Marion Robert Morrison nació en Winterset, Iowa, en 1907. Era hijo de un empleado de farmacia y de un ama de casa de carácter difícil…

• John Wayne, un actor con luces y sombras

Pese a que se burlaban de él por tener nombre de niña -Marion-, era buen estudiante, popular y trabajador. Cuando su familia se mudó para llevar una granja, él se levantaba a las cinco, ayudaba en las tareas, recorría un largo camino a la escuela en una vieja yegua y, al regresar, ayudaba de nuevo en la granja. Fueron buenas enseñanzas: aprendió a montar a caballo hasta dormido y a afinar la puntería cuando su padre lo mandaba matar serpientes con una escopeta.

Adoraba a su padre y nunca se entendió con su madre. Cuando se separaron, la madre se llevó a Bob, su hijo favorito. A él, el fútbol americano le permitió obtener una beca universitaria y, desde allí llegar al cine. Su infancia fue modesta y le costó alcanzar una comodidad económica. Pero cuando se convirtió en una estrella, ganó mucho dinero.

En 1956 ya era el actor mejor pagado de Hollywood, con un contrato de dos millones de dólares por cuatro películas. A partir de 1950, Wayne se subió en el podio: dominaba el oficio, su reputación era sólida y él se convirtió en un hombre de negocios al hacerse también productor.

De 1960 a 1961 se embarcó en un proyecto que a punto estuvo de derribarlo todo. Según Tejero, «aquello paralizó sus energías como director, actor y productor y puso en peligro su reputación y agotó su fortuna personal». Aquel órdago para el que hipotecó sus bienes era El Álamo, una epopeya grandiosa sobre los esfuerzos de Texas por independizarse de México. Wayne perdió mucho dinero.

En 1964 le extirparon un pulmón y parte del otro. En su tumba está escrito en español: «Fuerte, feo y formal»

Pero se recuperó. Rodó muchas películas, tenía un buen caché y trabajó en filmes muy rentables como El hombre que mató a Liberty Valance, Primera victoria, El Dorado o Valor de ley, con la que logró el Óscar, en 1969, con un solo pulmón. En 1964 le habían extirpado el izquierdo, junto con parte del derecho y una costilla, debido al cáncer, una enfermedad que combatió con alma de cowboy. Wayne tuvo los arrestos de comparecer en público para hablar alto y claro sobre su enfermedad. «Tengo la gran C, pero he vencido al hijo de puta», dijo. Y anunció que regresaría con un wéstern, Las cuatro hijas de Katie Elder. «No me he hecho famoso haciendo comedias de tocador», apostilló.

John Wayne peliculas

Recibió más de 50.000 cartas de apoyo. «Wayne no ha tenido buena prensa entre los intelectuales, pero la gente siempre lo ha querido», explica Tejero. Ese cariño se ha dejado notar en las taquillas. En 1969, después de 19 años en las listas de actores más rentables, Wayne había proporcionado a los estudios de cine más de 400 millones de dólares. Más que nadie.

Tenía la audiencia, pero le faltaban los grandes premios. Su único Óscar lo logró por su mítico papel de Marshall tuerto, mascador de tabaco, bebedor y de extraordinaria puntería en Valor de ley. Un papel ‘muy Wayne’: un hombre lacónico que evita los problemas, pero que, si no queda más remedio, se levanta y dinamita a los malos.

Wayne era un poco así, pero hay otro Duke, más desconocido. En John Wayne: the life and legend, su hija Toni cuenta que el actor «era experto en las tribus indias y en arte de los nativos americanos. Sabía todo de la Guerra Civil americana. Era muy entendido en arte oriental. Sabía muchísimo de muchísimas cosas». También era un demonio en ajedrez, muy bueno jugando al bridge, un fumador empedernido (de seis cajetillas diarias), un bebedor imbatible (también por eso lo admiraba John Ford) y un gran aficionado a la literatura, que recitaba a Shakespeare de memoria, que había leído las obras completas de Churchill y que amaba a Dickens.

Tenía encanto, humor y dignidad. Lo demostró incluso en su última película. Otra escena muy cinematográfica: su personaje es un viejo pistolero enfermo de cáncer (como él); el director Don Siegel decidió que muriera de un tiro por la espalda, porque de frente nadie podría acabar con John Wayne. Se titulaba El último pistolero. Falleció en 1979, derrotado por el cáncer. Su epitafio está escrito en español y es escueto: «Fuerte, feo y formal».

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