Periodista estadounidense nacido en el 54. Jeff Jarvis vivió la transición al periodismo digital y se convirtió en gurú de las nuevas tecnologías. Profesor y divulgador, visitó Madrid para el encuentro de la Asociación Internacional de Investigación de Medios. Texto y foto: Daniel Méndez

XLSemanal. Lo primero que hace por la mañana es entrar en Twitter.

Jeff Jarvis. Sí, sí.

XL. ¿Por ocio o trabajo?

J.J. Es un modo de hacer que tus amigos editen el mundo para ti y filtren lo que es importante. Sigo yendo a The New York Times o al Washington Post, por supuesto. Pero empiezo con Twitter para ver lo que han leído y comentado otros.

XL. Los periódicos, entiendo, solo en su edición digital…

J.J. Sí, sí. Me encantaban las ediciones impresas, solía comprar revistas al peso y tenía cajas de recortes en el sótano de mi casa. ¡Mi mujer lo odiaba! [Ríe]. Pero no lo echo de menos. Creo que lo digital es un mecanismo más idóneo para transmitir noticias.

XL. ¿Por la inmediatez?

J.J. Por eso y por el hecho de que se puede corregir, forma parte de la conversación, puedes compartir links… Lo que aprendí hace ya tiempo de lo on-line es hasta qué punto las noticias pueden concebirse como una conversación. No son contenidos, son una conversación.

XL. Aunque las redes a menudo rebosan de insultos.

J.J. Las democracias necesitan conversación. Y será necesariamente cacofónica, ruidosa. Lo que pasa es que ya no estamos acostumbrados porque durante mucho tiempo los medios de comunicación han controlado esa conversación. Ahora, cualquiera conectado puede tener una voz. ¡Y estamos todos hablando! Genera mucho ruido.

XL. ¿Solución?

J.J. Averiguar a quién merece la pena escuchar. El problema con Internet es que todo el mundo habla y nadie escucha. Necesitamos inventar nuevas plataformas que tengan que ver con escuchar.

«Los anunciantes quieren hacernos creer en los ‘influencers’. Pero en verdad no existen»

XL. Pero estas voces también se filtran: por algoritmos, número de likes o seguidores…

J.J. Filtrada quizá. Pero también puedes decir que está sumamente amplificada. Si le das al like, les estás diciendo a tus amigos que esto merece la pena ser leído. Es más una recomendación que un filtro.

XL. ¿Y no ganan demasiado peso los influencers?

J.J. Es que yo no creo que existan influencers. Hace años me quejé por mi ordenador Dell y generó mucha controversia. Pero yo no era un influencer sobre ordenadores, informática o nada parecido. ¡Lo influyente fue el mensaje! La gente tenía problemas informáticos y se vio reflejada.

XL. Hay toda una generación que se deja influir mucho por ellos.

J.J. Eso es lo que quieren creer los anunciantes porque les parece que es fácil comprar a estos influencers. Pero si el mensaje que vendo es una tontería no llegará a ningún lado. Esto no quiere decir que Kim Kardashian no tenga un gran altavoz on-line. O, y que Dios nos ayude, Donald Trump.

XL. Cree en un ciudadano crítico.

J.J. Sí, sí. Tenemos que dar por hecho que la gente tiene una inteligencia capaz de juicio. Pero vemos en los medios muchos comentarios negativos sobre las plataformas y redes.

XL. ¿Inmerecida?

J.J. Es verdad que están cometiendo muchos errores. Pero mi miedo es que nos encontremos ante un pánico moral frente a la tecnología. Atacan a las compañías tecnológicas, sostienen que están arruinando nuestras vidas… Pero lo que no admiten es que son, además, la competencia de los medios tradicionales.

XL. ¿Le preocupan las fake news?

J.J. Es cuestión de educación: el público debe entender que si una historia es demasiado buena para ser verdad probablemente no lo sea. Pero a la vez me preocupan las estrategias para combatirlas que tratan de matar todo lo falso.

XL. ¿A qué se refiere?

J.J. Hay muchas regulaciones, en Gran Bretaña, en Francia, en Estados Unidos, que aplican un criterio paternalista. buscan eliminar no solo el contenido ilegal, sino también el dañino. Si siguen adelante, será la libertad de expresión la que se verá amenazada.

PREGUNTA A BOCAJARRO

¿Por qué ataca tanto a Trump?

Porque intenta destruir las instituciones. El año que viene, hay elecciones y solo Dios sabe qué pasará. Pero si un 40 por ciento del país lo apoya, los periodistas no estamos haciendo bien nuestro trabajo. Estamos dejando que gane la ira.

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