De niña sobrevivió a un padre violento, más tarde su novio fue condenado tras darle una paliza. A Rihanna ya nada la asusta. Ni siquiera el escándalo: su último vídeo ha sido censurado en doce países, pero ella sigue su ascensión. Reina en Internet, vende millones de discos y, sobre todo, no se muerde la lengua. Así es Robyn, la joven rebelde que se convirtió en Rihanna. Por Carlos Manuel Sánchez

Rihanna: el poder, el sexo y 76 millones de 'followers'

Rihanna: el poder, el sexo y 76 millones de 'followers'

Lleva tres años sin disco y, aun así, es la mujer que más gana en la industria músical. Ahora se pasa a la moda y lo hace a lo grande,…

¿Qué hace una estrella del pop lanzando una arenga semejante a los seis millones de seguidores de su Twitter? Lo normal es que tu jefe de relaciones públicas se encargue del asunto y lo ventile colando chorradas inocuas y promocionales. Pero Robyn Rihanna Fenty (Saint Michael, Barbados, 1988) no es una estrella típica. Por supuesto que en su uso de las redes sociales hay una vertiente publicitaria, descarado spam para consumo de incondicionales: 39 millones y medio en Facebook, la tercera persona con más seguidores. Pero entre la hojarasca hay confidencias que son genuinas. Una joven de 23 años que se desahoga («¡Oye, no soy Dios!»), que se sincera («Estaba tan borracha que no me acuerdo de nada; es oficial, mi hígado ha muerto»), que se pone morada de espaguetis y luego reconoce que tiene celulitis («Mis amigas me dicen que estoy estupenda y que me calle la boca, pero sé que tengo un problema debajo de la falda»), que se lo pasa bomba en una despedida de soltera o que se aburre de lo lindo. Al fin y al cabo, Rihanna pertenece a una generación que ha crecido compartiendo penas, euforias, flechazos, desamores y bostezos con una pantalla de ordenador o de móvil de por medio. Fuera del ecosistema virtual, a Rihanna le cuesta relacionarse: «Soy tímida. No me abro con la gente. Si no conozco a alguien, no suelo decir gran cosa, me limito a observar. Y la gente piensa que soy una mala pécora y una estirada».

«Soy tímida. No me abro a la gente. Si no conozco a alguien, no suelo decir gran cosa, me limito a observar. Y la gente piensa que soy una mala pécora y una estirada»

Pero fijémonos en la advertencia. «¡Tened cuidado! Le puede pasar a cualquiera». Rihanna sabe de lo que habla. Ha sido víctima de la violencia de género. Por dos veces. Antes y después de ser Rihanna (del árabe, «albahaca dulce»). Su padre, cocainómano, convirtió el hogar familiar en un infierno cuando Rihanna todavía era simplemente Robyn, el nombre de pila de la niña que creció en una isla perdida entre el Caribe y el Atlántico y que cantaba a todas horas éxitos de Whitney Houston, hasta el punto de que los vecinos la apodaban El Petirrojo. Y su primer novio, el rapero Chris Brown, le dio una paliza cuando ya era un icono adolescente, la chica del paraguas (Umbrella, el éxito que la catapultó en 2008). Sin embargo, no hay una pizca de autocompasión o apocamiento en el carácter de Rihanna. «¡No dejes que los bastardos te hundan!», truena. Al contrario, ha desarrollado una personalidad agresiva, desafiante. No quiero que la gente se sienta mal por mí . Y muy controvertida. Su último videoclip, censurado en una docena de países, muestra cómo una joven violada por su pareja se toma la justicia por su mano y lo mata a tiros. Cuando a Rihanna le dijeron que la BBC había vetado la canción, soltó un improperio: «¿Me estás jodiendo? Voy a ver qué ha pasado». Y cuando el Consejo Televisivo de Padres de Estados Unidos la fustigó aduciendo que lanzaba un mensaje erróneo, Rihanna no se amilanó: «Yo no soy madre. ¡Qué manía con que tenga hijos! Man down es el vídeo más visto en YouTube esta semana. Gracias a mis fans y, muy especialmente, gracias al consejo de padres. Este éxito se lo debo a los que me quieren… y a los que me odian». Y explicaba que la moraleja de la historia no era el ojo por el ojo, sino «fortalecer a las mujeres, darles poder».

Pero la actitud de Rihanna hacia los abusos es más ambigua de lo que parece. Un año antes de esta polémica, protagonizó otra con un sesgo contrario. Le letra de un dueto con Eminem ensalzaba la violencia machista. «Me hace daño, pero me da placer», era el estribillo. Y en el clip, una pareja se tira los trastos a la cabeza y luego duerme abrazada.

Rihanna: "Que un hombre tome el control en el dormitorio me parece 'sexy'" 1

La protagonista recibe un bofetón de su novio y a continuación se besan con ternura. Unas declaraciones de Rihanna a la revista Rolling Stone resultan desconcertantes. «Creo en serio que soy un poco masoquista». No es algo de lo que me sienta orgullosa. Y no me he dado cuenta hasta hace poco. Supongo que es común entre quienes han sido testigos de abusos domésticos. «Nunca pueden apreciar la belleza de una rosa a menos que se pinchen con una espina». Y proclamaba: «Me gusta que me azoten. Llevo las riendas de mi vida, pero me divierte ser sumisa en el dormitorio. Allí dentro puedo ser una señorita y tener a un macho que tome el control. Eso es sexy. Trabajo mucho y tomo un montón de decisiones, así que en la intimidad prefiero sentirme como la chica de alguien».

¿Era una pose para vender discos de su sencillo S&M (siglas que en inglés significan «sadomaso»)? ¿Una provocación? ¿En qué quedamos? ¿Qué Rihanna es la auténtica? ¿La que se rebela contra los golpes o la que se somete a ellos, aunque sea solo en el contexto de un juego de pareja que se puede ir de las manos? Probablemente, ni ella misma lo sabe. Todo forma parte de un proceso difícil: digerir un pasado traumático. Una maduración durante la cual es inevitable dar palos de ciego. Por eso Rihanna exuda autenticidad y no deja indiferente.

¿Cómo puede una niña de nueve años superar ver a su padre fumando crac tirado en el sofá, balbuceando incoherencias mientras el cenicero rebosa colillas

¿Cómo puede una niña de nueve años superar ver a su padre fumando crac tirado en el sofá, balbuceando incoherencias mientras el cenicero rebosa colillas y papel de aluminio con los restos de cristal de coca? ¿Cómo sobreponerse a los viernes, día de paga, a sabiendas de que llegará borracho y con ganas de repartir estopa a diestro y siniestro? Hay que ser mentalmente durísima. Una auténtica superviviente. Y Rihanna lo es. Es la esencia de su personalidad. Como los gatos, sabe caer de pie incluso en las peores circunstancias. Uno de sus 14 tatuajes, a la altura de la clavícula, es esclarecedor. Never a failure, always a lesson («Nunca un fracaso, siempre una lección»). Una pistola en las costillas y una calavera con peluca rosa en el tendón de Aquiles dan más pistas. «Mi vida está escrita en mi piel. Son mensajes personales. El arma significa poder y protección», explica. Fue cadete del ejército de Barbados, donde aprendió a disparar.

«Mi padre sufrió malos tratos de pequeño. Y está resentido con las mujeres. Por desgracia, lo pagó con mamá. No excuso la violencia, pero he analizado la causa del problema»

«Siempre soñé con ser una estrella del pop, desde muy pequeñita». Ese sueño infantil, tan común en tantos niños, tenía una textura diferente en el caso de Rihanna. Era un sueño de evasión de una realidad acanallada. Ese componente desesperado le otorgaba la fortaleza molecular del cuarzo. La pequeña Robyn era una niña que lo somatizaba todo. Estudiante de sobresalientes. Le encantan los idiomas, aunque lo primero que aprende de cada lengua son las palabrotas. Últimamente blasfema en alemán. Recuerda que sufrió acoso escolar por el color de su piel, más claro de lo habitual en su país. De la noche a la mañana, aquella empollona con trenzas se vuelve solitaria y siempre le duele la cabeza. Los médicos pensaban que tenía un tumor. Le hicieron resonancias. Los dolores desaparecieron cuando su madre le echó valor para pedir el divorcio. Monica es una madre coraje que mantuvo a la familia con su sueldo de contable y aguantó lo inaguantable. Ronald, el padre, trabajó en un almacén hasta que lo despidieron. Desde entonces, había utilizado el sueldo de su mujer para pagarse la droga. Rihanna tiene dos hermanos pequeños, a los que siempre tuvo que cuidar. Conservó la impronta de chica arisca. «Mi primer beso fue en el instituto. Y fue lo peor. Me metió la lengua hasta las amígdalas. Me traumatizó». No quiso saber más de novietes en mucho tiempo. También pasa de drogas. «Solo soy adicta a las bebidas energéticas».

De no haber sido cantante, asegura, habría estudiado Psicología. «Me siento muy mal por mi padre. Él también sufrió malos tratos de pequeño. Albergaba resentimientos hacia las mujeres porque dice que su madre nunca lo protegió de las palizas de su padrastro. Por desgracia, lo pagó con mamá. Mi madre fue la víctima. No estoy excusándolo. Lo que está mal está mal. Y todavía lo culpo. Pero entiendo dónde está el origen del problema». Ha intentado varios acercamientos y reconciliaciones. Incluso lo ha invitado a alguna gira. Pero siempre acaba sintiéndose traicionada por su progenitor, que ha vendido exclusivas a la prensa con declaraciones y fotos que la han dañado.

«No tengo que hablar con él [Chris Brown] nunca más en mi vida. Pero tampoco lo quiero perjudicar. Y la orden de alejamiento le impedía actuar en galas donde yo estuviese»

También se mostraría empática con Chris Brown, su primer amor, condenado a cinco años de libertad condicional y seis meses de servicio comunitario por agresión y amenazas. E intercedió por él para que el juez levantara la prohibición de acercarse a ella a menos de 50 metros. Lo que fue muy criticado. «No tengo que hablar con él nunca más en mi vida. Pero tampoco lo quiero perjudicar. Y la orden de alejamiento le impedía actuar en galas donde yo estuviese. Pero está visto que nunca puedes complacer a todo el mundo. Unas veces dicen que soy muy dura y al minuto siguiente que soy una idiota y una blanda -se queja-. Pero lo he superado. Dios tiene una manera extraña de hacer las cosas y aquello me sirvió de punto de inflexión. Lo supe una mañana al levantarme. Sentí que quería ponerme en pie y estar en el mundo», declaró a la revista Marie Claire. Su última relación conocida fue con el jugador de béisbol Matt Kemp, con el que cortó hace unos meses. «Desde entonces estoy a dos velas».

Rihanna: "Que un hombre tome el control en el dormitorio me parece 'sexy'" 2

Con el jugador de béisbol Matt Kemp

La vida de Rihanna había dado un vuelco a los 15 años. Por entonces ya hacía sus pinitos. Ganó una competición escolar de talentos con una versión de Hero, de Mariah Carey, y un concurso de belleza. No obstante, hoy reniega de este tipo de certámenes. «Siempre buscan el mismo tipo de chica: delgada, alta y con el vientre plano. Para mí, la belleza radica en sentirte cómoda contigo misma, con una actitud positiva y con estar en paz con lo que tienes y aceptar lo que eres. La belleza no tiene tallas, estaturas, tamaños, medidas ni razas. Cada persona es única». Tiene el físico poderoso de una velocista caribeña. «Estoy agradecida por mi cuerpo, pero sé que el culo y las tetas son lo primero que se estropea. No me preocupa». Confiesa que come pasta con glotonería y que le encanta hacer la compra y cocinar siempre que puede. «Quemo calorías caminando. Me encanta pasear por los aeropuertos». No le queda más remedio, viajes y trabajo la tienen absorbida. «Siempre estoy pensando y probando cosas, diseñando, puliendo ideas… Trato de ponerme al día. Así que al final no descanso nada».

El encuentro decisivo sucedió en 2003. Una amiga le presentó al productor musical Evan Roger, que estaba de vacaciones en Barbados con su mujer. Lo encandiló. Emigró a Estados Unidos con 16 años y firmó un contrato con Def Jam, que quiso hacer de ella un sucedáneo de Beyoncé, hasta que se dio cuenta de que Rihanna era demasiado Rihanna para imitar a nadie. El resto es historia: 5 álbumes, 30 millones de discos vendidos y 100 millones de singles, 45 millones de descargas… Todavía está lejos de las grandes divas: Beyoncé, Madonna y Lady Gaga. Pero todo se andará: Rihanna cobra un mínimo de 410.000 dólares por actuación. Y se calcula que ha amasado un patrimonio de 74 millones de dólares (50 millones de euros) en tiempo récord. Y eso que en 2008 despidió a su gerente de negocios, supuestamente porque había sufrido una pérdida dramática de ingresos. Se publicó que apenas le quedaban 20.000 dólares. Luego se supo que casi todo el dinero había sido reinvertido en nuevos proyectos empresariales.

Porque Rihanna ya no es solo una estrella del pop. Es una marca comercial. Una máquina de generar cash. Un conglomerado que abarca moda, perfumes, cine, publicidad, filantropía y, por supuesto, música. Para crear un disco contrata a 50 personas, entre escritores, músicos y técnicos. Los encierra durante un par de semanas en el estudio y de la tormenta de ideas surgen canciones en cantidades industriales, unas 200, de las que finalmente se graban una docena.

 Rihanna ya no es solo una estrella del pop. Es una marca comercial. Una máquina de generar ‘cash’

Imagen de Nike, Clinique, Gucci y ahora del centenario de Nivea. «La lata azul me trae recuerdos de mi infancia. Recuerdos buenos, para variar… Mi abuela insistía en que me diera la crema para asegurarse de que tuviese una buena piel. No me importaba nada mi piel por aquel entonces. La verdad es que vestía como un chico y era muy poco femenina». La cantante no olvida sus raíces. «Me aturde un poco oír todo el tiempo Rihanna, Rihanna, Rihanna… Cuando escucho Robyn, presto atención».

Privadísimo

Rihanna nació el 20 de febrero de 1988. Su madre, Monica, era contable; su padre, Ronald, supervisor en un almacén. Su infancia quedó marcada por la adicción de Ronald al crac y por las palizas que este le propinaba a su madre. La mayor de tres hermanos, comenzó a cantar a los 7 años, a los 14 sus padres se divorciaron y a los 16 un productor de renombre se la llevó a Estados Unidos.Con sus dos primeros discos, la prensa la acusó de parecerse demasiado a Beyoncé. A partir de 2008, sin embargo, la crítica bendijo su nuevo estilo y la revista People la incluyó en su lista anual de las 10 estrellas mejor vestidas.

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