Los lectores preguntan a Eduardo Punset. Pregunta de Marcelina Fuentes García. Correo electrónico

Era amigo de verdad y querido a pesar de su voz ronca, pese a su falta aparente de brillantez; en el mundo latinoamericano fue asesor personal de todos los dirigentes que retrasaron la llegada al poder de Pinochet, que torció el rumbo de Chile durante un rato. En esta despiadada batalla, Luciano Tomassini aprendió todo de los unos y de los otros.

Acaba de ser premiado a título póstumo como el mejor autor de ensayo sobre la teoría y práctica de la política; recurrió en vida para ello a las enseñanzas del escritor británico Hugh Whitemore describiendo, simplemente, el tesón y la inteligencia de un grupo interdisciplinar de los aliados en la guerra contra el fascismo, supuestamente localizado en Bletchley Park

Rompiendo Códigos se llamaba el grupo y fue, precisamente, gracias a esa ruptura que la impecable y portentosa Alemania de Hitler sucumbió ante la deshilvanada Gran Bretaña y sus aliados. Luciano Tomassini no pudo elegir mejor título para su ensayo que el de Rompiendo códigos.

Siento de veras haber estado distraído estos últimos años y haber perdido la ocasión que tuvimos tantas veces de haber repasado con Luciano lo que nos estaba ocurriendo, sin que lo notáramos. En conversaciones variadas mantenidas en Madrid, París, Londres o Washington se me estaba deletreando la ruptura necesaria de códigos por parte de los que deberían haber defendido de manera consecuente la libertad, la igualdad y la justicia del estado de bienestar.

Luciano Tomassini supo antes que muchos de nosotros dos cosas. que cambiar de idea puede ser no solo preciso algunas veces, sino absolutamente necesario. Lo más difícil, no obstante, es aceptar que a veces no hay más remedio que romper los códigos a los que nos acostumbraron. Que me perdonen mis lectores si les digo sin miramientos la verdad, si les revelo lo que sin querer y después de muerto me ha dicho Luciano.

La izquierda, pero no solo la izquierda española sino la izquierda europea, no ha sabido ni podido darse cuenta de que la gente de la calle le estaba reclamando que rompiera los códigos que la inducían a interpretar de una manera simplista y mecánica la libertad, la igualdad y la justicia por la que habían luchado sus antepasados.

En la crisis actual estamos contemplando hasta qué punto la izquierda no ha sabido romper los códigos heredados del pasado, causando un daño enorme a los ciudadanos y hundiendo el respeto del resto de los países hacia nosotros.

¿Cómo es posible que los abanderados de los más modestos de antaño no hayan sabido cambiar, ante una situación absolutamente nueva, la manera de defender la libertad, la igualdad y la justicia?¿Cómo es posible que no quisieran ver que la suma de los endeudamientos privados y públicos representa porcentualmente más del cien por cien de la riqueza generada? Nadie le ha dicho a la sociedad española que no contaba con los recursos necesarios para devolver el dinero prestado.

Lejos de mirar la realidad, se ha puesto el grito en el cielo cada vez que el Gobierno aumentaba los impuestos en lugar de reducir los gastos. Es probable que no hiciera falta subir tanto los impuestos, pero lo consecuente habría sido disminuir drásticamente los gastos improductivos del propio Gobierno y su manera de gobernar.

Yo no he visto en las manifestaciones callejeras una sola pancarta llamando la atención de que estamos en la bancarrota ni aportando ideas sobre la mejor manera de salir de apuros. Desde la calle habría agradecido cualquier pancarta que, en lugar de insultar al Banco Central Europeo o quejarse de la insensibilidad de los países europeos, hubiera despotricado, en cambio, contra los derroches cometidos por los españoles, la corrupción solapadade estos mismos o el salto al vacío dado por tantos gestores españoles del dinero público.

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