Miles de orangutanes como este son cazados, maltratados o privados de su alimento cada año. La deforestación, la codicia humana o directamente el ensañamiento podrían acabar con la especie en veinte años. Algunas ONG intentan desesperadamente evitarlo. Esta es su lucha. Por Lourdes Gómez

Los orangutanes de Borneo, en peligro de extinción

La palabra malaya que designa a los orangutanes significa literalmente «persona del bosque». No hay más que observar a uno de ellos para entender por qué los llaman así. Pero eso no impide que los orangutanes de Indonesia estén en peligro de extinción.

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Asha, una hembra de 20 años, está siendo entrenada para su liberación. Hace dos años la rescataron en condiciones críticas, con una cadera rota y gangrenada y una mano destrozada por haber sido golpeada. Ahora esta curada, pero su reintegración es difícil pese al esfuerzo de sus cuidadores, que la protegen de la lluvia antes, incluso, que taparse ellos.

La deforestación, la explotación de los bosques por el cultivo intensivo para la extracción del aceite de palma, la minería… han reducido su hábitat natural y han confinado a la mayoría de ellos a un pequeño rincón de la isla de Sumatra. El orangután de Sumatra (Pongo abelii) es una de las tres especies que existen. Las otras dos, el de Borneo (Pongo pygmaeus) y el de Tapanuli (Pongo tapanuliensis), no están mejor. Entre todos, apenas suman diez mil ejemplares.

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Fahzren es sometido a una revisión habitual. Tiene 30 años y ha vivido desde que era una cría en cautividad, en un zoo de Malasia. Ahora va a ser trasladado a un santuario donde podrá vivir con más espacio, pero no en libertad, porque, aunque su salud está bien, no está preparado para reincorporarse a la vida salvaje.

Los orangutanes pasan el 90 por ciento de su vida subidos a los árboles, así que la deforestación hace imposible su subsistencia. Pero además deben hacer frente al maltrato de los seres humanos, que los cazan (solo en Borneo se ha documentado la caza de más de 1500 al año) o los venden y los convierten en animales de compañía o para la exhibición… o incluso para la prostitución. En Borneo han sido rescatadas algunas hembras de prostíbulos.

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Diana, de 8 años, va a ser devuelta a la vida salvaje. No es la primera vez que sus cuidadores lo intentan. La anterior tuvieron que rescatarla porque enfermó. Después de mucho tiempo con humanos, no es fácil volver. Esta vez, el veterinario cruza el río con ella y confía en que se anime a entrar en la jungla, pero se muestra muy cariñosa con él como para pensar que lo vaya a conseguir…

Organizaciones como el Sumatran Orangutan Conservation Programme (SOCP) intentan mejorar sus condiciones, atendiendo a los que recuperan heridos o maltratados por quienes buscan ‘domesticarlos’, pese a que cuando crecen alcanzan un peso de entre 35 y 80 kilos y suelen medir entre 120 y 150 centímetros. Y sobre todo tienen una envergadura impresionante, dos metros de punta a punta de sus dedos.

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Este bebé de un mes fue rescatado junto a su madre, que tenía varios cortes y balazos que la habían dejado ciega. El bebé murió en el coche que lo trasladaba debido a la desnutrición. La foto ha ganado el World Press Photo en la categoría Naturaleza.

Los orangutanes macho son, en comparación con las demás especies de primates, animales solitarios. Las madres y sus hijos, sin embargo, comparten un fuerte vínculo. Las crías se quedan con sus madres durante seis o siete años hasta que tienen las habilidades necesarias para sobrevivir por su cuenta.

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Brenda se recupera de su operación. Los orangutanes tienen pocas crías durante sus 30 o 40 años de vida. Las hembras se reproducen cada seis años y tienen dos o tres hijos; su población aumenta de manera lenta. Y cuidan a su progenie. Los machos, a diferencia del chimpancé y otros primates, no cometen infanticidios.

Las ONG que se ocupan de ellos intentan no solo curarlos, sino reintegrarlos en la vida salvaje. El proceso no es fácil. Hay una primera fase de entrenamiento, que llaman «la escuela del bosque», un lugar controlado donde los veterinarios pueden observar cómo se las arreglan para encontrar frutas y alimentarse, si son capaces de construir un nido (lo que hacen a unos 30 metros de altura para evitar a los depredadores) y cuán dispuestos están a distanciarse de sus cuidadores.

Cuando se ‘gradúan’, los cuidadores los llevan a una parte más profunda de la selva y los dejan allí, aunque los monitorean desde la distancia, a la espera de que logren crear sus propias familias. Ya han devuelto a su hábitat a más de cien orangutanes con éxito.

 

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Brenda, de unos tres meses, fue rescatada de un poblado en el oeste de la isla indonesia de Aceh, donde habían matado a su madre. El húmero de su brazo estaba partido en dos, lo que la abocaba a la muerte. Un reputado cirujano ortopédico suizo, que colabora desde hace 15 años con una ONG en defensa de los orangutanes, la operó con éxito durante tres horas.

Más información

Sumatran Orangutan Conservation Programme (SOCP).

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