Juglar, cómico, observador, filósofo nacido en Lucena, en 1950. Rafael Álvarez es un hombre intenso al que le gusta encarnar papeles de pordioseros y perdedores. Por Virginia Drake

Tiene la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (2002) y la de Andalucía (2012). Lo veremos en Mérida, del 18 al 22 de julio, representando Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia, obra de la que es autor, director y único actor.

Rafael Álvarez, ‘El brujo’. Dirige e interpreta ‘Esquilo, nacimiento y muerte de la tragedia’

XL. ¿Por qué lo llaman el Brujo?

R.Á. Fue un mote que me pusieron en el colegio y no lo hicieron por mis pintas, porque tenía el pelo corto y de color oscuro. Supongo que ya vieron en mí algo extravagante y egocéntrico.

XL. Su padre insistió en que estudiara Derecho.

R.Á. Pensaba que el teatro era poco serio, pero, cuando vio que trabajé en dos películas, lo dio por perdido.

«Antes, todos los papeles de guapo eran para Imanol Arias. Pero, ahora, con la edad, lo miro y hasta creo que nos parecemos»

XL. A Esquilo se lo considera el primer trágico griego.

R.Á. No solo es el primero, Esquilo es el espíritu de la tragedia: es el más arcaico y el más primitivo. Eurípides, viene detrás, pero su teatro es más racionalista. Yo me enamoré de Esquilo.

XL. Entre sus últimos espectáculos hay obras de santa Teresa, san Juan de la Cruz, san Francisco de Asís… hasta ‘Autobiografía de un yogui’. ¿Ha entrado en fase mística total?

R.Á. Me gusta mucho la investigación sobre la mística en todas las culturas. Me interesan el budismo, el islam, los grandes poetas de Al-Ándalus… Desde muy joven practico la meditación y me siento atraído por esa dimensión mística. Yo creo que Esquilo era eso. un místico, un ‘teopoeta’, un iniciado en los misterios y en las celebraciones rituales más secretas. En Prometeo encadenado, Esquilo revela algunos de esos secretos: roba el fuego sagrado de los dioses y lo pone al servicio de la humanidad.

XL. ¿El teatro ayuda a cambiar el mundo?

R.Á. El teatro es maravilloso; pero de ahí a pensar que es capaz de cambiar el mundo… eso es solo una pretensión. Cualquiera puede mejorar el mundo, incluso un camarero que te pone un café con atención.

XL. Suele decir lo que le apetece sin cortarse un pelo.

R.Á. Nunca he sido políticamente correcto; muy a pesar mío, porque me hubiera gustado serlo un poco más. A veces me avisan de que ha venido tal o cual alcalde a ver la función, para que me corte un poco, no vaya a ser que dejen de contratarme; pero, al final, suelto lo que me parece. Es curiosa la ten-dencia que tengo de poner a caldo al partido que representa el alcalde de turno, sobre todo en el escenario [ríe]. Luego, cuando termina la función, me muero de vergüenza por si viene a saludarme.

XL. ¿Se mete con los alcaldes porque pagan tarde y mal?

R.Á. Bueno, de todo [ríe], pero al final van pagando. Me meto con los políticos porque a la gente le gusta que les des caña.

XL. A Pablo Iglesias lo llamó ‘papagayo’.

R.Á. No lo quería ofender: lo llamé ‘papagayo’ porque habla con tal rapidez que parece que está conectado a un archivo de datos. Estos políticos no se paran a pensar lo que dicen, se lo saben todo como papagayos [sonríe].

XL. ¿Es verdad que suelta rapapolvos a quien se marcha en mitad de la función?

R.Á. Alguna vez sí. Recuerdo una ocasión en que hice en el escenario una broma sobre Esperanza Aguirre con la mala pata de que había entre el público unos parientes suyos. Recuerdo que se levantó un hermano de Esperanza y me increpó. También estaba viendo la función Jorge Javier Vázquez -que no era tan conocido como ahora- y se apuntó a la bronca para defenderme [sonríe]. ¡Se montó un lío!

XL. ¿Se morirá sin haber hecho un solo papel de galán?

R.Á. Esa idea ahora me la trae al fresco. Antes, Imanol Arias era el guapo oficial y todos los papeles de guapo eran para él. Pero, a esta edad, ya estamos todos homologados. Yo ahora miro a Imanol y veo que nos parecemos más [risas].

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