Lo suyo es el crimen. Asesinatos que ya han entusiasmado a más de dos millones de lectores. Tras ganar el Planeta y arrasar con su ‘Trilogía del Baztán’, la escritora donostiarra recupera al personaje que la lanzó a la estratosfera del mercado literario, la inspectora Amaia Salazar. Dolores Redondo nos abre las puertas de su casa. Por Virginia Drake/ Fotografías: Antón Goiri

En apenas seis años, Dolores Redondo ha escrito cinco novelas –traducidas ya a 36 idiomas–, ha ganado el Premio Planeta, ha vendido más de dos millones de ejemplares solo en España y su celebérrima Trilogía del Baztán triunfa también en el ámbito cinematográfico. Sin apenas descanso, la escritora guipuzcoana lanza ahora La cara norte del corazón (Ediciones Destino), el regreso de la inspectora Amaia Salazar en una obra cronológicamente anterior a la trilogía y fruto de una investigación victoriana, tanto a la hora de describir las modernas técnicas investigativas del FBI como de adentrarnos en las maldiciones y supersticiones más atávicas.

Por primera vez, la escritora abre las puertas de su casa a un medio de comunicación y nos trasladamos hasta Cintruénigo, en Navarra, para mantener la que quizá sea, hasta el momento, su entrevista más íntima.

XLSemanal. ¿Por qué nunca ha querido mostrar dónde escribe?

Dolores Redondo. Porque es la casa de más personas. Todos intentamos proteger el entorno en común. Es algo excepcional que no creo que vuelva a hacer.

«Antes escribía de noche porque trabajaba en un restaurante. Cuando llegaba a casa, tenía unas horas con mi familia y luego me sentaba a las dos de  la mañana hasta que amanecía»

XL. ¿La concentración aquí es difícil cuando se tienen marido e hijos (de 14 y 20 años)?

D.R. Intento trabajar cuando mis hijos están estudiando o fuera de casa; pero, como ves, la puerta es de cristal y cuando quieren algo de mí se acercan y se quedan mirando desde el otro lado en silencio. Cuando yo los percibo, les hago una seña para que entren o para que esperen un poco si en ese momento estoy con una frase colgando y no quiero que se me pierda.

XL. ¿Escribe siempre de día?

D.R. Ahora sí, pero antes lo hacía de noche porque trabajaba en un restaurante. Cuando llegaba a casa, a eso de las ocho, tenía unas horas de descanso con mi familia y luego me ponía a escribir a las dos de la mañana hasta que amanecía.

XL. Se dio a conocer con El guardián invisible (2013), pero escribe desde los 14 años.

D.R. Siempre he escrito y a partir de los 18 me presenté a muchos concursos. También mandé, sin éxito, alguna novela a las editoriales.

XL. El guardián invisible fue rechazado varias veces.

D.R. Lo rechazaron dos editoriales españolas muy importantes y varios agentes literarios. Hubo uno que me contestó seis meses después de recibir la novela para decirme: «No escribes mal, pero si cambias unas cuantas cosas puedo buscar quien te lo publique».

XL. ¿Qué tenía que cambiar?

D.R. Las palabras en euskera, que la acción no se produjera en un pueblo tan pequeñito y tan cerrado, que no estuviese tan acotada al País Vasco y a Navarra, que no hablase tanto de tradiciones muy locales… Quiso que quitase justamente todo aquello que llamó la atención de la novela.

Dolores Redondo: "Los asesinos siembre buscan justificación. Poca gente mata por odio" 4

La escritora Dolores Redondo en su casa. Es la primera vez que abre a un medio las puertas de su hogar y de su intimidad.

XL. ¿Volvió a saber de aquel agente?

D.R. No, porque, como tardó tanto en contestarme, para cuando lo hizo la novela ya estaba vendida en Fráncfort, con un montón de contratos firmados con editoriales de diferentes países y comprometidos los derechos para llevarla al cine.

XL. Da la impresión de que la conocemos desde hace mucho y solo hace seis años que sabemos de usted.

D.R. Es que han sido seis años superintensos: con cuatro novelas, esta es la quinta, un premio Planeta, millones de ejemplares vendidos y una película. Me han querido mucho y los lectores me han hecho suya con el ‘boca a oreja’.

XL. A lo mejor es porque nunca se ha significado políticamente ni opina sobre temas de actualidad.

D.R. Claro que me he significado. Cualquiera que lea mis novelas sabe perfectamente la opinión que tengo sobre la homosexualidad, la maternidad, la igualdad de la mujer en el trabajo, la lucha de clases…

XL. ¿Qué ofertas ha rechazado?

D.R. Me han ofrecido muchas veces participar en debates políticos y en tertulias, representar ropa, acudir a saraos…, de la misma manera que se lo ofrecen a los influencers, porque los escritores, de alguna manera, también podemos dar una imagen. Pero creo que entonces hubiera sido imposible escribir cinco novelas en seis años. Cada uno debe tener claro adónde quiere ir.

XL. Su nueva novela se desarrolla en un tiempo anterior a la trilogía, como si fuera una precuela.

D.R. En las tres primeras novelas sabíamos que Amaia había estado en Nueva Orleans. Les debía a los lectores contar su infancia, con su padre… Ha sido un trabajo minucioso conseguir que todo encajara. Es una novela de inicio de ciclo sí, un número cero.

«Mi hermana murió de leucemia con tres años. Yo tenía cinco. Mi padre estaba faenando en Canadá y mi madre se quedó fatal, siempre llorando y deprimida. Ese ambiente de pena se me contagió»

XL. En ocasiones ha contado que su infancia, en un San Sebastián lluvioso y oscuro, no le gustó nada y que se agarraba a la lectura porque en su casa ni los niños ni los adultos reían.

D.R. Llovía en mi corazón, creo yo. Me encerraba en mi cuarto a leer para no hacer ruido porque en mi casa todo el mundo estaba en duelo.

XL. ¿Qué ocurrió?

D.R. Que mi hermana murió de leucemia con tres años, después de una enfermedad muy larga. Yo tenía cinco años. El miedo a morir se instaló a mi alrededor, no entendía por qué podía morir una niña tan pequeña después de tanto sufrimiento. Además, a mis padres no los ayudó nadie.

XL. ¿Por qué?

D.R. Mi padre estaba faenando el bacalao en Canadá cuando a mi madre le dijeron en el hospital que ya no se podía hacer nada por la niña y que se la llevara a su casa. Entonces, mi hermana entró en coma y dos días después murió. ¿Te puedes imaginar cómo se le puede quedar la cabeza a una madre de 25 años, sola –porque mi hermano y yo estábamos con los abuelos–, sin su marido, con un bebé de tres años en brazos que lleva 48 horas en coma y que se muere? Mi madre se quedó fatal, ha estado en tratamiento de los nervios el resto de su vida. Siempre estaba llorando, siempre estaba deprimida. ¡Cómo no! El ambiente de pena que había en mi casa se me contagió.

XL. Y las muertes prematuras continuaron.

D.R. Sí, al año siguiente, el primo más joven de mi madre, al que yo trataba como si fuera primo mío, falleció en un accidente de tráfico bestial con 25 años. Y dos años después murió mi tío por un problema de corazón, con 42, era compañero de la mar de mi padre. Yo pensaba que en mi familia se moría todo el mundo. Tenía mucho miedo a que se murieran mis padres. «Aquí se mueren todos y me quedo sola», pensaba.

XL. De ahí la lectura como refugio.

D.R. Sí, porque a mi madre le gustaba leer y me lo transmitió.

XL. Todo esto coincidió con los años más duros del terrorismo.

D.R. Sí, este mismo verano lo hablaba con mi hermano: «Qué triste fue todo aquello y qué triste que lo tuviéramos tan asumido como parte de nuestra vida». Desde pequeñitos vivíamos en una ciudad en la que durante las fiestas patronales se montaba un pollo del copón, se disparaba a la gente, había policías armados por todas partes, vivíamos en un estado policial bestial en el que todo el tiempo te pedían la documentación por la calle y muchas veces teníamos que ir andando al colegio porque habían quemado el autobús. No hace mucho estuve en Colombia y me impresionó ver a los militares armados por la calle y pensé: «Pues yo he vivido así y lo tenía asumido».

XL. En sus novelas hay asesinatos, pero nunca escribe de terrorismo.

D.R. Porque decidí escribir novelas que tuvieran que ver con otros aspectos y no quería escribir precisamente sobre ese.

XL. Sus padres son gallegos.

D.R. Sí, aunque mi madre nació en el País Vasco. Su familia hacía dos generaciones que se había instalado allí.

XL. Cuenta que las mujeres de los hombres del mar son viudas con marido.

D.R. Es así, mi madre, mis tías, las vecinas… siempre estaban solas. Y cuando regresaban sus maridos, los convertían en los reyes de la casa a los que no saturaban con los problemas cotidianos. Son matriarcados de verdad. Yo recuerdo que, cuando venía mi padre de faenar, iba a la naviera a recoger un sobre con su paga en metálico que, al llegar a casa, entregaba a mi madre. Luego, si se tomaba unos vinos, mi madre le daba el dinero que necesitase.

XL. ¿Y los hijos son huérfanos con padre?

D.R. Pues casi, sí, porque cada vez que se marchaba mi padre nos quedábamos con un vacío muy grande y cuando volvía era todo un acontecimiento. Nuestra madre nos enseñaba a valorar su trabajo: «Tu padre no está porque se está llevando golpes de mar para que tú tengas zapatos, para que tú vayas al colegio y para que tú puedas estudiar». Todas las mujeres de los marineros valoraban a sus maridos de tal forma que sus hijos les tuvieran mucho respeto. Pero luego venía el padre y nunca te reñía porque él era el bueno; la que te regañaba, te hacía lavarte los dientes, estudiar y hacer los deberes era la madre. Recuerdo el drama de mis hermanos llorando en la puerta porque mi padre se iba.

XL. ¿Usted no lloraba?

D.R. Sí, yo también. Lo que más me gustaba era ir a esperarlo al puerto. Él nunca dejaba que lo fuéramos a despedir allí, pero sí que fuésemos a recibirlo. Que yo sepa, nunca iban ni hijos ni mujeres a despedirlos.

XL. Sus asesinos suelen justificar sus crímenes en aras de una labor de purificación de las almas.

D.R. Los asesinos siempre buscan justificación, siempre tienen una razón que creen fundamental. Por odio, poca gente mata.

XL. ¿Es religiosa?

D.R. Soy creyente, pero practicante a medias. No renuncio al catolicismo, pero creo que se tiene que ajustar mucho para adecuarse a su Iglesia que, al fin y al cabo, somos nosotros. Los católicos ahora lo tienen muy duro para ceñirse a las normas.

Dolores Redondo: "Los asesinos siembre buscan justificación. Poca gente mata por odio"

La escritora guipuzcoana posa para ‘XLSemanal’ en su despacho, en su casa de Citruénigo (Navarra).

XL. ¿Cree en el poder de la brujería que describe en sus novelas?

D.R. No se trata de que yo crea o no crea; si la gente cree, funciona. Todo lo que tiene nombre existe y la capacidad de creer en algo lo hace real.

XL. Dice que nadie le ha regalado nada y que se tuvo que casar dos veces para que le saliera bien el matrimonio.

D.R. Fue así; con mi primer marido tuve a mi hijo mayor, pero nos separamos cuando el niño era muy pequeño. Unos años después, me casé por segunda vez y tuve a mi hija. Y es curioso, me costó mucho tener a mis dos hijos porque en ambos embarazos tuve que guardar reposo absoluto ocho meses ante el riesgo de aborto.

XL. ¿Qué le pasaba?

D.R. Tenía contracciones y me metían en la cama, muy quietecita, porque podía ponerme de parto en cualquier momento.

XL. Aunque escribe desde los 14 años, se matriculó en Derecho y no terminó la carrera porque descubrió su vocación por la hostelería. Estudió Restauración Gastronómica en San Sebastián y, después de trabajar en varios restaurantes, abrió el suyo propio.

D.R. Me lancé a abrir un pequeño restaurante en San Sebastián que salió mal, pero fueron dos años y medio maravillosos, de un trabajo bestial, en los que aprendí muchísimo. Era dueña y cocinera: todo el día pringada. Tenía 24 años y todas las cartas para que no saliera bien porque me faltaban medios, dinero, mejor ubicación…

XL. ¿Tenía ya a su hijo?

D.R. No, lo tuve con 30. Cuando cerré el negocio, seguí trabajando en otros restaurantes por cuenta ajena. No ser la dueña tiene la ventaja de que, una vez que terminas tu jornada, te vas a tu casa sin preocuparte por nada más.

XL. Así que en su casa se come estupendamente.

D.R. Sí [ríe], pero no cocino yo, suele hacerlo mi marido.

XL. En 2006 se vuelve a casar y se viene a vivir a Cintruénigo. ¿Le costó abandonar la ciudad más bonita de España?

D.R. ¡San Sebastián es la ciudad más bonita del mundo! Pero bueno… yo no vivía en la Concha precisamente, vivía al lado del puerto de Pasajes, que los de la zona lo amamos mucho pero que bonito, lo que se dice bonito, no es [ríe]. Cuando era pequeña, el puerto olía a las tripas del pescado y al gasóleo de los barcos.

Dolores Redondo: "Los asesinos siembre buscan justificación. Poca gente mata por odio" 3

Eduardo Vallejo, un ingeniero de 50 años, es el segundo marido de Dolores Redondo. Además, ejerce como ayudante de la escritora -con la que tiene una hija-, cocina y se ocupa de la casa. Por él dejó San Sebastián y se mudó a Cintruénigo, una pequeña villa de la Ribera de Navarra.  Foto: Chesco López

XL. De su marido, Eduardo, tudelano, ingeniero, hemos hablado poco.

D.R. Bueno, ahora es padre de familia y mi ayudante. El marido de esta escritora es un hombre entregadísimo a la familia, a mí y a mi trabajo.

XL. Eduardo ha dado la vuelta al modelo típico de marido…

D.R. ¡Perdona! Ahora mismo, en el panorama literario español estamos las mujeres arriba y estoy segura de que en sus casas pasa lo mismo que en la mía. El marido de Luz Gabás, por ejemplo, es una pasada: supersecretario que está ahí pendiente de ella todo el día; el marido de Paloma Sánchez-Garnica es otra pasada; y me consta que el de María Oruña también está superimplicado y que siempre pone por delante todo lo que ella necesite. Estos maridos se vuelcan para que sus mujeres escriban en el mejor ambiente y cuidan niños mayores, pequeños, incluso nietos, y se encargan de la casa y de todo.

«Creo que en la mejor persona del mundo, en la más bondadosa, hay una cara norte, una parte donde siempre es invierno, hay tormenta y llueve, hace frío y siempre es de noche. Y esa es la que quiero contar»

XL. Va a ser una profesión nueva la de ser marido de escritora.

D.R. Pero es que es así, sobre todo si llevan tus asuntos y se ocupan de tus cosas. Es verdad que al final les condicionas su vida, de ahí la importancia de que des con alguien muy generoso. ¿Cuántas veces han sido mujeres las que estaban detrás de los escritores y vivían para ellos?

XL. En su caso no se trata de compartir tareas, sino de delegarlas directamente.

D.R. Claro, porque nuestro trabajo no lo puedes compartir hasta que está terminado. Si fuera tapicera, al final del día todo el mundo vería mi sofá tapizado; pero, como soy escritora, pasan dos o tres años sin que se vea el resultado.

XL. Va a resultar que el invisible ahora es él.

D.R. ¡No!, te aseguro que es el rey de mi casa; que yo también soy una mujer matriarcal vasca y lo tengo coronado e intento compensárselo [ríe]. Uno de los dos tiene que vivir el mundo real, se trata de repartirse las cosas en la pareja y que los dos sean felices.

Dolores Redondo: "Los asesinos siembre buscan justificación. Poca gente mata por odio" 2

Tras arrasar con su ‘Trilogía del Baztán’ (más de dos millones de lectores), Redondo recupera en ‘La cara norte del corazón’ a Amaia Salazar, inspectora protagonista de estas tres novelas, y la sitúa en Nueva Orleans.

XL. ¿Es una mujer tan rotunda y segura como parece? Da un poco de miedo llevarle la contraria.

D.R. ¡Qué va! Yo no lo tengo todo claro. Si he sido capaz de cambiar algunas cosas que no me funcionaban es porque he admitido que no las hacía bien. Soy una mujer que está aprendiendo y estoy dispuesta a aprender de todo el que me dé una lección.

XL. ¿Qué significa La cara norte del corazón?

D.R. Es la cara inaccesible del corazón, la cara más difícil de escalar, la más mítica y atractiva para los alpinistas… Creo que en la mejor persona del mundo, en la más bondadosa, hay una cara norte, una parte donde siempre es invierno, en la que siempre hay tormenta y donde siempre llueve, hace frío y constantemente es de noche. Y esa es la que quiero contar.

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