La controvertida escritora francesa Catherine Millet, que ha relatado en sus libros su intensa vida sexual sin pudor, sigue siendo políticamente incorrecta. Es de las pocas intelectuales que han cuestionado públicamente parte del mensaje del movimiento #MeToo. De todo ello habla en esta entrevista. Por Lara Fritzsche/ Fotografía: Robert Jean-Francois.

En el mundo del arte todos conocían a Catherine Millet. Dirigía Art Press, una de las revistas más influyentes de Francia, comisariaba exposiciones internacionales y era una gran experta en Dalí e Yves Klein. En 2001, sin embargo, publicó La vida sexual de Catherine M., y, de pronto, se convirtió en una celebridad mundial. Traducido a 45 idiomas, aquella narración explícita de sus propios encuentros sexuales con desconocidos vendió tres millones de ejemplares. Instalada desde entonces en la polémica, la impulsora del manifiesto de 100 mujeres francesas contra el movimiento #MeToo, firmado, entre otras, por Catherine Deneuve, es hoy, a sus 71 años, una intelectual heterodoxa cuyas opiniones sobre feminismo, sexo o arte no dejan a nadie indiferente.

«Mi padre me golpeaba. Pero mi sexualidad no es fruto de aquella infancia. No creo en esas cosas. En mi memoria no ha quedado dolor»

XLSemanal. Ha escrito sobre sexo, las aventuras extramatrimoniales de su marido, los golpes que le daba su padre… ¿Hay algo que le resulte demasiado íntimo para contarlo?

Catherine Millet. El sexo y las intimidades del cuerpo no me importan, no me cuesta escribir sobre ellas. Pero sí reflejar los sentimientos. La vida sexual de Catherine M. es un buen ejemplo. Prácticamente no hay sentimientos. Solo puedo escribir sobre ellos pasado un tiempo, la cuestión sobre la que escribo debe estar ya cerrada.

XL. Un sentimiento muy doloroso es querer hijos y no poder. ¿Escribiría sobre esa frustración?

C.M. Hoy sí. Pero en otra fase de mi vida me habría sido imposible. El deseo de tener un hijo estuvo muy relacionado con el acercamiento que tuve con mi madre. Chocábamos a menudo. Pero, al final de su vida, nos acercamos y me di cuenta de que quería ser madre. Pero no lo fui.

XL. ¿Cómo se hizo periodista?

C.M. Me puse a trabajar a los 18 años. Empecé con empleos a media jornada, luego fui representante de productos de belleza, una de las pruebas más terribles que pueda haber para personas tímidas. En aquella época, muchas mujeres estaban en casa todo el día y yo iba de puerta en puerta con una maleta llena de cosméticos. Horroroso. Después trabajé en una cadena de hipermercados, en las oficinas. El día que quisieron ponerme en la caja, de cara al público, lo dejé. Empecé a publicar dos años más tarde.

Catherine Millet: "Las mujeres tienen mucho poder sobre los hombres cuando recurren a su sexualidad"

Catherine Millet -fundadora y directora de la revista mensual Art Press- posa con su marido, el escritor francés Jacques Henric, en su casa de París en 2006. Se conocieron en 1971 y se casaron en 1991.

XL. En 2009 publicó un libro entero sobre sus celos: Celos: El otro lado de Catherine M.

C.M. Sí. Porque descubrí que podía transformar ese sufrimiento en acción y que así se convertía en algo ambivalente, algo a partir de lo que se desarrollaba cierta forma de goce.

XL. En un pasaje de su libro Une enfance de rêve (Una infancia de sueño) está en un baño, hace calor, tiene dolores menstruales, sangra… Cuando una crítica literaria le preguntó por ello, dijo que buscaba escenas vividas pero nunca antes escritas…

C.M. Lo que las mujeres vienen creando desde el siglo pasado, en literatura, arte o cine, es muy nuevo. Es lógico porque hasta entonces sólo los hombres habían contado historias. Y en ellas no aparece la regla ni la manera en la que las mujeres hablan del sexo. Hay muchas lagunas que rellenar. Además, suelen ser más concretas, más claras, menos enrevesadas.

XL. ¿Es difícil encontrar las palabras adecuadas para contar todo lo que pasa en el sexo?

C.M. Es lo más complicado. No puede sonar a informe médico, pero tampoco demasiado metafórico. Tiene que sonar como si se lo estuvieras contando a alguien. Con la complicación de que casi nadie habla de estas cosas. Así que, cuando escribía, hacía como si se lo estuviera contando a una buena amiga.

XL. En Une enfance de rêve relata los golpes que recibió de su padre, la violencia física y psicológica que sufrió de niña. ¿Su vida sexual es fruto de esa violencia?

C.M. Mi sexualidad no es fruto de aquella infancia. No creo en esas cosas. En mi memoria no ha quedado dolor. Siempre entendí a mis padres, lo tuvieron difícil. Carecían de la revisión intelectual, de esa reflexión sobre las cosas que también es un sostén en la vida diaria. Ellos simplemente la vivieron como les vino, sin esa protección.

XL. ¿Qué le dieron sus padres?

C.M. Los observaba. Estaban casados, vivían juntos, se llevaban bien, pero el amor lo encontraban fuera de la familia. Aquello me enseñó que a veces poner etiquetas es un error: matrimonio, familia, felicidad… Esta información me ha sido muy valiosa, me ha preparado.

XL. Vargas Llosa dijo sobre su libro. «La verdad es que sus orgasmos parecen con frecuencia mecánicos, resignados y hasta tristes».

C.M. Es interesante porque en el libro apenas describo mis orgasmos. Y no lo hago por el simple motivo de que es muy difícil. En Francia, al orgasmo se le llama ‘la pequeña muerte’, es como experimentar una ausencia pasajera. ¿Cómo se describe un momento en el que resulta imposible observar con la necesaria concentración? Seguramente, Vargas Llosa se refería a que el acto sexual en sí es bastante monótono. Te quedas saciada, pero a los diez minutos ya estás otra vez buscando lo mismo. Es incluso repetitivo. Giacomo Casanova también era repetitivo.

XL. ¿Qué escritores, o escritoras, han descrito mejor el sexo?

C.M. El inglés D. H. Lawrence, autor de El amante de Lady Chatterley. Es el mejor del mundo. Describe el placer femenino extraordinariamente bien. Nadie, ni siquiera una mujer, lo ha hecho como él. La escritora estadounidense Anaïs Nin dijo una vez que lo describía tan bien como si él mismo fuera mujer.

XL. ¿Cómo lo hacía?

C.M. Utilizaba las metáforas del mar, de las olas, de las corrientes que empujan y arrastran, con un lenguaje maravilloso. Lawrence pasó mucho tiempo con mujeres, noches enteras de conversación al calor de la chimenea. Las observaba. Las hacía hablar. Las escuchaba. Y estaba muy enamorado de su esposa, a la que le permitía sus infidelidades.

«Hay que conservar la espontaneidad en la relación entre ambos sexos. Si no, matamos el amor»

XL. Usted, junto con la actriz Catherine Deneuve y otras, fue una de las mujeres que se pronunciaron sobre el movimiento #MeToo en el diario Le Monde. Defendían el derecho de los hombres a ser insistentes. La libertad de la mujer, añadían, debía incluir también la posibilidad de ser molestada. ¿Por qué pensaron que era necesaria esa toma de posición?

C.M. Tenemos que conservar la espontaneidad en la relación entre ambos sexos, un mínimo de imprevisibilidad. Una de las grandes alegrías de la vida es el dejarse ir, el perder el control. Como es natural, nuestra intención nunca fue justificar la libertad de atacar físicamente a otra persona, de violarla. A lo que nos referíamos era al cumplido, a la ayuda galante en el día a día, a un roce en la mano. Lo que me molestaba del #MeToo era denunciar cualquier tocamiento de cualquier hombre. Creo que deberíamos preservar la libertad de expresar nuestros deseos, tanto hombres como mujeres, y en ciertas circunstancias hacerlo también de forma inapropiada. Si acordamos un contrato antes de besarnos, matamos el amor.

XL. Barbara Nagel, profesora de Literatura en la Universidad de Princeton, ha desarrollado una teoría del flirteo. Dice que no hay nada más eficaz para trastocar las relaciones de poder. Cuenta que es desestabilizador, a veces incluso subversivo, puede que hasta emancipatorio.

C.M. Obviamente, las mujeres tienen mucho poder sobre los hombres cuando recurren a su sexualidad. Es una forma de influencia. Pero también pueden querer solo sexo sin nada a cambio.

XL. Es redactora jefa de la revista de arte Art Press. En su libro cuenta abiertamente sus relaciones sexuales con hombres del mundo del arte, con empleados, con artistas, con compañeros de profesión. ¿Nunca le preocupó una acusación de acoso sexual?

C.M. No, porque nunca he acosado. Un amigo pintor me dijo una vez: «Si un artista se acuesta contigo, a lo mejor solo lo hace porque eres una prestigiosa crítica de arte». A lo que yo le contesté: «Sí, puede ser, pero ¿qué le voy a hacer? Tengo el estatus social que tengo».

XL. No sentirse culpable… ¿es posible que sea esa la mayor muestra de rebeldía de la que una mujer puede hacer gala?

C.M. Es una de las cosas que me más sorprendió del movimiento #MeToo. Había mujeres que decían que se sentían culpables si un hombre las tocaba en el metro. Quizá eran jóvenes y guapas y puede que algunas incluso fueran vestidas de una forma que resultara provocativa, pero ¿por qué sentirse culpables? No deberíamos avergonzarnos. El comportamiento femenino de la culpa y la rigidez me parece algo del siglo XVIII. Creía que las mujeres habían aprendido a defenderse hacía ya tiempo.

Catherine Millet: "Las mujeres tienen mucho poder sobre los hombres cuando recurren a su sexualidad" 1

XL. ¿No tiene días en los que se siente sin fuerzas para defenderse?

C.M. Hay días en los que te notas intimidada, estás cansada, te sientes indefensa. Esos días no grito: «¿Qué haces? ¡Largo de aquí!», sino que simplemente me alejo, evito a la persona, pongo fin a la situación. En nuestra cultura, la imagen de la mujer está asociada a su sexo. En el francés del siglo XVII se hablaba de la mujer como de personne du sexe, ‘persona de sexo’. Esta relación ha llegado hasta nuestros días. Como es natural, en la actualidad, las escritoras, artistas y directoras de cine ya ofrecen imágenes de la mujer no sexualizadas. Pero si vas a un museo de Prehistoria y miras las primeras esculturas de la humanidad, ves que son figuras de Venus con unas características femeninas muy marcadas. La asociación entre feminidad y sexualidad sigue firmemente anclada en nuestra cultura y no va a desaparecer de la noche a la mañana.

«Muchas mujeres se divorcian, creo yo, por el sexo. Son independientes, pueden elegir en función de quién las satisface mejor»

XL. ¿La vida sexual de las mujeres ha mejorado?

C.M. Sí, las feministas mejoraron las condiciones sociales para las mujeres, también trajeron la idea de la realización sexual. Muchas mujeres ni siquiera sabían que podían aspirar a ella. Las mujeres son más exigentes, y el sexo tiene una relevancia mayor en la relación de pareja. En mi entorno hay muchas mujeres que se divorcian, creo yo, por el sexo. Son económicamente independientes, pueden elegir en función de quién las satisface mejor. Pero por ahora solo se trata de una pequeña teoría que he elaborado a partir de mi círculo de amistades y compañeros de profesión.

XL. Es usted una persona que se observa a sí misma, su vida y sus experiencias.

C.M. Desde mi puesto de observadora, también me he ocupado mucho de los hombres. Me he puesto muchas veces en su lugar. Creo que es difícil cumplir siempre con esa imagen de la masculinidad. Que es incluso un peligro para ellos mismos. Paradójicamente, de ahí se deriva una gran fragilidad. Me gusta esa fragilidad.

XL. Hasta ahora solo hemos hablado de mujeres y hombres, pero usted se dedica a la crítica de arte. ¿Qué le recomienda a una persona que quiera comprar arte?

C.M. Un amigo mío, gran coleccionista, siempre decía: «Cuando voy a una galería y me encuentro con una obra de arte que me genera rechazo, la compro». Creo que tiene razón, que habría que sentirse provocado por el arte. Yo llegué así a Jörg Immendorff y a su obra. Un día me llamó su galerista y me ofreció escribir el prólogo de su nuevo catálogo. Le pregunté que por qué yo. No me gustaba especialmente lo que hacía, es más, me resultaba perturbador. Ahora se ha convertido en uno de mis pintores favoritos. El arte debe ser incómodo; si no, no es arte, es decoración.

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