Es uno de los artistas más innovadores y valorados del panorama actual. Sus obras buscan alterar, a través de la luz, el agua y la temperatura, la experiencia física y las sensaciones del espectador. Y lo consigue. Cuando su obra está a punto de llegar al Museo Guggenheim de Bilbao, Olafur Eliasson nos recibe en su estudio de Berlín. Texto y fotos: Daniel Méndez

Paredes de musgo, cascadas de agua, hielo de los glaciares, niebla, luz. Estos son algunos de los ‘ingredientes’ que usa el artista danés-islandés Olafur Eliasson para jugar con nuestra percepción del mundo. Nacido en Copenhague en 1967, hijo de inmigrantes islandeses, su nombre saltó a la fama con la instalación The Weather Project: colgó algo así como un inmenso sol en la Sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres en 2003. Más de un millón de personas visitaron la instalación: algunos veían en ella un amanecer de esperanza; otros, un paisaje apocalíptico. Y es esta pluralidad de percepciones -o, digamos, el visitante como autor de la obra- uno de los aspectos que más interesan a este artista. El año pasado, la Tate realizó una retrospectiva con una treintena de piezas realizadas entre 1990 y el presente. Ahora, la muestra -con algunas diferencias en las obras elegidas- aterriza en el Museo Guggenheim de Bilbao: se llama En la vida real y podrá visitarse entre el 14 de febrero y el 21 de junio. Pocos días antes de la inauguración, Olafur Eliasson -que vive a caballo entre Berlín y Copenhague- recibe a XLSemanal en su estudio de Berlín.

Olafur Eliasson: el creador de sueños: "Cuando dibujo, la presión del lápiz influye en la rotación de la Tierra" 3

la instalación ‘The Weather Proyect’, de 2003 catapultó a Eliasson a la fama. La obra daba lugar a muy distintas percepciones entre el público. Photo: Andrew Dunkley & Marcus Leith. Courtesy of the artist; neugerriemschneider, Berlin; Tanya Bonakdar Gallery, New York /Los Angeles.

XLSemanal. La muestra se llama ‘En la vida real’, ¿por qué?

Olafur Eliasson. A menudo contemplamos el espacio artístico como algo relacionado con la imaginación, la utopía: algo fuera de este mundo. Pero ir a un museo es acercarse al mundo. No vas para escapar de la realidad, sino para verla en mayor definición.

XL. De hecho, usted ha dicho que su estudio es una máquina productora de realidad. Curioso, porque al final lo que usted hace es jugar con nuestras percepciones…

O.E. Sí. Pero también me refiero a mi estudio como una máquina de sueños. En realidad, me gusta considerar mi estudio como parte de la sociedad civil. No veo el arte como algo periférico ni añadido a la sociedad. Sino como parte de ella. Es algo muy importante, especialmente en momentos en que el arte o la cultura son marginados por la clase política, que los ve como un lujo, algo no necesario.

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Eliasson, de 53 años, en el estudio de Berlín donde crea sus obras de arte con sus colaboradores. El artista está casado con una historiadora del arte y tienen dos hijos, adoptados en Etiopía

XL. Gran parte de su mensaje gira en torno al cambio climático.

O.E. Es evidente que el planeta colapsará si continuamos como hasta ahora. Tenemos que rediseñar el sistema, inventar nuevos métodos que permitan un equilibrio entre la humanidad y el planeta.

XL. ¿Estamos a tiempo?

O.E. Es muy tarde. Hemos llegado a un punto que da mucho miedo. Pero creo que la gente empieza a entenderlo.

«No soy creyente, pero tampoco ateo. Sería terrible prescindir por completo de lo que no es cuantificable. Y no me refiero solo a Dios»

XL. También se puede hacer algo en los museos. Por ejemplo, cuando la retrospectiva pasó por la Tate, usted intervino en el restaurante y creó un menú ecológico para la ocasión.

O.E. Sí. Eso no lo haremos en el Guggenheim. En parte porque su restaurante ya pone el acento en lo local. Pero en cualquier caso los museos tienen su papel. Todos lo tenemos. Creo firmemente en el principio de que, cuando escribes una carta o dibujas, la presión del bolígrafo sobre la hoja influye en la rotación de la Tierra.

XL. Habla metafóricamente, claro.

O.E. Puede parecer una abstracción, pero es real, aunque a una escala tan pequeña que no lo percibimos. ¡Pero es importante que entendamos que es cierto!

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Muchas de las obras de Eliasson, como esta, titulada ‘Rainbow assembly’, de 2016, buscan llamar la atención sobre el cambio climático, una de sus principales preocupaciones. Photo: Anders Sune Berg Museum of Contemporary Art, Los Angeles, CA, USA

XL. ¿Moraleja?

O.E. No subestimemos lo que podemos hacer. Y lo que podemos aprender. Muchas veces la gente no reacciona por falta de información, se siente marginada. Y es más proclive a tomar decisiones estúpidas.

XL. ¿Por ejemplo?

O.E. Es más fácil que políticos que usan un lenguaje nacionalista y populista den voz a ese grupo marginado. Por eso es importante que abracemos el principio de la inclusión. La exclusión hace que un grupo desinformado y marginado pueda ser radicalizado y conducido a una forma severa de nacionalismo, sea de izquierdas o de derechas.

«Me convertí en buen dibujante gracias a una relación paternal no del todo sana. Dibujaba para obtener el reconocimiento de mi padre»

XL. Usted va más allá del arte: por ejemplo, con su proyecto Little Sun han creado lámparas solares para África.

O.E. Yo soy un artista, pero me junté con un ingeniero y creamos una alternativa a las lámparas de petróleo. Cuando me preguntan por qué lo hice, respondo. porque podía. Diseñar esta lámpara, producirla y llevarla al África rural no es fácil, pero no es imposible. Ya hemos enviado un millón de estas lámparas.

XL. Volvamos a su estudio: lleva su nombre, pero aquí trabajan cerca de cien personas.

O.E. Sí, depende de los proyectos que tengamos en marcha. Pero somos muchos, sí.

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El estudio de Eliasson, una antigua fábrica de cervezas, aloja a un equipo de cerca de cien trabajadores. Artistas visuales, arquitectos, matemáticos o artesanos trabajan para hacer realidad el concepto de arte de Olafur. Y cuatro veces a la semana comen juntos en The kitchen, que ocupa la última planta del edificio: comida vegetariana y ecológica que ha dado lugar a su propio libro de recetas. Photo: María del Pilar García Ayensa

XL. ¿Qué perfiles trabajan aquí?

O.E. Gente con conocimiento en campos que yo no controlo tan bien. Gente capaz de diseñar en ordenador, arquitectos, científicos, especialistas en cine y vídeo, redes sociales, educación… Muchos talentos me ayudan a incrementar la calidad de mi mensaje. También están implicados de modo crítico: si digo una estupidez, me lo dicen.

XL. ¿Y el artista no pierde protagonismo?

O.E. Hace 30 o 40 años podía verse así. Pero desde los ochenta los artistas jóvenes tienden a trabajar en equipo. En cualquier caso sigue siendo muy importante reivindicar la autoría y la autoridad del artista.

«Ir a un museo es acercarse al mundo. No vas a una exposición para escapar de la realidad, sino para verla con más definición»

XL. De adolescente bailaba break dance y ha dicho que ese fue su primer acto artístico.

O.E. Me interesaba mucho la danza. Cuando vi el break dance por primera vez, sentí una fuerte
conexión: me brindaba la oportunidad de decir algo con mi cuerpo. De adolescente era muy delgadito. No me interesaban el fútbol ni las motos. No era un macho al uso. Sin embargo, a través de la danza vi que podía hacer una declaración de masculinidad. Me permitió crecer. Y lo he usado mucho desde entonces.

XL. ¿Y cómo conecta la danza con su carrera artística?

O.E. En la importancia del cuerpo. Me interesó, por ejemplo, desmaterializar el espacio en torno
a la persona y por eso empecé a trabajar con la luz. El baile me abrió un gran mundo.

XL. Dice que empezó a dibujar para impresionar a su padre.

O.E. Mi padre era artista y mi madre, costurera. Trabajar con las manos era algo muy normal para
mí. Mis padres estaban divorciados, y mi padre trabajaba en un barco de pesca como cocinero, así que no lo veía mucho. Y siempre dibujaba cosas para él, para obtener su reconocimiento. Y así trataba de compensar su ausencia. Seguramente es una reacción muy natural ante una situación paternal no del todo sana. Pero gracias a eso me convertí en un buen dibujante.

XL. Nació en Copenhague, pero sus padres eran islandeses. Y usted pasó temporadas en Dinamarca e Islandia.

O.E. Eso ha hecho que mi identidad no se defina por fronteras nacionales. Puedo tener más cosas en común con alguien de Etiopía, París, Japón o América que con cualquier danés.

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Prueba de una de las obras que se exhibirán en el Guggenheim, bajo el título de ‘En la vida real’. Se expondrán una treintena de obras, esculturas, fotografías, pinturas e instalaciones. Photo: María del Pilar García Ayenza / Studio Olafur Eliasson

XL. No le interesan las fronteras.

O.E. Soy muy escéptico sobre ellas. Y me preocupa la polarización del mundo. Soy un gran defensor de la Unión Europea y creo que Naciones Unidas es una de las instituciones más importantes del planeta. Creo en otra manera de forjar la identidad. Me gusta decir que soy como una cebolla.

XL. ¿Perdón?

O.E. Estamos hechos de capas. Si las retiras una a una, al final no queda nada. No somos como los melocotones, que tienen un hueso en su interior. Es decir, que no nacemos con una identidad dada. Se va creando, capa a capa, según crecemos.

XL. ¿Es usted religioso?

O.E. A la fe me gustaría quitarle las armas y el dinero. La fe unida al dinero y a la propiedad de la tierra crea problemas. Se ha derramado más sangre en nombre de la fe que en nombre de cualquier otra cosa.

XL. ¿Es usted ateo?

O.E. No soy creyente, pero tampoco ateo. El ser humano necesita cierta espiritualidad. Estoy convencido de que acabamos de empezar a comprender la sofisticación de nuestro plantea. Y sería terrible prescindir por completo de lo que no es cuantificable. Pero no me refiero solo a Dios, sino a todo lo que no conocemos todavía.

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