La figura del Cid lo acompaña desde niño. Ahora, Arturo Pérez-Reverte ha decidido crear su propia versión en ‘Sidi’, un libro apasionante que, además de un viaje por la historia de España, es todo un manual de liderazgo. Hablamos con él y por primera vez muestra el lugar donde escribe sus novelas y los artículos para ‘XLSemanal’. Por Carlos Manuel Sánchez / Fotografía: Carlos Carrión

Concurso finalizado: gana un ejemplar del libro 'Sidi', firmado por Arturo Pérez-Reverte

Concurso finalizado: gana un ejemplar del libro 'Sidi', firmado por Arturo Pérez-Reverte

Arturo Pérez-Reverte se sumerge en el turbulento siglo XI para narrar el destierro del Cid Campeador en 'Sidi' (Alfaguara) ¿Quieres conseguir uno de los 20 ejemplares firmados por el autor? Entra en…

«Era gente dura en un mundo duro. Guerreros que mataban y morían para ganarse el pan». Arturo Pérez-Reverte se sumerge en el turbulento siglo XI para narrar el destierro del Cid Campeador en ‘Sidi’ (Alfaguara), que se publica el 18 de septiembre. Una novela histórica ambientada en la frontera del Duero, que tiene todos los ingredientes del libro de aventuras. El escritor nos recibe en el rincón de su biblioteca donde escribe. «Me habéis jodido una mañana de trabajo», bromea. «Soy un profesional que cuenta historias de manera eficaz. Mi orgullo, cuando me sale bien, es el mismo que puede sentir un artesano. Y con este libro estoy contento porque he encontrado el tono. El carpintero que me hizo la biblioteca viene a veces a verla. Le gusta sentarse un rato a contemplar su trabajo. Yo no me diferencio de él. Esto es un oficio. Hay que documentarse, echarle horas… Y valer».

El ‘fuerte’ del escritor ‘Arturo-Pérez-Reverte

XLSemanal. ¿Por qué eligió a un personaje que ha tenido tantas versiones a lo largo de los siglos?

Arturo Pérez-Reverte. Precisamente por eso. Tengo una ventaja. Crecí en una casa con biblioteca grande, y ahí estaba La leyenda del Cid, de José Zorrilla. Fue un libro decisivo en mi vida. Lo compró mi bisabuela Adela. Lo leí de pequeño.

XL. Así que el Cid está vinculado a sus primeras lecturas.

A. P-R. Y también a las lecturas escolares. Yo estudié en los Maristas de Cartagena, recuerdo unos versos sobre la Guerra Civil en mi libro de texto del año 58 o 59 que decían: «La hidra roja se muere / de bayonetas cercada / y el Cid con camisa azul / por el cielo azul cabalga». Son cosas que se te quedan en la cabeza, y que sirven para hacerse una idea de hasta qué punto se ha abusado del personaje. Pero luego he tenido otros Cid en mi vida como lector. Ahora, a los 67 años, y después de trabajar en la historia de España para mi libro anterior, me apetecía saber cuál era el mío.

«No soporto que me cuenten milongas. Ni el Cid era una ONG ambulante ni habría mujeres asaltando murallas. Todo este tipo de chorradas políticamente correctas están fuera de lugar en la historia»

XL. ¿Y es un Cid que se ajusta a la realidad?

A. P-R. Es tan real y tan falso como todos. Porque en el Cid hay un 25 por ciento de historia probada y el resto es leyenda, suposición, reconstrucción…

XL. ¿Y qué le interesaba reconstruir?

A. P-R. La frontera del Duero. Era un lugar fascinante. Reinos cristianos al norte, reinos moros al sur, y en medio una franja que era tierra de nadie. Como el lejano Oeste. Era una zona sin ley. Esa frontera épica es nuestro wéstern.

XL. ¿Una del Oeste ambientada en la Reconquista?

A. P-R. Técnicamente, me planteé cómo contaría esta historia John Ford. Pero maticemos lo de la Reconquista, porque no es así. La Reconquista fue una justificación a posteriori de los intelectuales que trabajan para los reyes cristianos. En esa época nadie soñaba con echar a los moros de España. La gente sobrevivía aliándose con unos y otros. Esa frontera imprecisa y turbulenta es muy revertiana. Y me interesaba meter en esa frontera a mis personajes.

Arturo Pérez-Reverte: "Yo soy peligroso. Me gusta la gente peligrosa" 3

El Cid que Ferrer-Dalmau ha pintado para ilustrar el libro de Reverte.

En su casa Reverte tiene la espada , la cota de malla, el casco medieval… «Necesitaba sentir el pulso de Tizona. Cómo debía ser manejar una espada así montado a caballo. El peso en las cervicales del casco. Por qué había que forrarlo de tela para que no se te cocieran los sesos. La experiencia personal sirve para contar luego esos detalles»

XL. Ver al Cid de mercenario del rey moro de Zaragoza, e incluso rezando a Alá, aunque solo sea por estar a bien con sus compañeros de armas musulmanes, puede romper algunos esquemas…

A. P-R. De eso se trata. Pero no porque me lo invente, es que fue así. El Cid del destierro es un Cid que está empezando la aventura. Luego será leyenda viva. Pero esos primeros seis meses del exilio me interesan más, cuando sale con su pequeña tropa y empieza a buscarse la vida.

XL. Es un personaje que ha sido muy manipulado.

A. P-R. Se nos ha vendido como martillo de moros. Y no es exacto, porque luchó contra moros y cristianos. Y luchó, estando con los moros, contra los cristianos. Ese Cid es tan ambiguo como el territorio en el que se mueve. Lo que demuestra que no había una voluntad de Reconquista ni de cruzada. Era gente que se buscaba la vida.

XL. Y que se iba a la aventura…

A. P-R. El Cid se lleva a su gente de Vivar con él y se le van juntando aventureros. Y va creciendo su mesnada. Por su prestigio y su nombre. Pero lo que me interesaba, sobre todo, era hacer una reflexión acerca del liderazgo. Cómo gobernar a los hombres en un mundo duro, cómo mandar, cómo hacer que tus hombres mueran por ti, cómo ser lo bastante hábil y diplomático, en un mundo de gente peligrosa, para llevártelos al huerto. Cómo convencer a un moro de que le eres útil, a un catalán…

«Quería que un ejecutivo de una empresa tecnológica encuentre útil este libro; hay muchas claves sobre cómo ejercer el liderazgo»

XL. ¿Casi un manual para ejecutivos?

A. P-R. Sí. Me estudié los textos de Napoleón sobre el mando, los de los samuráis, los tratados asiáticos sobre inteligencia militar. Quería que un ejecutivo de una empresa tecnológica encuentre útil el libro, porque hay muchas claves sobre cómo ejercer el liderazgo.

XL. ¿Los políticos también podrían aprender algo sobre cómo liderar?

A. P-R. Hablar de esa gentuza sería rebajar el discurso. No, lo que me interesa es entender los mecanismos por los que un tío de segunda fila, pero con dignidad, inteligencia y coraje, consigue que su nombre perdure en la historia por encima de los reyes.

Arturo Pérez-Reverte: "Yo soy peligroso. Me gusta la gente peligrosa" 2

Documentos y notas manuscritas de Reverte que ha usado para ‘Sidi’. «El texto está lleno de guiños; al ‘Cantar0’, por ejemplo. Pero el rigor es extremo. He leído todo lo que se puede leer sobre el Cid y he utilizado lo que necesito. Sin embargo, es una novela. Me he permitido licencias».

XL. Hay muchos valientes y no todos sirven para mandar.

A. P-R. Es que el valor no basta. El Cid duerme donde duermen sus hombres, se expone en la batalla como ellos, come lo que ellos, sabe sus nombres… Yo me he pasado 21 años en fronteras. Y he visto a gente que ejercía el liderazgo. Yo mismo he tenido que tomar decisiones de mando. Hay una experiencia personal. Y he sacado mis lecciones. Con la edad que tengo se juntan libros, vida e imaginación.

XL. Dice en el libro que estos hombres saben las cosas porque las han vivido, no porque se las hayan contado…

A. P-R. Yo no me he encontrado a intelectuales en el campo de batalla. La gente cuya vida o muerte depende de hechos simples, como saber si hay enemigos emboscados, es sencilla y práctica. Quiero que el lector vea cómo se mueven los hombres en un territorio peligroso, no teorizar sobre la España medieval. Yo he estado en el Sáhara con la guerrilla. Vas con un tío que, de pronto, se para. Y tú no ves nada. Ese ver cosas que tú no ves, buscar en el paisaje los elementos que te van a permitir sobrevivir… Eso es fascinante.

XL. Pero el Cid es un tipo complejo, que apenas duerme porque siempre está ideando un plan B por si las cosas se tuercen…

A. P-R. Sí, manejaba a hombres sencillos, pero era muy listo.

XL. ¿Hay algo que a usted le quite el sueño?

A. P-R. Solo el cansancio, si estoy muy cansado. Yo vivo en paz. Y mire que tengo fantasmas.

XL. ¿Escribir es una terapia para conjurarlos?

A. P-R. De treinta novelas, solo he escrito una que puede considerarse terapéutica: El pintor de batallas. Ahí vuelco mi experiencia en la guerra de Bosnia.

XL. Por cierto, la escena del ballestero que acecha…

A. P-R. Es el francotirador de Sarajevo, ¡claro! No hay ninguna diferencia. El ser humano actual mira el móvil, pero no mira a su alrededor, porque cree que no lo necesita. Pero el que sabe que el mundo es un lugar hostil va por el mundo mirando. Estos tíos sabían mirar. No escribían los diálogos de Platón. Pero puestos a estar allí, prefiero estar con ellos que con Platón.

XL. Utiliza usted una expresión muy sugerente: «Siempre con la barba en el hombro».

A. P-R. Porque no se fían. Quería que el lector sintiera aquello. Mire, cuando yo me hice esto en la guerra de Bosnia (se arremanga y enseña un par de cicatrices en la muñeca izquierda) fue una noche en Mostar, en el 93. Metí la mano por una ventana rota, a oscuras, porque si encendías una luz te pegaban un tiro, y me corté las venas con los cristales. No me di cuenta al principio, pero me estaba desangrando. Un soldado me puso unas vendas y se fue. No lo vi. Era una sombra en la oscuridad. Pero recuerdo su olor: a aceite de armas, a sudor, a ropa sucia… Ese olor que hay en la guerra como a plástico quemado. Todavía recuerdo el olor de ese tío.

XL. Hay muchos detalles así en el libro.

A. P-R. Sí, va en la experiencia. Ese plus de realidad no está en la documentación, está en la vida que has vivido. Lo tienes o no lo tienes. Lo utilizo porque me lo gané. Lo pagué caro.

«Duraré lo que dure mi vida activa como novelista. Esto es como los yogures, caduca; lo del legado ni se me pasa por la cabeza»

XL. ¿A qué se refiere?

A. P-R. A que tienes que pagar el precio por tener ese plus. Ahora ve usted al Arturo de 67 años. Las novelas van bien y tiene la vida resuelta. Pero el Arturo de 25 era un chico con una mochila y un par de libros dentro de ella que iba por el mundo buscándose la vida, al que le pegaban tiros, que enfermaba de disentería y malaria, al que metían en un calabozo… Pero es verdad que esa vida que llevé, y lo digo desde la comodidad actual, puede dar realismo a lo que escribo. Cuando yo cuento esas cosas no me las estoy inventando.

Arturo Pérez-Reverte: "Yo soy peligroso. Me gusta la gente peligrosa" 1

El escritor Arturo Pérez-Reverte

XL. Es la segunda vez que menciona su edad. ¿Piensa usted en su legado?

A. P-R. No. Yo voy a durar lo que dure mi vida activa como novelista. Cuando me muera, se leerán mis libros dos o tres años más y después desaparecerán. ¿Quién se acuerda ahora de Cela, de Torrente Ballester o de Terenci Moix? Esto es como los yogures. Esto caduca. Lo del legado ni se me pasa por la cabeza.

XL. No me refería solo al legado literario… ¿Le preocupa cómo le recordarán?

A. P-R. ¿Quién?

XL. La gente, en general; sus lectores, en particular…

A. P-R. Mi única satisfacción como autor es que les pase a algunos lectores como me pasó a mí con algunos autores. Que no eres el mismo al terminar el libro que cuando lo empezaste. Y hay gente que me lo ha dicho. Hay algo en su cabeza que se modifica. Digamos que influyes en el lector. Pero eso no es asunto mío. Yo no escribo para eso. Aunque eso es una consecuencia de mi trabajo. No pretendo cambiarle a nadie su percepción del mundo. Solo quiero contar la mía. Porque es mi empeño personal. Mis libros, dentro de unos años, estarán como todos, relegados a un rincón polvoriento. Ya no se reeditarán y habrá otros autores. Eso, si se lee… Que para entonces no creo que se lea mucho libro en papel.

XL. ¿De verdad que no piensa en la posteridad?

A. P-R. Nada. He visto demoler demasiadas cosas como para pensar que uno pueda sobrevivir… Ni siquiera mi biblioteca. En esta casa hay 30.000 libros y 130 sables de caballería. Cuando muera, mi hija se quedará con los libros que le apetezca, y los que no, pues los venderá o los regalará.

XL. Habrá alguna biblioteca Pérez-Reverte en alguna parte.

A. P-R. No. ¿Para qué? Cedo mi biblioteca al Ayuntamiento de Cartagena o al que sea. ¿Sabe lo que pasaría? Cajones de libros que se pudren en un sótano comidos por los ratones. Ha ocurrido ya. Hay muchos legados de bibliotecas que acaban revendidos en la Cuesta de Moyano.

XL. ¿Queda, al menos, el ejemplo que se da; la manera en que uno ha vivido su vida?

A. P-R. Por lo menos tienes que ser coherente. Yo intento vivir y comportarme de acuerdo con lo que creo que debo hacer.

XL. El rey de Zaragoza le dice al Cid que su coherencia lo hace peligroso.

A. P-R. Yo soy peligroso. Pero también conozco a mucha gente peligrosa. No es que yo sea especial, tengo muchos amigos que son peligrosos. Me gusta la gente peligrosa.

XL. ¿Por qué?

A. P-R. Porque se aprende mucho de ellos. Pero es un tema delicado para una entrevista…

XL. Inténtelo.

A. P-R. El que es consecuente con lo que dice, con lo que hace, con lo que cree, aunque esté equivocadísimo, es peligroso porque no se guía por los patrones de supervivencia convencionales. Todos queremos sobrevivir en lo intelectual, en lo físico, en lo económico, en el amor, en el sexo… Pero la supervivencia siempre implica una transacción. Están tus principios y la realidad. A la gente fiel a sí misma le es más difícil negociar. Lo hace, porque todos lo hacemos…

XL. El Cid lo hace todo el rato…

A. P-R. Sí, pero hay cosas innegociables. Y eso es lo que me interesa. Cuando el ser humano tiene esa parcelita donde es difícil meterse. La gente a la que nos cuesta interpretar suele ser interesante.

«De pequeño me hice una idea de mí mismo y toda mi vida he procurado ser como me imaginé con 15 años. Soy consecuente con ese Arturo que me inventé»

XL. ¿Usted es así?

A. P-R. No lo sé. Lo que pasa es que de pequeño me hice una idea de mí mismo, y toda mi vida he procurado ser como me imaginé con quince años. Toda mi vida intenté ser ese Arturo. Y a fuerza de intentarlo, de repetir los gestos y los comportamientos y los actos que yo creía que eran propios de ese personaje, al final lo fui. Soy consecuente con ese Arturo que me inventé. Y que ahora soy yo. No sé si me explico…

XL. Supongo que sí.

A. P-R. Javier Marías y yo somos muy amigos. Los dos leímos los mismos libros de niños, los mismos tebeos, vimos las mismas películas. Tenemos una cultura infantil idéntica título por título. Pero Javier quería escribir esas historias, yo quería vivirlas. Y tomamos dos caminos diferentes. Javier se hizo escritor y yo viajero.

XL. Al final, los caminos convergen.

A. P-R. Sí. Mire, los seres humanos han sido cazadores y recolectores. Están los sedentarios, los que se sienten cómodos en una parcela cuyos límites conocen y que dejan en herencia a sus hijos. Y están los que se van porque les atrae lo que hay detrás de esa colina… Y a lo mejor no vuelven. O vuelven mutilados. Yo soy de los cazadores. Teniendo el mar, el puerto, mis lecturas, todo me empujaba a irme. Lo raro es que me hubiera quedado. Los que acompañan al Cid se podían haber quedado en su casa, pero se van… Unos por lealtad, otros por ganarse el pan. Se van juntando. Y les sale bien o les sale mal. Pueden conseguir botín o puede que los degüellen. La vida es eso.

XL. Es un mundo de hombres solos, aunque vayan juntos…

A. P-R. Es que la guerra es un mundo de hombres solos. Y también he conocido a muchas mujeres que son cazadoras. Y que son tan buenas como los hombres. El mundo actual ha hecho que las cazadoras tengan su oportunidad. Por supuesto, hay que pagar el precio. Allí no te van a regalar nada. Y si te trincan, vas a pagar seas hombre o mujer.

Arturo Pérez-Reverte: "Yo soy peligroso. Me gusta la gente peligrosa" 8

Arturo Pérez-Reverte, en su casa de Madrid

XL. Esta novela es de hombres.

A. P-R. Porque el siglo XI era de hombres, no porque yo haya querido excluir a las mujeres.

XL. Excepto Rushida, una musulmana que se ha ganado a pulso hacer y decir lo que quiere.

A. P-R. Es un tipo de mujer muy revertiano. Libre. Casi todos mis personajes femeninos son así. Los que me llaman machista no me han leído. Otra cosa es que yo me meta con el lenguaje inclusivo, que me parece una gilipollez. Pero todas mis mujeres son personajes de una potencia, de una libertad y de una afirmación femenina extraordinarias.

XL. También dice en el libro que «hombres cobardes con hombres no son buenos con las hembras».

A. P-R. Sí. Eso sigue vigente entonces y ahora.

«Lo que más admiro es el valor. Pero el digno. Cuando viene el lado oscuro de la vida: la enfermedad, el dolor… el valor es la elegancia bajo presión»

XL. ¿Qué es lo que usted admira más?

A. P-R. El valor. Hablo del valor sereno, no del zumbado que hace balconing y se mata. El valor digno. Cuando viene el lado oscuro de la vida. La enfermedad, el dolor… El precio que pagas por estar vivo. Hay gente que lo asume con entereza; que no se deja abatir; que, en momentos de presión, se mantiene digna e incluso elegante. El valor es la elegancia bajo presión.

XL. No hace falta irse a una guerra…

A. P-R. Por supuesto. Un abuelo en un hospital o en el asilo puede demostrar ese valor. Es mi debilidad. Yo puedo perdonarle a los seres humanos muchas cosas, porque he visto hacer a la misma persona cosas buenas y malas y tengo un concepto muy poco maniqueo del ser humano. He conocido a torturadores, delincuentes, traficantes, proxenetas… Por la vida que llevé me los iba encontrando, no es que fuera a buscarlos. Pero no puedo perdonar la falta de dignidad. No es una cuestión moral. Es instintivo.

XL. Hay una lealtad muy especial entre soldados. Pero se cortan unos cuantos cuellos…

A. P-R. Quiero dejarme de tonterías y contar cómo era. Yo he visto matar prisioneros en el año 77 en Eritrea. Los mataban porque no podían llevarlos con ellos. Imagínese en el siglo XI. Se cogía como esclavos a las mujeres y a los niños y se mataba a los hombres. Era así. Lo que no soporto es que me cuenten milongas. Ni el Cid era una oenegé ambulante ni había mujeres asaltando murallas. Todo este tipo de chorradas políticamente correctas del presente están fuera de lugar en la historia. Si una ciudad no se rendía, se tomaba por asalto… Violaban a las mujeres y mataban a los hombres. No es que lo apruebe. Cuento cómo era. Algún idiota dirá que me parece bien.

XL. Por cierto, cuando lucha contra los moros, el Cid solo ejecuta a los fanáticos…

A. P-R. Los almorávides vienen a España porque los andalusíes, los autóctonos, están flojeando. Eso tampoco me lo he inventado. Necesitan gente dura. Y traen a las tribus fanáticas del desierto. Yihadistas. El andalusí, generalmente, era más relajado a la hora de entender el islam. Llevaban muchos años aquí, conocían al enemigo. No es lo mismo degollar a un vecino al que conoces que a alguien que no conoces. En la Guerra Civil española las matanzas en los pueblos, que hacían tanto republicanos como derechistas, las solían cometer gente que no era del lugar. A veces sí, había rencores… Pero normalmente llegaba gente de fuera.

«La fragmentación en reinos que nos impuso la invasión musulmana, ese ‘juego de tronos’, nos dejó una impronta de insolidaridad histórica»

XL. La Ispaniya del siglo XI era un lugar complejo. ¿La España del siglo XXI sigue siéndolo?

A. P-R. Sí, yo creo que esa fragmentación en reinos que nos impuso la invasión musulmana, ese ‘juego de tronos’, nos dejó como impronta una insolidaridad histórica, una tendencia disgregadora. Pero los romanos ya decían que los españoles eran así. Que no se unen nunca, que se matan entre ellos… Es un país cuya orografía difícil, sin grandes ríos que nos comuniquen como en Francia, favorece la dispersión, que la torpeza política acentúa.

XL. Me quedo con una frase del libro: «Huir solo sirve para morir cansado».

A. P-R. [Ríe]. Esa frase es de mi hija. Me la dijo con siete u ocho años. Me encantó.

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