Es el mayor fenómeno musical de los últimos tiempos. Solo tiene un disco, pero esta adolescente de indolente expresión, acentuada por un síndrome de Tourette, ya bate récords de ventas por medio mundo. Hablamos con Billie Eilish sobre clichés, música, redes sociales y la presión de que el mundo te eleve al trono del pop con apenas 18 años. Por Decca Aitkenhead 

Billie Eilish, desintoxicada de Internet

Estamos esperando a Billie Eilish, la cantante a la que The Wall Street Journal, The New Yorker, Rolling Stone y The Washington Post señalan como futura reina del pop. Eilish es la tercera artista con mayor número de descargas en Spotify. Nada más salir, su álbum de debut se encaramó al número uno, y 12 temas del disco están en las listas de singles más vendidos en Estados Unidos. El mayor de sus éxitos, Bad guy, llegó a número uno en 12 países. Todo un logro para alguien que acaba de cumplir 18 años.

Hija de una pareja de actores que hacían todo tipo de trabajos para llegar a final de mes en Los Ángeles, Billie Eilish empezó a componer a los 11 años y a los 13 subió a SoundCloud una grabación en la que cantaba Ocean eyes, una balada con mordiente escrita por su hermano mayor, Finneas. En pocas semanas ya tenía representante; un año después firmó su primer contrato discográfico.

"Morí a los 16 años y me reencarné en alguien llamado Billie Eilish" 4

Eilish canta sobre los ansiolíticos, el amor no correspondido y las envidias adolescentes con su voz profunda y arrastrada. Su música no es fácil de etiquetar. Escribe todas las canciones a medias con Finneas, quien hoy tiene 21 años y se encarga de grabarlas y producirlas en su antiguo cuarto de la niñez en la casa de dos habitaciones donde Billie vive con sus padres. Ella diseña todo su merchandising, ejerce el control sobre su estilismo y se encarga de cuanto tiene que ver con sus vídeos.

El corazón se me cae a los pies cuando esta menuda joven se baja de un cochazo. Una capucha siniestra cubre su cabeza. «No, por Dios -me digo-. Acaba de cumplir 18 años y ya se ha dejado consumir por la paranoia de los famosos». Pero no, la explicación es más simple: anoche le dio por teñirse el pelo, se produjo un pequeño desastre y ahora lo tiene de color azul. Es de entender que esta adolescente se sienta cohibida. Con el rostro grave, lo consulta con su madre y se decide a quitarse la capucha. Un estilista llega al rescate y le aplica unas extensiones. Eilish, aliviada, se muestra de mejor humor. Su madre se marcha en busca de algo para comer. Me desconcierta tanta normalidad familiar.
Desmadejada sobre el sofá, come un revoltillo de tofu y se le escapa un eructo. «Constantemente digo cosas que no tendría que decir. Por ejemplo, viene una entrevistadora y se me va la boca, le cuento un montón de mierdas que la gente no tiene por qué saber. No se me ocurre pensar que vaya a anotarlas y…». Hace el gesto de escribir en un teclado.

No acaba de verle la gracia a que casi todo le salga gratis. «Es de locos. Joyas, ropas, zapatos, uñas… Nunca tengo que pagar un dólar. ¡La gente está mal de la puta cabeza! Quién me lo iba a decir cuando tenía 11 años. Lo único que quería era un par de zapatillas Nike, pero en casa no había dinero para comprarlas. Ahora tengo centenares. Una chaladura».

-En paralelo, ahora no puede ir a comprar al supermercado sin que la gente se le eche encima.

-Trato de engañarme y me digo que puedo seguir saliendo por las noches. Es lo que les digo a los amigos: «¡Vamos a acercarnos al club X o el bar Y!». Pero el hecho es que no puedo. La gente dice que sigo siendo la misma. Pero no. Nada de eso. ¿Cómo puedes seguir siendo la misma? Si quieres saber la verdad, ahora tengo la sensación de ser otra. Seguramente, habrás oído esas historias sobre chavales que tuvieron unas vidas previas. Así es como me siento. Me acuerdo bien de cómo era yo antes, recuerdo todos los detalles, pero ya no me reconozco en esa persona. Cuando tenía 16 años, morí y me reencarné en alguien llamado Billie Eilish.

«La gente se sorprende de que un día diga una cosa y otro día, otra. ¡Pero es que empecé a ser conocida con 13 años! ¿Acaso una niñata no puede decir alguna que otra idiotez?»

-La industria opera bajo la presunción de que la fórmula para ganarse a los adolescentes es pop vistoso de usar y tirar más atractivo sexual. Pero lo suyo roza lo experimental…

-No me esforcé en crear mi propia marca personal o en saltarme las normas. No hacía mi música para que los chavales se fijaran en mí. Sencillamente, hacía lo que quería. Y por eso ha funcionado.

-Si fuera otra persona, ¿también se sentiría entusiasmada por Billie Eilish?

-Suelo preguntármelo. Según el día pienso: «Si me viera tal como soy, pensaría que esta tía es tonta, tiene la cabeza llena de serrín». Otras veces me quedaría prendada de la chica. Pero siempre pienso que hay algo en ella que me pone de los nervios.

– ¿Y eso?

-Porque los que son como yo siempre me han dado repelús. Cada vez que me encuentro con alguien que tiene una personalidad parecida, me entran ganas de soltarle que se calle la bocaza y deje de decir tonterías. Siempre he querido ser la única como yo.

– ¿Alguna vez ha dudado de su talento creativo?

-[Niega con la cabeza]. Siempre he tenido claro qué era lo que quería. Siempre. O mejor, casi siempre. cuando tenía 11 o 12 años, hacía lo posible por ser como todos. Trataba de acomodarme. Me dio por comprar en las tiendas donde todos compran, empecé a hablar de otra forma, incluso cambió mi forma de reír, porque siempre he tenido la voz más profunda que las demás. Fue el peor año de mi vida. Nunca me he sentido tan infeliz y tan rabiosa conmigo misma, porque no era yo. Ese año maldito me dio por creer que tenía que cambiar y ser otra, porque era lo peorcito.

-Por entonces, su hermano había formado un grupo de música y tuvo un pequeño papel en la serie Modern family; además de aparecer en una película con su madre…

-Yo estaba muerta de envidia. Quería ser como él. Fue una mala época. No terminaba de aceptar que Finneas se hubiera convertido en la estrella de la familia.

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Su hermano, Finneas O’Connell, 4 años mayor que ella, es una persona clave en la trayectoria de Eilish. Actor y músico, ha escrito y producido para su hermana desde que esta tenía 13 años. De hecho, suelen aparecer juntos en las entrevistas

– ¿Cómo lleva Finneas que ahora la estrella sea Billie?

-Bien, porque él nunca aspiró a ser tan famosísimo. Tiene sus proyectos, sus locuras, y ya le va bien así. Si te digo la verdad, la que mandaba era yo, desde siempre, pero Finneas caía mejor. Es muy divertido, te partes de risa con él. Pero, en el fondo, todos sabían que la que cortaba el bacalao era yo.

-Finneas es su productor; su padre, el director de iluminación; y su madre, su secretaria. ¿Quién es el que manda?

-Yo soy la que manda. No es una novedad, siempre he sido la jefa de la casa. Puede parecer pretencioso, pero siempre he sido una mandona del demonio. Siempre. Si no tengo todo el control, prefiero no hacer nada. No puedo trabajar en colaboración porque me vuelvo loca, literalmente.

«Me molesta que me vengan con ese rollo de que me admiran porque no me sexualizo. A estas alturas estoy harta del cliché de la niña rarita que pone nerviosa a la gente»

-Antes le hacía gracia que los demás se sintieran intimidados en su presencia…

-Pero a estas alturas estoy harta del cliché de la niña rarita que pone nerviosa a la gente. Es un aburrimiento. No me gusta hacer lo que todos esperan de mí.

-Hace poco protagonizó un anuncio de Calvin Klein en el que explicaba su afición a vestir prendas holgadas: «Me gusta porque nadie puede decir si estoy gorda o hecha un palillo»…

-Pero ahora me molesta que la gente me venga con el rollo de que me admiran porque yo no me sexualizo y bla, bla, bla. Porque esa misma gente luego se escandaliza si alguna sale con poca ropa en una foto, la tachan de zorra o poco menos. Vamos a ver, ¿se puede saber qué es lo quieren? A mí me parece perfecto que una chica se sienta cómoda con su cuerpo y enseñe el culo o las tetas. Por mí, de maravilla, que siga haciéndolo. Los que luego ponen el grito en el cielo no pueden ser más injustos.

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Eilish con sus padres

-Dice que no lleva ropas ceñidas porque nunca se ha sentido muy entusiasmada con el cuerpo que le ha tocado en suerte.

-Pues no, la verdad. Nunca en la vida. Estoy contenta con mis tetas, eso sí, no voy a mentir. Pero nada más. Nunca me he puesto un bikini y no me gustaba nada ponerme leotardos para las clases de danza. Me fastidiaba cantidad. Pero, ahora, ¡igual lo hago! La decisión la tomo yo, y punto. Por eso, me hice estas uñas. Porque vi que alguien había puesto en la Red que nunca me atrevería. Y no me gusta ser predecible. No me gusta que me digan lo que tengo o no tengo que hacer. Cualquier día me voy a poner una camisetita por el ombligo y unos shorts minúsculos con tacones. Ya lo creo que voy a hacerlo. Y nadie va a impedírmelo.

-El problema es que muchos perciben sus palabras como una postura ideológica inmutable.

-Se sorprenden de que un día diga una cosa y otro día, otra. Pero ¡un momento! Cuando empecé a ser conocida, tenía 13 años… ¿Qué es lo que pretenden? ¿Que una niñata de 15 no pueda decir alguna que otra idiotez?

-¿Hace año y medio hubiera dicho que tenía 15 amigos de verdad?

-Quizá más. Porque yo era la más ‘popu’ de todas.

– ¿Y ahora?

-[Se le borra la sonrisa]. Uno. O dos.

-¿Por qué?

-No sé. A la gente no le gusta lo que hago. Porque me cuesta hablar de lo que hago. O parece que estoy fanfarroneando o parece que soy una ingrata. He comenzado a visitar a una psicóloga porque es la única persona con la que puedo hablar de verdad.

-¿Ahora tiene problemas para confiar en los demás?

-Ya lo creo. El año pasado, unos amigos de toda la vida, en los que confiaba de verdad, se aprovecharon de mi nombre y la jodieron hasta el fondo. ¡Y luego se quejaban y lloriqueaban! Les dije: «Pero ¿qué coño? Si queréis aprovecharos de mí, por lo menos no me vengáis con lloriqueos». Ya no sé de quién puedo fiarme.

Su madre: «No quiero que mi hija acabe como esas divas…»

Hija de los actores Patrick O’Connell y Maggie Baird, su madre ejerce ahora como ángel de la guarda de Billie. Es la antítesis de la ‘mamá de Hollywood’ estereotípica que se somete a todos a los caprichos de su niña. «No quiero que acabe como una de esas divas a las que nadie dice ‘no’», explica. Billie no se droga ni fuma, pero en la familia conocen la suerte que corrieron otras estrellas precoces y, por eso, Maggie acompaña a su hija de 18 años en sus incesantes giras. «Con verla, sé cómo está; cosa que otros no, por mucho que les paguen». Un papel que la obliga a pasarse los días al teléfono: «Nunca me he sentido tan estresada. Todos me dicen lo orgullosa que tengo que estar, pero es que ya no puedo con mi alma».

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