Han llegado a España en una patera, embarazadas o con su bebé en brazos. Tanto ellas como sus hijos son muy vulnerables, presa fácil de las redes de trata que operan en Europa. Para evitar que desaparezcan en manos de estas mafias se ha creado Ödos, un centro único en el mundo que abre la puerta a la esperanza. Por Priscila Guilayn/ Fotografía: Carlos Carrión

Embarazadas en tierra de nadie

Nadie lleva la cuenta de cuántos niños subsaharianos desaparecen en España. Nadie sabe dónde están. Nadie los busca. Muchos, la mayoría, vienen con sus madres, mujeres que salen hacia Europa sin saber que, al lanzarse a la aventura migratoria con sus hijos, se convierten en víctimas potenciales de las redes de trata.

Los criminales acechan a las subsaharianas que migran con niños, las ‘ayudan’ por el camino y, una vez en nuestro país, intentan recuperar con creces esa ‘inversión’. Saben que al pisar suelo español son trasladadas a centros de acogida -la Policía no devuelve a quien llega con niños- y que, una vez allí, podrán ir a por ellas. Y a por sus hijos.

El Defensor del Pueblo reconoce el centro Ödos «como iniciativa interesante que podría aportar soluciones a esta situación»

Suele ocurrir así: un coche aparca ante la puerta del centro y a una africana le suena el móvil. Es la señal. La mujer y su niño salen a la calle, se suben al vehículo y se esfuman sin dejar rastro. «Algunas desaparecen nada más llegar -cuenta Mónica López, directora de programas de Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR)-. No dejan contacto ni nada y les perdemos la pista. Entendemos que pueden haber sido reclamadas por las redes de trata».

Proyecto Ödos en Córdoba: un oasis contra la trata 9

En Ödos trabajan psicólogos, educadores, intérpretes… Arriba, la directora, Teresa Girón (en medio), departe con Patricia (Izuierda) y Trinidad, trabajadoras sociales

Ante esta realidad, el derrotismo se ha generalizado entre quienes trabajan con estas mujeres y niños, algo que subraya incluso el Defensor del Pueblo. «Continúa sin encontrarse un procedimiento eficaz que evite la desaparición de estos menores, junto con las adultas que los acompañan, a los pocos días de su llegada a los centros de acogida humanitaria», señala en su último Informe anual. «Los centros están abarrotados y no ofrecen atención especializada -añade la abogada Cristina Manzanedo, experta en temas de control migratorio-. Se está extendiendo la sensación de que no se puede hacer nada para brindar protección a estas personas».

Ödos se inauguró en abril de 2018. Desde entonces han pasado por aquí 117 mujeres y niños. La mayoría se queda aquí varios meses recibiendo formación y ayuda para su nueva vida en Europa.

Contra este desánimo, sin embargo, varias entidades sociales, religiosas y jurídicas han sumado esfuerzos para impulsar, con financiación privada, un proyecto piloto en Montilla, a 50 kilómetros de Córdoba. Inaugurado en abril de 2018, el Centro Ödos de atención integral a madres y embarazadas subsaharianas ha sido reconocido por el Defensor del Pueblo, «como iniciativa interesante que podría aportar soluciones a esta situación».

La Policía Nacional también avala su labor. Cuando entre los migrantes que llegan a la costa hallan perfiles aptos para el programa -mujeres y niños que pueden ser víctimas de trata-, llaman de inmediato a Ödos para que su equipo acuda a buscarlos.

ALEJARLAS DE LAS CIUDADES

Ubicado en un cortijo entre olivos, en plena campiña cordobesa, la localización de Ödos -‘acompañamiento en el camino’, en griego- es una de las claves en la primera fase del programa: la de acogida e intervención integral, llevada a cabo en la sede del centro por la Fundación EMET Arcoíris. «Pensamos que alejar en un primer momento a las mujeres del entorno urbano, donde no es tan fácil coger un autobús o un tren, o que un coche se pare ante la puerta, dificultaría el trabajo de las redes de tráfico y trata y nos permitiría trabajar con ellas», explica Manzanedo, abogada del equipo coordinador del proyecto. La fórmula parece funcionar, ya que, de las 117 mujeres y niños atendidos en el primer año, 114 han permanecido en sus instalaciones durante esta primera fase.

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A diferencia de otros centros de acogida, Ödos está en el campo, en plena campiña cordobesa. Es un modo de alejar a las mujeres y a los niños de entornos urbanos, donde son más accesibles para las redes de trata.

Al margen de su ubicación, el éxito parece residir en su metodología. Ödos propone un parón de tres meses para que las mujeres y los menores se restablezcan mientras esperan a que sus muestras de ADN, tomadas nada más desembarcar en España, confirmen o desmientan su vínculo con los niños. En ese tiempo, descansan y participan en talleres para mejorar su capacidad de tomar decisiones informadas.

«Es una atención focalizada y, por eso, las mujeres acogidas en Ödos se quedan -dice Isabel Lázaro, catedrática de la Universidad de Comillas, encargada de la evaluación interna-. Aquí hallan tranquilidad para reponerse». Ödos les facilita, además, certificados de empadronamiento y tarjetas sanitarias, un resumen de la intervención social y educativa seguida con el pequeño y la orden de devolución recurrida.

AMENAZA DE CIERRE

En el centro, sobre el que pende la amenaza de cierre si no consigue ampliar sus fuentes de financiación, viven hoy mujeres como Aminata (nombre falso), marfileña de 33 años que recorrió con su hijo de 3 los más de cuatro mil kilómetros que separan su país de España. «Por el camino te pasa de todo, aunque nos cruzamos también con hombres buenos que nos ayudan al vernos sin dinero», relata con cándida convicción.

A su lado, en una luminosa sala del cortijo, se sienta su compatriota Dobet (nombre falso), de 40 años, que ya ha accedido a la segunda fase del proyecto. Es decir, la del acompañamiento posterior, enfocado a la integración, que se realiza en distintas ciudades españolas gracias a la coordinación de las 14 entidades que conforman la Red Ödos. «Si no se trabaja en red, es muy difícil cambiar esta compleja realidad», dice Hilde Daems, de Cáritas España, miembro de esta red.

La Policía recibe a los migrantes en la costa y, si detecta mujeres y niños que puedan ser víctimas de trata, avisa al centro

«Hemos extendido este acompañamiento a Francia, destino final para la mayoría de las subsaharianas -cuenta Manzanedo-. Así no se llevan solo el contacto de su ‘amigo africano’ y nos pueden llamar ante cualquier dificultad. Además, tienen acceso a un grupo de Facebook especial donde su identidad está protegida».

Dobet era una de las que pensaban llegar a Francia, pero ahora, tras pasar diez meses en Ödos, se ha mudado a un piso en Córdoba, sus niños van a la escuela y ella trabaja en la cocina del centro, donde ayuda a otras mujeres mientras recibe orientación laboral. El equipo, además, gestiona la reagrupación familiar para su hija de 14 años, que, si sigue en Costa de Marfil, teme su madre, no tardará en sufrir la ablación.

MAREA DE NIÑOS

Mientras Ödos lucha por sobrevivir, el número de menores que llegan a España desde el África subsahariana acompañados de mujeres va en aumento. La Comisaría General de Extranjería y Fronteras contabilizó 928 niños en 2018, siete veces más que el año anterior, cuando fueron 126.

 

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Además de traer a sus hijos, muchas mujeres se quedan embarazadas por el camino. En Ödos hallan un entorno seguro y tranquilidad para reponerse.

Más allá de estos datos, sin embargo, las estadísticas brillan por su ausencia. «Nadie publica las cifras de mujeres que desaparecen con menores, porque es algo que dejaría en muy mal lugar a la Administración -reclama Isabel Lázaro, con 30 años de experiencia con menores extranjeros y 5 en trata-. Estamos perdiendo a los niños. Luego, que nadie se eche las manos a la cabeza si ocurren cosas como lo de hace unos años en un pueblo de Toledo».

Se refiere a una de las pocas ocasiones en que este asunto se coló en los medios de comunicación. En 2013, la Policía Nacional rescató a dos niños nigerianos de 2 y 3 años, rehenes de una red de trata. Malnutridos, sedados y encerrados en cuartos separados, la banda los utilizaba como garantía hasta que sus madres saldaran, ejerciendo la prostitución, la deuda de casi 40.000 euros contraída con las mafias durante su odisea migratoria.

Por aquella época, Cruz Roja detectó en sus centros a mujeres con niños lactantes o muy pequeños que no parecían ser sus verdaderas madres. «Las redes instrumentalizaban a las mujeres para que consiguieran la permanencia en España y luego se dedicaran a la prostitución -explica Joaquín Sánchez-Covisa, fiscal de Sala Coordinador de Extranjería, la institución que persigue los delitos de trata-. A raíz de aquello se establecieron las pruebas de ADN para probar la relación biológica entre adulta y menor. A veces, no son sus verdaderas madres, pero ya hay muy pocos casos. Estas organizaciones criminales, en cuanto les pones obstáculos, buscan otras salidas».

Hoy no solo las captan en su país, también en el trayecto y en Europa, explotando su vulnerabilidad y jugando con macabra habilidad la carta de la deuda. «Pueden ser 1000, 3000 o hasta 50.000 euros. A lo que se suma la violencia que sufren en el camino -dice María del Mar García, psicóloga y docente de la Universidad de Loyola, que lleva 13 años dedicada a este campo-. Se ven así abocadas a escenarios de dependencia y eso genera una altísima vulnerabilidad a caer en manos de la trata». «A diferencia de las latinas, además -añade Lázaro-, les cuesta colocarse en el servicio doméstico. Sin papeles, con niños y sin apoyo, no hallan más alternativa que explotar su cuerpo para pagar sus deudas».

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El centro cuenta con instalaciones para los niños, que acuden en verano a un campamento del Ayuntamiento de Montilla. En las habitaciones se procura que las madres puedan vivir solas con sus hijos, que son vacunados y van al pediatra.

Los relatos de estas mujeres, cargados de confusión, candidez e incongruencias, son buena prueba de esa vulnerabilidad. Ocultan, modifican o quizá inventan algunos detalles. Imposible saberlo. No hay duda, sin embargo, de que nada ha sido fácil para ellas. Muchas escapan de la violencia de género en sus hogares, de matrimonios infantiles, mutilación genital, abandonos…, y ahora intentan ahorrarles ese destino a sus hijas.

Son relatos como el de Mabinty (nombre falso), de 20 años, quien viajó desde Guinea Conakry con una niña de 3 y que, tras siete meses de ruta, llegó embarazada de cinco. Según dice, fue en taxi hasta Rabat -casi 4000 kilómetros- con un hombre que, una vez allí, la mantuvo encerrada. Escapó con su pequeña y mendigó para reunir el dinero para la patera hasta que… «Un hombre se apiadó de mí y me dejó venir gratis». ¿Y no te dijo que ya se lo pagarías en España?, le preguntamos. «Si lo viera le pagaría, pero no creo que suceda», responde. Y explica que cuando salga de Ödos, irá a Barcelona con su niña, donde está el padre de su bebé. «Me fue a ver en Rabat cuando estuve cautiva».

Tras años de experiencia, Teresa Girón -directora del Centro Ödos- sabe bucear entre la confusión e incongruencias para detectar los indicios de trata. Por ejemplo, «cuanto más rápido sea el viaje, más dinero han tenido que pagar». Carecer de información sobre el familiar con el que se van a reunir puede ser otra señal. «No hablan de lo que pasó. Es un signo de su vulnerabilidad. Lo suyo es supervivencia pura y dura», dice Girón.

«Desde un punto de vista penal -añade el fiscal Sánchez-Covisa-, no puedes perseguir ningún delito, porque no hay datos objetivos para un procedimiento. Solo van a darse cuenta de su tragedia cuando lleguen a su destino y sean obligadas a ejercer la prostitución o esclavizadas de alguna manera». Las mujeres, de hecho, no suelen admitir ser víctimas de trata.

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Mujeres y niños se restablecen y descansan. Los menores son escolarizados y las madres reciben talleres y charlas para ayudarlas en su nueva vida. Las clases de español son, además, un factor clave del proyecto.

«La ley no exige que se reconozcan como tales, pero al final se lo exigimos porque no detectamos bien los indicios -enfatiza Lázaro-. Nos extraña que no nos digan. ‘Antes de subirme al barco, me violaron siete veces y por eso llego embarazada’. Pero para expresarse a ese nivel hay que darles unas condiciones. Ese viaje habrá sido, además, lo más doloroso de su vida, que no habrá sido nada fácil hasta entonces». De ahí, resalta, la necesidad de una intervención muy especializada como la que ofrece Ödos.

EL AMIGO AFRICANO

Yediane (nombre falso), que llegó a España desde Costa de Marfil con su niño de 6 años, es un buen ejemplo de los vínculos positivos que se crean en el centro. El ADN ha confirmado que Ibrahim es hijo suyo y, después de tres meses en Ödos, prepara las maletas. «Al principio, no quería quedarme. Ahora siento tristeza por dejar a las amigas, aunque estoy feliz porque mañana me voy a Francia». En concreto, a Marsella, donde se reunirá, dice, con su pareja, que vive con un hermano. «No sé en qué trabajan, pero al hermano le ha ido muy bien», cuenta esta marfileña de 27 años que tampoco admite haber contraído deudas ni haber sido amenazada.

En Ödos desean suerte a Yediane y esperan que se mantenga en contacto desde Francia. Mientras tanto, el equipo del proyecto seguirá saliendo hacia las costas de Cádiz, Málaga, Granada o Almería cada vez que se reciba un aviso de la Policía Nacional. Lo hará con alguna residente del centro que ayude a mitigar el rechazo de las recién llegadas con niños a subirse a la furgoneta camino de la campiña cordobesa. Al fin y al cabo, ignoran todavía que esa simple decisión, ocupar alguna de las 35 plazas del proyecto, bien podría cambiarles la vida.

Para saber más. www.redodos.org

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