La poesía lo llevó a la filosofía. La entrevera con lo popular, las series de televisión, los cómics… Ha acuñado y escrito sobre ‘filosofía zombi’: los muertos vivientes, dice, sirven como metáfora para hablar del hombre de hoy. Por Fátima Uribarri/ Fotografía: Carlos Luján

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XLSemanal. Habla de ‘filosofía zombi’.

Jorge Fernández Gonzalo. Incorporo el zombi como una metáfora: es un ser humano transformado, algo que muestra lo inhumano que habita en nosotros.

XL. ¿El hombre de hoy es un zombi?

J.F.G. Nuestro universo mediático se basa muchas veces en posverdades, en repetir mucho una mentira que acaba usurpando el territorio de la verdad. Y eso es lo que hace el zombi: es algo con apariencia de ser humano que suplanta al ser humano original.

XL. La filosofía forma parte de la vida cotidiana?

J.F.G. Sí y, además, tiene que saber explicarla.

XL. Proliferan los libros que unen filosofía y autoayuda.

J.F.G. Estoy en contra de esa línea. La autoayuda es un género demencial. No tenemos que aprender a ser felices, sino aprender a resistirnos a la felicidad. La felicidad es una imposición social.

XL. ¿A qué se refiere?

J.F.G. Parece que estamos obligados a salir mucho los fines de semana, a viajar, a vivir un montón de experiencias… y eso nos agobia, nos produce depresiones, inestabilidad. Creo que la filosofía nos debe enseñar a saber no ser felices.

XL. ¿No conviene buscar la felicidad?

J.F.G. Pero ¿por qué hay que buscarla? Tenemos que aprender que el no ser felices forma parte de nuestra vida psíquica y de nuestra forma de estar en el mundo.

XL. ¿Por dónde debemos tirar entonces?

J.F.G. No se trata de volver a ese pesimismo cristiano, a ese conformismo de nuestras abuelas, que decían: «¡Ay, señor, llévame pronto!», y que pensaban que esta vida es un valle de lágrimas. Esa resignación no es el objetivo.

XL. ¿Entonces?

J.F.G. Hay que saber moverse entre los espacios de felicidad y los de dolor y saber lidiar con esas emociones que no tienen por qué estar obligatoriamente dirigidas hacia la felicidad. Tenemos que construir otras cosas, aunque seamos infelices haciéndolas.

XL. ¿Debe ser la filosofía una materia obligatoria de estudio?

J.F.G. Tengo mis dudas. No sé si se debe forzar. Las claves humanísticas que nos van a servir como personas, cuando aparecen filtradas por las exigencias de los códigos académicos, pierden esa magia, esa capacidad de descubrimiento.

XL. ¿No le parece bien que la filosofía haya regresado al bachillerato?

J.F.G. Me quedo en un espacio ambiguo, porque si no tienes unas mínimas herramientas no vas a descubrir esa curiosidad que estaba latente en ti. Es una tensión entre la sociedad y el individuo, entre lo que nos dan y lo que nosotros tenemos que descubrir por nuestra cuenta.

XL. ¿No cree que conviene tener un mínimo de formación filosófica?

J.F.G. No privilegio la filosofía respecto a otros campos.

XL. ¿Cuál es la línea de pensamiento que predomina ahora?

J.F.G. Me resultan muy interesante el psicoanálisis, el feminismo y la teoría de género.

XL. Hablemos de feminismo…

J.F.G. El feminismo teórico tiene una potencia y una profundidad tremenda, pero el feminismo del día a día, el que vemos en las noticias o el que se mueve por Twitter, prescinde de ese aparato conceptual y lo trivializa. Muchas de las batallas del feminismo y de movimientos filosóficos ligados a la vida cotidiana acaban perdiendo potencia por querer llegar a más gente o conseguir efectos inmediatos.

«No soy catastrofista. La tecnología cambia las reglas, pero no hace que el juego sea peor»

XL. ¿Cómo influyen en nuestra sociedad la tecnología y las redes sociales…?

J.F.G. No soy catastrofista. Yo mismo me he beneficiado de los avances tecnológicos para entender la filosofía. No habría podido leer documentos digitales, artículos académicos… sin necesidad de rastrear bibliotecas o consultar legajos antiguos. Me beneficio del mundo de la tecnología, pero también entiendo que crea sus propios monstruos y aberraciones.

XL. Se refiere a…

J.F.G. La tecnología cambia las reglas, pero no hace que el juego sea peor. Tenemos que aprender a crear nuevos modelos de afectividad a través de las pantallas.

XL. ¿Las redes sociales no deshumanizan?

J.F.G. No. La humanidad no está ahí: está en la necesidad de comunicarnos, pero lo presencial no es el único modo de hacerlo. Al contrario, el humanismo se creó por la correspondencia en el siglo XV. Los humanistas eran quienes podían escribirse con un italiano, un español y con un alemán. Las primeras redes sociales son las cartas y sientan las bases del humanismo. Lo humanista es precisamente superar esa distancia y esas barreras.

«En nuestro universo mediático, las mentiras acaban usurpando verdades», dice Jorge Fernández Gonzalo. «Es lo que hace el zombi, suplanta al humano original»

XL. ¿También influyen las series de televisión?

J.F.G. Sí, sirven para cimentar nuevas formas de interacción social: llegas a casa y comentas el capítulo. Y funcionan para crear nuevas afinidades no solo con las personas que tienes al lado, sino también con comunidades virtuales.

XL. Dice que Internet es democrático.

J.F.G. Lo es en el sentido de que pueden hablar todos, pero luego se crean nudos en donde se concentran determinados poderes que impiden que Internet sea un espacio plano, perfecto.

XL. ¿Le preocupa la vigilancia de los algoritmos?

J.F.G. No. Las empresas sacarán mis datos y me querrán vender sus mierdas, pero yo no las voy a comprar.

XL. Sin embargo, es reacio a poner en redes información personal.

J.F.G. No suelo subir fotos ni pongo datos personales. Facebook me sirve de espacio de interacción y de proyección mediática y laboral.

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