Es la última gran amenaza. El Estado Islámico domina un territorio del tamaño de media España. Tienen petróleo, agua y un inmenso arsenal, pero quieren más. Su sueño: emular al califato Omeya. Así es la vida en el lugar más peligroso del planeta. Por Steffen Gassel y Raphael Geiger 

¿Por qué nadie frena a los hombres del Estado Islámico? ¿Cómo han conseguido redibujar el mapa de oriente próximo con tanta facilidad? Para entenderlo, hay que remontarse al inicio de la guerra civil Siria, en 2011. A los alzados contra el presidente Bashar Al Assad se unieron diversos grupos: el Ejército Sirio Libre, los kurdos y el Frente Al-Nusra, brazo sirio de Al Qaeda. En los primeros momentos, el régimen liberó a los radicales encarcelados buscando criminalizar a la oposición. Fue en esas cárceles donde los reclutas del ISIS aprendieron a torturar.

La Internacional del terrorismo

Los radicales transformaron la contienda civil en una guerra santa. Se unieron a ellos sirios e iraquíes, tunecinos, libios y chechenos, pero también británicos y alemanes. Ahora forman un ejército de unos 15.000 combatientes; la mayoría, llegados del extranjero: tres mil de ellos desde Europa. Les gusta combatir de noche, con sus aparatos de visión nocturna. De día se defienden. «Son extremadamente buenos: muy móviles, muy creativos», dice Michael Eisenstadt, del Instituto para la Política en Oriente Medio, en Washington.

Los islamistas extraen en torno a 80.000 barriles de crudo al día y consiguen por ello unos dos millones de dólares diarios

Desde verano de 2013 han conquistado un territorio del tamaño de Gran Bretaña, con ocho millones de habitantes. El EI tiene su capital en Al Raqa (Siria) y ha eliminado la frontera con Irak. Su jefe es Abu Bakr al-Baghdadi, el hombre que proclamó el nuevo Estado el 27 de junio desde Mosul, segunda ciudad iraquí.

Lo hizo subido al púlpito de una mezquita de 900 años. Su mensaje a la umma, la comunidad mundial de musulmanes, fue claro: soy vuestro líder.

Al-Baghdadi vestía de negro, ante la bandera negra del EI, color bajo el cual el islam conquistó un imperio entre los Pirineos y Pakistán en el siglo VIII. Aquel califato duró más de 500 años bajo el dominio de la dinastía Omeya y la Abasí. Sus califas se labraron gran prestigio como regentes tolerantes; las ciudades florecieron como centros multiculturales donde prosperaron la ciencia y el comercio. El líder del EI, sin embargo, no pensaba en los valores de aquella época cuando subió al púlpito para proclamarse califa.

El objetivo: el califato

Su nombre completo es Abu Bakr al-Baghdadi al-Husseini al-Qurashi. Un Qurashi es alguien que procede del clan de Mahoma. Y con su nuevo título, «califa Ibrahim», Abu Bakr traza una referencia directa a Abraham, el hombre que construyó la Kaaba en la Meca, y reclama su autoridad sobre los lugares santos del islam y el dominio de la península arábiga, toda una afrenta a la Casa de Al-Saud, la poderosa monarquía saudí.

Pero Al-Baghdadi no se quedó ahí. «Ha llegado el momento de que la umma de Mahoma despierte de su sueño. Quedó atrás el tiempo de los lamentos. El sol de la yihad se ha alzado. La bandera del Estado Islámico se ha izado. Los muros de los gobernantes injustos han caído. Sus soldados están muertos, prisioneros, vencidos. Los infieles han sido deshonrados. Los castigos corporales de la sharia se aplican de nuevo. Las cruces y sepulcros están destruidos. El sueño que los fieles albergan en lo más profundo de su corazón se hace realidad. Ese sueño es el califato».

La vida de las mujeres

Shamila y Salma (nombres ficticios) tienen 15 y 17 años, llevan vaqueros ajustados y están sentadas en una cafetería de la ciudad turca de Urfa. Hace unas semanas iban cubiertas con velo por las calles de Al Raqa, su ciudad. En el califato, las mujeres solo pueden mostrar los ojos. Cualquier otra cosa es haram, prohibido. Chicas y chicos juntos: haram. Hombres dando clase a chicas: haram. La asignatura de Filosofía: haram. Las estrictas normas de vestimenta entraron en vigor en enero, cuando el EI conquistó la ciudad. Los combatientes repartieron niqabs (velos islámicos) entre las familias pobres. Los demás tuvieron que pagarlos de su bolsillo a 20 dólares la pieza. Shamila y Salma, ambas de familia laica, vivieron bajo normas que nunca habían conocido. Su ciudad se transformó. La vida se volvió silenciosa. Triste.

Los combatientes fueron a su escuela. Golpearon a los profesores que no les parecían religiosos y a algunos se los llevaron. Al principio, solo golpeaban a los hombres porque no podían tocar a sus mujeres. Más tarde incorporaron a mujeres a sus filas para encargarse de los castigos femeninos. La gente dejó de ir a la plaza central, donde se exhiben las cabezas de los ajusticiados a la vista de los niños. Para ellos, la infancia no existe. a partir de los 15 años los envían al frente.

La tardía postura de Obama

El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, se refirió a los combatientes del EI como integrantes de una «liga juvenil» a los que no se podía comparar con Al Qaeda. En mayo afirmó que el EI era ya la principal amenaza. En agosto ordenó bombardeos en Irak para frenar los avances del grupo y, el pasado 10 de septiembre, en un discurso televisivo desde la Casa Blanca, anunció que extendería los ataques aéreos a las posiciones del EI en Siria.

Los bombardeos comenzaron hace dos semanas, después de que Obama se asegurara el apoyo de cinco países árabes -Baréin, Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar-, entre los más de 40 gobiernos que se han sumado a la coalición, para dejar claro al mundo -aseguró el presidente- «que esta no es solo una lucha de América».

Desde el entorno de los servicios de seguridad estadounidenses se afirma que el grupo terrorista es altamente profesional y cuenta con una formación y un equipamiento excelentes. Los combatientes actúan como un verdadero Estado dotado de potentes fuerzas armadas. Es lo más aterrador que he visto en mis años de servicio , afirma Eric Holder, secretario de Estado de Justicia.

¿En qué se diferencia de Al Qaeda?

Los combatientes del EI han conseguido lo que Occidente no ha logrado en 15 años: que Al Qaeda sea irrelevante. El EI es más poderoso y peligroso de lo que Al Qaeda fue nA primera vista, ambos parecen similares, unidos por su odio hacia Occidente. Pero sus estrategias son diferentes.

El objetivo de Bin Laden era el califato, sí, pero, lejos de luchar contra los regímenes de Oriente Medio, empujaba a sus muyahidines a atentar contra los países occidentales que apoyaban a los gobernantes impíos de Arabia.

Gestionan sanidad, enseñanza, servicios sociales… Vigilan que las bombonas se butano se vendan llenas y controlan el precio de la gasolina

La rama iraquí de Al Qaeda, de la que procede el EI, no ha tardado en superar en radicalidad a las demás, y su jefe, Abu Bakr al-Baghdadi, no es el nuevo Bin Laden, es el anti-Bin Laden. Quiere el califato y lo quiere ya. Por eso lo idolatran los jóvenes radicales, por eso desean unirse al EI. Y lo hacen por miles. «Disponen de miles de miembros, muchos de ellos con más de diez años de experiencia en combate -afirma el analista Michael Eisenstadt- Y si han sobrevivido tanto tiempo en el campo de batalla es porque han hecho las cosas bien».

El EI ya no muestra ningún tipo de consideración hacia organizaciones como la palestina Hamás o los Hermanos Musulmanes de Egipto. A sus ojos no son más que un puñado de renegados. A fin de cuentas han participado en elecciones, por lo que obtienen su legitimación política de los ciudadanos y no de Alá.

¿Por qué es un estado?

Lo que hace tan peligroso al EI es su potente organización y su coordinación. Sin ellas, no habría surgido todo un Estado a partir de un puñado de extremistas. La milicia no solo posee campos de entrenamiento y secuestra a occidentales en busca de financiación, también gestiona refinerías de petróleo y recauda impuestos como cualquier otro Estado.

En ciudades como Al Raqa, los hombres del EI gestionan el trabajo de los funcionarios de sanidad, enseñanza, seguridad ciudadana y el conjunto de los servicios sociales. En los mercados, sus hombres controlan que las bombonas de butano que se venden estén llenas e imponen precios asequibles en las gasolineras.

Simultáneamente, sus unidades de combate persiguen una ambiciosa estrategia expansionista y cuentan en sus filas con militares de alta graduación del antiguo ejército de Sadam Husein, experimentados en el uso de armas químicas y biológicas. Hace unas semanas, reporteros de Foreign Policy descubrieron en un ordenador que había pertenecido al EI documentos para convertir en un arma la peste bubónica.

Disponen de miles de millones de dólares

El EI es el grupo terrorista más rico del mundo, su fortuna asciende a miles de millones de dólares. Antes de los ataques del 11-S, Al Qaeda tenía un presupuesto anual de unos 30 millones; los atentados en sí costaron un millón.

El EI ha ingresado diez millones solo con el pago de rescates, según cálculos de los Estados Unidos. Esa cifra no incluye los ingresos obtenidos por los periodistas franceses y españoles liberados la pasada primavera. Y todavía tiene en su poder docenas de rehenes de países occidentales. El dinero tardará en acabárseles. Los islamistas extraen en torno a 80.000 barriles de crudo al día y consiguen por ello unos dos millones de dólares diarios. El precio del barril en el mercado hoy es de 100 dólares; el EI lo oferta por entre 25 y 60 dólares. Parte lo refina en su territorio, otra parte se desvía al contrabando en forma de crudo y pasa en camiones cisterna a los vecinos Turquía, Irán y Jordania, donde se vende en el mercado negro.

El EI también usa el petróleo para comprarse el favor de la gente. Una de sus primeras medidas tras conquistar la ciudad de Deir Al-Zur fue bajar los precios de la gasolina.

En todo caso, la mayoría de quienes permanecen en territorio EI no lo hacen por lealtad, sino porque no se pueden permitir la huida. Son pocos los que apoyan a los integristas. Cuando, a mediados de julio, un tribunal condenó a muerte por lapidación a dos mujeres acusadas de adulterio, la mitad de la ciudad se congregó en el parque de la ejecución. El EI había llevado un camión cargado de piedras, pero nadie se acercó a cogerlas. Luego llegaron unos combatientes del EI y lanzaron las piedras ellos mismos.

El placer de torturar

En el territorio del EI hay muchas personas con motivos para temer a la muerte. Pero también hay valientes que protestan. Una doctora de Mosul describe en su blog cómo ella y sus compañeras han mantenido la clínica en funcionamiento tras la caída de la ciudad, «a pesar del miedo a ser asesinadas», como cuenta en una de sus entradas. «Aunque hubiéramos tenido la posibilidad de huir y dejarlo todo, no se nos ha pasado por la cabeza ni una sola vez abandonar nuestro trabajo, a nuestros pacientes».

Han logrado lo que EE.UU. intenta desde hace 15 años: que Al Qaeda sea irrelevante. Pero el nuevo enemigo es mucho más poderoso

Asimismo, el EI impone sus normas de vestimenta en Mosul y lo hace, como cuenta la doctora, «con insultos, amenazas y desprecios». En la puerta del hospital se instalaron vigilantes que prohibían entrar a las empleadas que no fuesen cubiertas. Algunos miembros del personal les explicaron que no podrían asistir a sus pacientes vestidas así, que con los velos no verían bien en el quirófano. Los hombres del EI respondieron insultando a gritos a las mujeres.

Poco después, la doctora publicó otra entrada en su blog, esta vez con un tono más desesperado. Detrás del fanatismo se esconde algo más que el amor a la religión o al poder. Se esconde algo malvado que aprenderemos a odiar.

La ley del terror total

En territorio del Estado Islámico viven ocho millones de personas bajo un régimen de terror. Imponen su ley a golpe de descuartizamientos, asesinatos comunales, empalamientos, decapitaciones, violaciones o ahorcamientos, dejando los cadáveres en la plaza pública durante días.

Forrados y armados hasta los dientes

Controlan puntos claves del petróleo y el gas iraquí, cuyo contrabando les rinde dos millones de dólares al día. También practican el secuestro, atracan bancos y cobran impuestos. Semejante liquidez les da acceso a armamento sofisticado, además de contar con el arsenal robado a los ejércitos de Irak y Siria y a otros grupos armados.

¿Por qué levantan el dedo?

A estos combatientes les gusta posar de esta guisa. El gesto, sin embargo, no es exclusivo de su organización. Al alzar el dedo índice, los musulmanes de toda índole no solo los yihadistas indican su pertenencia al islam. Con ello cumplen con uno de los cinco pilares de su credo. afirmar su fe en un único Dios y en la profecía de Mahoma. Los miembros del Estado Islámico, en todo caso, suelen completar su pose mostrando un fusil o pisando las armas capturadas al enemigo.

¿Por qué llevan banderas negras?

Trincheras, controles de carretera, puestos de falafel Allá donde mire en territorio del Estado Islámico, encontrará esta bandera negra con las siguientes frases. No hay más Dios que Alá y Dios. Profeta. Mahoma. El símbolo es un legado de la dinastía Abasí, cuyas tropas, en el siglo VIII, portaban un estandarte oscuro cuando arrebataron el califato a los omeyas. Hoy, el símbolo es usado por islamistas radicales de todo pelaje.

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