Erudita, elegante, curiosa, feminista… Pocas escritoras han logrado que sus historias se adentren en los secretos de la mente con tanto acierto. El reconocimiento a su talento le ha llegado un poco tarde, lastrado por el éxito de su marido, Paul Auster, que fue premio Príncipe de Asturias en 2006. Texto y foto: Daniel Méndez

• Museo del Prado, Premio Princesa de Asturias

A punto de recoger el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2019, la escritora estadounidense recibe a XLSemanal en un lugar de mucho significado para ella: Oslo. De Noruega vienen sus padres y aquí se encuentra la autora, nacida en Minnesota en 1955, dando una conferencia. El fallo del jurado ha señalado: «Su obra incide en algunos de los aspectos que dibujan un presente convulso y desconcertante desde una perspectiva de raíz feminista». Lo demuestra en sus novelas y también en sus numerosos ensayos y artículos. Demasiado a menudo a ella misma han tratado de ubicarla a la sombra de su marido, el célebre escritor Paul Auster. «Admiro su obra profundamente, pero la intelectual de la familia soy yo», sostiene ella. Y no lo dice a la defensiva: en casa, todos tienen clara su vocación académica, patente en sus artículos. Son otros los que se resisten a aceptarlo…

XLSemanal. Enhorabuena por este reconocimiento…

Siri Hustvedt. ¡Gracias! ¡Lo bueno de estas cosas es que te caen del cielo! [Ríe].

XL. Ya lo ganó su marido… ¿Todo queda en casa?

S.H. Sí, y estuve con él en la ceremonia, claro. Fue algo muy emotivo y es bonito que se convierta en un asunto de familia [ríe]. Algo poco usual.

«El método más rápido para demoler mi trabajo es decir que mi marido me enseñó todo lo que sé. Pero el mío es solo un caso más. Ya ocurrió con Simone de Beauvoir y Sartre»

XL. Mucha gente la pone a la sombra de Paul Auster.

S.H. Entender de qué va todo esto me ha llevado tiempo. Hace mucho que me considero feminista, y era consciente del doble rasero que se aplica a hombres y mujeres. Antes sentía que me minusvaloraban cuando, al referirse a mi trabajo, traían a colación a mi marido. Pero me di cuenta de que no se trata de eso.

XL. ¿De qué se trata entonces?

S.H. Estar casada con un escritor importante daba pie a actitudes misóginas. ¿Quién se cree esta que es? El método más rápido para demoler mi trabajo es decir que todo viene por mi marido, que él me enseñó todo lo que sé… Pero el mío es solo un ejemplo más. Lo mismo ocurrió con Simone de Beauvoir y Sartre.

XL. El humor es fundamental en su última novela, Recuerdos del futuro.

S.H. Sí, funciona para canalizar la ira. Con la sátira das rienda suelta al enfado y denuncias lo absurdo de este mundo. Hoy, eso es fundamental. Lo que estamos viviendo en Europa y en mi país es tan absurdo que reírnos de ello es una vía de escape.

XL. ¿Habla de Donald Trump?

S.H. Exacto. Hablo del narcisista maligno que vive en la Casa Blanca.

XL. Está ahí porque lo han votado.

S.H. Sí, el secreto de su permanencia en el poder es que el 40 por ciento de la población americana lo apoya y lo vota. La pregunta es: ¿cómo manejamos una población tan polarizada? Es algo que me interesa muchísimo: tienes movimientos de ultraderecha en zonas rurales mientras las ciudades son más progresistas, más tolerantes…

XL. Una polarización que también se ve en Europa.

S.H. Exacto, piense en Salvini en Italia. O en España, partidos como Vox… Seguro que muchos españoles pensaban que, con Franco tan reciente, algo así no sería posible. ¡O un movimiento de ultraderecha en Alemania! La gente se olvida del pasado.

XL. En su libro habla del miedo que le provoca Donald Trump.

S.H. Puede llevarnos al autoritarismo. Si fuera reelegido en 2020, el país tendrá un problema.

XL. ¿Ganará?

S.H. ¡No lo sé! Si me hubieras hecho esa pregunta hace unos meses, hubiese dicho que no… pero ahora no estoy tan segura. ¡Y me da miedo!

Siri Hustvedt: "He tenido migrañas desde pequeña, temblores y hasta una alucinación; me interesa el cerebro"

Siri Hustvedt vive en Brooklyn, pero reivindica sus raíces noruegas. «Me siento muy conectada a la parte noruega de la familia. Aunque no esté al día. ¡Incluso mi noruego está ya desfasado! Pero me siento cercana, es el país de mi madre, su lengua». En la foto, posa para ‘XLSemanal’ en Oslo.

XL. Volviendo al Princesa de Asturias, ha ganado el Premio de las Letras, pero podría también haber sido el de Ciencias…

S.H. Eso sería decir demasiado. Pero el jurado apreció que mis ensayos tenían que ver con un trabajo multidisciplinar. Me interesa la psiquiatría, la neurociencia, la filosofía y la literatura… Y trato de poner estas disciplinas en contacto.

XL. De hecho, considera que deberíamos dejar de compartimentar el conocimiento, que los científicos deben saber de literatura… y los literatos, de ciencia.

S.H. ¡Exacto! A veces otras formas de conocimiento te dan la salida a un problema. Creo que tengo una pequeña misión: anunciar el valor de otros terrenos a quienes se centran solo en uno.

XL. Un enfoque interdisciplinar que usted lleva años ejercitando.

S.H. Eso es. Aprender a leer distintas disciplinas ha sido muy importante. Hace unos años no sabía nada de neurología. Sabía de psiquiatría, de historia de la medicina… Conocer la neurociencia me ayudó a entender maneras de pensar que no conocía antes.

XL. En su caso, sus propios padecimientos le hicieron dar un primer paso hacia la neurología: migrañas, temblores…

S.H. He tenido migrañas desde pequeña y algunas de las experiencias perceptivas asociadas: auras, ver luces, colores… Una pequeña alucinación una vez, solo una… [sonríe]. Esto me llevó a interesarme por la percepción del cerebro, cómo damos contenido a esas experiencias que han sido muy fuertes, místicas…

XL. ¿Místicas?

S.H. Parece que santa Teresa tuvo epilepsia. Una epilepsia del lóbulo temporal, seguramente. No puedes reducir las experiencias místicas a la actividad de las neuronas en el cerebro, por supuesto, pero tampoco podemos ignorar que ciertas enfermedades tienen efectos concretos.

XL. Ha mencionado una alucinación, ¿puedo preguntarle qué fue?

S.H. Sí, fue cuando tenía 20 años [Ríe]. Era un hombrecito rosa, con un pequeño buey rosa, en el suelo de mi habitación. Me acuerdo perfectamente. Más tarde leí que las alucinaciones liliputienses, ver a gente pequeña, tiene relación con la migraña y con otras enfermedades neurológicas. Pero fue una experiencia muy agradable, me invadió una sensación de bienestar. No ha vuelto a ocurrir, aunque a veces me gustaría que sucediera de nuevo.

XL. También padece temblores, como cuenta en su libro La mujer temblorosa.

S.H. Tuve un extraño síntoma tembloroso. Acudí a muchos de mis amigos, científicos, neurólogos, psiquiatras… Nadie dio con un diagnóstico claro. El objetivo del libro precisamente es contar que no siempre hay un diagnóstico definido, no hay una única verdad que lo explique. ¡O no lo sabemos! He tenido problemas neurológicos desde que era pequeña, pero al mismo tiempo creo que la emoción tiene mucho que ver en todo esto.

XL. ¿Por qué lo cree?

S.H. La primera vez que tuve un episodio de temblores fue hablando en el funeral de mi padre. ¡No puede ser casual! Debemos tener en consideración el contexto de una enfermedad determinada, la familia del enfermo y el modo en que esta persona entiende su propia enfermedad.

XL. Y usted ¿cómo interpreta su caso?

S.H. En realidad, los temblores no han supuesto un gran problema en mi vida. Solo he tenido cuatro episodios. La migraña ha sido algo mucho más grande, una enfermedad crónica que me ha perseguido toda la vida. Pero hubo un punto en el que aprendí a integrar mis migrañas en lo que yo llamo ‘la economía de la personalidad’. No era algo externo que me derrumbaba, sino algo con lo que aprendí a convivir sin combatirlo, haciendo ejercicios de meditación para controlar el dolor. Lo tengo bajo control desde hace años.

XL. De hecho, se levanta muy temprano, a las 5:30 de la mañana, para meditar.

S.H. Sí, y también medito por la tarde. Me sienta muy bien. ¡Te aclara la mente!

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