Darío Gil es uno de esos que se lanzan a la piscina sin mirar si tiene agua; lo suyo no son decisiones estratégicas, son saltos de fe. El último ha sido la presentación del primer ordenador cuántico comercial del mundo, cuando todavía se ignora si existe mercado para una tecnología que aún está despegando. Por Carlos Manuel Sánchez/ Fotografía: Carlos Carrión

• Así el IBM Q, el primer ordenador cuántico comercial

En IBM ya no se sobresaltan con su ingeniero estrella. En 2016 puso en la nube los primeros ordenadores cuánticos experimentales. Unos cacharros que no se sabía muy bien si servirían para algo; ni siquiera si funcionarían. Y los abrió para que todo el mundo los probase. Barra libre. Se creó una ‘masa madre’ de investigadores y curiosos que ha ido creciendo; una fraternidad de ‘bichos raros’ que se ha hinchado a jugar con ellos y a realizar experimentos de todo pelaje.

La osadía de este murciano de 44 años ha puesto a IBM en cabeza de la carrera cuántica, en la que compiten corporaciones y gobiernos: Google, Intel, Microsoft, China, Europa… IBM no despertaba tanta expectación desde 1997, cuando la computadora Deep Blue le ganó al campeón de ajedrez Garri Kaspárov.

Darío Gil, un español al mando del primer ordenador cuántico comercial del mundo 2

El murciano Darío Gil, director del departamento de investigación de IBM

IBM ha premiado a Darío Gil con el ascenso a director mundial de IBM Research. Que un señor de Murcia esté al mando de tres mil científicos de doce laboratorios en seis continentes no sorprendió en Estados Unidos. Ya era un hombre orquesta que compaginaba el liderazgo de los proyectos de inteligencia artificial y de computación cuántica. Ahora asume también el resto de las áreas: blockchain, computación en la nube, ciberseguridad… «Nunca he sentido la necesidad de irme a otra compañía porque aquí he hecho de todo», reconoce.

Sobre los hombros de Gil recae una responsabilidad insólita para cualquier otro directivo de I+D español. IBM Research es la institución científica privada más grande del mundo, con un presupuesto anual de casi cinco mil millones de euros y seis Premios Nobel desde su fundación, en 1945. Por comparar, España entera solo dedica un 30 por ciento más a ciencia. Entre los inventos de IBM están el código de barras, la banda magnética de las tarjetas y el ordenador personal.
Gil es hijo de maestros, el menor de cuatro hermanos. La familia se trasladó a Madrid. Veranos estudiando idiomas en Irlanda, Francia e Italia. Hizo el último año de bachillerato en un instituto de California y la carrera en Nueva Jersey. «Fascinado por el mundo de lo invisible», se especializó en nanotecnología en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). «Allí me impactó la filosofía de mens et manus (del latín, ‘mente y mano’). Si estudias ingeniería aeroespacial y te gustan los satélites, tienes que construir uno y enviarlo al espacio. No hables tanto y hazlo».

Está casado con una norteamericana. Se doctoró en Ingeniería Eléctrica e Informática en 2003, el mismo año que tuvo a la primera de sus dos hijas y que lo fichó IBM. «No aconsejo hacerlo todo el mismo año», bromea.

XLSemanal. Decía el escritor Arthur C. Clarke que cualquier tecnología muy avanzada es indistinguible de la magia. ¿Se siente usted un mago?

Darío Gil. Cuando dominas la física o las matemáticas y ves lo que puedes crear con ellas, te entusiasmas. Puedes cambiar el mundo. La magia de alterar la realidad mediante la ciencia es algo muy especial. Y sí, sí que la percibes.

«Nunca aceptaría que una máquina me sustituyera en mi papel de padre con mis hijas, pero agradecería que colaborara conmigo»

XL. Debe de ser muy estimulante ir a trabajar por las mañanas…

D.G. Yo vivo cerca de nuestra central en Yorktown, al norte de Nueva York, y voy andando. Es un paseo que te llena de energía. Es muy bonito porque estás creando el futuro, algo nuevo. Pero también tienes la responsabilidad de hacerlo bien.

XL. IBM acaba de lanzar el primer ordenador cuántico comercial, que es una evolución de los primeros que puso en la nube hace tres años. En un tiempo marcado por las batallas comerciales, ¿por qué ponen su tecnología a disposición de cualquiera?

D.G. Siempre hubo colaboración en la ciencia. Pero hay que ir más allá, hacia la cocreación. Hay que sumar esfuerzos. Eso acaba generando más y más valor.

XL. ¿No es una decisión arriesgada, con tantos competidores?

D.G. Bueno, aquel ordenador solo tenía 5 cúbits (bits cuánticos). Y tampoco es que hiciera demasiado. Además, no teníamos ni idea de cómo lo usaría la gente. Creíamos que solo interesaría a algunos entusiastas. Pero ya son más de 130.000 los usuarios. ¡Y se han realizado 18 millones de experimentos! Ha sido sorprendente. Nos ha abierto los ojos.

XL. ¿En qué sentido?

D.G. A que hay que abrir parte de tu creación a la comunidad. Además, la comunidad es muy tolerante y acepta que el producto aún no esté acabado. Las organizaciones científicas van a tener que aprender la intersección entre lo que uno mantiene privado y lo que uno abre.

XL. ¿Por qué lanzarse de cabeza a una aventura tan incierta?

D.G. Porque forma parte de nuestro ADN estar en todos los frentes. Uno de los pioneros, en los setenta, fue Charles Bennett, que sigue trabajando con nosotros. También estuvimos en los comienzos de la inteligencia artificial, cuya idea surgió en 1956, en una conferencia organizada por IBM y el MIT. Primero invertimos en abrir nuevos horizontes. Y luego convertimos en negocio esos descubrimientos. Somos la única compañía del mundo que hace tecnología de la información desde hace más de un siglo: 108 años. Lo normal en nuestro sector hubiera sido desaparecer. Pero nosotros siempre estamos en vanguardia. Y la clave es nuestra inversión en investigación.

XL. ¿Qué sabe hacer hoy por hoy un ordenador cuántico?

D.G. Puede ejecutar programas para hacer mediciones de energía en átomos; cálculos químicos; algoritmos de gestión de riesgos financieros…

Darío Gil, un español al mando del primer ordenador cuántico comercial del mundo 3

A primera vista, el interior de un ordenador cuántico parece cualquier cosa menos un ordenador. Sus resistencias enfrían el sistema hasta los 273º C bajo cero

XL. ¿Eso es lo que se esperaba de ellos a estas alturas?

D.G. No es una tecnología madura, pero se está avanzando mucho. Había experimentos que en 2010 tardabas cuatro años en completar, y ahora el ordenador te lo hace en segundos.

XL. ¿Entonces en qué momento estamos?

D.G. Yo diría que es parecido a lo que ocurrió en Bletchley Park en 1944. Entonces, los ingleses desarrollaron el primer ordenador digital programable para descifrar los mensajes de los alemanes. Si les hubiéramos preguntado a aquellos ingenieros para qué más serviría un ordenador, quizá hubieran dicho que para nada más. Sin embargo, hoy todos llevamos un ordenador en el bolsillo: el móvil. Ahora hemos empezado a crear los primeros ordenadores cuánticos programables. Y, por primera vez, funcionan.

XL. Ya, ¿pero cuánto falta para que un ordenador cuántico sea más ‘listo’ que uno clásico?

D.G. Lo de la supremacía cuántica es engañoso. Los ordenadores cuánticos no van a superar a los clásicos en todo. Pero sí en algunas áreas concretas. En la próxima década tendremos resultados espectaculares.

XL. ¿Y por qué es tan optimista?

D.G. Utilizamos varios parámetros para medir la capacidad de cálculo. Llamamos a esta métrica ‘el volumen cuántico’. Y lo estamos duplicando año a año. Al final convivirán las dos tecnologías, digital y cuántica, y colaborarán entre ellas.

XL. O sea, que las máquinas se entenderán unas con otras. ¿Me tengo que preocupar?

D.G. Hay una visión catastrofista del progreso que habla de poderes que no podremos controlar. Se presta bien para hacer películas. Por otro lado, tenemos una visión utópica: las máquinas inteligentes harán nuestro trabajo y nosotros nos tumbamos en la playa. Pero las dos visiones son interesadas. Y dependen mucho de la sociedad en la que vivas. En Japón se ha creado una visión benigna. Los robots son pequeñitos, amables. Es una sociedad que envejece y quiere mantener su estándar de vida y ve la tecnología como una ayuda. En Estados Unidos se da más un enfoque competitivo: ¿qué vamos a resolver? Europa es más escéptica.

XL. ¿Y cuál es su visión?

D.G. Yo no comparto la visión apocalíptica. Por ejemplo, en inteligencia artificial no estamos cerca de crear sistemas que puedan tener sus propias intenciones.

«El ser humano no tiene chips en la cabeza. Pero tiene intuición y sentido común, algo muy difícil de crear en los ordenadores, incluso en los cuánticos»

XL. Pero las máquinas seguirán aprendiendo. ¿Para qué aprender nosotros? ¿Caeremos en la apatía?

D.G. Es un riesgo que hay que saber gestionar.

XL. ¿Cómo?

D.G. Bueno, seguro que no dejas que tus hijos usen la calculadora cuando están aprendiendo a sumar. Hay que mantener una disciplina. Aunque estos sistemas tengan mucha capacidad, debemos seguir formándonos. Y debemos aprender a colaborar con ellos igual que colaboramos con otros seres humanos. Pero siempre teniendo muy claro que la tecnología debe estar al servicio de las personas. Además, la tecnología nos puede ayudar a extraer valor del conocimiento que ya hemos generado los humanos. Por ejemplo, todo el conocimiento va a estar digitalizado y será accesible. ¿Pero nos beneficiaremos de ello? Nadie es capaz de leerlo todo.

XL. Pero las máquinas sí podrán.

D.G. Mire, el futuro de la computación está en la confluencia de tres pilares: los bits de los ordenadores tradicionales, los cúbits de los ordenadores cuánticos y las neuronas de la inteligencia artificial. Este triángulo transformará industrias enteras.

XL. Bueno, los humanos también tenemos neuronas, no se olvide.

D.G. ¡Claro! Ahora todos hablamos del mundo digital como si fuera el destino final. Pero va a haber un renacimiento del mundo analógico. La evidencia más clara de sistemas inteligentes somos nosotros y los animales. Y nosotros somos analógicos. No tenemos chips en la cabeza. Tenemos intuición y sentido común. Es muy difícil crear sentido común en los ordenadores. Cosas que a nosotros nos resultan muy sencillas son muy difíciles para los ordenadores, aunque sean cuánticos.

XL. ¿Entonces nos van a sustituir las máquinas o no?

D.G. Imagine que se desarrolla un sistema de apoyo a los padres basado en inteligencia artificial que proporciona mejores consejos a los hijos. Yo nunca aceptaría que una máquina me sustituya en mi papel con mis dos hijas, aunque sí agradecería un sistema bien diseñado que colabore conmigo

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