‘Patria’ arrasa en ventas, cosecha premios, se expande en el extranjero y se ha convertido en un fenómeno extraliterario. Por Fátima Uribarri

Hablamos del éxito, la familia, la literatura y la vida con el autor del libro del año, un donostiarra que llegó a Alemania siguiendo a la mujer de su vida. Allí sigue. Nos recibe en su casa de Hannover.

«El dominio de las  palabras me sacó del pozo social»

Fernando Aramburu vive en una zona tranquila de Hannover, la ciudad natal de su mujer, Gabrielle, a quien él siempre llama ‘la guapa’. La pareja vive aquí desde hace un año con Luna, un bichón habanero de siete años que acompaña a Fernando incluso al cuarto de baño. Sus hijas, Cecilia, de 31 años, e Isabel, de 28, ya se han independizado. En este barrio silencioso de lo que Aramburu llama «la Valladolid de Alemania», el autor de Patria lleva una vida tranquila y rutinaria con horarios fijos y muchas horas frente al ordenador en una casa de lo más adusta, muy blanca y limpia, sin apenas adornos, como sus libros.

Aramburu lleva 32 años viviendo en Alemania. Desde aquí ha imaginado las andanzas de Bittori, Miren, Joxian y el resto de los protagonistas de Patria, el libro estrella en 2017 (lleva medio millón de ejemplares vendidos en España) y un fenómeno de dimensiones extraliterarias que a Aramburu le ha supuesto una lluvia de premios (entre ellos, el Nacional de Narrativa), la fama y la estabilidad económica.

XLSemanal. ¿Cuáles son sus planes para esta noche?

Fernando Aramburu. Cenaré en casa con mi familia. Hasta las doce y cuarto estaré despierto excepcionalmente porque habitualmente yo a esa hora estoy acostado. Y mañana a primera hora de la mañana el menda está trabajando. Porque para mí el trabajo es gozoso. A mí me llevan a una playa o a pasear por el monte y me han destruido.

XL. Pues en 2017 no ha parado de viajar. Menudo año ha vivido.

F.A. Ha sido tremendo. Me he tenido que pellizcar para ser consciente de que no estaba metido en un guion exagerado. Mi libro, que es el resultado de años de trabajo aquí en este sitio solitario, ha recibido premios y ha tenido una repercusión enorme. Es algo que no se podía prever.

XL. En 2018 se va a publicar en 16 idiomas. ¿Cómo entienden Patria en otros países?

F.A. Me he dado cuenta de que no hace falta tener información previa sobre lo que había sucedido en España para entender el libro, la gente remite la novela a hechos de su país: la vivencia es universal y se entiende en cualquier parte del mundo. Esta bola de nieve va a seguir agrandándose.

«Mi mujer, ‘la guapa’, es un regalo que me dio la vida. Seguimos juntos, y han pasado ya más de 30 años»

XL. ¿Cómo vive este éxito?

F.A. Con serenidad y satisfacción. Me aparta del escritorio, que es donde yo soy el que soy, donde está mi pequeña verdad personal, pero no me quejo porque, además, me ha dado tranquilidad económica. Vender tanto es nuevo para mí.

XL. En 2009 dejó la enseñanza para dedicarse solo a escribir. Fue arriesgado.

F.A. Di el paso sin saber que estaba fraguándose una crisis económica enorme. Pasé años muy difíciles. Me sostuve con el periodismo. Pero ahora eso se acabó.

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Una vida rutinaria: al escritor le gusta hacer lo mismo cada día. Escribe en su despacho hasta las seis de la tarde, con Luna a sus pies. «Es mi sombra. Si no se me ocurre algo, le pregunto y me sopla», dice.

XL. ¿Le gustaba la enseñanza?

F.A. Me gustaba mucho trabajar con niños. Cumplía una función social muy positiva. daba clases de lengua española a hijos y nietos de emigrantes. Humanamente me compensaba mucho. Me abría una ventana a vidas ajenas. Para un escritor, esto es muy importante. Si uno pierde el contacto con la realidad, se va secando.

XL. ¿Cómo es que acabó en Alemania?

F.A. Estaba estudiando Filología Hispánica en Zaragoza. Era octubre, amaneció con sol y hacia las diez de la mañana sonó el timbre del piso de estudiantes que compartía con dos amigos. Abrí la puerta y allí estaba ella.

XL. ¡Qué romántico!

F.A. Es un regalo que me dio la vida. Seguimos juntos y han pasado más de 30 años desde entonces. Si ella hubiera sido finlandesa, yo estaría ahora en Helsinki helado de frío.

XL. Fue una decisión importante.

F.A. Me encontré ante un dilema vital. o me consagraba a un posible futuro dentro de la universidad o ella… Y estoy muy orgulloso del joven que fui porque tomó la decisión adecuada. También corrí un riesgo porque yo no sabía ni jota de alemán, y me costó bastante esfuerzo conseguir el permiso de residencia y de trabajo. No he olvidado cómo me examinó una médica: me miró las muelas, las plantas de los pies, en mi vida me he sentido tan caballo como en esos momentos.

«Mis padres nunca nos regalaron nada. A mí eso me ha marcado, me ha hecho un hombre laborioso y disciplinado»

XL. ¿De qué vivían?

F.A. Hacíamos una vida de lo más austera y, cuando se terminaba el dinero, me tenía que volver a casa de mis padres. Después cambió nuestra suerte y la vida nos lo puso todo fácil. Surgió la oportunidad de ingresar en la docencia en Alemania justo cuando me acababan de dar el permiso de residencia.

XL. Un golpe de suerte.

F.A. Conviene estar en el sitio adecuado en el momento oportuno y también tener cierto arrojo para subirse al tren que está pasando.

XL. ¿Se ha planteado volver a España?

F.A. No, uno se va amarrando al suelo en el que está. Y por otro lado estoy muy agradecido a Alemania porque me acogió, me dio trabajo y aquí he fundado mi familia. Además, aquí he aprendido mucho de mi idioma materno mientras estudiaba alemán, y Alemania me ha dado una perspectiva para entender aspectos de la realidad de mi país de origen.

XL. ¿Cómo ha encontrado San Sebastián en sus últimas visitas?

F.A. Me resulta muy agradable pasear ahora por mi ciudad natal después de haber conocido días terribles: recuerdo autobuses que ardían, paredes pintarrajeadas con amenazas, gente pidiendo muertos por la calle, estallidos, cargas policiales. En cambio, ahora veo una tranquilidad en el ambiente que me agrada mucho.

XL. De lo que le han dicho los lectores, ¿qué es lo que más le ha llegado?

F.A. Confieso que en todo momento he tenido un ojo puesto en la posible reacción de las víctimas del terrorismo. Me habría dolido mucho que se sintieran ofendidas. Se han acercado a mí viudas o hijos de asesinados y me dieron las gracias por haber escrito este libro, sentían que algo que les habían arrebatado brutalmente estaba en el libro de una manera que no les causaba dolor. Esto ha sido lo más emocionante.

XL. ¿En su familia y en su grupo de amigos hubo rupturas?

F.A. Dentro de mi parentela están representadas todas las opciones políticas imaginables y sé que entre parientes ha habido rupturas agrias. Personalmente no he vivido ninguna, pero sí me han llegado por vía indirecta. Y a las críticas de gente cercana estoy habituado.

«La vivencia que se cuenta en ‘Patria’ es universal. Se entiende en cualquier parte del mundo: el lector remite los hechos a su país»

XL. ¿En su casa había muchos libros?

F.A. No había ninguno. Mi padre era obrero en una fábrica de artes gráficas. Mi madre, ama de casa. Nunca nos regalaron nada, y a mí eso me ha marcado positivamente: me ha hecho un hombre laborioso, disciplinado.

XL. ¿Así le marcó su familia?

F.A. Nosotros hablábamos una lengua española bastante precaria. A los 15 o 16 años comprendí que si yo no dominaba mi lengua jamás sería un hombre libre. Fue una iluminación del adolescente que fui de la cual estoy muy agradecido. Necesitaba a toda costa el dominio de las palabras para poder salir de aquel pozo social en el que estábamos.

XL. ¿Se sentía en un pozo?

F.A. No éramos infelices, pero teníamos cerradas muchas opciones como viajar o ver la realidad de una manera más compleja. Esto lo capté a los 15 o 16 años y ha sido determinante en mi vida.

XL. ¿Cómo le vino esa iluminación?

F.A. Una vez visitamos a mi padre en la fábrica. Se había roto una tubería, a mi padre le llegaba el agua hasta los tobillos, lo recuerdo vestido con su mono de trabajo al lado de una máquina que hacía un ruido repetitivo durante horas. Se levantaba a las cinco de la mañana, trabajaba diez y doce horas y yo eso no lo quería para mí. Había opciones: una era el deporte, otra la delincuencia; yo descubrí la literatura, el uso ascendente del idioma como yo digo.

«Me pregunto por qué no acabé en ETA. Quizá de haber vivido en un pueblo, yo habría seguido a la manada como otros»

XL. ¿Algún título en especial?

F.A. El primero fue Lazarillo de Tormes, que tuve que leer a la fuerza en el colegio de los Agustinos. Leí la primera página, no entendí nada, leí la última y pensé que el resto ya me lo inventaría. El fraile me pilló y me dio una bofetada: ese es mi ingreso en la literatura [se ríe].

XL. Leyó muchísimo.

F.A. Me aficioné de tal manera que no salía con los amigos. Mis padres estaban preocupados por mí, pensaban que me estaba volviendo rarito. Me quedaba en casa a leer comedias del Siglo de Oro, dos o tres en una tarde, y poesía. Y, además, leía en voz alta. Hoy en día me habrían enviado a un psicólogo. También hacía listas de palabras nuevas y las soltaba a la primera ocasión, notaba que este uso del vocabulario selecto ayudaba bastante a ligar. Vi que la vida me mandaba sonrisas por ese lado y seguí por ahí.

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Un cocinillas: Fernando Aramburu es quien cocina en su casa. Siempre, excepto en Navidad y Nochevieja, cuando su mujer prepara platos alemanes

XL. Y se enroló en Cloc, Grupo de Arte y Desarte.

F.A. Éramos unos cuantos que leíamos, escribíamos o pintábamos y no teníamos ni un duro. En lugar de reincorporarnos sumisamente a la realidad, decidimos cambiarla. A veces hacíamos gamberradas, pero siempre con un toque de humor.

XL. Pintaron El peine de los vientos y Chillida se enfadó.

F.A. Se enfadó, aunque en realidad mejoramos la obra [se ríe]. A partir de aquella pintada vimos que había gente muy irritable y muy fanática… y no me refiero a Chillida.

XL. Se salvó de enmarañarse en ETA.

F.A. Cuando tenía 13, 14 o 15 años, estábamos los muchachos muy expuestos a ciertas doctrinas en un momento en el que Franco todavía vivía, por todos lados había voces que justificaban la resistencia violenta y recuerdo chavales del cole que terminaron empuñando las armas. A menudo me pregunto por qué yo no. Quizá de haber vivido en un pueblo, yo habría seguido a la manada como otros.

«Escribo las 24 horas del día en mi cabeza. Soy como un cochecito de tiovivo que gira alrededor de la literatura»

XL. Empezó a escribir de ello tras el asesinato de Enrique Casas.

F.A. Cuando vi introducir el féretro de Casas en la Casa del Pueblo, decidí «algún día escribiré sobre esto». Me sentí interpelado por lo que estaba viendo. Sentía una enorme pena que me llevaba a ver más allá de la caja del muerto y a preguntarme qué pasará ahora con su familia. Entonces yo solo escribía poesía. Empecé a escribir narrativa en Alemania.

XL. ¿Cómo consiguió publicar?

F.A. Fue un gran esfuerzo. Escribía a mano en casa, con mis hijas muy pequeñas. Envié por correo la pila de folios a varias editoriales. Sin conocer a nadie. Y Tusquets aceptó publicar Fuegos con limón.

XL. Asegura que está escribiendo siempre, incluso cuando no escribe.

F.A. Escribo las 24 horas del día. Soy como un cochecito de tiovivo que gira alrededor de la literatura. Cualquier vivencia la paso por un filtro que decide si es susceptible de aprovechamiento literario.

XL. ¿Va a escribir más sobre el País Vasco?

F.A. Ahora mismo, no. No quiero dejarme absorber por una misma cuestión.

El privadísimo de Aramburu

  • Lo primero que hace tras levantarse es un sudoku. «Antes jugaba al ajedrez, pero si perdía…».
  • «Me gusta el fútbol con entusiasmo razonable, sigo a la Real Sociedad y al Hannover 96».
  • «Cuando tengo modorra, tomo una manzana; me asegura media hora productiva. Y he descubierto el agua con limón y bicarbonato, este bebistrajo me despierta el cerebro».
  • «Tengo una perra que me obliga a salir de casa. Si no es por ella, estaría clavado al escritorio como una lapa».
  • «Yo siempre hablo en lengua española con mi mujer y mis hijas».

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