¿En qué momento se perdió Britney Spears? La mayor estrella adolescente de todos los tiempos sufrió un acoso sin precedentes que la llevó al colapso. Bajo la tutela de su padre desde 2008, un documental revisa su dramática historia. Por Fernando Goitia/Fotos: Getty Images/Cordon y Lagencia

Es su estreno televisivo, uno de esos programas que juzgan talentos infantiles. Britney Spears tiene 10 años y acaba de derretir a la audiencia a base de notas altas y gorgoritos con una romántica y popular pieza country. El presentador, de 70 años, se acerca y le pregunta: «¿Tienes novio?». «No. Los novios son malos», responde. El hombre, arrugas profundas y ralo cabello blanco, replica: «Yo no soy malo. ¿Qué tal yo?». Confusa, Britney balbucea un: «Bueno, eso depende…», y el público estalla en carcajadas. El anciano se dirige entonces al rival de Britney, un chico sureño (como ella) de 12 años. «Creo que vives en una granja, cuéntanos cómo es eso», le dice con desinterés.

Veintinueve años después, la escena revela una sordidez que a nadie escandalizó en 1992. «Como si no hubiera otras cosas que preguntar a una niña», lamenta Hailey Hill, estilista de la cantante durante casi un lustro, en Framing Britney Spears, un documental del New York Times que relata la ascensión y caída del mayor ídolo adolescente de la historia. O, dicho de otro modo, el proceso que acabó por quebrar la salud mental y la estabilidad emocional de Britney Spears, puesta bajo tutela legal de su padre hace 13 años tras ser incapacitada por un juez para decidir sobre su propia vida y sus finanzas.

La caída de Britney Spears: el poder destructor de la misoginia y el machismo

Britney con su padre, James, bajo cuya tutela vive desde 2008. A la derecha: con Sam Asghari, su pareja actual, de 26 años. Descendiente de iraníes, es un reconocido empresario del ‘fitness’.

La película señala a la industria musical y a los medios, grandes beneficiarios de sus éxitos y fracasos, como últimos responsables de esta tragedia, si bien toda la sociedad americana en su conjunto sale mal parada en este relato sobre el poder destructor de la misoginia y el machismo.

Más allá del citado episodio televisivo, la prepotencia y aversión hacia las mujeres impregna la carrera de Britney desde el momento en que se da a conocer, con apenas 17 años. Asomó, de hecho, nada más aterrizar en el olimpo cuando, de forma recurrente, los periodistas le preguntaban por su virginidad. A lo que ella, cándida, respondía que se preservaría hasta el matrimonio, como corresponde a una pueblerina de Luisiana criada en pleno ‘cinturón de la Biblia’, la inmensa región sureña dominada por el cristianismo evangélico.

Britney, mala; Justin, bueno

Su imagen virginal, sin embargo, no sobrevivió a la adolescencia. Fue hecha trizas por el tratamiento mediático de su ruptura con Justin Timberlake. Ambos tenían 18 años cuando empezaron a salir. En 1999, Britney acababa de ser coronada ‘princesa del pop’ y Justin era uno de los miembros de NSYNC, boy band de ventas millonarias. Fueron, durante tres años, los ‘novios de América’ y su separación, en 2002 –año en que Forbes nombró a Britney la celebridad más poderosa e influyente del mundo–, se convirtió en el gran filón de un sensacionalismo que rápidamente tomó partido.

«¿Te la tiraste?», le preguntaron a Justin Timberlake en la radio. Y él dijo: «Sí, me la tiré». Avivado por la polémica, el primer disco del cantante superó los diez millones de copias

Ella optó por el silencio, pero él, con su primer disco en solitario recién lanzado, insinuó que Britney le había sido infiel. «Me ha hecho mucho daño», declaró Justin. Las renqueantes ventas de su álbum cogieron así carrerilla, alentadas sobre todo por un segundo sencillo, Cry me a river, en cuyo videoclip aparece una doble de Britney mientras canta afligido por el desamor.

«Los medios tomaron el vídeo como un hecho cierto y Justin se entregó en cuerpo y alma a dar pábulo a la idea de que ella lo había engañado –subrayan Cris Celada y Tomás Castro, fundadores de Leer es Sexy, un proyecto filosófico-humorístico-cultural que lleva un lustro diseccionando fenómenos de masas como el de Britney desde una perspectiva de género–. En todas las entrevistas que concedieron hay una empatía total hacia él y un reproche constante hacia ella. Justin es el chico bueno que ha sufrido, mientras Britney es presentada siempre como una zorra».

La crudeza del apelativo resulta difícil de limar ante la avalancha de portadas y titulares hirientes que inundaron los quioscos. Tantos que, de haber nacido en la Edad Media, Britney habría sido arrojada a la hoguera. Al fin y al cabo, el simple rumor público, la «mala fama», bastaban para que la Inquisición te abriera un procedimiento. Nadie prendió fuego a la cantante, ni siquiera cometió delito alguno, pero el mundo entero la juzgó… Y la condenó. Incluso las mujeres.

'Framing Britney Spears', el documental desvela el poder destructor de la misoginia y el machismo

Su ruptura con Justin Timberlake, en 2002, destruyó su imagen de adolescente virginal. La prensa dio por cierta la versión de él, que la acusó de haberle sido infiel.

Barbara Walters, mito de la televisión, la acusó de vender un modelo de mujer inapropiado para las niñas. Y Britney respondió: «No soy una niñera. Canto y bailo, nada más». Diane Sawyer, icono de la CBS, también dio por cierta la versión de Timberlake. «¿Qué le has hecho a Justin?», le preguntó. Antes de responder, Britney respiró hondo: «Estaba enfadada, pero siempre tendré un lugar en mi corazón para él. Es muy buena persona».

Justin, sin embargo, no cesó de avivar el incendio a su favor. «¿Te la tiraste?», le preguntaron en la radio. Y él, lejos de reconvenir al locutor, respondió: «Sí, me la tiré». Afirmación que derivó en un grosero titular de portada en una revista masculina: «¿Podremos perdonar a Justin Timberlake por toda esa música para maricas? Hey, al menos, le quitó los pantalones a Britney Spears». Las ventas del primer álbum del cantante para entonces superaban ya los diez millones de copias.

Britney, mientras tanto, prefería replicar a Timberlake de forma más sutil. Primero con el vídeo de Everytime, respuesta a Cry me a river, en el que se suicida para resucitar feliz y renovada. Más tarde, su beso a boca abierta con Madonna en los premios MTV sonó a dulce venganza ante un impávido Timberlake, inmortalizado en la platea con cara de repóker. Comparado con lo que vino después, sin embargo, toda esta polémica suena hoy a peccata minuta​.

Su maternidad disparó la demanda por fotos ‘robadas’ de la estrella en escenas cotidianas. Llegaron a cotizar a millón de dolares por pieza

En 2004, Britney se casó con Kevin Federline, miembro de su cuerpo de baile y también del de Timberlake. Federline esperaba un segundo hijo de su pareja anterior, lo que le valió numerosas críticas, sumadas a las acusaciones de braguetazo dada la disparidad en popularidad e ingresos entre los cónyuges. Bajo ese fuego cruzado, la pareja tuvo dos hijos mientras la demanda por ‘robados’ de la estrella en escenas cotidianas se disparaba hasta el millón de dólares la pieza.

La llegada de su primer hijo pronto desató el debate sobre la idoneidad de la artista como madre. Dos imágenes claves diluyeron cualquier duda al respecto: Britney tropezando a la salida de un hotel en Nueva York con su hijo Sean en brazos, y Britney al volante de su coche con el niño en su regazo. El veredicto fue contundente e inmediato. «Baby in danger» se llegó a titular. Nadie incluyó en el relato que las dos veces huía de la turba de fotógrafos ansiosos por su pedazo de Britney. Lo ilustra en el documental Brittain Stone, director de fotografía de US Weekly, una de las revistas que más alto pujaba. «Por cada foto que comprábamos quintuplicábamos la inversión», revela.

En una entrevista a Matt Lauer, presentador de la NBC, Britney explicó así su reacción. «Con los niños pasan cosas, accidentes, pero no a todo el mundo le enfocan 80 cámaras las 24 horas del día, 7 días por semana». La charla con Lauer, quizá la más empática de su carrera, proseguía con otro revelador episodio. El pequeño Sean, contaba su madre, se cayó de una silla, se golpeó en la cabeza y, al llevarlo al hospital, el médico sacó a colación su fotografía con él al volante y la cuestionó como madre. Días después, los Servicios Sociales se presentaron en su casa para investigarla.

'Framing Britney Spears' desvela el poder destructor de la misoginia y el machismo

La tutela es una condición ‘sine qua non’ para que Britney pueda ver a sus hijos, Sean Preston (15) y Jayden James (14). En septiembre celebraron así el cumpleaños de Sean.

Era 2007, el peor año de su vida. Tenía 25 años, dos hijos, un divorcio en proceso y sufría un acoso insaciable. En febrero ingresó en rehabilitación y, al salir, se rapó la cabeza. Todos la tacharon de loca. Percepción agudizada cuando, tras abandonar otra clínica, fue a casa de Federline para ver a sus hijos, este se lo impidió y en el camino de vuelta golpeó con su paraguas el coche de un paparazi. Daniel Ramos, el fotógrafo en cuestión, admite que la persiguieron durante horas, pese a sus ruegos para que la dejaran en paz. «No fue una buena noche para ella, pero nos sacamos un dineral por las fotos», señala.

El escarnio público alcanzó así un grado superlativo que Tomás Castro, de Leer es Sexy, califica de «bullying masivo y nacional». Como ilustrativo ejemplo, el documental muestra un programa cuyo presentador lanza esta ultrajante propuesta: «Nombra algo que Britney Spears haya perdido este año». ¡Su marido! ¡Su pelo! ¡Su cordura!, enumeran los concursantes. Y, de haber esperado unos meses, seguramente habrían añadido: ¡Sus hijos! Ya que en octubre de ese año perdió la custodia de Sean y Jayden Federline.

Un año después, un juez decretaba la tutela que concedía a su padre el control de su vida. También el manejo de su fortuna –60 millones de dólares–, aunque a medias, en este caso, con un abogado designado. La tutela por incapacidad, curiosamente, no impidió a Britney grabar cuatro álbumes de estudio con ventas millonarias, actuar tres días por semana en un casino de Las Vegas, realizar una gira mundial, lanzar un perfume, una línea de lencería o hacer de jurado en Factor X.

'Framing Britney Spears', el documental desvela el poder destructor de la misoginia y el machismo 3

A pesar de su aislamiento, acentuado por la pandemia, Britney nunca ha dejado de ser perseguida por los paparazis. Esta imagen es de junio cuando salió a dar un paseo.

«Incapacitar a las mujeres no es nuevo –señala Cris Celada–. Quizá suene estrambótico relacionar a Britney con Juana la Loca, pero son eslabones de una cadena que incluye a Camille Claudel, amante de Rodin enviada a un manicomio; a Colette, cuyo marido firmó sus primeras obras sin el mínimo escrúpulo; e incluso a Judy Garland, obligada a drogarse de niña para soportar largos rodajes y vetada más tarde por los mismos ejecutivos que forzaron su adicción».

La gran apuesta de un padre

Como respuesta a la tutela, de hecho, surgió el hashtag #FreeBritney, en pro de su ‘liberación’. Britney, de hecho, lucha por ello desde 2019, tras la renuncia del abogado que cotutelaba sus recursos financieros. Su padre, James Spears, un emprendedor de escaso éxito que lo apostó todo a la carrera de su hija desde que esta cumpliera 8 años, quedó así como tutor absoluto hasta que Bessemer Trust, un fondo de inversión, fue designado coadministrador en noviembre de 2020. Decisión que James Spears recurrió para recuperar el dominio único, recurso que fue rechazado hace escasas semanas. Fue una victoria parcial para la estrella –por primera vez la Justicia delimitaba el papel del padre como tutor y escuchaba los argumentos de la hija–, aunque los analistas creen que hay tutela para rato.

Quizá cuando termine, Britney se decida a hablar. Al fin y al cabo, ella misma admitió en sus años más turbulentos: «Se dicen cosas de mí que no son del todo ciertas. Hay muchas cosas que la gente no sabe de mí que quiero que sepan». Confía en ello Felicia Culotta, asistente y compañera de viaje de la cantante desde sus inicios, cuyo testimonio abre y cierra el documental. «Sé que en algún momento contará su historia –señala–. Y ese día todo encajará en su lugar».

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