Es la palabra de moda en Wall Street: unicornio. Empresas de tecnología lanzadas por treintañeros y valoradas en más de mil millones de dólares, aunque todavía no hayan salido a Bolsa. Uber, Airbnb, Snapchat… ¿El gran pelotazo o la gran burbuja? Por Carlos Manuel Sánchez

Al unicornio siempre se le atribuyeron cualidades fabulosas. El origen de su leyenda se basa en la confusión de los viajeros que, al ver rinocerontes en la India, pensaron. «¡Qué caballos más raros!». El mito se fue aderezando con fantasías y exageraciones, como que el polvo molido de su cuerno era afrodisiaco o que había unicornios dorados, con un hueso de oro reluciendo en la frente.

Hoy, los inversores como los exploradores de la Antigüedad también buscan unicornios, son las empresas tecnológicas no cotizadas en manos de emprendedores, que generan tantas esperanzas de riqueza que antes de que salgan a Bolsa gozan de una valoración de más de mil millones de dólares. El concepto ‘Club de los Unicornios’ lo acuñó la estadounidense Aileen Lee, fundadora del fondo de capital riesgo Cowboy Ventures, en un artículo publicado por TechCrunch en noviembre de 2013. Entonces, solo había 39 en el mundo. Era un club selecto. «La probabilidad de que un emprendedor funde un unicornio es la misma de que a alguien le caiga un rayo a lo largo de su vida, y cien veces más difícil de que lo admitan en la Universidad de Stanford», bromeaba Lee.

Nacidos en los ochenta. La inversora, que actualiza una base de datos de unicornios desde 2003, extrae varias lecciones de este club. Una start-up tarda siete años en convertirse en unicornio. Sus fundadores son treintañeros con algún fracaso empresarial anterior. Suelen ser dos o tres jóvenes, amigos desde la facultad, entre las que Stanford se lleva la palma, seguida de Harvard, Berkeley y el MIT. Estas compañías solo representaban en 2013 el 0,07 por ciento del total de empresas norteamericanas, pero su impacto mediático ya era desproporcionado en comparación con su peso en la economía real. El modelo de negocio está orientado hacia el consumidor. software, comercio por Internet, aplicaciones de móvil… «Facebook es el superunicornio de la última década ilustra Aileen Lee . Cada ola tecnológica ha dado lugar a sus propios superunicornios. Google y Amazon en los noventa (Internet); Cisco en los ochenta (las telecomunicaciones); Apple, Oracle y Microsoft en los setenta (el ordenador personal); Intel en los sesenta (los semiconductores)».
Pero ha sucedido algo asombroso, desconcertante; en menos de tres años la cifra de compañías valoradas en más de mil millones se ha cuadruplicado. pasando de 39 a 168, con una valoración conjunta de 642.000 mil millones. Los accionistas privados han invertido en ellas unos 100.000 millones, lo que significa que esperan multiplicar por seis sus ganancias cuando se estrenen en Bolsa… si es que han acertado con la valoración, claro, porque también podrían estrellarse.
Además, hay otras 46 empresas emergentes que tienen potencial para convertirse en unicornios, pues en las primeras rondas de financiación hay codazos entre los inversores por apuntarse al carro. En los últimos cinco años han pisado el parqué 28 unicornios (que en ese momento dejan de serlo); entre ellos, Facebook, Alibaba, Twitter, Zalando, Box, LinkedIn, Groupon… Es el sueño de cualquier inversor. Hacer un exit glorioso, es decir, vender su participación a cambio de pingües beneficios.

Su impacto mediático es desproporcionado comparado con su peso en la economía. En 2013 eran apenas el 0,07% de las empresas de EE.UU.

Unicornios ‘corneados’. Esta proliferación de unicornios ha llevado a los analistas a preguntarse si estamos ante una nueva burbuja. ¿Son tan exageradas las bondades de estas compañías como las cualidades que atribuían a los unicornios las leyendas medievales? Bill Gurley, un gurú que ha invertido en Uber y Snapchat, vaticina que más de un cuento de hadas acabará en escabechina. «No hay ningún miedo en Silicon Valley. Y eso es lo que me da miedo. En el Valle hay más gente que nunca trabajando en empresas muy prometedoras, pero que están perdiendo dinero. Muy pronto veremos unos cuantos unicornios muertos», alertó en Fortune.
Muchas de estas empresas se han instalado en una especie de realidad paralela que puede acabar con unos cuantos unicornios ‘corneados’. Bloomberg analiza crudamente «las matemáticas confusas, insanas» que están impulsando a tantos unicornios y pone el ejemplo de Snapchat, valorada en 19.000 millones de dólares, que es lo que esperan recaudar los inversores que han puesto hasta la fecha unos 2,6 mil millones en esta aplicación de mensajería. Los críticos denuncian que las valoraciones se cocinan entre los interesados. emprendedores, inversores, consultoras…
La cosa funcionaría así. los inversores negocian privilegios extras a la hora de la salida a Bolsa y salvaguardas para garantizar que no van a perder si el estreno en Wall Street no va bien. Los emprendedores aceptan esas condiciones a cambio de obtener más inversión. Todo esto se negocia en secreto, en cláusulas privadas. Lo único que sale a la luz son los números, la valoración cada vez mayor de la empresa, lo que genera titulares cada vez más impactantes. Y se engorda la ‘bola de nieve’. En sucesivas rondas de financiación, otros inversores tampoco quieren perderse el posible pelotazo. Es el efecto FOMO (acrónimo de fear of missing out), que significa miedo a perderse algo. Nadie quiere perderse el próximo Google o Facebook…

No hay liquidez suficiente. Al magnate Mark Cuban, propietario del equipo de baloncesto Dallas Mavericks, todo esto le recuerda a la burbuja de los noventa, cuando todos querían invertir en AOL o Netscape. «Hay una diferencia. Entonces se invertía en compañías que ya cotizaban. Algunas eran horribles, pero como eran públicas había liquidez y podías vender tus acciones y recuperar algo. La burbuja de hoy proviene de inversores privados que están metiendo millones en aplicaciones de móvil y pequeñas compañías tecnológicas». Dicho de otro modo. si la promesa de ganancias fabulosas falla, los inversores no pueden saltar del barco. No hay liquidez suficiente. Porque la diferencia entre lo que el mercado dice que pueden llegar a valer y lo que valen lo invertido hasta el momento es demasiado grande. Y nadie querrá comprarles sus participaciones.
Uber, por ejemplo, el mayor unicornio actual, ya se piensa si salir a Bolsa. La opacidad encaja con sus planes de expansión, tras haber recaudado ya 10.000 millones de fondos de inversión. Eso sí, cuando salga al parqué, se supone que por un valor de 60.000 millones, los fundadores y los inversores ‘angelicales’ (los que creyeron en la empresa desde el principio) harán el negocio del siglo. De eso se trata, ¿no? Mientras tanto, ya viven como si hubieran hecho el negocio del siglo.
Es lo que ha pasado con Theranos, una start-up que hizo de su directora, Elizabeth Holmes, la mujer más rica de Estados Unidos entre las que no han heredado su fortuna, y que está ahora en el punto de mira. La revista Forbes ha reconocido que la valoración del patrimonio de Holmes se basó en expectativas. Así que le ha puesto un asterisco antes de la eventual expulsión de su lista de millonarios.
Victor Basta, director de la banca de inversiones Magister Advisors, explica con humor que lo más difícil de su trabajo es «discernir si una compañía se convertirá en una plataforma global o si es un burro disfrazado de unicornio».


AIRBNB Valoración. 27.000 millones de dólares
JOE GEBBIA / 34 años

El rey de las camas

JoeGebbia-airBnbTodo empezó cuando una convención dejó a la ciudad de San Francisco sin camas de hotel. Dos estudiantes de diseño que compartían piso pusieron un colchón en una habitación para alojar huéspedes y ganar así un dinerillo. Descubrieron un filón y desarrollaron una plataforma para facilitar el contacto entre anfitriones y viajeros que se lanzó en 2008. «No hemos inventado nada nuevo. La hospitalidad ha existido siempre. Hay otros sitios web similares, el nuestro despegó porque da herramientas para la confianza mutua. El diseño nos ayuda a superar un prejuicio muy arraigado. el del miedo al extraño», explica Joe Gebbia, cofundador de Airbnb, que hoy dispone de millón y medio de casas en 190 países y ha gestionado 60 millones de reservas.


UBER Valoración. 62.500 millones de dólares
TRAVIS KALANICK / 39 años

El azote del taxi

TravisKalanick-UBERLa controvertida aplicación de móvil proporciona una red de transporte privado que opera ya en 60 países. Y no deja de crecer, a pesar de que Kalanick el ingeniero informático que la fundó, en San Francisco, en 2009 colecciona denuncias y tiene a los taxistas soliviantados. Las prohibiciones en muchas ciudades europeas le han hecho poner sus ojos en Asia, donde Kalanick reconoce que pierden dinero a manos llenas. «En EE.UU. somos rentables, pero estamos perdiendo mil millones al año en China. Aun así, somos sostenibles. Me han advertido cien veces al día de que ninguna compañía tecnológica extranjera triunfa en China. Pero como empresario intento hacer posible lo imposible. Siempre que me lanzo a la aventura lo hago con un propósito».


SNAPCHAT Valoración. 19.300 millones de dólares
BOBBY MURPHY / 27 años

El mensajero de una generación

BobbyMurphy-SNAPCHATEl servicio de mensajería preferido por los millennials fue creado en 2011. Murphy y sus socios hicieron que los mensajes se autodestruyeran; así se podían compartir fotos o textos comprometidos de manera privada sin sufrir un sofocón si eran republicados. «En la universidad no éramos cool, así que nos planteamos hacer algo para serlo», explica. Hoy, los usuarios saben que siempre queda un rastro por ejemplo, haciendo una captura de pantalla , pero usan Snapchat para bombardear a sus amistades con selfies y mensajes «sin parecer tan pesados como si colgaras fotos constantemente en las redes», explica una usuaria. Esta cualidad efímera también la están aprovechando las empresas para hacer publicidad.


Así habla un unicornio

‘Start-up’. Empresa tecnológica basada en una idea rompedora con perspectivas de rápido crecimiento… si sus fundadores encuentran financiación, claro.

Unicornio. Start-up no cotizada en Bolsa valorada en más de 1000 millones de dólares. Esta valoración se basa en expectativas generadas y no en sus cuentas. Por encima de 10.000 millones se llama ‘decacornio’.

Dragón. Unicornio que rentabiliza lo que le prestaron sus inversores al salir a Bolsa. Así ocurrió con Facebook, WhatsApp, Twitter, LinkedIn…

Valle de la muerte. Tiempo que transcurre entre que una start-up recibe su primera inversión hasta generar ingresos continuados.

‘Elevator pitch’. Presentación de la start-up ante inversores. Hay que convencer siendo breve, como en una charla de ascensor.

‘Family friends fools’. O FFF (‘familia, amigos y locos’), que son los primeros a los que el emprendedor recurre para conseguir fondos.

‘Angel investor’. Los inversores angelicales apoyan financieramente la  start-up y la llevan en volandas con su asesoramiento, promoción y contactos.

‘Seed money‘. Para el capital ‘semilla’, con que fundar la compañía, se cuenta –familiares y amigos aparte– con micromecenas de crowdfunding y, si hay suerte, un angel investor.

Capital riesgo. Fuerte aportación de un fondo a una start-up que despierta la codicia de inversores que gestionan el dinero de terceros.

Incubadora. Organización que ayuda a start-ups a comenzar su actividad.

Freemium. Modelo de negocio que ofrece un servicio gratuito, pero que si pagas obtienes un extra. Muy utilizado para captar clientes en Internet.

Punto muerto. O break even, es el umbral de rentabilidad en que ingresos se igualan a costes, y los inversores no pierden dinero.

‘Bootstrapping’. Emprendedores con pocos recursos (como Bill Gates y su garaje) que se sostienen con lo que van facturando hasta fidelizar una cartera de clientes.

‘Exit’. Salir del accionariado de una sociedad. Hacer un exit es vender las participaciones y, con suerte, dar el pelotazo. Se critica a los emprendedores españoles por hacer exit demasiado pronto; sería una de las razones por las que en España no hay unicornios.

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