Dice que no era un niño prodigio, aunque reconoce que sí «algo especial». De familia de artistas, su talento y su conexión con la música eran tales que con poco más de 20 años ya triunfaba en Hollywood. Ganador de dos Goyas y un Emmy por sus bandas sonoras, ahora saca disco propio. Hablamos con este extraordinario. Por Ixone Díaz-Landaluce/ Fotografía: Pedro Walter

Lucas Vidal: mis preferencias musicales top 5

Cuando tenía diez años, su pasatiempo favorito era quitarle el sonido a la ‘tele’ e imaginar qué banda sonora compondría para cada película. Nacido en una familia con una larga tradición musical, Lucas Vidal (Madrid, 1984) siempre lo tuvo claro. Por eso, estudió composición de bandas sonoras en Berklee, una de las mejores escuelas de música del mundo, antes de pasar por la mítica Juilliard y terminar poniendo en marcha su propio estudio en Hollywood, donde compuso la música de cintas como El enigma del cuervo o taquillazos como Fast and Furious 6. Todo eso siendo veinteañero.

Después de pasar diez años con un pie en España y otro en Los Ángeles (y después de ganar dos Goya en 2016 por la banda sonora de Nadie quiere la noche, de Isabel Coixet, y la canción original de Palmeras en la nieve, de Fernando González Molina), el año pasado Vidal volvió para quedarse.

El confinamiento, en su casa de Madrid, no ha cambiado su rutina de trabajo. Él ya sabía lo que era teletrabajar con una niña pequeña en casa. De hecho, no ha parado: está trabajando en la banda sonora de Dime quién soy, basada en la novela de Julia Navarro, pero también en la miniserie Los favoritos de Midas (con Luis Tosar), en la esperada serie de Movistar Paraíso y en la película de acción Xtremo. En septiembre, además, publica su primer disco: Karma, donde pone su formación clásica al servicio de la música electrónica. Sin complejos, porque Vidal no es un purista, sino un apasionado.

Lucas Vidal: "Cuando tuve cáncer, no sentí miedo, yo solo quería componer y comerme el mundo" 5

Lucas Vidal: «He tenido pesadillas pensando que se me estaba yendo la olla»

XLSemanal. La película que hemos vivido daría para una gran superproducción. ¿Ha compuesto alguna melodía apocalíptica durante el confinamiento?

Lucas Vidal [se ríe]. ¡No! Tengo tantos proyectos que no he tenido tiempo. Varias personas muy próximas han sufrido la enfermedad y componer ha sido una vía de escape a esta locura.

XL. O sea que ese bloqueo creativo del que se han quejado algunos artistas no le ha afectado.

L.V. Todo lo contrario. He trabajado con mucha disciplina y he tratado de no estar pegado todo el día a las noticias porque esa ansiedad no me ayuda. Además, soy muy práctico: trabajo con la primera idea que tengo, no me tiro cinco horas dándole vueltas.

«Con cinco seis años, me podía pasar toda la tarde jugando con mis legos y escuchando a Schumann, Wagner o Ravel. Supongo que estaba predestinado a dedicarme a esto»

XL. Tocaba el piano con tres años y la flauta travesera con siete. ¿Era un niño prodigio?

L.V. No creo, pero sí especial… Tenía una conexión innata con la música y me montaba mis propios puzles mentales a partir de lo que escuchaba.

XL. ¿Y qué música se escuchaba en su casa?

L.V. Mis padres, solo música clásica. Con cinco o seis años, me podía pasar toda la tarde jugando con mis legos y escuchando a Schumann, Wagner o Ravel. A veces, escuchaba la música de mi hermano: Michael Jackson, Mecano, Celtas cortos… [se ríe]. Pero solo de pasada.

XL. Además, su abuelo, José Manuel Vidal Zapater, fundó Hispavox, la discográfica que lanzó a Raphael o a Karina…

L.V. Sí. Y mis primos (Yury, Zenayda y Nadia Yanowsky) son bailarines, igual que mis tíos… Crecí yendo al Auditorio Nacional y a los conciertos de Radio Televisión Española los fines de semana. Supongo que estaba predestinado a dedicarme a esto.

XL. Supongo que con sus amigos no podía hablar de música clásica, ¿no?

L.V. ¡No! Tenía casi una doble vida: los viernes salía de fiesta con ellos hasta las seis de la mañana y el sábado a las diez, clase de piano clásico [se ríe]. Pero nunca me trataron como a un bicho raro.

XL. Con 16 años, asistió a un curso de verano en Berklee College, una de las escuelas de música más prestigiosas del mundo. Y se encontró en su salsa…

L.V. Sí. Mi plan era estudiar Derecho y Empresariales, pero cuando llegué a Berklee conocí por primera vez a gente como yo: adolescentes con mis intereses, chavales de todo el mundo, auténticos genios. Cuando volví a España les dije a mis padres: «Chatines, esto es lo mío».

XL. Le diagnosticaron un cáncer con 21 años, ¿cómo encajó la noticia?

L.V. En ese momento, mi sueño era grabar con orquesta y había logrado que estudiantes de otros conservatorios tocaran conmigo. Si veía a alguien cargando un instrumento, lo paraba, le contaba el proyecto y, como no podía pagarles, les ofrecía una carta de recomendación y pizza. ¡Todos decían que sí por la pizza! A cinco días de mi primera grabación orquestal, me dicen que tengo cáncer.

XL. Vaya palo…

L.V. Sí, pero lo viví con mucha normalidad: mi padre es médico. Fueron tres meses de ‘quimio’, se me cayó el pelo y esas cosas, pero nunca tuve miedo a la muerte. No era una opción para mí. Yo solo quería componer y comerme el mundo.

XL. Ha dicho. «Hollywood es un gran hipermercado y la industria española, un súper de barrio». ¿Sigue siendo así?

L.V. Eso debió ser hace muchos años, porque el súper de barrio ya es un supermercado gourmet a lo bestia. La industria española ha crecido una barbaridad gracias a las plataformas y los técnicos no tienen nada que envidiar a los americanos. Se hacen producciones alucinantes. Estamos en un momento muy dulce, pese a la crisis de la COVID-19.

«En España se vive muy bien. Tenemos una red de asistencia social, sanidad, educación pública… Sentirte protegido por el estado es un gran aliciente. Es bonito»

XL. Lleva un año instalado en España. ¿Por qué regresó?

L.V. Los Ángeles fue una época, pero se terminó. Volver a España era un paso natural. Desde mi portátil, puedo trabajar o tener una reunión en un avión o en un tren, desde España o desde cualquier otro lugar. Puedo participar en proyectos españoles, norteamericanos o mexicanos. Además, aquí se vive muy bien y están mi familia y mis amigos. Por fin, siento que estoy en casa. Y otra cosa más. Sentirte protegido por el Estado es un gran aliciente.

XL. Sobre todo en este contexto de incertidumbre global, ¿no?

L.V. Exacto. No me quiero meter en política, no me interesa, pero el hecho de que el Estado vele por ti es muy importante. Allí, todo está privatizado y tú solo eres un individuo más. Puedes triunfar y llegar a ser presidente, pero no tienes esa red de seguridad si las cosas van mal. Aquí tenemos asistencia social, sanidad y educación públicas… En mayor o menor medida, el Estado sigue estando ahí. Y es bonito sentirse protegido.

XL. Siempre ha compuesto música para otros y, ahora, se lanza a editar su propio disco. ¿Qué tenía la necesidad de contar?

L.V. Aunque mi formación es clásica, con 15 años empecé a salir de fiesta con mis amigos y me empezó a gustar la música electrónica. Luego, me fui a Estados Unidos y lo dejé. Pero en 2016, después de ganar los Goya, decidí salir de mi zona de confort y explorar ese género que tanto me gustaba. Cancelé todos mis proyectos y dije que no a directores muy importantes.

XL. Pues tenía que tenerlo muy claro…

L.V. ¡Tenía pesadillas pensando que se me estaba yendo la olla! Pero tenía mucha ilusión por unir la música orquestal con la electrónica. Sentía esa necesidad.

XL. Por cierto, ¿por qué ‘Karma’?

L.V. Porque todas las decisiones que se toman en la vida pasan factura, para bien o para mal. Y porque para mí este ha sido un tiempo de muchos cambios. Le he dado vueltas a conceptos como la felicidad, pero también al origen psicoanalítico de algunos problemas y hasta a la evolución del ser humano. El año pasado empecé Antropología por la UNED…

XL. ¿Y eso?

L.V. Me interesa mucho el tema, pero… ¡Me catearon! Pensé que iba a sacar un diez en un examen y me dieron ‘pal pelo’ [se ríe]. Lo tengo un poco aparcado, pero me gustaría retomarlo.

«Hay que dejarse de Esnobismos. El trap y el regueton me parecen muy interesantes. Claro que ahí también hay arte. Ser purista solo te deja en el pasado»

XL. A los puristas lo de ‘música electrónica orquestral’ les debe sonar a blasfemia, no?

L.V. Sería una buena señal que los puristas lo criticaran. Al final, ¿dónde está el éxito? Yo creo que está en intentar innovar y unir dos registros tan diferentes.

XL. Y qué piensa de géneros como el ‘trap’ o el reguetón?

L.V. Me parecen superinteresantes. Ser purista solo te deja en el pasado. Está claro que ahí también hay arte. En cualquier campo artístico tiene que haber nuevas formas de expresión. Y en la música hay una evolución y una revolución necesarias. Hay que dejarse de esnobismos.

Lucas Vidal: "Cuando tuve cáncer, no sentí miedo, yo solo quería componer y comerme el mundo" 3

«Disciplinado, perseverante y práctico». Así se define Vidal cuando se trata de trabajar. Incluso cuando está de vacaciones viaja con su portátil para poder seguir componiendo. Y eso que tiene una hija de apenas dos años, una de las razones que le animó definitivamente a volver a España

XL. Es dueño de un Emmy y dos Goyas. ¿Para qué sirven los premios?

L.V. Tienen que ver con el ego. Hacen ilusión, pero lo que cuenta es el proyecto que tienes entre manos.

XL. Hablando de egos, ¿cómo mantiene el suyo a raya?

L.V. Todos tenemos nuestro ego. Es natural y hasta bueno, en su justa medida. Y es cierto que en el showbusiness hay grandes egos. Creo que depende de si eres un artista que vive pegado a Instagram y se va a la cama pensando cuántos followers tiene o si eres un artista de verdad, porque lo que te gusta es crear. Yo creo que pertenezco a ese segundo grupo. Cuando llega el verano, nunca pienso: «Qué bien, ¡un mes de vacaciones!». Me voy a Asturias, me llevo el portátil y compongo allí tomándome pequeños descansos. Vivo para la música. Se sufre mucho, pero te llena mucho más.

XL. John Williams y Ennio Morricone recibirán en otoño el Premio Princesa de Asturias de las Artes. ¿Qué significan esos dos genios para usted?

L.V. Para cualquier persona de mi generación, Williams es la conexión con la infancia. La Guerra de las Galaxias, E.T., Indiana Jones, Parque Jurásico… Y de Morricone recuerdo haber visto Cinema Paradiso con mi hermano siendo muy pequeño. No entendía nada, pero como mi hermano lloraba, yo también lloraba [se ríe]. Me marcaron más como espectador que como músico. ¿Y a quién no?

XL. Desde el punto de vista de la composición, ¿qué hace de Williams un genio?

L.V. Su capacidad de orquestación, de ese sonido que recupera en Tiburón. Su música acompaña perfectamente lo que pasa en la pantalla. Lo hace de una manera muy elegante y épica. Y muy emocionante. De Williams me encanta su trabajo en Superman.

XL. ¿Y Morricone?

L.V. Sus melodías son muy bonitas y elegantes, con unos cambios de tono muy interesantes. Se nota que ha escuchado mucha ópera y que ha estudiado a los grandes. Tiene un sello único. Eso es lo más difícil.

«La cultura es una herramienta esencial de la marca España. A la gente le fascina los Ángeles porque lo ve en el cine. Luego llegas al paseo de la fama y es un horror, pero logran que queramos ir»

XL. ¿Teme que la crisis sanitaria sea una sentencia de muerte para las salas de cine?

L.V. Espero que no sea la puntilla y que la gente quiera volver al cine. Aunque también creo que de aquí van a salir otro tipo de formas de consumir cultura que no necesariamente significarán meterse en un cine.

XL. El de la cultura es uno de los sectores más castigados por la pandemia. ¿Qué opina cuando desde algunos sectores se les etiqueta de ‘subvencionados’?

L.V. A través de la cultura es como damos a conocer nuestro país al mundo, es una herramienta esencial para la marca España. Y eso afecta directamente al turismo, por ejemplo. Mucha gente piensa: ¿qué tiene que ver un thriller o una comedia española con el turismo? Pues mucho, muchísimo.

XL. Explíquese.

L.V. ¿Por qué a la gente le fascina tanto Los Ángeles? Pues porque es lo que hemos visto a través del cine americano. Luego, llegas al Paseo de la Fama y es horrible, pero han conseguido que queramos viajar allí, que consumamos productos americanos. Cómo? ¡A través del cine!

XL. Le da a todos los palos: bandas sonoras de series y películas, ‘trailers’, producciones de danza, marcas comerciales… ¿Cómo se asegura de mantenerse fresco e inspirado?

L.V. Mi motor es seguir aprendiendo. Si hay algo que no sé, investigo, le dedico tiempo, veo un montón de tutoriales, me documento… Al final, lo que te llena como ser humano es el conocimiento. O así es como yo veo la vida. Y espero que sea así hasta el día que me muera.

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