Donald Trump lo despidió del FBI hace un año. Lo hizo a su manera, a través de las cámaras de televisión. Ahora, Comey pasa al contraataque con un libro demoledor. Comey revela detalles privados de a quien define como una «amenaza para Occidente». Por Christoph Scheuermann y Mathieu von Rohr / Fotos: Damon Winter, Getty Images y Cordon Press

James B. Comey, de 57 años y anterior director del FBI, se abre paso por las oficinas de la editorial Flatiron Books, en la Quinta Avenida neoyorquina. Parece relajado, casi contento. Como si hubiera dejado atrás la humillación pública que sufrió hace un año, cuando Donald Trump lo destituyó como director del FBI de un modo sin precedentes.

«La primera vez que tuve a Trump delante, me llamó la atención su rostro naranja y esos círculos blancos bajo los ojos»

La mayor agencia policial del planeta se había acercado demasiado al presidente de su propio país en «la cuestión rusa», como él mismo dijo. Desde aquel día, Comey se ha encargado de complicarle la vida a Trump: entregó a la prensa las anotaciones de sus reuniones con él; relató con todo detalle ante el Senado una cena privada en la Casa Blanca en la que el mandatario le exigió total lealtad; y firmó un contrato para escribir un libro.

A higher loyalty: truth, lies, and leadership (‘Una lealtad mayor: verdad, mentiras y liderazgo’) es el segundo libro que saca a la luz las interioridades de la era Trump tras Fuego y furia, del periodista Michael Wolff. La diferencia es que Comey ha tenido acceso exclusivo al círculo más íntimo del poder.

Comey escribe con la precisión de un fiscal, el talento de un novelista y la ambición de un narcisista. Aunque es republicano, se ha convertido en un ídolo para la izquierda: el gran adversario de Trump, al que describe como «mentiroso notorio», «amenaza para Estados Unidos y para todo Occidente».

comey exdirector del fbi odia a trump

Comey, que mide 2,03 metros, tras declarar ante el Comité de Inteligencia del Senado el pasado junio

Comey lleva al lector al turbio mundo de los fraudes financieros, donde comenzó su carrera. Luego -ya fiscal general adjunto con George W. Bush- asistió en primera fila al debate sobre las torturas en la prisión iraquí de Abu Ghraib. Barack Obama lo puso al frente del FBI, cargo en el que lo precedió su mentor Robert Mueller, quien acosa ahora al presidente como investigador especial de las interferencias rusas en la campaña electoral.

XLSemanal. Afirma usted que Donald Trump no está «moralmente capacitado» para ser presidente. ¿Por qué?

James Comey. Una persona que habla de las mujeres y las trata como si fuesen trozos de carne, que difunde toda clase de mentiras y que equipara moralmente a los ultraderechistas con aquellos que protestan contra ellos… una persona así no está moralmente capacitada para ser presidente.

XL. Trump lo despidió hace un año. ¿Cómo vivió aquel momento?

J.C. Fue surrealista. Estaba en las oficinas del FBI en Los Ángeles, hablando ante un grupo de empleados en una sala grande, con tres enormes pantallas de televisión. Hablaba de los valores del FBI y de nuestra labor, y de repente vi el titular: «Comey renuncia al cargo». Creí que era una broma de mi equipo, me volví y les dije: «Cómo os lo habéis currado». Seguí a lo mío y el titular cambió: «Comey despedido».

«No le conté a Trump lo de la ‘lluvia dorada’, pero hablando con él de prostitutas pensé. ‘¿Qué hago aquí? ¿Cómo he llegado a esto?'»

XL. ¿Ha querido vengarse con su libro?

J.C. No me interesa la venganza. Preferiría no hacer esto, pero me dije: «Puedo ser útil. Tengo el deber de hacerlo». Por eso lo estoy haciendo.

XL. Trump ha dicho que usted es un baboso, un mentiroso, un filtrador y ha sugerido que debería estar en la cárcel.

J.C. Me es indiferente. Pero no es normal que el presidente diga que un ciudadano debe ir a la cárcel. No podemos insensibilizarnos ante estas cosas. Nuestros líderes no pueden comportarse así. No podemos aceptarlo, como si fuese un ruido de fondo.

XL. Escribe que Trump parece más pequeño de lo que se espera, que tiene las manos más pequeñas que usted y que resulta extraño con esa piel anaranjada y esas medialunas blancas bajo los ojos, probablemente por las gafas protectoras que usa para broncearse. ¿Este tipo de ataques no dañan su argumentación?

J.C. No son ataques. Nunca había escrito un libro y mi editor me aconsejó: «Toma al lector y llévalo contigo, déjale ver lo que tienes en la cabeza, deja que esté a tu lado en la habitación». Y la primera vez que tuve a Trump delante me llamó la atención su rostro naranja y esos círculos blancos bajo los ojos; su pelo también es impactante. No quería burlarme del tamaño de sus manos, pero me acordé de que en la campaña electoral se había comentado algo sobre ellas y, al saludarle por primera vez, no pude evitar pensar cómo serían.

XL. La primera vez que se reunió con Trump fue en enero de 2017, cuando usted y sus colegas de la CIA y la NSA lo informaron sobre injerencias rusas en las presidenciales. Aquel encuentro en la Trump Tower le recordó a una reunión con un jefe de la mafia. ¿Por qué?

J.C. Conozco bien a la mafia de mis tiempos en la Fiscalía de Manhattan, en los noventa. Cuando el presidente electo y su equipo se pusieron a debatir el mejor sesgo político para el tema ruso sin esperar a que nos levantáramos de la mesa, me vino esa imagen a la cabeza. La impresión que daba era la de un capo intentando integrar a unos recién llegados a la familia. En los siguientes encuentros, esa imagen volvió a mi mente.

comey exdirector del fbi odia a trump

Trump y el entonces director del FBI se saludan en su primer encuentro en la Casa Blanca

XL. Trump como un capo mafioso… Suena un poco exagerado.

J.C. No digo que vaya por ahí rompiendo piernas, incendiando tiendas o secuestrando camiones, pero su estilo de liderazgo es similar. En la mafia, el mandamiento principal es la lealtad. La mayoría de los líderes éticamente responsables tienen puntos de referencia externos para orientarse a la hora de tomar decisiones: filosofía, religión, lógica, tradición, historia… Para los capos, todo giraba en torno a ellos. «¿Qué puedes hacer por mí, cómo vas a serme útil?». Me recuerda a la cultura de liderazgo de Trump.

XL. ¿Para Trump solo cuenta Trump?

J.C. Da la sensación de que su único sistema de referencia es interno: «¿Qué es bueno para mí?».

XL. Escribe que desde el primer día intentó hacer de usted una especie de cómplice. En un acto en la Casa Blanca, incluso parece besarle en la mejilla.

J.C. Aquel beso no existió, pero fue una escena difícilmente soportable, la sigo viendo a cámara lenta en mi cabeza. Yo hacía todo lo posible por evitar parecer demasiado cercano al presidente. Desde el Watergate, en Estados Unidos el FBI mantiene cierta distancia; el exceso de cercanía fue uno de los errores del entonces director J. Edgar Hoover.

XL. Aquel día, Trump recibía a funcionarios de seguridad para agradecerles su trabajo en la toma de posesión. Usted no quiso asistir…

J.C. Y cuando llegué, intenté pasar inadvertido. Tras las tensiones por el asunto de Hillary Clinton, me preocupaba que la gente pudiera llevarse una impresión equivocada. Pero Trump me pidió que me acercara. Crucé la estancia decidido a no dejarme abrazar. Me resistí, pero me obligó a inclinarme hacia él y me susurró: «Me alegro de trabajar contigo». Como las cámaras estaban al otro lado, todo el mundo, incluidos mis hijos, vieron un beso. La sensación que dio fue otra.

comey exdirector del fbi odia a trump

El mundo entero vio un beso en estas imágenes. «Hasta mis hijos vieron un beso», comenta Comey. Sin embargo, él niega que lo hubiera. Dice que Trump le tiró de la mano para susurrarle al oído: «Me alegra trabajar contigo».

XL. Luego vino aquella famosa cena a dos, en la que le exigió lealtad. ¿Por qué no le dijo que esa petición no procedía?

J.C. Quizá porque no soy tan fuerte como debería. Quizá porque me sorprendió, me dejó descolocado. Sinceramente no sé cuánta gente en esa situación sería capaz de responder: «Señor presidente, no debería decir esas cosas». En cierta manera lo hice, ya que me quedé en silencio; luego insistí en lo importante de mantener la distancia entre el presidente, el Departamento de Justicia y el FBI. Aun así, él volvía al tema una y otra vez.

XL. Al final llegaron a un consenso con «honesta lealtad».

J.C. Sí. Yo le dije: «Siempre tendrá mi honestidad». Él respondió: «Eso es lo que quiero, honesta lealtad». Lo acepté como un modo de salir de aquella conversación y porque pensé que había dejado claro cómo debía interpretar la «honesta lealtad».

«Trump es como un capo de la mafia. No digo que vaya rompiendo piernas, pero su principal mandamiento es la lealtad»

XL. En su primer encuentro con Trump, el 6 de enero de 2017, le habló de un informe del exespía británico Christopher Steele. En ese informe se aseguraba que Trump había estado con prostitutas en un hotel de Moscú. ¿Qué le contó?

J.C. Quería hacerle saber que ese material andaba por ahí. No le dije que yo creyera lo que en él se afirmaba, pero sí que nuestro deber era informarlo al respecto. No cité todos los detalles. No me pareció necesario mencionar que se mencionaba una «lluvia dorada». Me vi desde fuera y pensé. « Qué hago aquí? Cómo he llegado a esto?».

comey exdirector del fbi odia a trump

Nombrado por Obama, asumió la dirección del FBI en 2013.

XL. ¿Y cómo reaccionó?

J.C. A la defensiva. Me interrumpió y habló de acusaciones que habían hecho contra él algunas mujeres. Me preguntó, creo que retóricamente, si le parecía un tipo que necesitara recurrir a prostitutas. Todo tomó un rumbo que no era de mi agrado y le dije que no le estábamos investigando a él. Pensé que era algo que tenía que saber, porque los medios no tardarían en informar del asunto. Una de nuestras tareas en el FBI es proteger al presidente. Y cuando alguien está en peligro de ser chantajeado, informamos al afectado.

XL. ¿Trump entendió que se trataba de un asunto serio?

J.C. Creo que sí porque me llamó para volver a hablar del tema.

XL. El FBI debe proteger al presidente, pero al mismo tiempo había abierta una investigación por el caso de la influencia rusa en las elecciones. ¿No supone eso un conflicto?

J.C. Tal vez. Existe una tensión entre la obligación de proteger al Gobierno y la de investigarlo, pero se puede gestionar.

XL. ¿Creyó en la veracidad del llamado Dosier Steele?

J.C. No lo tenía claro. Procedía de una fuente fiable y sabía que una de sus afirmaciones fundamentales era cierta. la de que los rusos habían hecho un enorme esfuerzo por influir en las elecciones. Aquella parte era cierta. En cuanto al resto, no podría decir.

XL. En el centro del asunto está la duda de si parte del equipo de Trump mantuvo contactos con los rusos durante la campaña. ¿Existieron esos contactos?

J.C. Dilucidarlo es tarea del investigador especial Robert Mueller. En todo caso había base para nuestras investigaciones. El FBI sabía que un colaborador de Trump había contactado con un representante ruso para tratar la posibilidad de acceder a unos correos electrónicos que podrían perjudicar a Clinton.

XL. Cree que Trump debería ser sometido al procedimiento de impeachment?

J.C. Por raro que pueda parecer, espero que no, ya que eso liberaría al pueblo estadounidense de su responsabilidad. Tenemos valores comunes, que son más fuertes que nuestras discrepancias políticas. Y si Trump es desalojado del cargo, consolidaríamos esas diferencias. Sería mejor defender nuestros valores en unas elecciones.

XL. ¿Le preocupa que despida también al investigador especial Mueller?

J.C. Por supuesto. Sería un error enorme y un ataque al Estado de derecho. Además, su trabajo lo continuaría otro. Para impedirlo, el presidente tendría que despedir a todos los empleados del Departamento de Justicia y del FBI.

XL. En la investigación de Mueller, usted es uno de los testigos más destacados. ¿Su libro y sus comentarios sobre el presidente pueden comprometer ese papel?

J.C. No lo creo. Mi testimonio ya está cerrado, ya declaré ante el Senado. Y elaboré memorandos de las reuniones más significativas, así que hay constancia escrita.

XL. Ahora parece el archienemigo de Trump, pero once días antes de las elecciones informó al Congreso de que el FBI retomaba la investigación contra Clinton. La gente de Clinton lo atacó y los partidarios de Trump lo defendieron.

J.C. Sí, resulta divertido. Mi mujer me dijo: «Siempre supiste que ibas a molestar a la mitad del espectro político, pero nunca pensé que al final te las apañarías para tener a las dos mitades en tu contra». Republicanos y demócratas están indignados conmigo.

comey exdirector del fbi odia a trump

Robert Mueller, su antecesor, supervisa -al cierre de esta edición- una investigación sobre la ‘trama rusa’ en las elecciones que salpica a Trump.

XL. Hillary Clinton está convencida de que usted le costó la Presidencia…

J.C. Espero que no, pero no lo sé.

XL. Se hundió en las encuestas en ese momento. Es evidente que su notificación al Congreso influyó.

J.C. Pero no actué movido por razones políticas. He dedicado mi vida profesional a unas instituciones a las que amaba, precisamente porque no tenían nada que ver con la política. De todos modos hay veces en las que te ves atrapado entre dos aguas.

XL. En su libro dice que también tuvo en cuenta consideraciones políticas. Por ejemplo, en julio de 2016 anunció el final de la investigación contra Clinton, aunque ese anuncio le correspondiera al Departamento de Justicia. ¿Por qué no se atuvo al manual?

J.C. Me encantaría tener ese manual, pero en 2016 el FBI estaba investigando a la candidata a la Presidencia en medio de una de las fases de mayor división de nuestra historia. Rezo para que ningún director del FBI vuelva a tomar decisiones como las que tuve que tomar. Fue una sucesión de callejones sin salida, todas las opciones eran terribles.

XL. También admite que, cuando envió su carta de octubre de 2016 al Congreso, se dejó influir por la asunción de que Clinton iba a ganar las elecciones.

J.C. No recuerdo haber pensado en las encuestas, pero el país entero daba por sentado que Clinton ganaría. ¿Aquello influyó en mi decisión? Posiblemente.

XL. Se lo acusa de querer ser el centro de atención. Ha reconocido que a veces se deja llevar por su ego. ¿Es egocéntrico?

J.C. ¿Cómo se atreve? [se ríe]. Nadie puede responder esa pregunta sobre uno mismo. Pero en mi libro cuento que vigilo el orgullo y el ego desde adolescente porque sé que ese es uno de mis puntos débiles.

XL. El actual jefe de gabinete de Trump, John Kelly, quiso renunciar poco después de que usted fuera despedido. Usted le pidió que se quedara. Pero también dice que Trump mancha a cualquiera que trabaje para él. ¿Qué deberían hacer los miembros de su equipo? ¿Irse o quedarse?

J.C. Es una buena pregunta, pero que cada uno debe responder en su caso concreto. Creo que en el gabinete de Trump hay personas que aman a este país y que quieren preservar nuestros valores. Cada uno debe juzgar por sí mismo a partir de qué punto ha pasado a ser una persona contaminada o un mero instrumento, a partir de qué punto ya no tiene sentido continuar.

XL. ¿Usted se habría quedado?

J.C. Me habría quedado, sin lugar a dudas, porque me sentía obligado a proteger al FBI.

«Espero que no sea sometido al ‘impeachment’. Sería mejor defender nuestros valores en unas elecciones»

XL. Ha comparado esta Presidencia con un incendio forestal. ¿Qué hace a Trump tan peligroso para Estados Unidos?

J.C. Uno de los valores más importantes de este país es la verdad. Siempre hemos juzgado a los presidentes por su distancia con respecto a la verdad. Cuando George W. Bush hablaba sobre la guerra de Irak, o Barack Obama sobre el sistema sanitario, siempre nos preguntábamos. « Nos están diciendo la verdad?». El peligro reside en que Donald Trump miente con tanta frecuencia que estamos perdiendo ese punto de referencia.

XL. Un incendio forestal… ¿cree que Trump arrasará con todo?

J.C. Espero que no. Al final, todos los incendios se apagan, y vuelven a crecer cosas grandes y dignas de atención. Ya está empezando a pasar. Ocurrió tras la matanza en Parkland, cuando estudiantes de todo el país se echaron a la calle y plantearon en voz alta el tema de las armas. Es algo que me ha impresionado mucho. Por todo el país hay padres hablando sobre valores, sobre la verdad. Me da igual si el próximo presidente es un republicano o un demócrata. No es una cuestión de partidos. Debería ser alguien que encarnara esos valores, en Estados Unidos y en todo el mundo.

XL. ¿Echa de menos a Barack Obama?

J.C. Sí, sí. Se lo dije a él al final de su mandato. Al principio era escéptico, doné fondos a la campaña de sus rivales. Pero acabé sintiendo un gran respeto por él. No es perfecto, pero tiene aprecio por las instituciones democráticas.

XL. El FBI tuvo acceso a su libro antes de que se publicara… ¿el término ‘censura’ es apropiado en este caso?

J.C. Revisión prepublicación. Nunca lo llamamos ‘censura’.

XL. ¿Hicieron muchos cambios?

J.C. No.

XL. ¿Ninguno?

J.C. Alguno que otro sí. Pero piensen que fui director del FBI y que quería que mi libro resultase aceptable para el FBI. Tenía claro que no podía usar ninguna información clasificada, ningún detalle comprometido de las investigaciones, y no lo hice. Las cosas que propusieron eran todas marginales.

XL. Su objetivo, como dice también en el libro, siempre fue mantener al FBI fuera de la política. Pero desde ambos lados del espectro político se lo acusa de haber politizado al FBI. ¿Qué hizo mal?

J.C. Niego la mayor. No creo que el FBI esté politizado. Al FBI se lo ataca políticamente, sobre todo desde las filas republicanas, y pienso que esa postura es bastante corta de miras.

XL. Al comienzo de su ejercicio dijo: «Dirigir el FBI es el mejor empleo que he tenido jamás».

J.C. Así es.

XL. ¿Y qué viene ahora?

J.C. No lo sé. El curso que viene daré clases en mi antigua universidad, que me apetece mucho. Pero siempre echaré de menos mi trabajo en el FBI.

XL. ¿Se presentará a algún cargo político?

J.C. No.

XL. ¿Nunca?

J.C. Nunca.

XL. ¿Parece una respuesta categórica.

J.C. Lo es. La política no es lo mío.

Privadísimo

  • Con 17 años, él y su hermano Peter fueron retenidos a punta de pistola en su casa por un violador en serie que buscaba a su hermana. Aquel incidente, admite, lo ayudó a empatizar con las víctimas de un crimen.
  • Abogado de 57 años, en los ochenta y noventa persiguió a la mafia desde la oficina del fiscal general Rudolph Giuliani. Su trabajo fue determinante para encarcelar al capo John Gambino.
  • En los noventa investigó el escándalo Whitewater, un fraude inmobiliario que implicaba a los Clinton, entonces en la Casa Blanca.
  • En 2003 acusó a la estrella televisiva Martha Stewart de conspiración, falso testimonio y obstrucción a la justicia.
  • Como fiscal general con George W. Bush se opuso al programa de vigilancia doméstica creado tras los atentados del 11-S.

También te pueden interesar otros artículos sobre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump…

Gloria Allred, la abogada que va a por Donald Trump

Así reaccionó Trump al enterarse de que era presidente

 

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos