El uso de rellenos dérmicos para dar más volumen a labios o pómulos ha aumentado escandalosamente entre las jóvenes. En el Reino Unido es motivo de polémica por su práctica en menores. En España también se ha disparado su uso. Estas son las causas y los peligros. Por L. C./ J. Clarke 

• Las famosas y sus ‘defectos’

Los tiempos han cambiado. El relleno de labios se ha convertido en un complemento de moda más. Hay chicas de 17 años que encuentran perfectamente natural querer que les hagan un relleno, tan natural como querer que les compren un bolso. Y es que los millennials consideran que recurrir a la medicina estética es tan normal como ir a la peluquería». Así habla el doctor Nick Milojevic, que dirige la Milo Clinic en Harley Street de Londres, y lo hace alarmado por las imprudencias que muchas chicas jóvenes cometen con los rellenos, procedimiento que aumenta estimulado por redes sociales tan centradas en la imagen como Instagram.

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Kylie Jenner (a la izquierda en 2010 y en 2019 a la derecha)

A ello se suma que en el mercado hay nuevos productos como un ácido hialurónico que se disuelve con el tiempo y cuyos efectos pueden ser revertidos si surge alguna complicación o los resultados son excesivos. En otras palabras, los rellenos han perdido toda connotación de permanencia y ya nadie se los toma como una medida drástica.

EL SALVAJE OESTE… DE LA ESTÉTICA

En el Reino Unido, el asunto ocupa las portadas de los medios por la cantidad de chicas que se someten a estos tratamientos… y no siempre de forma segura. El doctor Louis Sebagh, propietario de clínicas en Londres y París, lo explica así. «En este momento tenemos nuevas herramientas y nueva clientela. Hasta ahora, el objetivo principal era ralentizar el proceso de envejecimiento y evitar las operaciones quirúrgicas. Sin embargo, ahora hay chicas de 18 años que no están interesadas en contener ese envejecimiento, sino en conseguir la transformación física. Lo que quieren son pómulos más altos y labios más gruesos.

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Ariana Grande (a la izquierda en 2009 a la derecha en 2018)

Las jóvenes tienen una percepción de las caras completamente diferente. Se presentan acompañadas por sus madres y vienen pertrechadas con la versión facial que han creado en el teléfono móvil. Están sometidas a muchas presiones. Se sienten insatisfechas con su apariencia física porque viven sometidas al diario bombardeo de imágenes, y por eso quieren que las ayude». Sebagh añade: «Las propias madres se ven sometidas a las presiones de sus hijas.

Es frecuente que estas muchachas recurran a soluciones más baratas y terminen con los labios recauchutados por alguien que no tiene experiencia o titulación médica. La situación actual recuerda al Salvaje Oeste. Hay un montón de cowboys que van por libre y hacen rellenos sin estar cualificados».

«SOY ADICTA»

El caso de Emily -de 18 años- es revelador. Según reconoce, es adicta al aumento de labios. Emily explica que desde siempre sentía la necesidad de tener una cara comparable a las de las influencers que ve en Instagram.

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Selena Gomez  (a la izquierda en 2007 y a la derecha en 2011)

Emily empezó a hacerse rellenos de labios en febrero del año pasado, cuando aún tenía 17 años. Estaba paseando con una amiga y se fijó en el cartel pegado a la puerta de una peluquería. Entró, dijo tener 18 años en el formulario que le hicieron rellenar y concertó una visita para la semana siguiente. Volvió con una serie de fotos de Instagram. Quien la atendió le explicó algunos de los riesgos, indicó que por el momento no podía aumentarle los labios en tanta medida como ella quería y le cobró 180 libras esterlinas (unos 195 euros) por un relleno de un mililitro. El hombre en ningún momento le exigió ver un documento de identidad que confirmara sus años. «Me salieron unos moratones enormes -recuerda Emily-, pero el resultado fue fantástico». Su madre reparó en la hinchazón y se quedó horrorizada. «Pero la sesión me la había pagado yo con un dinero que me había sacado trabajando los sábados. Le dije que tendría que aguantarse», reconoce Emily.

Las jóvenes llegan a las clínicas de estética con la versión facial que han creado en su propio móvil

En junio se propuso obtener un nuevo relleno y fue a un salón de belleza en el centro de Londres. Volvió a mentir en el formulario y esta vez pagó un poco menos. 144 libras (155 euros). Dos meses después, en agosto, volvió a este mismo lugar y se hizo un nuevo aumento. Ahora se ha dado cuenta de que «es una adicción como cualquier otra. Te miras en el espejo y quieres más y más… Es una espiral sin fin».

UNA REGULACIÓN INSUFICIENTE

En lo referente a la regulación, la normativa británica sobre rellenos dérmicos seguramente es la peor de Europa. En 2013, el director médico de la sanidad pública nacional, sir Bruce Keogh, declaró que los rellenos dérmicos estaban sometidos a tan escaso control de calidad «como una botella de líquido para fregar suelos».

En España hay más control. Según el doctor Agustín Viera, coordinador nacional del Grupo de Dermatología Estética y Terapéutica de la Academia Española Dermatología y Venereología (AEDV), «la infiltración de rellenos y toxina botulínica se consideran actos médicos». Es decir, «que deben ser realizados por un médico capacitado en un centro con todas las autorizaciones sanitarias exigidas en cada comunidad autónoma». Por eso, el doctor aconseja que el paciente exija un informe donde se indique no solo el diagnóstico y los productos utilizados, sino también el número de registro de estos.

UNOS RIESGOS SERIOS

Los rellenos presentan peligros. En caso de ser inyectados en una arteria pueden causar necrosis: la piel muere y aparecen marcadas cicatrices. Además, si un relleno dérmico se infiltra en una arteria que alimenta el ojo, puede provocar ceguera (motivo por el que los cirujanos oculares han de seguir unos cursos especiales). «En el Reino Unido se contabilizan 35 casos de ceguera vinculada a los rellenos dérmicos», indica Sally Taber, consejera en el Joint Council for Cosmetic Practitioners. Por eso, todos los expertos exigen un mayor control sobre este tipo de procedimientos que programas como el de las Kardashian y los reality shows han popularizado hasta extremos inquietantes.

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