El piloto catalán ha dado ‘el estirón’. Y no solo físico. Su sonrisa es la de siempre y derrocha la misma pasión en los circuitos, pero cada vez le interesa más lo que ocurre fuera de ellos. Marc Márquez habla de todo, no solo de motos. Lo que le ilusiona y lo que le preocupa: el futuro del empleo, la tecnología, el medioambiente… Lo visitamos donde se siente más a gusto, en su pueblo: Cervera (Lleida). Tan relajado está que habla incluso de su novia. Por Carlos Manuel Sánchez / Foto: Antón Goiri

Marc Márquez, zona de acceso restringido

Marc Márquez no lleva tatuajes, ¿para qué? «Ya los tengo de natural», dice. Las desolladuras del asfalto y las cinco cicatrices que le han zurcido los cirujanos a lo largo de su vida hablan más sobre el piloto que cualquier dibujo a tinta. Todas tienen su denominación de origen: un circuito, un país, una maniobra de trapecista en una curva. La quinta cicatriz en su maltrecho hombro izquierdo, donde acumula decenas de luxaciones, lo tuvo meses apretando los dientes, acumulando horas de fisioterapeuta y gimnasio. Ha salido del trance renovado. Y ya está otra vez donde suele. En lo más alto del podio. El heptacampeón del mundo de motociclismo, que es capaz de acumular 16 caídas durante una temporada, siempre se levanta.

XLSemanal. Se lo ve diferente. Ya no tiene un aspecto tan aniñado… ¿Por fin se ha hecho mayor?

Marc Márquez. ¡Me lo dice mucha gente! Tengo 26 años, ya estoy más cerca de los 30 que de los 20.

XL. ¿Y usted también nota que ha cambiado?

M.M. Sí. Soy más maduro. A la hora de pensar, de tomar decisiones. Ya no es solo en la moto. En la vida, te vas viendo más preparado. Hace tres años yo no me podía imaginar viviendo en otra casa que no fuera la de mis padres. Ni me lo planteaba.

XL. ¿Por fin ha terminado su casa?

M.M. Le quedan tres o cuatro meses… En teoría, porque esto de las casas no se acaba nunca.

«Necesito a los míos cerca. No tengo personalidad para vivir solo en una casa»

XL. ¿Y se va a independizar?

M.M. Quizá cuando termine la temporada.

XL. ¿Se va a quedar sin los macarrones de su madre?

M.M. Bueno, mi madre está a un minuto caminando [ríe]. Y mi hermano también está por ahí. Yo nunca viviré solo. Necesito a los míos cerca. No tengo la personalidad para vivir solo en una casa. Hay ratos en los que sí necesito estar solo. Para pensar. Pero bueno… un día.

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«No me cuesta dar las gracias, igual que no me cuesta pedir perdón. Recuerdo a todos los que me han ayudado desde mis inicios. Pero a quien estás más agradecido es a tus padres. Cuando el niño con cuatro años pide la moto, si la familia no invierte en eso en vez de ir de vacaciones, ese niño no llega a ningún sitio».

XL. En los balcones he visto banderas con el 73, el dorsal de su hermano, además de las de siempre con el 93, el suyo. ¿Hay pique?

M.M. ¡Qué va! En el pilotaje somos diferentes. Mi punto fuerte son las curvas lentas y el débil, las rápidas. Y él es al revés. Pero de carácter somos muy parecidos. Por eso, nos llevamos tan bien. Tenemos la virtud de que los dos siempre pensamos en positivo. Esto creo que ayuda en la vida, afrontas mejor los problemas.

XL. ¿Y defectos?

M.M. [Resoplando]. ¡Que los busquen los demás! A ver, yo me preocupo más de las cosas. Y a veces me agobio demasiado. Para que se haga una idea, en 2016 me aparecieron unas calvitas en el pelo. Y era del estrés. Lo estaba pasando mal. Estaba sufriendo en el campeonato. No me acababan de salir las cosas…

XL. Pues ahora tiene pelazo. ¿Sabe gestionar mejor el estrés o hay alguna otra razón?

M.M. El entorno te ayuda a desconectar. Un entorno estable es el mejor psicólogo. Si estás en un ambiente de pueblo, como yo, rodeado de gente que te quiere, eso te ayuda a ser feliz.

XL. ¿Está usted enamorado?

M.M. Yo creo que estoy en proceso, sí.

XL. ¿Cómo que está en proceso?

M.M. [Ríe a carcajadas]. A ver, tengo novia.

XL. Por fin lo reconoce [sale con Lucía Rivera, modelo de 20 años, hija de Blanca Romero y Cayetano Rivera].

M.M. Nunca me lo habían preguntado.

«Sí, tengo novia. Y debo estar enamorado porque soy muy feliz»

XL. Ya me habían advertido de que no le gusta hablar de su vida privada, le pido disculpas por insistir… ¿Entonces ya es oficial?

M.M. Sí, tengo novia. Cosas nuevas en la vida, ¿no? [Ríe]. ¿Pero qué es eso de estar enamorado? ¿Qué es el amor? ¿Usted lo ha sabido cuando se ha enamorado? ¿Eso se sabe?

XL. Hombre, yo creo sí. Estás en una nube…

M.M. Bueno, pues sí. Entonces sí. Estoy bien y soy feliz. Así que debo de estar enamorado [ríe otra vez]. Y ya.

XL. Usted transmite la sensación de que todo le sale fácil.

M.M. Si se refiere a mi carácter, es cien por cien natural. No hay dos Marcs. Soy como soy. Eso sí, subido a la moto en un circuito me transformo. Pero ganar no es nada fácil. En cualquier deporte debes tener un talento, pero cuando llegas a cierto nivel, si ese talento no lo trabajas y no te sacrificas, no consigues nada.

XL. ¿Por qué pide usted perdón cuando se cae?

M.M. Si tú la cagas, toca pedir perdón. Mi equipo también me pide perdón cuando hace algo mal. Y a mí me sale de dentro pedir perdón. Hay mucha gente detrás que está trabajando para ti.

«Se me quedan más grabadas las caídas que las victorias. Los malos momentos te marcan, porque es cuando te paras a pensar»

XL. Ya, pero yendo tan al límite uno se cae. Y equivocarse es de humanos…

M.M. Sí, pero si quieres marcar la diferencia y ser el mejor tienes que ser el más rápido y el que comete menos errores. Yo no quiero cometer nunca un error. Y, si no me preocupara por eso, cometería más.

XL. ¿Se acuerda más de las caídas o de las victorias?

M.M. A mí se me quedan más grabadas las caídas. Todavía le estoy dando vueltas a la del Gran Premio de las Américas. Me caigo cuando voy líder, cuando lo más difícil está hecho. Pues ese error me marca más que la victoria de Francia. Los malos momentos te marcan más. Porque no quieres que se repitan. Y se aprende más, pero mucho más, de los malos momentos. Porque es entonces cuando de verdad te paras a pensar.

XL. Este invierno lo operaron de ese hombro que se ha hecho ‘cisco’ tantas veces… ¿Ha sido duro?

M.M. El dolor está ahí, claro. Pero, más que la intensidad del dolor, lo que me afecta es el tiempo que dura. Lo que tardas en recuperarte. Dolor dolor tuve una semana, pero el verdadero dolor, para mí, es querer hacer una cosa y no poder hacerla. Y durante tres meses yo quería ir en moto y no podía.

XL. Usted pasó cuatro meses, en 2011, con un problema de visión doble tras una caída. Aún no había cumplido los 18. No solo perdió aquel campeonato, se exponía a no poder subirse a una moto nunca más. ¿Qué sacó de aquella experiencia?

M.M. Fíjese: eso no era dolor, pero era la incertidumbre… Yo veía doble y mi futuro estaba en al aire. Entonces aprendí a valorar la vida. Lo que puedas hacer hoy no lo dejes para mañana. Y da igual la opinión de la gente. Si te apetece de verdad hacer una cosa, hazla. Porque quizá nunca vuelvas a tener la oportunidad. Entonces aprendí a valorar las cosas que más amo en este mundo: las motos y a mi familia.

XL. En el museo de Cervera he visto una exposición con sus motos, sus monos, sus cascos… Pero me ha llamado la atención un muro donde sus fans escriben unas palabras. Y la palabra que más se repite es «gracias».

M.M. A mí me impone respeto este muro. Te dan las gracias por todo y tú te preguntas por qué. ¿Qué es lo que hago? Muchas veces te caes y ves a un aficionado en la grada que está llorando. Y te das cuenta de que no solo provocas emociones, también creas sentimientos. Y eso es impagable.

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XL. ¿Su sonrisa es la misma de cuando era niño?

M.M. Por suerte, cuesta borrar la sonrisa de mi cara. Hay momentos de nervios… Yo también me enfado. Pero la sonrisa no quiero perderla. Intento disfrutar de la vida como viene, ¿por qué amargarse? En realidad, el carácter lo he heredado de mi abuelo. O se me ha pegado de él… Como muchos niños en España, yo me he criado con los abuelos porque el padre y la madre trabajaban. Por la mañana iba al colegio y por la tarde tocaba abuelos.

XL. Ya hay robots montando en moto… ¿Le preocupa?

M.M. La suerte del motociclismo es que el piloto marca más la diferencia que la moto. La máquina tiene que ayudar, pero es más importante el piloto.

XL. ¿Pero no cree que su generación se lo va a tener que pelear con las máquinas?

M.M. ¡Claro que me pregunto qué va a pasar! Como soy de motos pienso en los repartidores, en los mensajeros… ¿Tendrán trabajo o lo hará un dron? El futuro del empleo es una incógnita para todo el mundo, y para mi generación más. Es un tema del que hablo con amigos míos que trabajan en tecnologías y alguno me dice que en realidad la tecnología podría ir mucho más avanzada, que se está frenando a propósito porque necesitamos adaptarnos.

XL. ¿Los jóvenes tienen al menos la ventaja de adaptarse con más facilidad?

M.M. Sí, es muy curioso. Yo veo a mi tío Ramón, que desayuna con el periódico. Yo veo las noticias en el móvil. Y la tele ‘normal’, por llamarla así, casi ya ni la veo. Si quiero ver un deporte, me voy a la app de DAZN y, si quiero ver una serie, pues Netflix. Todo es más selectivo, a la carta… Mi madre me pregunta: cómo va esto, niño, que no me aclaro para ver la carrera. Pero yo se lo explico y al final la acaba viendo en la plataforma. Pertenezco a la generación del streaming, pero es un fenómeno de nuestro tiempo esa convivencia entre varias generaciones que están acostumbradas a formatos diferentes.

XL. Recomiéndeme una serie.

M.M. Ojo, que yo siempre voy tarde a las series. Las veo en el avión. La última fue Narcos y me gustó. Y la que estoy viendo ahora y que me gusta aún más es La casa de papel.

XL. Entre viajes y carreras, su huella ecológica debe de ser importante. ¿Le preocupa?

M.M. Sí. El medioambiente es de los temas que más me preocupan y que tratemos bien a los animales. Soy de los que reciclan en casa e intento compensar mi huella ecológica. Estoy involucrado en KISS Barcelona, una iniciativa para hacer este deporte más sostenible. En un circuito se genera mucho residuo e intento concienciar al aficionado para que no use vasos de plástico y que se traiga de casa un vaso de plástico duro que pueda volver a llevarse. Y le sorprendería saber todo lo que se analiza en el equipo antes de utilizar un espray o un material. Repsol está muy encima para que se cumpla la normativa.

XL. ¿Es usted un converso de la nueva movilidad urbana?

M.M. Yo voy mucho en patinete eléctrico. Las ciudades tendrán que transformarse para que convivan coches, peatones y nuevos medios de transporte.

XL. En la recta de Mugello se superaron los 356 kilómetros por hora, ¿no se nos ha ido la cabeza?

M.M. La tecnología avanza y cada vez se corre más. Pero yo soy de los que dicen que no es necesario ir tan rápido. Ni para el espectáculo televisivo ni para el aficionado que va al circuito. El espectador no va a notar si se va un segundo o dos más rápido. Ni el piloto. Pero, vamos, a 340 o a 360, si te pasa algo, no hay diferencia.

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XL. ¿Disfruta más cuando pone tierra de por medio o metido en todas las batallas?

M.M. Disfrutas de una manera diferente. Cuando acabas una carrera en solitario, estás satisfecho, pero donde estén las batallas cuerpo a cuerpo, con toques, adelantamientos… Siempre que te salga bien.

XL. ¿Hay más encontronazos dentro o fuera de los circuitos?

M.M. Uf. La ventaja de los circuitos es que hay toques, pero todos vamos con la misma intención. Intentas evitar el toque y si pasa, pasa… Pero hay un respeto. En la vida no hay tanto respeto. Bum. Van a darte y te dan. Lo importante es que esos toques no te desvíen de tu camino.

XL. ¿Se ve usted compitiendo con 40 años, como Valentino Rossi?

M.M. Si me lo pregunta hoy, le diré que competiré mientras mi cuerpo aguante. Pero yo hago mis cuentas… Debuté con 15 años y aguantar el estilo de vida, el sacrificio, para correr hasta los 40 con la presión de ganar… te tiene que ayudar todo y respetar las lesiones.

XL. Cuando uno lleva siete campeonatos del mundo, ¿la motivación es ser el mejor de todos los tiempos?

M.M. No. La motivación es que no te cansas de ganar. Ganar es una droga y quieres más.

XL. ¿Usted compite consigo mismo?

M.M. No. Yo soy muy perfeccionista y quizá demasiado autoexigente. Pero siempre compito contra mis rivales. El que te hace mejorar es tu rival. Si no hay nadie que te aprieta, te relajas. Y si te relajas, te superan.

«Yo soy muy perfeccionista y quizá demasiado autoexigente. Ganar es una droga y quieres más»

XL. ¿Su rival este año es Dovizioso?

M.M. Está igualado todo. Pero, en principio, ves a Dovi como el más constante y el más sereno… De momento sí, es el rival.

XL. Dígame algo que haya aprendido en el circuito que sirva para la vida.

M.M. Es más importante saber cuándo frenar que acelerar. La curva la marca la entrada. Tú entras bien y harás la curva bien. Entras mal y ya puedes dar puño al salir, que saldrás mal.

EN PLENA FORMA

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En su adolescencia, Marc -que es embajador de DAZN, la plataforma de streaming de deporte que emite en exclusiva MotoGP en España- se hinchó a zumos de frutas para ver si crecía. Ya no le hace falta. Lo ayuda una musculatura de gato, muy fibrosa, trabajada para que la potencia no le reste elasticidad.

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