Medio siglo sobre los escenarios. Se dice pronto, pero solo unos pocos elegidos lo consiguen. A sus 75 años, este actor catalán ‘amenaza’ con retirarse tras haber triunfado en el cine, el teatro y la televisión. Antes de estrenar la que, anuncia, será su última obra en el Festival de Mérida, habla sobre lo humano y lo divino con ‘XLSemanal’. Por Virginia Drake / Fotos: Antón Goiri

Acaba de liberarse de la pata de palo que oprimió su pierna izquierda durante más de 180 tardes, sobre el escenario de 70 teatros diferentes, para interpretar al capitán Ahab en Moby Dick. Ahora, Pou pasa página y se prepara para vestir la túnica de cónsul de la República que lo convertirá en Marco Tulio Cicerón, uno de los más grandes juristas, políticos y filósofos de la antigua Roma. La cita: del 3 al 7 de julio en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. La obra: Viejo amigo Cicerón, de Ernesto Caballero, dirigida por Mario Gas. Nos lo encontramos absorto, leyendo Las Catilinarias, en la cafetería del hotel vallisoletano en el que se aloja, tras asistir a la entrega de los Premios Max de Teatro. Enorme, grandullón y afable, saluda con una amplia sonrisa, dispuesto a no evadir una sola pregunta.

XLSemanal. ¿No dijo hace un par de años que se retiraba definitivamente?

Josep Maria Pou. Cuando hice Sócrates, dije que estaba pensando en serio lo de descansar, sí. Pero me tentó Moby Dyck y, después, no pude negarme a hacer el máximo de gira que puede realizar una compañía, con el público siempre en pie aplaudiendo y agradeciendo el trabajo.

XL. ¿También girará con Viejo amigo Cicerón?

J.M.P. Eso está por ver [sonríe]. De momento, solo son cinco funciones. Claro que lo mismo pasó con Sócrates, que también iban a ser cinco funciones en Mérida y la respuesta del público fue tan grande que de allí salió una lluvia de contratos para iniciar la gira.

XL. ¿Ha estado en paro alguna vez?

J.M.P. Ni un solo día en más de 50 años. Hace un par de años, como si me cayera del guindo, me di cuenta de que tenía 73 y de que la gente se jubila a los 65. Y ahora pienso: «Seré gilipollas, llevo una década regalándole el dinero de mi jubilación al Estado».

XL. ¿Y va a dejar de hacerlo?

J.M.P. De momento, no [se ríe].

XL. Entonces, ¿de qué estamos hablando?

J.M.P. Tengo la sensación de que la profesión me tiene prisionero y quiero ser libre. Hay que ser valiente y afrontar que a los 75, con buena suerte, me quedan 10 más de vida, o 5, y no se sabe en qué condiciones. Por eso, ahora que todavía estoy bien, quiero dedicarme esos años a mí.

XL. Arturo Fernández, Concha Velasco, José Sacristán, Lola Herrera, Héctor Alterio… todos le regalan encantados su jubilación al Estado.

J.M.P. Sí, y yo discuto mucho con ellos. Me dicen que no sabré estar en mi casa a la hora de la función. Yo digo que eso es mentira: ¡yo sí sé! Y no solo sé, sino que quiero.

XL. Está mucho más delgado que la última vez que nos vimos, ¿se cuida?

J.M.P. Hace 5 años tenía 25 kilos más, pero perdí 35 en 5 meses. Una mañana me miré en el espejo y me vi viejo y gordo. Y me dije: «José María: lo de viejo no puedes evitarlo, no está en tu mano; pero lo de gordo sí». Al día siguiente, a las ocho de la mañana, estaba en el gimnasio y empecé una dieta.

XL. ¿Cuántos días fue al gimnasio a esa hora?

J.M.P. Unos 5 meses seguidos. Tengo mucha fuerza de voluntad. No he vuelto a recuperar los 35 que perdí.

«Me asusta el deterioro físico y no tener una muerte digna. Si llegara a un extremo de esos terribles, no deseo que alarguen mi vida»

XL. ¿Vive solo?

J.M.P. Sí, pero tengo una familia extraordinaria de hermanos y sobrinos que están pendientes de mí. Me gusta vivir solo. Defiendo con uñas y dientes ese espacio de soledad. Para mí, soledad equivale a libertad; y para tomar la decisión de estar solo hay que ser un hombre libre.

XL. ¿Le asusta la dependencia?

J.M.P. Me asusta el deterioro físico y no tener una muerte digna. Dios no lo quiera; pero, si llegara a un extremo de esos terribles, tengo muy claro que no deseo que alarguen mi vida.

XL. ¿Ha hecho testamento vital?

J.M.P. No porque soy muy descuidado, ni testamento vital ni del otro; pero te diré que, desde hace un año, no pasa una sola semana en la que, en algún momento, se me cruce por la cabeza que tengo que ir al notario.

jose maria pou

Esta profesión no es para ricos. «Nadie con vocación de millonario se metería en este oficio»

XL. ¿Piensa mucho en el final de la vida?

J.M.P. No, no, no. Pero reconozco que tengo un planteamiento absolutamente egoísta con respecto a la muerte: yo no quiero morirme, pero no me importaría hacerlo si hubiera un poder que decidiera que todos nos muramos el mismo día y a la misma hora. Entonces, no me importaría. Pero que yo me muera y todos sigáis actuando como si nada me jode mucho.

XL. ¡O todos juntos o usted no se muere!

J.M.P. Sí, porque yo me siento muy culpable cuando ha habido muertes cercanas que me afectaban mucho y, al día siguiente del entierro, volví a sumergirme en mi trabajo y en mis cosas. Y, poco a poco, se nos olvida el ser más querido. Eso me jode mucho.

XL. Los discursos de Cicerón que le vamos a escuchar recitar en breve, paradójicamente, están muy pegados a la actualidad.

J.M.P. Sí, porque a Cicerón le cortaron la cabeza y las manos por defender el respeto a las leyes frente a Julio César, que quiso destruir la República y coronarse casi como un dios. Cicerón, que había sido amigo de César y de Marco Antonio, se convirtió en enemigo de ambos cuando estos quisieron saltarse las leyes.

XL. Hace unos meses recibió de manos de Quim Torra el Premio al Mejor Catalán del Año, pese a haber criticado el procés. ¿Le sorprendió?

J.M.P. ¡Una barbaridad! Este es el premio de votación popular más importante en Cataluña. Puede votarte cualquiera, tanto los lectores de El Periódico de Cataluña como los telespectadores de TV3. Lo tienen Guardiola, Serrat, Ernest Lluch, Pau Gasol… Nunca pensé que pudieran dármelo a mí.

«Estoy absolutamente convencido de que ni yo ni dos o tres generaciones más verán la independencia de Cataluña, y ellos lo saben»

XL. Usted llamó ‘mentirosos’ a los líderes independentistas…

J.M.P. Han engañado muchísimo a la gente. Yo no los hubiera llamado públicamente ‘mentirosos’ si ellos mismos no hubieran reconocido que engañaron con falsas verdades y prometido cosas que no tenían. Por eso, me uno a sus declaraciones y les digo: «Como decís vosotros, habéis estado engañando a la gente».

XL. ¿Siente que hay menos crispación?

J.M.P. Sí, creo que las mentiras se han descubierto y que el suflé está bajando mucho. Estoy absolutamente convencido de que ni yo ni dos o tres generaciones más verán la independencia de Cataluña, y ellos lo saben. Oriol Junqueras ya habla de un proceso a medio plazo. Compara esta situación con la de hace unos años, con la amenaza de ‘desconexión’. Barcelona se paralizó y hasta tuvieron que suspenderse las funciones de teatro porque la gente no salía de casa por miedo, pendientes del televisor.

XL. ¿Usted cómo escribe o pronuncia su nombre?

J.M.P. Si hablo en catalán, Josep María. Y si hablo en castellano, José María. Sin ningún problema.

XL. ¿Es muy distinto el teatro que se hace en Cataluña al de Madrid?

J.M.P. Diferencias las ha habido siempre y la balanza se ha decantado para un lado o para otro, según el momento. En los años sesenta y setenta, el teatro en Madrid era mucho mejor. A partir de 1975, con la creación del Teatro Lliure, surgen Dagoll Dagom, Tricicle, Comediants… que hacen de Barcelona una ciudad de referencia en Europa, mientras Madrid se va quedando atrasada con un teatro más comercial; y esta situación ha durado mucho tiempo. Sin embargo, de unos 4 años a esta parte, el Teatro Kamikaze y nombres como Andrés Lima, Juan Mayorga, Miguel del Arco, Alfredo Sanzol… encabezan un movimiento que ha explosionado y que hace que la vida teatral de Madrid sea excelente a todos los niveles: de público, de oferta, de actores, de autores… y no ocurre lo mismo ahora en Barcelona.

XL. ¿A qué lo atribuye?

J.M.P. En gran parte, a la subida del IVA, que fue como una guadaña de la que se salvaron unos pocos, y a la crisis. Muchas compañías modestas han desaparecido.

XL. Pero la crisis y la subida del IVA también las ha padecido Madrid.

J.M.P. Sí, quizá en los últimos años el público de Barcelona está inquieto, angustiado, no tiene claro cuál va a ser el futuro de esa sociedad que está en un momento muy convulso, y eso hace que se paralice y que no acuda al teatro.

XL. ¿Cree que la gente se relaciona menos con amigos o familiares por evitar discusiones políticas?

J.M.P. Sí, por supuesto que es así, pero es un error porque en estos momentos lo que uno menos necesita es sentirse solo. Y yo creo que el teatro es parte de lo que puede unir, porque en un patio de butacas puedes estar rozándote, codo con codo, con personas que no sabes si piensan igual que tú, pero que ríen o se emocionan a la vez por las mismas cosas. el teatro es el gran aglomerante.

XL. Cumplió sus bodas de oro como actor trabajando en la película El reino, una historia de corrupción política en España. ¿En el teatro hay corrupción?

J.M.P. Nadie con vocación de millonario se metería en este oficio, a no ser que sea un gilipollas o un ignorante integral. En otra época quizá pudiera haber una mínima corrupción, cuando el Estado daba subvenciones. De todas formas hubieran sido pequeños casos en aras de la supervivencia, no de hacerse un chalé en Aravaca. El 99 por ciento de los productores de teatro, cuando obtienen beneficios, no se los llevan a su casa, sino que los emplean en el siguiente montaje. Esto es así.

XL. Y los actores de éxito, tanto en cine como en teatro y televisión, solteros y sin hijos, cumplidos los 75 años y sin tiempo para gastar cuanto han ganado, ¿nadan en la abundancia?

J.M.P. ¡Jajaja! Yo no estoy forrado. Aunque tengo la vejez solucionada, nunca he peleado por el dinero. He renunciado muchas veces a mi caché en aras del interés que pudiera tener para mí el proyecto, pensando siempre en facilitarlo.

XL. Pero usted es catalán…

J.M.P. Pero no ejerzo como tal en las cuestiones de dinero [se ríe].

XL. ¿Se considera feminista?

J.M.P. Me considero un hombre respetuoso de los derechos, de las libertades, de la equiparación y de la igualdad. Entiendo que se plantee el feminismo como una militancia, porque hay que tomar armas contra ciertas cosas y decir: «¡Ya está bien!». Pero, en el mundo en el que yo me he movido, no he sentido nunca que hubiera esas grandes desigualdades. Hay actrices que han cobrado mucho más que yo e incluso más que los directores.

«En 50 años de profesión no he sido testigo de casos de abusos… y ni siquiera los he olido. A lo mejor es que soy insensible»

XL. ¿Tampoco ha visto acoso?

J.M.P. Vamos a ver, en el mundo frívolo de las revistas se decía: «Esa es vedette porque se acuesta con un productor millonario», pero nadie aportaba pruebas. En 50 años de profesión no he sido testigo de casos de abusos… y ni siquiera los he olido. A lo mejor es que soy insensible.

XL. ¿Ninguna mujer tuvo que ‘pasar por el aro’ para poder trabajar?

J.M.P. En mi entorno, yo no he visto eso. Quizá se haya dado más en el cine. En España, el caso de Lluis Pasqual, por ejemplo, no era un tema de abusos, aquella chica lo denunció por el trato, por su carácter, y eso siempre es subjetivo. El mismo grito le puede parecer maltrato a una persona y a otra no.

XL. ¿En el teatro se pegan muchos gritos?

J.M.P. Sí, porque se está creando. Durante los ensayos, el estado de sensibilidad está muy alterado. Pero te diré que yo he dirigido diez funciones y nunca he pegado un grito a un actor.

XL. ¿De niño le gritaron?

J.M.P. En mi casa, nunca. Mis padres no me chillaron jamás, con una mirada no hacía falta decir nada más. Recuerdo en las comidas y cenas, sentados a la mesa mis cuatro hermanos y mis padres, que yo siempre estaba pendiente de la mirada de mi padre, porque su mirada lo decía todo y ya sabías cómo estaban las cosas.

XL. ¿Qué profesión tenía su padre?

J.M.P. Era obrero metalúrgico, pero gran aficionado al teatro. Montaba muchos decorados de teatro en el pueblo y, con 7 años, muchas veces me llevaba de la mano con él simplemente para que lo acompañara. Quizá ver cómo montaba esos escenarios haya influido en mi decisión de ser actor.

XL. Además de compaginar cine, teatro y televisión, publica todos los sábados una columna en El Periódico de Cataluña.

J.M.P. Desde hace 8 años, sí. Con esta columna vengo a satisfacer un poco mi vocación frustrada, que es la tuya. Con 16 años, yo no quería ser otra cosa que periodista. Y si me metí en la Escuela de Arte Dramático fue para perfeccionar la voz y la dicción en aras de trabajar en la radio. A mí me hubiera gustado ser Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo… eran mis referentes.

«Una mañana, miré mi reflejo y me vi viejo y gordo. Me dije: ‘Lo de viejo no puedes evitarlo, pero lo de gordo sí’. Adelgacé 35 kilos»

XL. Qué tal es su relación con las redes?

J.M.P. Ni buena ni mala, no las uso. Vivo totalmente ajeno y solo sé de ellas por lo que me cuentan.

XL. Sin embargo, su teléfono es de ultimísima generación.

J.M.P. Eso sí, mi único vicio es tener el último modelo de Apple y estoy pendiente de cualquier gadget que salga para adquirirlo. Este aparato se ha hecho para mí imprescindible. Toda mi vida está aquí dentro.

XL. ¿Es lector de periódicos?

J.M.P. Totalmente. Todos los días leo seis periódicos a los que estoy suscrito; necesito desayunar leyendo la prensa.

XL. Ha trabajado en 50 obras de teatro y en más de 60 películas, tiene todos los premios importantes, menos el Goya…

J.M.P. Estuve dos veces nominado y me fui a casa de vacío.

XL. Le molestará irse de esta vida, cuando llegue el fin del mundo, sin un Goya debajo del brazo?

J.M.P. [Se ríe]. ¡Noooo! Me puedes decir que es un tópico, pero el mejor premio es hacer lo que quieres. Y yo he tenido la suerte inmensa de hacer las funciones que he querido, ninguna de las 50 obras en las que he trabajado era una gilipollez. Jamás he interpretado un personaje que no quisiera hacer. Y eso no lo puede decir mucha gente. Solo aspiro a que ningún espectador salga de verme en el teatro pensando que ha perdido el tiempo.

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