Es la gran diva de la escena española. Rebasada la setentena, la ‘chica yeyé’ se ha convertido en una abuela apasionada, coqueta y pluriempleada que compagina la televisión con las tablas. Tras recorrer el país con la obra ‘La vida por delante’, charlamos con ella de amor, vejez y asignaturas pendientes. Por D.B.

Una veintena de fotos personales adorna las paredes del camerino. Sus hijos, su nieto, Berlanga, Tony Leblanc y algún que otro retrato de juventud suyo nos observan desde clics del pasado. Vistas así, como si constituyesen la vivaz cartografía de su memoria, uno se siente un poco intruso. Un fisgón indiscreto que se hubiese colado, a hurtadillas, en su santuario. Calma chicha en las entrañas del teatro cuando quedan dos horas para la función y Concha Velasco [Valladolid, 1939] se dispone a responder mis preguntas. Sin miedo a decir lo que piensa. Con la tranquilidad de quien sabe que, superados los 70, nada hay peor que una mentira.

XLSemanal. Setenta y un años y déjeme que le diga que está usted guapísima.

Concha Velasco. Muy bien llevados y gracias [sonríe].

XL. ¿Qué tal se encuentra de salud?

C.V. Bien. Aunque me tengo que hacer un chequeo uno de estos días. Teóricamente, tengo artrosis. Una cosa hereditaria para la que no hay solución. Es lo que toca.

XL. Me va a decir qué es lo que toma para estar así, porque empiezo a tomarlo yo mañana mismo.

C.V. ¿Que qué tomo? Verás…

XL. ¿Porque no serán drogas, no?

C.V. [Muy seria] ¡Jamás! ¡Jamás! Nunca me he drogado. Los dos únicos vicios que yo he tenido, y ya me los he quitado, han sido el tabaco y un güisquicillo: una cerveza o un vino, hasta que me dijo el doctor Mariscal. «¡Ni una gota!» , y se acabó. He sido fumadora hasta que, ya hace seis años, un día dije ¡pum! y lo dejé. He tenido dos amagos de angina de pecho, otro de jubilación y otro de vejez prematura [sonríe].

XL. Lo importante es que de la cabeza está bien.

C.V. Pues sí. Sobre todo para una actriz. Yo la ejercito mucho. Tengo que estudiar una barbaridad. He estado haciendo Las chicas de oro y me tenía que empollar 25 páginas diarias. El ejercicio es necesario para todo; también para la mente.

XL. Y, ahora, La vida por delante.

C.V. ¡Tampoco, la tengo por detrás más bien! [ríe].

XL. Algo de vida por delante habrá, ¿no?

C.V. A mí lo que me gustaría es trabajar un poquito menos para disfrutar de lo que no he podido. Yo lo único que lamento es que he tenido dos hijos y, aunque a mí me encanta la familia, no he podido disfrutar de ellos como hubiese querido. He tenido que viajar, y viajar y trabajar demasiado. Ahora tengo a mi nieto. Si hace años me hubieses preguntado que qué quería ser de mayor, yo te hubiese contestado que abuela. Ya lo soy. Lo veo poquito y me lo voy a perder. Es lo único que me entristece.

XL. En esta obra interpreta a Madame Rosa, una ex prostituta. «Mujeres públicas» es como se denomina también a las prostitutas. Es curioso, ¿no es equivalente a las actrices en el sentido de estar expuestas al público?

C.V. [Muy seria] No, no, no. ¡No me vas a llevar al huerto! Yo respeto a todo el mundo y no sé de lo que sería capaz si a mis hijos les hiciera falta. Pero la peor prostitución es la de la gente que va a los programas de televisión a contar cosas de los demás. Esa sí que es una prostitución consentida e incluso remunerada. Las pobres prostitutas de la calle me merecen mucho más respeto que los que ejercen la prostitución que se hace en la televisión, hablando mal de los demás. Uno puede ir a hablar de sí mismo e incluso cobrar, ¿por qué no? El problema aparece cuando sacan en la pantalla un cartelito que dice. «Si sabe usted algo más de tal persona, llámenos al número».

XL. Ya, pero no ha contestado a mi pregunta.

C.V. Yo, desde luego, jamás he considerado que me haya prostituido como actriz. Jamás. No lo considero así.

XL. Me refería, sobre todo, a estar en boca de todos.

C.V. A mí no me ha tratado mal nadie. Y a quien lo haya hecho, a estas alturas, ya no me merece la pena echarle ningún rapapolvo. Estar expuesto es parte de la profesión.

XL. ¿Qué hay de cierto en eso de que no hay buena sintonía entre usted y Carmen Sevilla por culpa de Cine de barrio?

C.V. Pues no hay ni buena ni mala. Es que no hay. Creo que Carmen estaba muy contenta de hacer el programa. Y yo ya no lo estoy tanto porque he tenido el problema de que los tres primeros que hice fue con dos muertos. Florinda Chico y Juanito Navarro. Fue empezar yo y morirse todos. He llegado a pensar que era gafe. Luego me he dado cuenta de que, si echas la vista atrás, es algo que siempre pasa.

XL. Hablábamos de Carmen Sevilla y usted.

C.V. Carmen no quería dejar el programa. Y cada vez que intenté hablar con ella, no lo conseguí. Y lo siento porque la quiero mucho.

XL. Fue usted fundadora de la Plataforma de Apoyo a Zapatero. ¿Volvería a hacerlo?

C.V. No. No a Zapatero porque creo que no lo ha hecho bien. Yo voto socialista, por supuesto, porque no sé cambiar de camisa ni de chaqueta. Y lo mismo que te digo que soy católica te digo que mi ideología política es el socialismo. Pero no Zapatero en este momento.

XL. Y a quienes dicen que está usted en TVE cobrando favores, que los hay. ¿Qué les decimos?

C.V. Pues que piensen lo que quieran. Pero comprenderás que uno no acaba presentando un programa clásico de la televisión por haber pedido el voto para nadie. Es estúpido pensar algo así.

XL. Si pudiese rebobinar su vida, ¿a qué momento le gustaría retroceder? ¿Qué le gustaría volver a sentir?

C.V. ¡El olor de mi madre! Lo echo mucho de menos. Nos pasa a todos cuando envejecemos. El calor de los brazos y el olor de mi madre, que no olía a nada. Olía a madre. A mi madre.

XL. ¿Hay algo más complicado en esta vida que ser madre?

C.V. No. Es lo mejor y lo más difícil. Me preocupa moralmente qué les vamos a dejar a los hijos. Escucho el tema del cambio climático y me preocupa. Y eso que yo, como soy creyente, espero estar con mis padres viendo lo que pasa. Lo creo por convicción [sonríe]. Por eso siempre he querido que me enterrasen. No quiero que me incineren. Espero volver a juntarme con mis padres, a los que voy a visitar a menudo al cementerio. Creo que me van a abrazar. Pensar eso me conforta y me consuela.

XL. Otras, a los 30 años, pasan por el quirófano. ¿Y usted?

C.V. Yo no digo mentiras. Y lo hice. Hace 12 años. Me operé y me salió mal. Lo único que me acompleja es el cuello. Y me pegué un tajo y no ha servido de nada. Por lo visto no hay que hacerse un tajo, sino algo más. Fue poquísimo. Apenas se ve. Mira, mira. Y ahora estoy exactamente igual. Pero no rechazo que la gente lo haga. Lo que pasa es que, cuando se tiene mi edad, se te queda una cara sin expresión. Y a mí me gusta mi cara.

XL. ¿Volvería a desnudarse en el cine?

C.V. Ahora ya no. Ya no tengo edad. Cuando lo hice, me pareció bien. Nadie me puso una pistola para que lo hiciera. Aunque creo que se abusó de nosotras. Hubo un momento, con el destape, en que parecía que nos iban a desnudar a todas.

XL. Pues lo hizo hace no mucho.

C.V. Pero es que Berlanga es Berlanga. Si él me lo pedía, una tenía que hacer lo que fuera. Hay una película, Amantes, que bien que me arrepiento de no haberla hecho. Luego la hizo Victoria Abril y tuvo un exitazo. Fíjate lo que pasó, se la di a uno de mis hijos, al pequeño, que tendría 13 años y me dijo. Mamá, si haces esta película, yo me mato . Y no la hice. A partir de entonces, se lo consulto todo a ellos. Y si ellos dicen no, es no.

XL. Enamorarse ahora. ¿Bendición o condena?

C.V. Imposible. Pero por dos razones. Soy tan vanidosa, tan coqueta y he amado tanto que me resulta imposible. Además, yo estoy estupenda y los de mi edad son demasiado viejos.

XL. No tiene que ser con alguien de su edad

C.V. Ya, pero con un chico joven yo no puedo.

XL. Pero si seguro que tiene que quitarse de encima a los pretendientes

C.V. He tenido. Pero ya se han dado cuenta de que no les va bien conmigo. Mira, yo tengo una inteligencia divertida que a ellos les sienta fatal.

XL. ¿…?

C.V. Sí, les sienta fatal. Cuando era joven, a mí lo de hacer el amor me gustaba tanto que me reía, y eso les sienta muy mal. Los hombres le dan una importancia tremenda a toda esta cosa del sexo. Y a mí, como todo lo que me produce gusto me da risa, pues no les sienta bien. No, ya no. De modo que me los he quitado de encima [sonríe]. No sé por qué os ponéis tan trascendentales, hijo. ¡Huy, por Dios! Pero si eso da una alegría tremenda. Yo, fíjate, he llegado a gritar ¡Viva España! en pleno acto [ríe].

XL. Veo que le ha ido bastante bien en cuestiones de amor.

C.V. Pues sí. Me he enamorado mucho y con tanta pasión que luego ellos no han sabido responder a mis expectativas.

XL. Sufrió mucho por la muerte de Paco Marsó. ¿Lo va superando?

C.V. Muchísimo. Y lo voy superando. Paco había hecho de la televisión su mundo en los últimos años y no nos hablábamos. Pero yo he tratado, por sus hijos, de limpiar estos años finales. A veces siguen poniendo programas en los que vuelve a aparecer ese Paco que yo no quería conocer. Pero había otro maravilloso y ese es el que yo quiero que se recuerde. Fíjate, tengo un albornoz ahí que es suyo. Es lo único que se dejó en casa cuando se fue.

XL. Se divorciaron pocos meses antes de su fallecimiento. ¿Se arrepiente?

C.V. Sí, me arrepiento de no haber luchado más en los momentos en que todavía había posibilidad. Pero, claro, ya te he dicho que yo soy una mujer tan fuerte, tan lista [sonríe, irónica]. Sí, yo era la cornuda de España. Y debería haber luchado más. Él se fue de casa. Estaba enamorado de otra. Yo no lo eché. Lloré arrastrándome por el suelo. Entonces creí que se iba por problemas de dinero, pero no.

XL. Nunca se acaba de conocer a un hombre.

C.V. Nunca. Ni a un hombre ni a una mujer.

XL. ¿Qué teme usted más, la vejez o la muerte?

C.V. Ya no temo nada. Cuando vuelvo a mi casa después de hacer las dos funciones de La vida por delante, llego diciendo. «¡Me voy a morir esta noche! ¡Como si lo viera!» . Pero me consuela saber que lo tengo todo ordenadito para que mis hijos no tengan ningún tipo de problema. Ya no tengo miedo a la muerte. Sí a un ictus o una enfermedad, pero a la muerte no. Ya no.

Privadísimo

  • Consiguió una beca a los 14 años para estudiar ballet e irse a Inglaterra, pero debido a un problema familiar grave tuvo que dejarlo.
  • Le tejió un jersey de punto a José Luis Sainz de Heredia durante los rodajes para dejar de fumar.
  • Le gusta maquillarse y peinarse sola para actuar. También cocinar y hacer punto viendo la tele. Odia, por el contrario, llevar pantalones vaqueros a su edad.
  • Con el dinero que ganó con la película Las chicas de la Cruz Roja se fue a comer a Casa Lucio y se compró un coche.

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