Acaba de cumplir un año como miembro de la Real Academia Española. Con ella son solo cinco las mujeres que actualmente ocupan sillón: con ese motivo, la visitamos en su casa de Madrid para charlar con ella de los entresijos e intrigas de una institución en la que todo se debate. Por Virginia Drake

Es de apariencia frágil, esbelta, elegante y leve, pero su pluma y su manera de entender la vida hacen de ella una mujer sabia y contundente. Un dato: de pequeña, le daba miedo el agua y, de mayor, se hace 40 largos diarios; «las aficiones tardías se disfrutan más».

Con una obra escrita que supera los 30 títulos entre novelas, ensayos, relatos y cuentos cortos, tiene en su haber los premios literarios más codiciados en nuestro país -Planeta, Anagrama, Sésamo -, que, curiosamente, guarda en la cocina de su casa. Lleva poco más de un año ocupando el sillón `G´ de la Real Academia Española y acaba de cumplir los 65.

Entre azulejos árabes repletos de color, rodeada de perros y de albañiles levantando el suelo de su casa, nos recibe Soledad Puértolas justo cuando arranca la primavera, en una mañana fría pero luminosa, que ella convierte en cálida y risueña.

XLSemanal. El 28 de enero de 2011 ingresó en la Real Academia Española. Es la séptima mujer admitida en esta institución desde que se creara, hace 300 años. Hoy son solo cinco las académicas electas: Ana María Matute, Margarita Salas, Carmen Iglesias, Inés Fernández-Ordóñez y usted.

Soledad Puértolas. Mira, un amigo me trajo hace unos días este librito sobre la Academia, es de Juan Valera [1862]: «¿Que haga yo de ponerme serio para escribir que las mujeres tienen otros destinos más importantes y grandes que cumplir sobre la tierra que ser académicas?». Es genial, para él el destino de la mujer no era otro que el de estar en la casa con los hijos. Ja, ja, ja… Todo esto ya ha cambiado, pero no tanto como debiera.

XL. ¿Ve posible que se empezara a aplicar en la RAE un sistema de cuotas?

S.P. ¡Nooo! No lo veo posible, nadie lo iba a apoyar. Conociendo el origen de la Academia, creo que la manera de remediar esto tiene que ser de una forma natural, con la sensibilidad que tenga cada uno para incorporar mujeres. Yo tengo esa sensibilidad y por eso las echo en falta.

XL. Sin embargo, la literatura de este siglo es cosa de mujeres: somos mayoría tanto de escritoras como de lectoras.

S.P. Sí, sí parece que es así. Pero también habría que ver qué literatura es esa que leen las lectoras y qué es eso que leen los hombres. Teorizar así es complicado y peligroso. Los que hacemos literatura somos profundamente individualistas y nos cuesta generalizar.

XL. Si le doy un texto, ¿se atreve a decir si está escrito por un hombre o por una mujer?

S.P. No, te equivocas en un tanto por ciento elevadísimo. Este experimento lo he hecho yo en los concursos literarios con los miembros del jurado. Que conste que yo no me equivocaba; pero ellos, totalmente. Estaban convencidos de que detrás de un pseudónimo había una mujer, cuando luego resultaba estar un hombre. No es fácil detectarlo.

«Me encanta redefinir las acepciones. De la palabra ‘gallego’, yo quitaría una de las que tiene: la de ‘tonto’. Habría que enmarcarla mejor»

XL. Usted ha dicho que pasó de leer a escribir cuando estuvo «verdaderamente sola». ¿Hay que sentir la soledad para poder escribir?

S.P. Sí. Al menos tienes que tener la capacidad de crear esa soledad. Jane Austen escribía en la mesa camilla, en el salón… Ella creaba la soledad aunque no estaba sola. Requieres de una gran concentración para que esa historia que llevas dentro se imponga sobre la realidad. Yo tengo esa capacidad porque he escrito con mis hijos sentados en mi mesa. Eso también es un don.

XL. ¿Por qué empezó a escribir?

S.P. Pensaba que si otros escribían yo también podía hacerlo. De pequeña, después de leer un cuento, ya pensaba que si lo habían escrito personas como yo, yo podría hacerlo. Me parecía que escribir estaba al alcance de cualquiera.

XL. A su hijo Diego lo ha contagiado.

S.P. A los dos les gusta la literatura. Diego ha publicado dos libros y el otro, Gustavo, es profesor de Lengua y Literatura.

XL. Por cierto, según el informe PISA, el nivel de nuestros escolares es pésimo en Lengua; de hecho, es una asignatura que se les atasca a los niños. ¿Es un problema de temario, de profesores…?

S.P. Yo la gramática y el análisis del lenguaje los daría más tarde. Si no le coges cariño, resulta muy árida. Hay que inventar una fórmula para lograr que les guste y les interese. Porque, luego, de mayores, ves que la Lengua interesa muchísimo y crea debates muy encendidos.

«En la Academia hay camarillas, pero no son fáciles de detectar porque no son tan claras ni tan fieles… Hay mucho baile de sillas»

XL. Tengo entendido que tiene escritos varios poemas y que no se decide a publicarlos.

S.P. Es que no sé si llegarán alguna vez a alcanzar el nivel de lo publicable. Tienen que ser mejores.

XL. ¿Es más difícil la poesía que la novela?

S.P. Hay que tener el don poético. Es otro arte. Yo no tengo ese don, estoy mucho más cerca del don narrativo que del poético. Si me viene el don de vez en cuando y consigo veinte con don… a lo mejor los publico

XL. ¿Dentro de la Academia hay tanto protocolo, boato y camarillas como cuentan?

S.P. Protocolo y camarillas, sí; y más que boato, yo diría que hay mucha solemnidad; pero que, a la vez, se percibe un trato muy sencillo y muy afable. Hay una sensación muy agradable de cordialidad. Para una persona como yo, que viene de fuera, las camarillas son muy difíciles de detectar, porque no son tan claras ni tan fieles Hay mucho baile de sillas.

XL. ¿Es bueno que la edad media sea tan alta, por aquello de la edad y la sabiduría? 

S.P. Bueno, no es tan alta. Detrás de mí ya están Inés Fernández-Ordóñez, Javier Marías, Arturo Pérez-Reverte… Lo de la edad no está mal, aunque siempre es bueno que vengan jóvenes.

XL. ¿Hay muchos octogenarios que apenas van? 

S.P. Los que están en Madrid vienen; los de fuera, menos porque lo tienen más complicado. Por ejemplo, a Martín de Riquer yo no lo he visto nunca. A Pinillos, tampoco porque se está recuperando; pero me escribió unas cartas cariñosísimas y sigo teniendo muchas ganas de conocerlo. Ana María Matute tampoco viene por lo mismo; y José Luis Borau, porque ahora está recién operado y está en su casa.

XL. ¿Hay debate encendido en la Academia?

S.P. Muchísimo, muchísimo. Lo primero que me asombró al ingresar fue que no existe la rigidez que yo suponía. Para aceptar que una palabra se incluya en el diccionario, solo tiene que estar respaldada por una utilización periodística y literaria. Y eso enseguida se tiene, es facilísimo obtener documentación para apoyar que se incluya.

XL. ¿Así que periodistas y escritores hacemos el lenguaje?

S.P. Así es, no vale el respaldo de lo hablado, sino de lo escrito.

XL. Supongo que también desaparecerán palabras del diccionario porque son políticamente incorrectas: ¿trabajar como un ‘negro’, engañarte como a un ‘chino’, ‘gitanear’?

S.P. Claro, claro; pero si se siguen utilizando, no desaparecen. En estos casos, lo que se puede hacer es definir la acepción de una manera más neutra, explicando que es en tono despectivo De la palabra ‘galleg’, por ejemplo, yo quitaría una de las acepciones que tiene: la de ‘tonto’.

XL. Sí, sí, no están los tiempos para bromas, que los gallegos vienen mandando mucho.

S.P. [Risas]. No sé si esta acepción viene de Buenos Aires, pero habría que ver si se sigue utilizando o no. De cualquier forma habría que evitar decir que es sinónimo de ‘tonto’, y enmarcarla mejor. A mí me encanta redefinir las acepciones.

XL. Muchos piensan que la RAE no debe afrontar asuntos conflictivos. Sin embargo, parece que ha habido cierta unanimidad a la hora de respaldar el informe que Ignacio Bosque ha presentado sobre el lenguaje sexista.

S.P. Es así, una de las grandes inquietudes de la Academia era el lenguaje sexista. Este debate excita mucho. De hecho, parece que diputaciones y ayuntamientos llegaron a imponer multas por no utilizar el lenguaje tal y como se recomendaba en las guías. Esta actitud es la que ha propiciado que la Academia haya sido reclamada para que diera su opinión.

XL. Todo esto parece que empezó con Ibarretxe y sus famosos vascos y vascas y llegó al esperpento con los miembros y miembras de Bibian.

S.P. Exacto, pero las »miembras» no cuajaron, gracias a Dios [se ríe]. Otro debate polémico y encendido lo propiciaron los nacionalismos en ciertas autonomías, al darse el caso de que no llegaban las cartas a su destino si no se ponía el nuevo nombre que se le había dado a una localidad. Por ejemplo, si escribes ‘Fuenterrabía’, no llega la carta; tienes que poner »Hondarribia». Dentro de la Academia se llegó a proponer que pudieran ponerse los dos nombres indistintamente, pero esto se ha detenido de momento.

XL. ¿Afectan dentro de la RAE los cambios de Gobierno?

S.P. Claro que afectan, pese a que estas normas de lenguaje no se pueden reglamentar desde fuera de la Academia. Cuando cambian los gobiernos, se pueden crear nuevas polémicas o desaparecer las que había. Por eso hay cosas que se detienen, a la espera de ver qué va a pasar con el cambio. Hubo quien aconsejó que el informe sobre el lenguaje sexista debería haberse publicado después de las elecciones andaluzas, porque muchas de las guías partían de esta comunidad.

XL. Pero fue respaldado por 25 académicos…

S.P. Sí, por los que estábamos ese día allí, sí.

XL. ¿Y entre los 25 estaban las cinco mujeres. Ana María Matute, Inés Fernández-Ordóñez, Carmen Iglesias, Margarita Salas y usted?

S.P. Estábamos Carmen, Margarita y yo. Ese día no fue Inés, pero sé que a ella le pareció también muy bien porque lo hablamos. Ana María Matute no estaba porque, por su estado de salud, no va.

XL. ¿Entiende que haya mujeres que no se sientan representadas en el inclusivo masculino o que les moleste el uso genérico del masculino?

S.P. Todo el mundo tiene todo el derecho de ser todo lo susceptible que quiera. Yo, personalmente, no me siento ofendida en absoluto. Además, se ha separado completamente el sexo del significado de la palabra ‘hombre’, es lo que llamamos ‘género no marcado’. Dicho esto, también es cierto que yo he desarrollado cierta sensibilidad hacia determinados términos y prefiero decir ‘seres humanos’ mucho antes que utilizar la palabra ‘hombre’ como genérico.

XL. El informe le da buenos palos a la norma de imponer el doble uso, femenino y masculino.

S.P. Los da, los da; pero ¡bueno! Se trata de un informe que está respaldado y suscrito, pero es de autoría, no está coescrito. Está bien que lo haya hecho Bosque porque me parece correcto que un académico especialista en gramática lo diga. Ahora bien, no es un informe firmado por la Academia. Este es un pequeño matiz, pero importante.

XL. Da la sensación de que usted lo hubiera expresado  de otra forma.

S.P. Yo no soy gramática, pero no lo hubiera escrito así. Yo me pregunto mucho si las categorías de femenino y masculino están tan claras. Hay una ambigüedad tremenda. Yo no le daría la importancia que se le ha dado.

XL. Deduzco entonces que hay cuestiones del informe con las que no está de acuerdo.

S.P. Sí, a mí me parece planteable, por ejemplo, que el adjetivo tenga que ser siempre masculino cuando las palabras que adjetiva son masculinas y femeninas. Yo ya he empezado a escribir, por ejemplo. Estos libros y estas mesas son bonitas . Yo utilizo el femenino cuando la última palabra es femenina. De momento, nadie me ha dicho nada [risas].

XL. Ana Mato, la ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, ha vuelto a abrir la caja de los truenos con la denominación ‘violencia doméstica, machista, de género’

S.P. ¿Tan difícil les resulta catalogar la violencia del hombre contra la mujer? Para mí es violencia machista y es violencia doméstica. Yo utilizaría cualquiera de estas dos palabras antes que ‘violencia sexista’ o ‘de género’. Este es el ejemplo de que un cambio de gobierno puede modificar incluso las costumbres en el uso.  Y, al final, va calando.

XL. ¿Le ha sorprendido el término ‘violencia estructural’, utilizado por Ruiz-Gallardón en el tema del aborto?

S.P. Sí, desde luego. Este tema no se ha comentado en la Academia porque no da tiempo. Pero claro que me ha sorprendido.

XL. ¿Está exagerada la sensibilidad y las reacciones que se producen cuando tocamos el tema de la mujer?

S.P. Sí, resultan un poco exacerbadas. Desde luego, el desdoblar continuamente »compañeros y compañeras», ‘alumnos y alumnas’ no conduce a nada, cansa. El lenguaje se vuelve reiterativo, se convierte en un lastre.

XL. Supongo que la defensa de la utilización del castellano como lengua vehicular en Cataluña les resultará también un asunto conflictivo.

S.P. Es un tema espinoso, sí. La Academia no quiere meterse en este tipo de valoraciones porque, si bien se trata de la defensa de la lengua, es un tema que toca directamente la política. ¡Es dificilísimo!

XL. ¿Usted utiliza abreviaciones en los SMS? Y le pregunto también por las faltas de ortografía de los jóvenes que no se molestan ya en pensar si una palabra se escribe con uve o con be.

S.P. Eso es tremendo y asusta bastante, sí. El problema es que esto no ocurre solo en un mensaje cortísimo, que podría ser equiparable al morse, sino que luego se generaliza.

XL. Le preocupa que se impongan términos anglosajones como: trending topics, freak, mail, jet lag

S.P. Esto es lo que hay y no se puede luchar contra ello, porque facilita la comunicación. Ahora bien, lo que se pone de manifiesto es que el español no está en el top de las lenguas. Deberíamos luchar porque el español sea una lengua de prestigio y que esté en todos los organismos internacionales. Esta es una asignatura pendiente.

XL. Acaba de publicarse la que será la última edición de la Enciclopedia Británica. Lo digital se ha impuesto.

S.P. Nadie quiere tener enciclopedias en casa, entre otras cosas por el volumen que ocupan. Eso es así y tiene un punto de tristeza, pero no soy muy nostálgica. No está mal que la enciclopedia esté en Internet. Yo utilizo mucho Internet y Wikipedia, y me parece muy bien.

XL. ¿Leería un libro en un iPad?

S.P. Creo que no llegaré a tanto [sonríe].

XL. Seguro que si le paso esta entrevista antes de publicarla me corregiría algunas cosas.

S.P. ¡Sin duda! De hecho, me quedaré horrorizada pensando en cómo pude decir esto o lo otro. Me echarán de la Academia cuando se publique [risas].

Privadísimo

Se casó a los 21 años por escapar del autoritarismo de su padre, a quien confiesa que tenía verdadero miedo. Estudió Políticas en Madrid y Económicas en Bilbao, para terminar en Periodismo. Una beca de su marido la llevó a California. Allí fue alumna de Arturo Fernández Plaja y de José Luis Aranguren. Tiene dos hijos y un nieto y dos perros.

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