampliación ante el bicentenario, me parece buen momento para dejarlo. A eso se añade la confianza de tener un ministro -Íñigo Méndez de Vigo- que entiende y apoya desde que entró -«en los minutos de descuento», como él decía- el camino que ha de seguir el museo hacia el bicentenario, así como de completar la ampliación.

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Tête et main de femme, de 1921, de Pablo Ruiz Picasso. «Melancólico ejemplo del retorno al orden de Picasso en el periodo de entreguerras cuya monumentalidad no se entiende sin la experiencia con la antigüedad clásica en Italia en 1917»

XL. ¿De verdad se fue porque el ministro estaba en su línea?

M.Z. Me fui porque era el momento y lo dejaba en buenas manos; y porque durante una conversación con el alcalde de Bilbao, presidente del museo, sobre la inminente jubilación de su director, surgió la posibilidad de plantearme el regreso como una nueva oportunidad.

XL. Francisco Calvo Serraller dice que «es una tragedia que Miguel Zugaza no siga».

M.Z. Bueno, yo respeto mucho su opinión, pero no hay que dramatizar mi salida ni idealizar mi paso por este museo.

XL. Por cierto, va a seguir en la comisión creada para los actos del bicentenario.

M.Z. Sí, me invitó el ministro a formar parte de la comisión y, por supuesto, acepté. Estaré encantado de ayudar.

XL. ¿Qué edad tienen sus hijos?

M.Z. Guillermo tiene 21 años; los mellizos, María y Pablo, 17; y Manuela, 8. Manuela es fruto del Prado, nació viendo a su padre yendo y viniendo todas las semanas.

XL. ¿Y su mujer qué opina de todo esto?

M.Z. Pues te diré que tomé la decisión incluso en contra de la opinión de ella. Le sorprendió que dejara el Prado para volver a un sitio en el que ya había estado. Desde luego, la que está más contenta de mi decisión es Manuela.

XL. Para terminar: ¿qué le parece como epitafio: «Miguel Zugaza, quien puso el Prado en el siglo XXI»?

M.Z. Pues bien, porque es verdad.

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